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NO TE DESPRECIES En mi opinión, una de las muchas agresiones que uno puede cometer contra sí mismo, y sin duda de las más graves, es el desprecio. No encuentro ninguna justificación para el desprecio hacia los otros, porque me parece que es algo ruin que muestra una prepotencia miserable y una falta de respeto imperdonable hacia la dignidad de la otra persona. No tolero que alguien desprecie a otra persona. Me refiero a quien lo hace desde la creencia en tener una prepotente superioridad. Despreciar a un asesino –por ejemplo- parece que podría ser justificable, pero creo que también habría que sentir por él lástima, compasión o tristeza y no solamente desprecio. Aún encuentro menos justificación para despreciarse: no aporta nada positivo y afecta negativamente a la Autoestima, al concepto que uno tiene de sí mismo, a la dignidad, al honor, y a la estabilidad emocional y psicológica. Todo se ve afectado completamente por ese desprecio que casi siempre nace de la rabia o la ofuscación y no de la objetividad. Uno se desprecia por un hecho concreto, por algo cometido, mientras que al mismo tiempo se olvida de todas sus bondades y capacidades, de todo lo bueno que ha hecho, de todas las cosas maravillosas que hay en su vida logradas por sí mismo. Y de ese modo convierte lo que es el uno por ciento de sí mismo en lo más importante y destacado ocupando más preponderancia que el noventa y nueve por ciento de su realidad. Parece que desde la educación infantil nos enseñan que el sentimiento de culpabilidad hay que vivirlo con frustración y como resultado de malas acciones de las que somos responsables y por tanto culpables. Nos enseñaron a ser culpables por pensar de un modo distinto, por no hacer lo que se suponía que teníamos que hacer según el criterio de los otros; nos reprocharon nuestros “malos comportamientos” y nos mostraron la decepción que les habíamos causado. La idea de la culpabilidad pretende que cambiemos nuestro comportamiento logrando que nos sintamos mal por lo hecho. De modo que usaron la culpa para manipular nuestro comportamiento. Pero… ¿realmente nos tenemos que sentir mal por algunas de las cosas que hacemos? El sentimiento de culpabilidad se convierte en desagradable porque nos lleva a la tristeza y el malestar general, a la vergüenza, la mala conciencia, la autocompasión, los remordimientos… todo nos lleva a sentirnos mal. Y eso puede estar bien como un reactivo si nos sirve para darnos cuenta de algo y llegar a conclusiones que nos beneficien de cara al futuro. Si lastimar a alguien nos deja un sentimiento de culpa, este sentimiento nos enseñará a no lastimar nuevamente y en este caso es positivo; el peligro está en estancarse en ese estado y entrar en una rueda de auto-acusaciones y auto-desprecios de los que uno nunca sale bien parado. Conviene revisar su origen cada vez que uno experimenta ese sentimiento, porque a veces se produce al juzgarlo desde reglas morales rígidas o puritanas o desde normas excesivamente severas que pertenecen a un determinado tipo de sociedad y no a nuestros criterios. Hay quien vive atormentado por haber trasgredido unas normas en las que no cree… pero permite que le rijan. Hay quien se siente avergonzado por SU sexualidad –que es suya y natural- porque según ciertas ideas religiosas es pecaminosa, sucia o inaceptable. Hay quien se desprecia porque no ha conseguido ser un triunfador… según una idea social que no está al alcance de todos ni es obligatorio cumplir. Hay quien se siente fracasado –y por ello se desprecia- por no haber cumplido las expectativas que otros pusieron en él, que no siempre coinciden con las que uno realmente sí desea. El desprecio es enemigo de Amor. Y no se presenta donde hay Amor. Quien ama, al prójimo y a sí mismo, no utiliza esa humillación ofensiva que es el desprecio. No deshora. No denigra. No humilla. No te deshonres. No te humilles. No te desprecies. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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CREER EN EL PECADO ES PERJUDICIAL.vídeo de 9 minutos.https://www.youtube.com/watch?v=cYasSy92igM#Desarrollopersonal #Autoestima #Psicologia #Amor #Dolor #Buscandome #Franciscodesales #Serfeliz #Ansiedad #Frases #Felicidad #Autoconocimiento #Vida #VivirEn mi opinión, creer en el pecado es perjudicial.Me parece peor aún creer que cada “pecado” requiere inevitablemente un castigo, de modo que cada vez que uno peque tenga que recibir y sufrir un castigo ineludiblemente.A mi me parece suficiente que cuando la conciencia de uno descubre que ha hecho algo que no es correcto, o no lo parece, se haga un acto de contrición –que es el arrepentimiento por una culpa cometida-, se haga el propósito de enmendarse, y se aplique la rectificación necesaria para que la próxima vez que se presente una situación similar prevalezca la intención de no repetir lo que ha pasado en esta ocasión. Todo ello ha de estar respaldado por un compromiso sólido de mejoramiento que ha de ser constante y en todos los aspectos de la vida.Si le ha gustado este video ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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PREGUNTAS PARA PREGUNTARSE “Una pregunta apropiada encierra el potencial para cambiar el futuro de una persona para siempre”. (Anónimo) En mi opinión, es necesario enfrentarse a ciertas preguntas importantes porque hacerlo, o no hacerlo, puede cambiar sin duda nuestro futuro. Reconozco que algunas preguntas asustan. Asusta no encontrar una respuesta apropiada o asustan porque forman parte de esos asuntos personales que uno elude una y otra vez. No hacérselas es un autoengaño. Es importante saber hacer las preguntas. Dependiendo de cómo se planteen hasta puede cambiar totalmente la respuesta. Conviene cambiar cada vez que se pueda la pregunta de “¿por qué? –que parece que sólo busca satisfacer una curiosidad- por las más profunda “¿para qué?”, ya que ésta demuestra un interés con el que podemos llegar a trascender la situación y transmutarla en lección. Lo difícil no es hacerse preguntas: lo difícil es tener paciencia e insistencia hasta encontrar respuesta. Y aceptar que puede ser simple y sencilla. O aceptar que puede ser, en este momento, imposible. Y si la hay, aceptarla, sea la que sea, pero siempre como respuesta provisional, porque de ese modo no la damos por definitiva y le permitimos que siga viva, que esté abierta y receptiva a nuevas revisiones e incorporaciones, abierta a seguir creciendo. De ese modo evitamos estancarnos. Siempre hay que preguntar -y preguntarse- para saber y conocer-y conocerse-. Estas son algunas preguntas que te pueden llevar a reflexiones enriquecedoras y a descubrimientos sorprendentes. ¿CUÁL ES MI GRAN SUEÑO? ¿QUÉ ES LO QUE NO ME GUSTA? ¿DE QUÉ ME ARREPIENTO? ¿QUÉ HE HECHO CON MI VIDA? ¿INTENTÉ VIVIR MI VIDA DE ACUERDO CON MIS SUEÑOS? ¿ME PERMITO TENER SUEÑOS Y VIVIRLOS? ¿ME DOY PERMISO PARA SER FELIZ? ¿ME DOY PERMISO PARA DISFRUTAR? ¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE QUIERO? ¿QUÉ ES LO QUE NO QUIERO? ¿QUÉ ES LO QUE NO HAGO? ¿ME DEJO VIVIR A MÍ MISMO COMO QUIERO? ¿DÓNDE BUSCAR MI ILUSIÓN? ¿ME HE RENDIDO YA? ¿SOY CONSCIENTE DE QUE DIOS ME HA RESPONSABILIZADO DE MI VIDA? ¿SOY CONSCIENTE DE QUE PODRÍA SER LIBRE? ¿CUÁNDO ES BASTANTE PARA MÍ? ¿A QUÉ PRECIO VENDO MI TIEMPO LIBRE? ¿SOY CONSCIENTE DE LA LIMITACIÓN DE HORAS DE VIDA QUE TENGO? ¿ESTOY HACIENDO EN MI VIDA Y CON MI VIDA LO QUE REALMENTE QUIERO? ¿ME DOBLEGO Y ME RINDO ANTE MIS RESISTENCIAS? ¿A QUÉ TENGO MIEDO? ¿CUÁL ES MI PRECIO? ¿POR QUÉ O POR CUÁNTO ME VENDO? ¿CUÁNDO ME PERMITO SER YO MISMO? QUÉ PASARÍA SI FUERA SIEMPRE YO MISMO? ¿QUÉ HAGO CON MI TIEMPO LIBRE? ¿QUÉ ES VIVIR? ¿BUSCO EL ÉXITO EN MI INTERIOR? ¿INCREMENTO MI RIQUEZA ESPIRITUAL? ¿PRESCINDO DE VANIDADES Y OSTENTANCIONES? ¿SOY VANIDOSO? ¿TENGO ACTUALIZADA MI ESCALA DE VALORES? ¿CONOZCO MI META Y EL CAMINO PARA LLEGAR A ELLA? ¿QUÉ HAGO POR BUSCAR MI PAZ? ¿CÓMO UTILIZO MI TIEMPO LIBRE? ¿VALORO LO SUFICIENTE MI SALUD Y LA CUIDO? ¿ME RÍO TANTO COMO QUIERO? ¿HAGO RELAJACIÓN O MEDITACIÓN? ¿PERMITO QUE SE MANIFIESTE MI NIÑO LIBRE? ¿ME DEJO VIVIR A MÍ MISMO COMO QUIERO? ¿POR QUÉ NO HAGO LO QUE DEBIERA HACER? ¿QUÉ ME FALTA? ¿QUÉ ME GUSTARÍA HACER? ¿ME ESCAPO A MENUDO DE MIS LÍMITES? ¿SALGO LO SUFICIENTE DE MIS CUATRO PAREDES? ¿DEVUELVO A LA SOCIEDAD LO QUE ME DA? ¿DISFRUTO LA NATURALEZA? ¿VIVO UNA VIDA SENCILLA? ¿SOY CAPAZ DE RENUNCIAR CUANDO ES NECESARIO HACERLO? ¿ME PREGUNTO POR MIS ASIGNATURAS PENDIENTES? ¿CUÁNDO VOY A HACER LO QUE SÉ QUE DEBO HACER? ¿CUÁNDO VOY A HACER LO QUE QUIERO HACER? ¿VIVO ATENTAMENTE? ¿CUÁNDO VOY A PARAR DE PERDER EL TIEMPO? ¿CUÁNDO EMPEZARÉ A TOMAR DECISIONES IMPORTANTES? ¿CUÁNDO DECIDIRÉ POR MI? ¿CUÁNDO ATENDERÉ MIS SÚPLICAS? ¿DE QUÉ COSAS HUYO? ¿ME INVOLUCRO SERIAMENTE EN LA VIDA? ¿HAGO COSAS IMPORTANTES? ¿ES MEJOR SER ALGUIEN QUE SER NADIE? ¿TENGO MI PERMISO PARA SER FELIZ? ¿TENGO PERMISO PARA EXISTIR? ¿TENGO PERMISO PARA TRIUNFAR? ¿TENGO PERMISO PARA SER YO MISMO? ¿ESTOY CONFORME CON MI VIDA? ¿CREO QUE ESTOY CUMPLIENDO MIS SUEÑOS? ¿QUÉ ME IMPIDE HACER REALIDAD LOS ANHELOS DE MI CORAZÓN? ¿ESTOY CONFORME CON MIS LOGROS? Hay que recordar que cuando uno se hace preguntas lo importante no es sólo encontrar las respuestas, sino lo que se hace después con esas respuestas. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NO EXISTE UNA BUENA PERSONA, EXISTE QUIEN INTENTA SERLO. En mi opinión, asumir el contenido de esta frase es una hermosa lección de humildad y un buen recordatorio para esos que llegan a tener lo que se podría denominar como “un ego espiritual” o un concepto de sí mismos que tal vez esté por encima de la realidad. Si uno lo piensa bien se da cuenta de que hasta el hecho de decir o pensar “yo soy muy modesto” o “soy el más humilde” no deja de ser una exhibición del ego. Cuando uno presume –aunque no lo manifieste- de ser “muy…”, o “el más…”, o “el menos…”, lo que esconde detrás es un ego que se disfraza de modestia, de humildad o de espiritualidad. Es muy complicado ser una buena persona. Requiere cumplir bastantes condiciones que son de difícil cumplimiento… o muy fáciles, dependiendo desde dónde se las plantee uno. Una buena recomendación es comenzar por aprender a conocer y controlar la parte mala del ego, porque es una de las principales dificultades para el desarrollo de la persona como Ser Humano. Hay otras cosas que es fundamental conocer, desarrollar y aplicar. Por ejemplo, la humildad, la modestia, la sencillez, la caridad, la empatía, el respeto… cualquiera de estas virtudes nos va a proveer de esa paz interior espiritual necesaria para poder eludir las ambiciones y las tentaciones del ego. Una persona humilde reconoce sus propias limitaciones y obra de acuerdo con ese reconocimiento. No es un presuntuoso que pretenda ser o aparentar lo que no es, lo que no está al alcance de su naturaleza. Aunque hará lo posible por desarrollar su humildad, desde esa misma humildad no hará ostentación de lo que es y menos aún de lo que no es. Desoirá al ego sin alterarse. No entrará en exhibiciones presuntuosas, o en los delirios de una grandeza que no tiene; no creará un personaje falso para impresionar a los otros porque sabe que esa no es su voluntad sincera. Desde la humildad se ve todo más natural y se aprecia con claridad lo innecesario de aparentar o de aspirar a algo que luego no va a satisfacer a quien realmente es. Una persona modesta no caerá víctima de la vanidad, que es otro de esos deslices que le distraen a uno de su Camino. La sencillez rechaza cualquier vanagloria o deseo de aparentar. Las personas más especiales son sencillas. La apariencia ostentosa es una manifestación de orgullo o de ego, mientras que la sencillez prefiere lo simple, lo puro, lo natural, lo que permite a uno manifestarse con la tranquilidad de estar siendo quien realmente es. Una buena persona nunca termina de formarse. Siempre quedan aspectos con posibilidades de perfección para su desarrollo completo. No hemos de quedarnos solamente en el afán de querer ser buenas personas, sino que hemos de escuchar la voz interna que sabe que aún quedan más cosas buenas dentro de nosotros y que aún queda espacio para el mejoramiento -pero sin que haya vanidad por detrás-; eso es lo que nos acerca aún más a la bondad. Una persona amable o feliz es una persona que tiene clara y honradamente diseñada su escala de valores. Distingue lo que es importante –y lo valora como tal- de aquello a lo que simplemente se le da una importancia artificial de la que carece por sí mismo. No se deja engañar, no se deja distraer. La persona que está en el Camino de la bondad difícilmente se distraerá, porque aquellas cosas que a otros deslumbran y atrapan no harán efecto en ella. Esa naturaleza bondadosa que uno trata de fomentar requiere paz en el alma, ausencia de ambición e interés sincero por la vida y por los otros. Quien pretenda desarrollarse como una buena persona tendrá que aprender a perdonar y a olvidar. También a perdonarse. Para eso se requiere tener flexibilidad y apertura con las propias ideas y con las de los otros, estar abierto y no poner trabas al aprendizaje, al desprendimiento de lo inútil y a la fuga de todo aquello que nos amarra a un personaje que no queremos seguir representando. Será bueno que las personas interesadas en su Mejoramiento Personal se lo tomen con interés y atención, y que le den a la observación atenta de uno mismo el tiempo y la preponderancia que eso requiere. Hay que estar pendiente también –para ser mejorado- del optimismo, de la amabilidad, del agradecimiento y el altruismo y vigilar las jugarretas de la mente cuando es autónoma y se convierte en nuestra enemiga; parece demasiado evidente, pero hay que eliminar todo aquello que de algún modo esté relacionado con el mal o lo malo, la intención ruin, el odio o la venganza, la intención de lastimar… Ayudarse uno mismo y ayudar a los otros es imprescindible. Ser el pilar de apoyo cuando alguien lo necesite es de buenas personas. Interesarse por los otros es de generosos. Cuidarles es noble. Ya adelanto que ser una persona definitivamente buena es imposible. Nunca se alcanza porque, afortunadamente, siempre queda la posibilidad de seguir mejorando y repercutirlo en ser una buena persona. Quien tiene firme esta intención tal vez algún día lo consiga. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NO LE DIGAS A UN NIÑO “NO LLORES”. En mi opinión, comenzamos a condenar a la frustración a los niños cuando les decimos algo tan aparentemente leve y cargado de buena intención como es… “no llores”. “No llores” es una prohibición. Un niño no está capacitado para comprender que la intención puede ser buena -para que no sufra y se sienta mal llorando–, aunque también es posible que la verdadera intención sea la de no tener que estar aguantando la molestia de su berrinche. “No llores” lleva implícito la orden subliminal de “No muestres tus sentimientos” y también “No sientas”, al mismo tiempo que no se le da permiso para ser él mismo y manifestarse tal como se siente en ese momento, o sea que también es un “No seas tú mismo, no te muestres como eres”. Según el Análisis Transaccional estas indicaciones –que a veces no son verbales sino que se trasmiten a través de las actitudes o los hechos- se convierten en MANDATOS, o sea en órdenes que el niño incorporará -en el inconsciente- a su modo de ser y actuar y las obedecerá sin cuestionarlas hasta que un día se dé cuenta y emprenda un Proceso de Desarrollo Personal para modificar sus conductas indeseadas. Cuando se le dice a un niño “No te rías” eso le puede llevar a interpretarlo también como “No seas feliz” o “No seas risueño”, y puede obedecerlo tal como obedece otras instrucciones de sus padres y educadores; un “No juegues” le puede llevar a entenderlo y aplicarlo como un “No disfrutes” o “No seas niño” –y es un niño-. Si solamente se le dan las órdenes sin explicaciones y sin matizaciones del estilo de “no lo hagas en este momento porque estamos en misa o porque tienes que estudiar”, entonces lo entenderá directamente como una orden que acatar, una imposición caprichosa arbitraria. Obedecerá, porque tiene que sobrevivir como sea y sabe que si no obedece tendrá un castigo en forma de regañina o de falta de atención, pero en su inconsciente se instalará un mandato que se convertirá en perjudicial. Decirle “No llores” –lo mismo que cualquiera de los otros muchos mandatos que existen- es no permitir que el niño manifieste un sentimiento tan grave –en su escala de valores, que es la válida para él- que sólo lo puede o lo sabe decir mediante el llanto. ALGUNOS EJEMPLOS DE MANDATOS: No existas -No pienses - No seas niño/a - No crezcas - No lo consigas - No seas tú mismo – No seas importante - No disfrutes - No te acerques - No estés bien/sano - No sientas – No crezcas – No ames – No decidas. Al darles cualquier orden, o cualquier prohibición, y antes de que eso les vaya a quedar inculcado como un mandato –que, repito, sin duda les va a perjudicar en su vida- conviene cuidar el modo de decirlo, explicar el porqué o el para qué, responder sus objeciones razonadamente y no con un “porque sí”, “porque lo digo yo”. Aunque no quieran acatarlo, en el fondo saben que tiene que ser como se les indica, y aunque no lo obedezcan por lo menos aprenden. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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RECONCILIARSE CON LOS YOES DEL PASADO
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RECONCILIARSE CON LOS YOES DEL PASADO vídeo de 12 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=GMUCvR5fLuU&t=4s Todos seguimos arrastrando en nuestro interior a todos los Yoes del pasado. Ellos nos condicionan continua e inconscientemente y, por lo general, nos perjudican más que nos ayudan. Conocerlos y reconciliarse con ellos es una tarea imprescindible. En este video doy mi opinión sobre esto. Si le ha gustado este video ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias. -
LA BELLEZA DE LA AUTOCOMPASIÓN En mi opinión, sería conveniente separar los significados casi opuestos que tienen las palabras autocompasión y autocompadecerse. Yo las entiendo como que en autocompadecerse hay lástima, pena y victimismo, hay frustración, desaliento, tristeza, desagrado, rendición y derrota, mientras que en la autocompasión lo que veo es ternura, cuidado, Amor Propio, esperanza, sonrisa, vida. Sentir compasión por uno mismo es de una belleza sobrecogedora, es un acto sublime de generosidad, es tal vez la muestra de la mejor relación que uno puede tener consigo mismo, porque implica aceptarse en plenitud, en las circunstancias más difíciles, tras las decisiones equivocadas, y en los momentos en que el mundo se cae y uno queda a merced de la desolación. La autocompasión implica una autoaceptación sin condiciones y encontrarse, cuando uno no está bien porque le ha sucedido algo desagradable, con ese acogimiento incondicional, ese refugio de afecto y cobijo. Eso es impagable y necesario. Se puede sentir pena y tristeza por uno mismo, pero también y al mismo tiempo se puede sentir empatía hacia uno mismo, cariño, bondad, y uno se puede tratar con delicadeza y mimo a pesar de los sentimientos revueltos y del enojo que pueda sentir contra sí mismo. ¡Cuánto amor hay en la autocompasión! Si somos amorosos con los otros, también podemos darnos la misma bondad que les damos a ellos. Uno es tan merecedor como los otros de este detalle de aceptación en todo momento y a pesar de cualquier circunstancia. Si te enseñan a tratar a los otros con amabilidad, generosidad, cuidado, interés, respeto, y a sentir empatía con ellos… ¿por qué no habrías de hacer lo mismo contigo? La autocompasión es el Arte de Perdonarse bien. Y es, sobre todo, Autocomprensión: la admisión completa de lo que uno es. Hay un reconocimiento de la realidad sin que ello conlleve frustración en el caso de que no sea satisfactoria. La no aceptación incondicional de nuestras cualidades menos afortunadas afecta directa y perjudicialmente a la Autoestima. Cuando uno se siente mal y llega a comprender que necesita hacer cambios en su vida, o en su modo de ser y actuar, para empezar a reconstruirse de acuerdo con un nuevo modelo, necesita sentir arraigada esa autocompasión que no es otra cosa que Amor Propio incondicional. No soy partidario de un autoengaño con el que tratemos de consolarnos. Las mentiras no consuelan cuando conocemos las verdades. En la autocompasión no queda espacio para que haya humillación o desprecio. Equivocarse es natural, no hacerlo todo bien es natural, desviarse también es natural; no es necesario ponerle a todos esos actos una autocondena injusta y desproporcionada. Sí soy partidario de crear una bella sonrisa para uno mismo en esas situaciones ingratas y de hablarse con amabilidad y de consolarse con cariño, como se cuidaría al ser más querido, como nos trataría quien más nos quiere; darnos abrazos, decirnos palabras bondadosas, darnos algún capricho, o escuchar nuestras canciones favoritas, sólo con el objetivo de una reconciliación llena de amor. ¡CUIDADO CON AUTOCOMPADECERSE! Se podría convertir en algo muy negativo si la compasión la entendemos como una rendición, si la dejamos en algo así como “¡pobrecito!, ¡qué desgraciado soy!” y uno se queda en un estado inactivo y se queda pegado a la lástima. Si nos sometemos al aspecto lastimoso y nos quedamos en él, no avanzamos y engordamos la tragedia. LA PAUSA DE LA COMPASIÓN (texto de Sonia Castro) Otra forma de practicar la autocompasión en la vida cotidiana es la Pausa de la Autocompasión (Neff, 2011b). Haz que tu mente pase de sentirse amenazada a sentirse segura. El ejercicio resulta especialmente útil cuando te encuentras en medio de una discusión acalorada (o en un mal momento personal). Haz lo siguiente: 1. Coloca tu mano con suavidad sobre tu corazón. 2. Haz una inspiración profunda y tranquilizadora. 3. Repítete estas tres frases: Este es un momento de sufrimiento. El sufrimiento es una parte de la vida. Que yo sepa ser amable conmigo mismo. Estas frases se corresponden con los tres componentes de la autocompasión: mindfulness, humanidad compartida y amabilidad con uno mismo. Tras unas cuantas semanas de practicar la Pausa de la Autocompasión, te darás cuenta de que se automatiza y de que cambia rápidamente tu estado de ánimo Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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CUANDO TÚ NO ERAS TÚ vídeo de 6 minutos https://www.youtube.com/watch?v=FIP8_PbV6V0&t=3s Es muy importante comprender esto: el Yo que eres hoy no es el mismo Yo de tu pasado. Las personas que se sienten dolorosamente afectadas por alguna actuación de su pasado deberían tener esto claro y se evitarían sufrimientos innecesarios. Si le ha gustado este video ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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DATE PERMISO PARA SER VULNERABLE En mi opinión, el esfuerzo que hacemos para no ser o no sentirnos vulnerables en ocasiones se convierte en un esfuerzo por encima de nuestras posibilidades que nos causa un agotamiento innecesario, nos deja una sensación de inutilidad y fracaso, y la creencia en una vulnerabilidad que nos parece inaceptable pero que hay que aceptar porque forma parte indisoluble del hecho de Ser Humano y por tanto imperfecto. Somos vulnerables y por ello podemos ser heridos tanto física como moralmente. Pretender negar esta realidad imbatible es absurdo. Es como luchar contra molinos de viento. La intolerancia a esa debilidad conlleva más inconvenientes y sufrimientos que ventajas. Somos víctimas en mayor o menor medida de nuestras emociones y sentimientos, y contra eso es difícil protegerse porque algunas –las “malas”- nos afectan directamente donde más lastima y desconcierta y donde no podemos poner una protección física. El sufrimiento llega directamente a la mente y es ella quien lo siente, aunque puede llegar a manifestarse en alguna parte del cuerpo en forma psicosomática. Aún todavía no sabemos o no podemos evitar totalmente –sí en parte- que nos duela reconocernos sensibles en algunos casos, que la soledad aflija, que la decepción lastime, que las debilidades afecten, y que todo ello cree una especie de lástima por nosotros mismos que se haga difícil de consolar. Una de las cosas que hemos de aprender, por nuestros propio bien, es a manejar esas emociones que nos dañan; y aceptar las equivocaciones, la decepción, la propia vulnerabilidad, la sensación de injusticia en el mundo o en nuestra propia vida, o los errores que cometemos y sin que eso nos cause un trastorno que vaya más allá de una ligera incomodidad moral rápidamente superable. Aceptar nuestra vulnerabilidad es aceptar nuestra Humanidad. De vez en cuando lloramos, está bien. A veces sentimos rabia, está bien. Nos enojamos por cosas que nos pasan, está bien. Tenemos heridas, miedos o sentimientos de vergüenza, está bien. Disponemos del derecho a manifestar esos estados, aunque no es conveniente quedarse estancados mucho tiempo en ellos ni es beneficioso convertirse en un mártir victimista. Pretender convertirse en un Ser Ideal Perfecto es una tarea condenada al fracaso. Aceptarse tal como uno es –reservándose el derecho a hacer las modificaciones que se consideren oportunas- es lo correcto. Está bien no ser Superman o Superwoman ni Don Perfecto. Nunca se hará realidad eso de que uno tenga esos Superpoderes. Al mismo tiempo, no es conveniente ser vulnerable en ciertas cosas que nos pueden perjudicar grave e inútilmente. Si uno deja su felicidad o su estabilidad emocional en manos ajenas corre demasiado riesgo. Si el equilibrio depende del comportamiento o las acciones de otras personas, que es algo incontrolable, no será fácil encontrar una estabilidad y tranquilidad que dependan de uno. Ser vulnerable sin tener lo relacionado con ello conocido y resuelto proporciona demasiada inestabilidad e inconvenientes. Ahí puede nacer el miedo y ese miedo puede contagiar de desconfianza e intranquilidad. Tratar de ocultarla o negar el reconocimiento de esta realidad se vuelve en nuestra contra. Lo mejor es ser consciente de su existencia, de sus ventajas e inconvenientes, y convivir con ella en armonía. Ser vulnerable es estar vivo. La honestidad y la trasparencia personal te hacen vulnerable. Mostrarte a la gente -y a la vida- tal como eres implica mostrar también tu vulnerabilidad, pero no hacerlo así y ocultar esa parte –que puede parecer una noble protección- impide que te puedas mostrar tal como realmente eres. Es cierto que quien se dé cuenta de que muestras también tus vulnerabilidades te apreciará más como la persona íntegra que te muestras. Este es un punto a valorar y es algo que sólo tú decides hasta qué punto exponer. Ser vulnerable no es un signo de debilidad, es más bien de valientes esto de reconocerse y mostrarse tal como uno es: un Ser Humano sensible, incluso en algún aspecto frágil. Así somos, aunque el miedo a que nos hagan daño vuele sobre nuestra cabeza. Ponerse el disfraz de perfecto e irrompible no siempre queda bien. Es un buen asunto sobre el que tal vez haya que cambiar el concepto que uno tiene. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿LLORAR O NO LLORAR? En mi opinión, está pendiente ese debate personal que nunca se afronta acerca de si llorar es positivo o negativo, si aporta o perjudica, si es necesario o es mejor evitarlo. Llorar es la demostración de un estado emocional. Si uno vive sus emociones y sus sentimientos, tanto los placenteros como los desagradables, los ha de vivir hasta su extinción natural, sin reprimirlos… y sin prolongarlos artificial e innecesariamente. Reprimir el llanto es reprimir las emociones y los sentimientos y éstos nos aportan lo que nos tienen que aportar solamente cuando los afrontamos con todas sus consecuencias. Y si eso nos lleva a pasar un mal rato… pues será necesario pasarlo, porque sólo de ese modo comprenderemos qué es lo que realmente nos duele o nos alegra, dónde están nuestros puntos sensibles, qué tenemos que comprender o reforzar. Nos dan una información que no vamos a poder conseguir de ningún otro modo. Reprimirlo es impedir que las emociones cumplan su cometido. Las emociones forman parte de la sensibilidad del Ser Humano y ayudan a conformar la personalidad. Sin esa característica, como humanos seríamos incompletos porque es por medio de ellas que vamos formando una parte de nuestra base, vamos contactando con nuestra esencia, nos vamos realizando. Soy absolutamente partidario de vivir con intensidad todas las emociones que se presenten en nuestra vida. Creo que reprimirlas, o negarlas es perderse un modo de aprendizaje acerca de uno mismo. En varias o bastantes ocasiones me he entrometido en situaciones que no tenían nada que ver conmigo, pero en las que veía que se estaba impidiendo la libertad de esa manifestación. Lo veo mucho en los entierros y con las personas que están sufriendo por algún motivo y lloran. “No llores”, se les dice con buena voluntad pero mal criterio. “Llora todo lo que quieras”, digo yo interviniendo. “Contacta con tu tristeza –eres humano-, con tu vacío, con tus emociones… deja que surtan el efecto necesario, que te hagan sentirte pequeño, roto, triste, humilde… déjalas que manifiesten y atiende y escúchate”. Que ese llanto que proviene de un sufrimiento no sea solamente para sufrir, sino que sea para sanar. El llanto es terapéutico. Llorar es sacar lo que nos duele, porque con las lágrimas se dicen cosas que las palabras no saben o no pueden decir. El corazón no puede más y lloras. Se presentan ante ti la desilusión, el fracaso, la angustia, la tristeza, el dolor… y lloras. ¿Qué otra cosa puedes hacer?, ¿enterrar el dolor o negarlo? No hay otra salida más sana que el llanto sin impedimentos hasta que se agote, hasta que se vaya con la última gota la última brizna de pena. Y entonces, en ese mismo instante, comienza tu resurrección. ¿En qué casos no es útil llorar? cuando le agregamos algo que es ajeno a su expresión natural, o sea que lloramos “porque soy muy desgraciado”, “la vida es una mierda”, “siempre me sale todo mal”, o cualquiera de esas frases que son acusativas aunque parezcan autocompasivas al mismo tiempo. Tampoco es un llanto sano cuando se trata simplemente de una pataleta o se falsifica con la insana intención de llamar la atención. El llanto es sagrado. Es la expresión de tristeza de nuestra alma; es fruto del dolor más profundo, más cruel, y es la expresión de eso tan interno que no tiene voz ni palabras y sólo sabe hablar con un llanto prudente o desgarrado. ¿Llorar o no llorar? Llorar, por supuesto, siempre y cada vez que se presente un motivo necesario para hacerlo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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LAS EMOCIONES SON PROFESORAS EN NUESTRO DESARROLLO PERSONAL. En mi opinión, este descubrimiento reciente de la neurociencia, y las investigaciones que se han llevado a cabo para confirmarlo -donde se ha podido demostrar que están interrelacionadas la cognición y la emoción-, son solamente una confirmación de lo que ya se ha sabido de siempre. Las emociones son en gran parte las responsables de la memoria. Recordamos lo que hemos aprendido o vivido con alguna emoción. En nuestra memoria se mantienen las cosas que nos dejaron una huella de algún modo, para bien o para mal, y han desaparecido las que no nos dejaron ningún tipo de marca emocional, porque el cerebro es selectivo en ese aspecto y lo que ve que no es importante, que no nos ha parecido importante en su momento, no se molesta en guardarlo. Cuando guardamos un suceso en el recuerdo, al mismo tiempo y aunque no nos demos cuenta de ello, asociamos inseparablemente lo felices que fuimos en ese momento, el miedo que pasamos, cuánto lloramos, el olor, la luz, la sensación de felicidad… en ocasiones, hasta llegamos a olvidar detalles del sitio, de las caras, del momento, pero recordamos la emoción perfectamente. Es por esto por lo que muchas veces no recordamos lo que nos dijeron textualmente, pero tenemos claro que fue algo que nos hizo sentirnos bien, o reírnos, o dolernos. Es por todo lo anterior por lo que opino que hay que vivir con intensidad y consciencia todas y cada una de las situaciones y las emociones que se nos presenten en la vida, porque son ellas las que va a ir formando de algún modo nuestra personalidad, nuestro carácter y nuestro fondo personal; son las que nos van a proveer de sensibilidad o de firmeza o de nobleza o de prudencia. Se aprende del llanto y de la risa y del escalofrío y de la tristeza. En mi opinión son las emociones quienes nos enseñan. Atravesando los diferentes estados de ánimo y de nivel de comprensión y aprendizaje que nos proporcionan es como nos conocemos más y mejor y es como aprendemos, en unas lecciones silenciosas, cómo somos en realidad y cómo nos comportamos o reaccionamos en los momentos en los que nos sumergimos en cualquiera de ellas. En la vivencia de esas emociones es donde nos formamos en uno u otro sentido. Cuando nos metemos total y conscientemente en ellas nos damos cuenta de lo que sentimos, amamos, odiamos, rechazamos, lo que no queremos que se repita y lo que sí queremos repetir… y ya sabemos que “darse cuenta” es el primero e imprescindible de los pasos en cualquier proceso. La vida es la suma de todas las vivencias, o sea la suma de todas las emociones. Cómo viva uno las emociones que se le presenten en su vida va a marcar su forma de ser y su carácter: optimista y animoso, o pesimista y funesto, o de cualquiera de los otros modos que se puede ser. Somos todo lo que hemos reído y llorado y disfrutado y sentido y apreciado y emocionado. Somos lo que hemos percibido y lo que hemos comprendido. Lo que nos marca no son los hechos que vivimos, sino las emociones asociadas a esos hechos. Hay que entender que las emociones son naturales y su función es provocarnos reacciones psico-fisiológicas. Hay que aprender a atender a las emociones y no confundirlas con los sentimientos, que son la interpretación personal que cada uno hace con las emociones añadiéndoles las propias experiencias anteriores, o frustraciones, traumas y errores. Por eso no hay que negarse a vivir las emociones cuando se presenten, incluso las desagradables, porque el estado que nos provocan dura sólo ese momento y es imposible tratar de reproducirlas más tarde en otro momento que nos vaya mejor. Las emociones SIEMPRE nos quieren decir algo, así que es necesario prestarles atención. Son una lección que tal vez no se vaya a repetir en otro instante, así que hay que permitirles que entren hasta donde quieran y hay que observar los movimientos internos, las sensaciones que despiertan, lo que se mueve y dónde se mueve, y después preguntarse el por qué y el para qué. Vive tus emociones. Ellas son las que te mantienen vivo y en el Camino. No concibo un mundo sin emociones. Prefiero poder sufrir unas y disfrutar otras antes que quedarme en la planicie apática de que no se presenten. Y repito, aunque duelan, no las eludas. Y, además, que no se te olvide darle las gracias por su existencia. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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COMUNICARSE ES ALGO MÁS QUE HABLAR En mi opinión, ese concepto tan básico que tenemos a veces de que la comunicación es un intercambio de palabras, de opiniones o ideas, sin más, se queda corto con el verdadero alcance que tiene una buena comunicación. Hacerlo bien es imprescindible para que las relaciones fluyan adecuadamente. Por encima de todo, y más que las palabras, lo que uno expresa cuando se comunica es su estado emocional y sus sentimientos. En el temblor de su voz o en la desesperación de lo que dice o en la rabia con la que expresa hay más información y más verdad que en las propias palabras. En el lenguaje no verbal se manifiesta la verdad. Si uno analiza solamente las palabras que el otro emite está renunciando a una información adicional que puede valer tanto o más que lo que verbaliza. Escuchar también lo que no se dice es demostrar atención e interés. Si uno habla desde la emoción hay que escucharle desde la emoción, para que la relación sea fluida, porque así los dos hablarán el mismo idioma sentimental. Cuando alguien está hablando está mostrando una demanda emocional. Entonces… cuando alguien me habla… ¿qué es lo que quiere realmente de mí?, ¿la atención de mis oídos o la de mi persona? No sólo hay que escuchar, hay que sentir. Además de oír lo que el otro dice hay que tener la habilidad o la intuición de ver y sentir más allá. No es suficiente con comprender mentalmente lo que dice, sino que es necesario captar el trasfondo. No sólo lo que está diciendo, sino también lo que tal vez no sabe decir o no se atreve a decir. No siempre se encuentran las palabras adecuadas, ni se expresan siempre del modo adecuado, por lo que una atención completa al otro y a su expresión nos aportará una información valiosa, porque cada expresión verbal conlleva, y si uno está atento se dará cuenta, una expresión facial, un gesto, una muestra de lo que siente al decir lo que se dice. El silencio del otro, o el propio, pueden ser mas inútiles o negativos que las conversaciones por difíciles que estas sean. ¿Hay que hablar? Sí, siempre. ¿Se puede decir todo? Se puede y se debe decir todo, pero conviene tener el tacto y la delicadeza de cuidar el modo, el momento, el respeto, y la intención. Los sentimientos y el intelecto, actuando al unísono multiplican su efectividad. Tal vez uno de ellos capte lo que le ha pasado inadvertido al otro. Las conversaciones son más fluidas y efectivas cuando no intervienen un tú y un yo y cada uno está defendiendo obstinadamente su postura, sino cuando ambos son capaces de instaurar un nosotros que durante ese tiempo les unifique. No hay que asustarse, este nosotros creado es para esta comunicación, después cada uno puede retomar su yo –si lo desea- e incorporar o no lo que la conversación le haya hecho ver. Toda conversación puede ser –o debe ser- una discusión. Discutir es “contender y alegar razones contra el parecer de alguien” en su acepción más popular, pero también es –y me parece más atinado- “examinar atenta y particularmente un materia”. Y examinar no implica gritar, menospreciar, acalorarse, reñir, ni luchar. Examinar es “indagar e investigar algo con diligencia y cuidado”. Las conversaciones no han de ser el origen de una confrontación, sino una exposición de opiniones personales. Comunicarse no es sólo hablar. También es necesario oír, escuchar, preguntar, conversar y entender. Es participar, integrarse con el otro y con el diálogo. Empatizar. Conviene observarse cómo es y cómo actúa cada uno en sus interacciones, cuál es su actitud, su predisposición, la calidad de su interés, la eficacia de su atención. Y después valorar si uno está satisfecho con su modo de hacerlo o si ve conveniente aplicar algunas modificaciones. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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ESTOY BUSCÁNDOMEvídeo de 13 minutos:https://www.youtube.com/watch?v=B_Mh90maEA8En mi opinión, quien escuche este vídeo se encuentra, muy posiblemente, a las puertas de un descubrimiento que se verá reflejado en un cambio.Hay varios momentos en la vida de cada persona en que ya no puede seguir como hasta entonces, porque una intranquilidad, que tiene un nacimiento desconocido, le recuerda a uno su verdadera naturaleza, su único destino, le recuerda lo que tiene de Dios o de distinto, su origen, su esencia… algo le grita constantemente “tú no eres el que está siendo en este momento”… algo le recuerda “tiene que haber algo más, pero… ¿qué es?... algo le dice que no quiere seguir siendo así, que tiene que averiguar quién es y ser el mismo… ¿pero cómo me encuentro?, se pregunta uno. “Buscándome”, se responde él mismo.Si le ha gustado este video ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿ERES CAPAZ DE REINVENTARTE? En mi opinión, eso de reinventarse es un concepto muy interesante que no necesita aclaraciones –aunque en el diccionario de la RAE no existe la palabra-. Cuando se pronuncia uno sabe inmediatamente que se refiere a volverse a crear, a convertirse en una persona totalmente distinta de la que está siendo en este momento, a empezar de cero y construirlo todo desde el principio y a su completo gusto. Todos descubrimos en nosotros cosas que no nos gustan, tal vez bastantes cosas que no nos gustan. Sabemos que no estamos siendo el que nos gustaría ser. En el fondo, casi todas las personas guardamos el deseo de ser muy distintas, de atrevernos con cosas que deseamos pero nos asustan o nos parecen tan imposibles que nos desmoralizamos y nos rendimos antes de empezar, de hacer por fin lo que tantas veces hemos pensado pero siempre se ha quedado sólo en el pensamiento. Los días pasan y los sueños envejecen. Los propósitos se llenan de frustración y ese descontento por lo que uno pudo ser y no es sólo aporta resentimiento y una ingrata sensación de estar perdiendo LA VIDA y de estar fallándose a sí mismo. La buena noticia es que podemos hacerlo. Que puedes hacerlo. La mala noticia es… que no lo haces. ¿Por qué? Esta es una pregunta que duele, porque uno sabe la respuesta y esa respuesta le culpabiliza a uno directamente. Las personas almacenamos sueños y deseos y cumplirlos es nuestra responsabilidad. Somos los encargados directos de plantearnos los cambios que necesitamos o deseamos… y hacerlos realidad. Uno puede diseñar en cualquier momento un Plan de Vida interesante, hecho a medida y al gusto, que contenga las cosas que uno desee y excluya las que no son agradables. Y después… reinventarse. Deshacernos de las partes que no nos gustan de este que estamos siendo y poner en su lugar las que sí queremos que estén, las que van a dar otro color a la vida y nos van a aportar felicidad, bienestar, Amor Propio y dignidad. ¿Cuándo es el mejor momento para reinventarse? Ahora mismo es el mejor momento para empezar. Ya y sin aplazamientos innecesarios.
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PERSEVERAR ES FUNDAMENTAL PARA CONSEGUIR CAMBIOS En mi opinión, es bastante habitual eso de tener buenos propósitos que luego se quedan a medias –o ni siquiera llegar a ser iniciados- porque no disponemos de uno de los elementos imprescindibles y fundamentales para lograr cualquier cambio que uno se proponga. Ese elemento es la perseverancia. Perseverar es “mantenerse constante en el proseguimiento de lo que se ha comenzado” –o se pretende comenzar-. Es “durar permanentemente o por muy largo tiempo en ello”. Es “insistir, ser constante, y no desanimarse a pesar de la falta inmediata de resultados”. La victoria le pertenece a quien persevera más. (Napoleón) No importa lo lento que vayas mientras no te detengas. (Confucio) Las grandes obras no son hechas con la fuerza sino con la perseverancia. (Samuel Johnson) Lo que te ayuda a perseverar es la resiliencia y el compromiso. (Roy T. Bennett) La voluntad de perseverar es a menudo la diferencia entre el fracaso y el éxito. (David Sarnoff) La vida no es fácil para ninguno de nosotros. Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo. (Marie Curie) Persevera y espera un mañana mejor. (Publio Virgilio) Queda claro que los grandes pensadores, la gente con sabiduría, se han dado cuenta de que la perseverancia es la clave para poder lograr las cosas que nos proponemos. La pereza, la desconfianza, la impaciencia, los miedos, y la baja Autoestima se alían en una Hermandad Diabólica para boicotear cualquier proyecto y desarmar cualquier sueño. Ante eso, la actitud inquebrantable y las ganas firmes han de continuar a pesar de los las dificultades y los contratiempos, de los momentos de desánimo, y aun cuando todo parezca ponerse muy difícil y en contra. Cuando alguien se propone un proyecto, sea el que sea, permanecer fijo en él es la primera condición. Si uno decide hacer cambios en su vida ha de tener un Camino claro que seguir o un objetivo al que mirar. Después conviene desmenuzarlo para que sea más asequible. Y entonces hay que ponerse pequeños objetivos si uno no puede con los grandes. Tan pequeños que resulte imposible no lograrlos. Cada un día un paso puede ser suficiente para quien no puede correr. Pero cada día uno. Ya lo sabes: todos los grandes recorridos comienzan con un paso y un gran recorrido es la suma de sencillos pasos. En algún momento uno habrá acumulado muchos pasos y hasta podrá lograr algo que le dé satisfacciones. No hay que desesperase nunca. Cuando uno encuentra mil cosas que quiere cambiar sucumbe ante el peso aparentemente inmenso de esas mil cosas juntas y se rinde fácilmente. Uno quiere llegar urgentemente a su meta y eso es imposible. Aparece un bloqueo que es una rendición; uno intuye que no va a poder y ya se siente vencido antes de empezar y resulta más fácil renunciar y volver a la frustración. El miedo inconsciente al cambio, ese estar en la mal llamada zona de confort, parece menos malo que lo puede venir si uno se mete a hacer cambios. Quizás alguna vez te has visto embarullado en unos pensamientos del estilo de “me desmoralizo enseguida”; pues no importa, sigue. “No veo solución”; eso es en este momento pero cuando acabes con este pensamiento sigue buscando solución. “No puedo más”; no puedes más ahora, déjalo por hoy y mañana sigues. “Estoy desesperado”; presta atención a tu desesperación, aprende de ella lo que tienes que aprender, y cuando acabes sigue. “Me rindo”; no, sigue siempre sigue. Recuerda que la constancia es más importante que la velocidad y no olvides la moraleja de la fábula de la liebre y la tortuga. Constante, determinado, tenaz, obstinado, terco… son actitudes que uno tiene que adoptar e instalar en su vida si pretende algún logro. La voluntad ha de mantenerse intacta a pesar de los contratiempos y los inconvenientes. Uno ha de demostrar que está por encima de las oposiciones que interfieran. La fuerza viene del control de la mente, que es quien puede boicotear los propósitos. Se dice que es el control de la voluntad lo que hace que una persona sea grande o pequeña. Cuando algo es realmente imposible, por mucho que se desee lo correcto es retirarse –sin sensación de derrota-, o modificar el plan, o hacer uno nuevo un poco menos ambicioso y CON MÁS POSIBILIDADES. Es mejor eso que renunciar definitivamente. Perseverando se puede modificar la situación actual y determinar de algún modo su propio destino. Este asunto requiere y merece atención. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿HICISTE FELICES A LOS OTROS? En mi opinión, proporcionarse felicidad es una responsabilidad y obligación personal. La felicidad que nos aporten los otros la podremos añadir a la nuestra y siempre será bienvenida. Creo que, además, tenemos que colaborar también en la felicidad ajena. Y si todos hacemos felices a los otros también recibiremos felicidad de los demás. Se cuenta que cuando un Rey Egipcio moría y su alma llegaba al Cielo le hacían dos preguntas. De sus respuestas dependía que le dejaran entrar o no. La primera era: ¿Has encontrado la felicidad en tu vida? La segunda era: ¿Has proporcionado felicidad a otros? Seguramente esto no será cierto -ningún Rey volvió para confirmarlo- pero me parece una propuesta interesante para reflexionar, y dos preguntas cruciales que no deberíamos desperdiciar y podríamos aprovecharlas para nosotros, aunque no seamos Reyes. ¿HAS ENCONTRADO LA FELICIDAD EN TU VIDA? A mi edad, y después de dar muchos tumbos por la vida, me encuentro la felicidad en sitios donde antes ni siquiera se me hubiera ocurrido buscarla: en los lugares más insospechados, en los actos más sencillos, en las cosas más simples, incluso hasta en la felicidad de los otros que se me contagia gratamente. Mi corazón, que durante muchos años –demasiados- no estuvo en contacto con los sentimientos amorosos naturales, ahora se sorprende y tiembla alegremente cuando siente un cosquilleo -que más parece un terremoto- emocionándole, y se siente con derecho a manifestarlo con alguna de esas lágrimas que durante tanto tiempo contuvo –y que tal vez estén caducadas, pero siguen vivas-. El Yo que soy, el Alma, el Maestro Interior, Dios, o quien sea que se pasea por mi corazón, me está proporcionando una felicidad discreta que no necesita de alardes, ni precisa de una carcajada sonora para rubricarse, sino que se ha aposentado directamente en la mirada y la ven hasta los más escépticos, o se presenta a los otros con la forma de unos brazos sinceros que desean convertirse en abrazo que acoja a los otros, y ya se ha consolidado –curiosamente- como un estado interior de una paz aposentada que se sabe feliz aun cuando algunas circunstancias momentáneas o temporales pretendan contradecirlo. La felicidad me ha encontrado porque me he dejado encontrar. Que es más mérito suyo que mío. Por mi parte, lo que he hecho es rebajar las expectativas y aflojar las muy exigentes condiciones que había impuesto –supongo que era cosa de mi ego- para ser feliz. Ya no es necesario que confluyan un montón de sucesos ajenos a mí para que yo me sienta feliz. Me siento feliz conmigo. En mi compañía. También cuando estoy en compañía de los otros, pero no les exijo a los otros que hagan por mí la que es mi tarea. Acumulo a estas alturas tantos motivos para sentirme feliz que puedo decir, sin mentir, que sí, que he encontrado la felicidad en mi vida. ¿HAS PROPORCIONADO FELICIDAD A OTROS? Sí. Rotundamente. Sin ninguna duda. Tengo la seguridad de haber sido en algún momento una especie de Ángel para algunas personas, he hecho algún milagro que otro –de los facilitos-, he contagiado mi optimismo cuantas veces he podido, he aportado consuelo a quien lo necesitó, he tenido oportunidades para apoyar a quien estaba desolado, he dado cuanto he creído justo y necesario, he tratado de ser amable y lo he conseguido casi siempre, y he hecho cuanto se me ha ocurrido para hacer felices a los otros. Aunque fuera brevemente. Aunque sólo fuera durante el momento necesario para que se reencontraran con la fe o con la esperanza. Aunque sólo fuera inyectando ánimos. Aunque sólo fuera un compañero que acompañara al otro a reencontrar el Camino perdido de la felicidad. El día que fallezca sé que ocuparé la atención –por lo menos durante un instante o durante una oración- de muchas personas que podrán formar una sonrisa de agradecimiento cuando piensen en mí, y también la de mis familiares cuando recuerden algunas de las cosas que hice, y de esas personas anónimas que alguna vez me dieron las gracias con una sonrisa o con una temblorosa lágrima, y de aquellas otras con las que reí a carcajadas y sintieron y sentí que la felicidad no es un privilegio de Dioses, que no está reservada para unas vidas concretas que se desarrollan en unos ambientes concretos, sino que el Constructor de todo esto y de todos nosotros la dejó al alcance de la mano, para que pudiéramos disponer de ella para nuestro propio gozo y para compartirla. Esto les responderé a los guardianes del Cielo cuando llegue y estoy seguro de que me dejarán pasar. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales
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¿CUÁL ES EL MEJOR CAMINO PARA SER UNO MISMO?vídeo:https://www.youtube.com/watch?v=Z7doPwSOwQU#psicologia #autoestima #autoconocimiento #autoayuda #Autoestima #Dios #espiritualidad #felicidad #Vivir #crecimientopersonal #buscandome #franciscodesales #amor #perfección #mejorarEn mi opinión –y en este caso en una opinión más personal que nunca-, no hay un solo Camino, o una sola fórmula, que lleve directamente hacia Uno Mismo.A lo largo de mi vida he probado casi todo aquello que pudiera serme útil en mi proceso de Desarrollo Personal. Comprobé que a todas las cosas que iba conociendo les faltaba algo. En mi opinión, cada una de ellas hacía avances claros en algún sentido pero carecía de otras cosas que a mí me parecen imprescindibles para formar un todo global equilibrado.Si le ha gustado este video ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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NO TE COMPARES CON OTROS En mi opinión, las personas que entran en el peligroso mundo de las comparaciones están irremediablemente destinadas a salir siempre perdiendo y a quedarse aún peor de lo que estaban antes de compararse. Tiene su explicación: las comparaciones siempre se hacen con personas que están mejor o que aventajan o que aparentan ser claros ganadores. Y ahí está el principio de la frustración, porque si uno se compara con alguien que esté en inferioridad de condiciones no saldrá perdiendo. Pero… la mayoría de las veces la comparación con otro se hace desde un estado de frustración o de rabia y casi nunca desde la objetividad. Compararse tiene su aspecto positivo si lo que se pretende es tomar a la otra persona como modelo de lo que uno quiere llegar a conseguir, si uno simplemente ve que el otro ha conseguido lo que uno quiere conseguir, que eso deseado es posible, pero… sin necesidad de compararse. Sin necesidad de sufrir porque “yo no lo he conseguido…”, que no estaría tan mal si inmediatamente se añadiese “…por ahora, pero lo voy a conseguir”. Si la comparación tiene como razón conseguir que sea algo motivacional para activarle a uno, entonces está bien. Si la comparación esconde rencor o fracaso y se queda en envidiar pero sin hacer nada más, es contraproducente. Admirar a otro por lo conseguido, está bien. Envidiarle y quedarse en lo corrosivo de la envidia, no está bien. Es más positivo dedicar al logro los objetivos el tiempo que se pierde en comparar la vida y los deseos con los de los demás. Ese tiempo es útil y necesario para resolver las cosas propias. Eso es lo que importa. Uno no mejora ni avanza simplemente con compararse. El mejoramiento requiere siempre de atención, voluntad, constancia, firmeza, claridad en los objetivos, y fe o seguridad en que se va a conseguir el propósito. Y no hay que conformarse con intentarlo: hay que hacerlo. No vale el auto-consuelo –que es más un auto-engaño- de “lo he intentado”, sólo vale el resultado de “lo he conseguido”. El paso inicial adecuado es estar en paz y aceptar lo que cada uno es y con lo que ha hecho hasta ahora, por poco que sea. Después está bien que aparezca un inconformismo positivo que nos estimule en el camino del mejoramiento. Mejorar siempre es bueno y siempre es deseable, pero eso requiere una implicación total. Los resultados son el efecto del esfuerzo personal. Y es mejor que sea así –que dependa de uno- y que no esté en manos de la fortuna o del azar o de los otros. La motivación es imprescindible. Hay una verdad que adelanta muy bien el resultado que se puede obtener ante cualquier cosa que se emprenda: “Si tú crees que puedes, puedes. Si tú crees que no puedes, no puedes. Tanto si piensas una cosa como la otra, estás en lo cierto”. Eso decía Henry Ford. Está bien crecer y llegar más allá de los límites actuales. Eso es progreso. La confianza en uno mismo, la voluntad y dedicación, y la preparación para lo que se pretende afrontar, son importantes y necesarias. No renuncies a mejorar. Pero no intentes mejorar desde la rabia o la frustración de tu ego: hazlo desde tu corazón. No lo hagas por satisfacer a tu ego, hazlo por satisfacerte a ti. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales
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ES IMPRESCINDIBLE QUE ME RESPETE Y ME RESPETEN “No puedo concebir una mayor pérdida que la pérdida de respeto hacia uno mismo”. (Mahatma Gandhi) En mi opinión, este título merece un subtítulo que le queda muy apropiado: ES IMPRESCINDIBLE QUE TAMBIÉN LOS DEMÁS ME RESPETEN. Así queda perfecto el concepto del respeto, que ha de ser por parte de uno mismo y también de todos los demás. No es sano ni adecuado quedarse en el malestar que provoca que los otros no nos respeten. En la relación con ellos se puede decir y pedir todo lo que se quiera y hay que hacerlo por respeto a la propia dignidad. Es un derecho que tenemos todos los Seres Humanos que ha de ser irrenunciable, pero, también por respeto al otro y a uno mismo, conviene cuidar la forma y el modo de hacerlo, preferiblemente con asertividad. Si no lo deseas decir no lo digas, pero ten la seguridad de que tienes el derecho de poder hacerlo si lo deseas. RESPETARSE ES DARSE PERMISO PARA SER UNO MISMO EN TODOS LOS MOMENTOS Y TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS, para decir en todos los momentos lo que se opina, lo que se piensa, lo que gusta y lo que no, lo que se siente, lo que se quiere. RESPETARSE ES NO CALLAR LOS SENTIMIENTOS, las injusticias que uno ve, cómo se siente tratado, lo que no tolera, no dejar que los otros pisoteen los derechos y decisiones. RESPETARSE ES PODER SER FIEL A LAS CONVICCIONES Y DESEOS PROPIOS y darles el lugar preponderante que les corresponde; es escucharse en los lamentos y las reclamaciones, porque si uno se siente mal, o se siente herido, debe escucharse bien y entonces puede tomar decisiones para cuidarse y ayudarse a sí mismo. RESPETARSE ES SER HONESTO Y HONRADO CON UNO MISMO, jamás mentirse, jamás esconder la realidad detrás de un auto-engaño; es estar pendiente de lo que uno desea o necesita. RESPETARSE ES TRATARSE BIEN SIEMPRE, y más aún en los momentos en que uno se siente triste o se siente decepcionado de sí mismo, o le parece que no ha actuado bien, o siente rabia, o está furioso. Es tener firmado un pacto de no auto-agresión, nunca, en ninguna circunstancia, por ningún motivo. RESPETARSE ES AMARSE. Siempre. En todas las circunstancias. A pesar de los errores. Y es tener el perdón siempre a mano, predispuesto para perdonarse una y otra y otra y otra vez. Setenta veces siete. RESPETARSE ES CREAR UNAS BARRERAS INFRANQUEABLES PARA CIERTOS ASUNTOS PERSONALES que todos tendrán que acatar; quien no lo haga así será apercibido con firmeza y claridad, y si persiste en no respetarlas será expulsado de la relación. El respeto ha de ser bidireccional, si tú quieres que te respeten también tendrás que respetar. Tal vez con la lectura de este breve texto puedas empezar a ver de otro modo el respeto y te parezca conveniente revisar tu actuación –y la de los otros- con todo lo que tiene que ver con él. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿SABES QUE LA ASERTIVIDAD PUEDE CAMBIAR TU VIDA? En mi opinión, la asertividad es una de las herramientas más útiles que se pueden usar para vivir con dignidad. Se puede aplicar en todas las situaciones y ser experto en su manejo puede hacer que cambie toda tu vida. La definición del diccionario es demasiado escueta: “Que expresa su opinión de forma firme”. Para mí es muy corta, porque en la realidad representa mucho más. Se puede decir, para ampliar y concretar más que es “la habilidad que permite a las personas expresar de manera directa y adecuada, sin hostilidad ni agresividad, sus opiniones, sentimientos y emociones, frente a otra persona”. También se puede decir de otro modo: “Es la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás y negociando con ellos su cumplimiento”. Si uno emplea bien la asertividad podrá pedir lo que desea o le corresponde, podrá negarse cuando lo considere oportuno, tendrá poder para conseguir lo que quiere y le corresponde, y podrá expresar claramente sus sentimientos, sean los que sean. Cuando uno se expresa desde su asertividad no le está preguntando al otro, no le está pidiendo permiso, ni su opinión, ni siquiera le pide que le comprenda –aunque eso allanaría el camino- sino que le está informando de lo que ya ha decidido, lo que va a hacer, lo que desea, lo que el otro va a tener que aceptar porque ya es decisión firme. La asertividad sugiere que no se haga desde la imposición dictatorial, desde un “porque lo digo yo” injustificado –aunque la intención sea lograr imponer lo que uno quiere-, y sí hacerlo explicando que uno es inamovible en lo que se expone –si acaso, levemente negociable-. La decisión y la firmeza en el modo de expresarlo le harán ver al otro que uno tiene claridad en cuanto a sus derechos y que está pidiendo/exigiendo que sean respetados. Así muestra uno la confianza en sí mismo, su Autoestima y su Amor Propio. Muestra que tiene una conciencia clara de cuáles son sus derechos y lo hace sin caer en el exceso –que sería egoísmo- ni el defecto –que llevaría a ceder terreno o a renunciar para no tener problemas-. Para hacerlo bien conviene tener claros todos los puntos que pudieran argumentar la petición o lo que se está informando. De ese modo y si es necesario se puede justificar que la petición no es desorbitada. Para ello es obligatorio que sea algo sensato, posible de realizar, realista. Las personas que tienen dificultades para exponer o reclamar sus derechos, que valoren que tal vez pasen un mal rato –si no tienen experiencia- mientras aplican su asertividad, pero que los beneficios que eso le va a aportar son superiores y para un largo plazo. Si las mujeres no pasan el embarazo y el parto no tienen la oportunidad de ser madres, o sea que un sacrificio o un mal rato –quien lo entienda así- les traerá beneficios. No afrontar las cosas que hay que afrontar hace que uno se quede estancado y mal. Al final la sensación es desagradable. Queda una especie de auto-desprecio por no saber imponer el criterio propio e imponerse. La Autoestima queda dañada y resentida. Ni siquiera los auto-engaños y justificaciones que uno usa para no ser valiente calman la necesidad de ser y sentirse alguien y de ser respetado en sus deseos o decisiones. Ser asertivo es como un oficio que hay que aprender, así que conviene tener clara la teoría y llevarla a la práctica. Tal vez parezca complicado al principio, pero garantizo que a medida que se vaya usando –y viendo los resultados- cada vez será más sencillo y más efectivo. Este asunto es demasiado importante. Requiere y merece tu atención. Si quieres información sobre cómo aplicar la asertividad, en este artículo la puedes encontrar: http://www.psicoterapeutas.com/pacientes/asertividad.htm Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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¿CÓMO ENCONTRAR LA SALIDA DE LOS PROBLEMAS? En mi opinión, cuando estamos encerrados en un problema no recurrimos a lo que más nos puede ayudar a salir de él: la objetividad, la calma, la consciencia, la imparcialidad de juicio. Se sabe que la mejor forma de ver y entender un problema es salirse del problema. Algunos lo llaman “subir al balcón”, porque se supone que si uno se sube a un balcón –simbólico- lo va a ver desde fuera y desde arriba, como algo que no es propio y no le afecta, algo que está sucediendo fuera de sí mismo y entonces, sin la presión y la tensión que se crean ante la toma de decisiones que afectan directamente a la estabilidad emocional o financiera, se puede ver con más equilibrio. Otro método que también se utiliza –y que es realmente eficaz si se hace bien- es el de imaginar que lo que le pasa a uno en realidad le pasa a una amiga que viene a pedirnos consejo sobre cómo resolver lo que le está pasando. Repito que es imprescindible hacerlo bien, ser capaz de salir del agobio propio y no partir desde el “no soy capaz de encontrar la solución”, entonces se produce la magia en la que uno es capaz de observar desde fuera lo que le pasa “a la amiga” y es cuando puede darle unos consejos que luego tomará para sí. A otras personas les funciona el método de la silla vacía o alguna versión del mismo. Básicamente se trata de sentarse en una silla, con el respaldo recto para tener mejor postura, y cerrar los ojos para imaginar que una persona -que es uno mismo- sale de sí mismo y se dirige a una silla vacía que está en frente y hace que se siente en esa silla, que se calme, y entonces se le pregunta “¿qué te pasa?”, se escucha ese problema –que ya no es propio sino del que está sentado en la silla de enfrente- y se le aportan soluciones o puntos de vista distintos… que luego aprovechará uno. Otras personas recurren a amigos o familiares de confianza que les han demostrado en otras ocasiones que son capaces de ayudar bien, o recurren a profesionales de la materia que se trate porque con sus conocimientos y experiencia pueden ayudar. En estos métodos, y en otros similares que hay, se trata de lo mismo: salirse del problema para ver mejor el problema y no pretender resolverlo desde los nervios y la tensión en los que uno está, porque eso impide ver con claridad las posibilidades y las salidas. Como sugerencia está bien esa de que “puede que la actitud positiva no sea suficiente para resolver los problemas, pero seguro que es indispensable”. No hace falta pensar mucho: hace falta pensar bien, porque la tendencia habitual es a dar vueltas y vueltas a lo mismo sin abrirse a nuevas soluciones o salidas. La puerta de salida siempre estuvo ahí, la veíamos, intuíamos que saliendo del problema encontraríamos al otro lado la solución, pero… nos empeñamos en girar el picaporte y empujar con toda nuestra desesperación hacia afuera, cuando resulta que había que girar el picaporte y tirar suavemente hacia adentro. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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AUTOESTIMA – CÓMO SANAR LA INFANCIA (TODO COMIENZA EN LA INFANCIA) La baja Autoestima se nutre considerablemente de los episodios de la infancia, porque ese es el momento en que la Autoestima se va construyendo, y es cuando se crean los elementos y experiencias que la decantarán hacia la normalidad o la escasez. En los casos de baja Autoestima es común que hubiera en la infancia muchos momentos en que un sentimiento de maltrato emocional estuvo presente, o largos momentos de silencios y aislamiento, y la sensación de desatención y abandono y de no importarle a nadie cuando se necesitaba ser escuchado o reconfortado en el dolor y nadie se prestaba a ello. Estábamos casi recién llegados a un mundo desconocido que había que transitar sin manual de instrucciones ni guía, sin raciocinio para darnos cuenta y sin una mente entrenada para salir del apuro; momentos de desconcierto porque nadie nos había explicado nada y no sabíamos que no éramos culpables de lo que nos estaba pasando; la incomprensión sobrevolando cada uno de nuestros actos y conflictos, y el tormento de los pensamientos que no se pueden expresar y se sufren en silencio y con dolor. Todo ello cayendo gravemente sobre la frágil conciencia de quien no sabe y además tiene que soportar cosas insoportables, y modelando sin darnos cuenta un concepto propio de inepto e inútil, de no ser amado y no ser importante, de ser ineficaz y no comprender. Los progenitores y los educadores son proveedores directos de grandes frustraciones, de traumas abrumadores, de complejos pesados. En muchas ocasiones nos traspasan sus problemas y en otras ocasiones nos quieren hacer culpables de sus asuntos desgraciados y sus traumas. Muchas personas arrastran el dolor de haber escuchado a su madre cómo les decía –o cómo les demostraba sin palabras- que “hubiera sido mejor que no nacieras”, porque “me has amargado la existencia”; “si no fuera por ti yo no estaría aquí aguantando lo que estoy aguantando”; “hay que ver lo que me sacrifico por ti y lo poco que me lo agradeces”. Y con eso le crean a sus hijos un trauma para toda la vida. Otros tampoco ayudan gran cosa, ya que nos controlan obsesivamente buscando qué no hacemos a su gusto, para poder reprochárnoslo, son muy estrictos –intolerantes, teniendo en cuenta que tratan con niños-, parecen estar siempre encolerizados y consiguen transmitir ese sentimiento al niño para que este se considere el culpable –“¿qué habré hecho para que estén siempre enojados conmigo?”, se preguntarán a su modo-, o se burlan de las cosas que el niño, en su inexperiencia y con sus limitaciones, es capaz o incapaz de hacer. El maltrato verbal o emocional es tremendo. Parece como si se sintieran orgullosos de que su hijo sea tan “inútil”, porque de ese modo tienen alguien con quien meterse, y tienen con quien compararse y salir ganando. Patético enfrentamiento. Torpeza imperdonable la suya. Y de unos resultados desastrosos. Maltratos y no estímulos. Y la impotencia del niño que no sabe qué hacer porque nadie le dice de un modo instructivo y nutricio lo que tiene que hacer. Los progenitores o educadores tienen la obligación de cimentar con su actitud una Autoestima sólida en el niño. Todos los niños tienen que aprender a andar y todos lo hacen del mismo modo: intento y caída, y cada vez más pasos y menos caídas. Si la actitud que recibe ante cada caída es de estímulo y le aplauden el intento –“ánimo… es normal caerse… no pasa nada por caerse… inténtalo otra vez… ahora lo vas a hacer mejor…”-, comprende que en la vida que comienza va a ser así, y que, ante cada caída lo mejor es levantarse y seguir intentándolo, porque así se logran conseguir los objetivos. Si, por el contrario, ante cada caída recibe críticas y amenazas –“si te vuelves a caer mamá no te quiere… qué torpe eres… otros niños con tu edad ya saben andar… aún no sabes andar, te vas a hacer daño si lo intentas…”-, se convence de que no es válido, que es mejor no intentar hacer las cosas, que los demás si valen pero él no, y esa será la actitud que tomará a partir de entonces y para todos los aspectos de su vida. CÓMO SANAR LA INFANCIA En algunos casos nos proporcionaron una educación desastrosa, bien por su actitud errada o incoherente, o por su falta de equilibrio emocional, o por el amor que no nos dieron y lo cambiaron por desatención o desprecio. Detrás de una baja Autoestima casi siempre se esconde un niño herido, atormentado por un pasado del que se siente responsable de algún modo, arrastrando una retahíla de preguntas sin respuesta que ya no se molesta en repetirse; es un niño apocado, perpetuamente triste aunque a veces esconda su amargura tras la mueca de una falsa sonrisa; es una víctima inocente que ni siquiera reclama una pena para su verdugo, sino un alivio y una palabra, en forma de abrazo o caricia, que le rescate del fondo de su pozo particular. Padeció una infancia desoladora que le llenó de incertidumbres. A veces ese niño se escapaba de su caos para tratar de alcanzar la felicidad que le correspondía, y por eso también aparecen episodios breves pero felices en su vida. El instinto de supervivencia le empujaba hacia adelante y hacia arriba. Esa confusión, esos mandatos incrustados en la personalidad y en el inconsciente, requieren ser sustituidos por otros más acordes a la realidad y los conocimientos actuales. Urge la reconciliación con ese niño o niña que ocupó nuestra infancia, y para ello sugiero un ejercicio un poco más adelante. Conviene deshacerse de todo lo negativo que condiciona nuestra actualidad; observarnos en las reacciones inconscientes, para averiguar de dónde vienen y por qué actuamos así. Es bueno preguntarse por las cosas que no hacemos de un modo voluntario consciente, para saber quién las decide y desde qué estado. Encontraremos que algunas o muchas de las veces es un niño asustado y desconcertado el que toma las decisiones, desde el miedo y la inseguridad, por nosotros. Conviene hacer una toma de responsabilidad para que seamos nosotros quienes tomemos el rumbo del presente y del futuro, dándole descanso al niño que nos trajo hasta hoy; deshacerse de los límites innecesarios, y de los miedos tiranos y desconcertantes; al mismo tiempo, marcar nuevas directrices para nuestra vida en la que no permitamos el acceso a nada ni nadie que nos pueda herir. Y acordar que nos avise nuestro Yo Observador si se da cuenta de que tomamos hacia los otros algunas actitudes de las mismas que a nosotros nos hirieron. EJERCICIO DE RECONCILIACIÓN Sugiero sentarse en una postura cómoda para estar bien, pero no lo suficientemente cómoda como para relajarse demasiado y quedarse dormido, así que mejor que no sea por la noche si uno está un poco cansado. Una silla está bien, mejor que una cama. Hay que tener un tiempo suficiente en el que se tenga la seguridad de que nadie va a interrumpir. Es un ejercicio de relajación, y cada uno la hará del modo habitual. Cuando considere que ya está lo suficientemente relajado, que ya puede olvidarse del sí mismo actual y sus preocupaciones, es cuando comienza el ejercicio. Se trata de permitir que aparezca una imagen nuestra de cuando éramos niños. No hay que forzar el que la aparición sea con una determinada edad, sino que dejaremos al niño o la niña que se muestre en la edad que quiera. Como se puede repetir cuantas veces se quiera, en otra ocasión sí se puede “forzar” el que aparezca con la edad que se quiera, pero en esta primera ocasión se va a presentar el niño más herido de todos los que tenemos. Conviene darle tiempo para que se sienta a gusto y vaya adquiriendo confianza con nosotros, ya que no nos conoce: no ha llegado a vernos en nuestra edad actual. Si está jugando, es mejor dejarle que siga con ello, y dedicarnos a disfrutar la visión. Si aparece llorando y nos busca, o sentimos que nos necesita, sí está bien acercarse a él o ella, pero teniendo en cuenta estos requisitos: que no forcemos la situación, que cuando estemos a su lado nos pongamos de rodillas para estar a su altura, ya que si nos quedamos de pié, porque somos mayores y desconocidos, se puede asustar. Tenemos que mostrar una sonrisa que les inspire confianza, y abrirle los brazos por si quiere recibir un abrazo. Todo ello sin ninguna prisa. Si le hablamos le hablaremos como al niño que es, de modo que nos pueda entender. Le repetiremos cuantas veces sean necesarias nuestra aceptación incondicional, nuestro Amor, y nuestro agradecimiento por cuanto hizo para que llegáramos a donde estamos hoy; le diremos, con palabras que sea capaz de entender, que somos conscientes de que lo hizo lo mejor que pudo, que no tenemos ningún reproche y que comprendemos que las circunstancias que tuvo que atravesar no fueron fáciles, cosa que valoramos. Le diremos lo importante que es para nosotros verle bien y feliz, y no le recriminaremos nada. También le escucharemos, porque si es importante lo que le digamos, es más importante aún lo que nos tenga que decir. Esta situación se puede alargar el tiempo que sea necesario, siempre y cuando se respeten las premisas descritas. Es un momento especial en nuestra vida –el reencuentro- y tenemos que ser conscientes de ello. Hay que hacerlo bien. Es el momento de la reconciliación con nuestro niño, con nuestro pasado, con nuestra historia. Conviene terminar el ejercicio con otra muestra más de Amor, que lo tenga muy claro, y ofrecerle un abrazo antes de terminar, a su altura, y si acepta el abrazo habremos adelantado mucho; iremos apretando el abrazo hasta que consigamos que se integre en nosotros, hasta que se meta en nuestro interior. Si no acepta el abrazo no hay que forzarlo. Es mejor volver en otra ocasión, ya que quizás se trate de un niño muy herido y todavía desconfiado. Al salir del encuentro y volver al mundo, es bueno quedarse con las sensaciones que la experiencia ha aportado. Es bueno seguir en el estado en que nos hayamos quedado, y observarlo y observarnos, y no tratar de mentalizar lo que ha pasado: es más provechoso sentir que tratar de poner en palabras el sentimiento. Como dije anteriormente, se puede repetir cuantas veces se quiera. Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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EL PROBLEMA MÁS GRAVE ES AQUELLO QUE NOS SUCEDIÓ PERO NO LO SABEMOSvídeo:https://www.youtube.com/watch?v=yS1j0J_bi6g&t=145sAntes de empezar un Camino de Espiritualidad o de Desarrollo Personal, es muy conveniente tomar conciencia de una serie de cosas, de algunas de las cuales voy a hablar. No aparecen todas, por supuesto, pero son suficientes para ponerte en marcha.Más adelante, cada uno y en función de sus intereses o sus motivos de preocupación, irá añadiendo las que considere necesarias. Tomará bifurcaciones en su Camino personal, pero nunca lo perderá de vista y a cada rato regresará a él.Si le ha gustado este video ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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DEJEMOS DE CREER QUE SOMOS DIOSES, JUECES Y SABIOS En mi opinión, es demasiado habitual que cada uno de nosotros, en un acto no siempre controlado, tengamos tendencia a clasificar las acciones de los otros, sus actitudes, sus modos y maneras, sus pensamientos… o sea, todo. Puede ser que nuestro ego quiera lucirse demostrando su superioridad sobre los egos de los otros, y por eso ante cada hecho ajeno emite su propia versión, siempre mejor o más acertada que la del prójimo -según la propia opinión, claro-. El ego se entromete. Es la arrogancia de querer sentirse superior la que emite el juicio. Una prepotencia que se manifiesta en forma de opinión que aparenta más ser una sentencia. Reconozcamos sin pudor que somos Seres Humanos. Eso implica la imperfección como algo intrínseco y casi inseparable –aunque se puede buscar y encontrar la proximidad a la perfección-. Como somos Humanos no tenemos que ocupar el lugar de los Dioses. Tampoco necesitamos ejercer de jueces o de sabios ante los hechos de los otros. Podemos y debemos inutilizar nuestra indisimulada jactancia, el orgullo de pacotilla, y movernos por la humildad y por el respeto a los otros y a su forma de ser o actuar. Hemos de evitar creernos, y actuar, con unos poderes o derechos que no nos pertenecen. Cada persona puede y debe tomar sus propias decisiones aún a riesgo de no hacerlo del modo más adecuado y, por supuesto, sin tener que cumplir las expectativas o los deseos del que acaba convirtiéndose en el que le enjuicia. Los otros son como son. Cada uno tiene su propia historia que le ha llevado a ser como es. Cada uno se merece un respeto. Inmiscuirse en la vida de los demás para criticarles no es un justo. Hay que cuidar la parcela propia, el propio modo de ser y actuar. El tiempo dedicado a la crítica es mejor emplearlo en el mejoramiento personal. Aprender a respetar a los otros es una tarea primordial, de buena ética, que requiere de mucho respeto, de bondad, de apertura y comprensión, de humildad y modestia, de modo que no criticar al otro y no juzgarle es la mejor manifestación de la honorabilidad de uno y de la respetabilidad al ajeno. Puede estar bien emitir una opinión en el caso de que la solicite el otro; si se emite ha de ser absolutamente objetiva y no estar contaminada por las manías o miedos o traumas o errores propios. Pero sólo si el otro lo solicita. Las actuaciones de los otros, sobre todo aquellas con las que no estamos de acuerdo, podríamos convertirlas en el centro de una detallada observación para comprobar por qué no aprobamos eso, por qué nos molesta realmente, qué es y por qué nos altera. “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y ser perdonados” (Lucas 6:37) Sin valorar ni dejarse condicionar por el origen del texto, lo cierto es que resume una realidad contundente acerca de cómo enfocar la relación con los otros. Se merece una meditación sobre lo que dice. Hay otra frase que siempre me ha impactado: “Cada persona que ves, está luchando una batalla de la que tú no sabes nada. Sé amable”. Me encanta. Con esta premisa deberíamos ser capaces de ver a los otros de un modo distinto, con apertura y comprensión. El otro, haga lo que haga, se merece un abrazo y no una reprimenda. Eso es Amor. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.
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AUTOESTIMA – NO SIENTAS VERGÜENZA DE TI MISMO Ser indulgente contigo mismo te haría más fácil la recuperación de la Autoestima perdida. Ser capaz de comprender, y de comprenderte, te acercaría a la realidad de un modo no traumático, de un modo sencillo, porque es la oposición a no querer aceptar la realidad la que crea el conflicto. Asumir, sin culpas ni adjetivos, lo que eres en este momento te permitiría tener una base limpia y firme sobre la que empezar a reconstruirte. Llevas conviviendo contigo desde que naciste. Nunca has faltado, ni un solo instante. Esa fidelidad merece una consideración. Y, pese a su obviedad, eso no es una tontería. Ninguna amistad es tan duradera como la que podrías mantener contigo mismo. Ninguna te aportaría la intimidad y la cercanía de la tuya propia. Crees que conoces todos tus defectos, e incluso te inventas algunos; eres absolutamente riguroso en tus auto-juicios, consideras imperdonables en ti cosas que aceptas con naturalidad en otras personas, y te mides con distinta vara de la que usas para comprender a los otros. Tienes secretos -¿y quién no?- que preferirías que nadie conociera. Eso piensas a veces, ¿verdad?, que si los otros conocieran todos tus secretos, lo que llamas vergüenzas o excesos, lo que eres capaz de llegar a pensar, lo que has deseado para otro en alguna ocasión, que no eres tan amable o tan interesante como tratas de mostrarte en algunas ocasiones… si los otros descubrieran que vales nada…eso te da miedo. Y te avergüenzas de ti mismo. Te sientes indigno, ruin, indeseable, despreciable…Todos tenemos una Sombra, que es aquello que preferiríamos que nunca se conociera de nosotros. La vergüenza es la demostración del sentimiento de inferioridad que uno siente. Y uno ha hecho el ridículo en tantas ocasiones, o se ha equivocado, o no ha sabido, o se ha comportado torpemente, y eso ha ido minando la Autoestima, bajándola a mínimos, dejando la sensación –incierta- de no saber desenvolverse en el mundo, de no ser apropiado, de valer menos que los demás que, según se cree equivocadamente, nunca se equivocan y valen más. Si fueras capaz de verlo de un modo ecuánime, te darías cuenta de que los otros, en su intimidad, en lo que no muestran y no conoces, sienten algo parecido a lo que sientes tú. Pocas personas son un modelo y un dechado de virtudes y perfecciones. Algunos destacan en una cosa –como cantante, pintor, escritor, etc.-, pero eso son profesiones, sólo quiere decir que son buenos profesionales, no impecables personas, no perfectos en todo; en su fuero interno pueden estar pasando un calvario similar la tuyo. Tú eres tú. Más tus circunstancias. Eres una buena persona. Confundida, pero buena en esencia. Eres capaz de amar. Eres fiable, amable. Eres Hijo de Dios. Son motivos más que suficientes como para dejar de sentir vergüenza por ti, una persona que si está leyendo esto es un signo inequívoco de que está en un deseo de mejorar, lo que es un motivo más que suficiente para que te sientas orgulloso de ti. No te sientas culpable por lo que hayas podido hacer hasta ahora, y siéntete responsable de lo que hagas a partir de este instante. La culpabilidad es el sentimiento de haber fallado en algo que se ha hecho, pero la vergüenza es la no aceptación de lo que se es. En la culpabilidad uno rechaza sus actos, en la vergüenza de sí, se rechaza en su totalidad. Lo cual es más devastador. Colabora a tu favor, en una alianza de respeto y cooperación que ha de ser indestructible, para convertir en una persona digna a tus ojos a quien estás siendo en este momento. Sé, al margen de lo que tu Autoestima actual diga, digno. Siéntete íntegro, de buenos principios, admite tu confusión, que no has tenido una educación adecuada o una vida fácil, pero respétate y colabora a tu favor. Jamás sientas vergüenza de ti. Francisco de Sales Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.