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buscandome

Warianos
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  1. ¿TE CONFORMAS CON TENER UNA VIDA MEDIOCRE? En mi opinión, una vida mediocre no es aquella en la que no existen los lujos, ni lo deslumbrante, ni el éxito al que otros han llegado. Cada uno tiene sus circunstancias, sus condicionamientos y sus límites, sus posibilidades y sus medios, pero a pesar de todas estas restricciones y partiendo de aquello a lo que se tiene acceso, cada uno puede hacer que su vida tenga magia, esperanza, maravilla, alegría, felicidad, y brillo. Todo esto tan estupendo es una aportación personal y consciente a la propia vida, no sólo depende del azar, del destino o de los hados. Una vida mediocre es una vida que está por debajo de la vida a la que uno puede acceder y que uno mismo se puede proporcionar… aún teniendo en cuenta las propias limitaciones, capacidades o circunstancias. Es una vida en la que no hay una dedicación continuada a uno mismo, ni la atención y el cuidado que uno requiere, ni el esfuerzo y la pasión que le dan poderío y valor a la vida. Es una vida vacía de plenitud en las relaciones, en las reflexiones, en el auto-cuidado. Es una vida donde uno no ocupa el lugar preponderante que le corresponde. Pienso en todas las sonrisas que he podido ver en personas que estaban muy lejos del éxito social y bancario, pienso en la gente que ríe o baila mientras deja aparcados temporalmente todos los problemas que le asedian –aunque luego los retoman y tratan de resolverlos-; pienso en la gente prácticamente excluida socialmente que decoran su vida con momentos de alegría, pienso en la gente que desarrolla lo máximo que tiene como persona y se convierte en un ejemplo de admiración para los demás. Y pienso en los que se han rendido y no luchan, los que aceptan vencidos sus circunstancias sin esforzarse en poner en su vida un adorno, una lucecita, un motivo por el que aspirar a más y a mejor. Es mediocre el que se cree que es mediocre. Tiene una vida mediocre el que se cree que porque es mediocre no puede aspirar a otra cosa. Y resulta que se puede ser mediocre –de calidad media, incluso tirando a malo- pero a pesar de ese condicionamiento –que puede ser circunstancial y puede ser resuelto- y al mismo tiempo, se puede tener una vida en la que las satisfacciones como persona no estén ausentes, en la que las cosas agradables tengan cabida o influjo, en que uno pueda sonreír y ser feliz aunque no tenga todos los motivos convencionales para ello. Se puede ser mediocre y no tener una vida mediocre. Se puede ser imperfecto, vulgar, incluso inferior, invisible para el resto, pero ninguna de estas situaciones son motivo suficiente para poder tener una vida digna, amable, agradable, llena de cosas satisfactorias. Eso sí, hay que controlar que uno no haya hecho de su mediocridad una mal interpretada zona de confort, que le esté temiendo a la posibilidad de cambiar y triunfar, de abandonar su aparente insignificancia por el miedo al éxito. La comodidad es enemiga del progreso. Sólo se avanza moviéndose. Lo genial requiere esfuerzo y dedicación. Lo bueno es fruto de la voluntad. Y si uno asume que la posibilidad de abandonar su vida mediocre está en sus manos y hace y cumple un firme propósito de mejorar, es seguro que podrá lograrlo. Y de ese modo abandonar la mediocridad y sus inconvenientes. Recuerda: la mayoría de las limitaciones están en la mente y no en la realidad. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  2. TODOS TENEMOS ALGO DE QUE AVERGONZARNOS En mi opinión, formada después de conocer a tantas personas en su intimidad -en la parte que no muestran a los otros habitualmente porque guardan secretamente y con celo-, llego a la conclusión de que todos –todos- tenemos algo de lo que avergonzarnos. Todos hemos hecho algo que deseamos que nadie, jamás, llegue a saber. Si acaso, en un momento de osadía y tratando con ello de acallar la inquieta conciencia, se lo hemos confiado a una persona. Alguien, por supuesto, de absoluta confianza que jamás nos traicionaría. O eso pensábamos, porque creo que muchos hemos sido traicionados en alguna ocasión. Preferiblemente tratamos de ocultar esas cosas de las que no nos sentimos orgullosos precisamente, tratamos de borrarlas de la historia si eso fuera posible, de apagarlas con el olvido, de desterrarlas de la memoria… Todos, en alguna ocasión que tal vez es mejor olvidar, hemos hecho algo solamente porque sabíamos que nadie llegaría a saberlo. O eso suponíamos. Nos hemos llevado algo que no era nuestro, tal vez… hemos espiado la intimidad de alguien, quizás… hemos tenido fantasías eróticas con una persona conocida, posiblemente… hemos deseado lo peor de lo peor para otro, quién sabe… hemos cometido algo que nuestra conciencia califica de pecado… Mi opinión en estos casos es que uno debe responsabilizarse de eso de lo que ahora se avergüenza, pero nada más. Debe reconocer que sucedió, y, si realmente le molesta, puede o debe proponerse no repetirlo. Pero no es lo adecuado enemistarse con uno mismo, y menos aún condenarse y aplicarse un castigo; ni siquiera está bien odiarse, menospreciarse, despreciarse, o verse como alguien deplorable o ruin. En primer lugar, porque quien hizo eso –sea lo que sea “eso”- no es quien uno ES ahora, sino quien uno ERA entonces. Y uno mismo, en el día de hoy, no tiene autoridad ni derecho a juzgar a quien ENTONCES hizo, porque “AQUEL” –quien lo hizo- hizo lo que creyó que tenía que hacer, o lo que las circunstancias o los conocimientos de entonces le aconsejaron o le permitieron, o lo que su mejor voluntad le aconsejó, o lo que se vio obligado a hacer… y no es justo juzgarse DESDE HOY, este hoy en el que uno ha comprobado que el resultado no le parece adecuado, que obró de un modo incorrecto, o el mismo hoy en que uno tiene más experiencia y conocimientos y, posiblemente, intentaría evitarlo. De esto hay que exceptuar a quien obró mal con conciencia de lo que hacía, sabiendo o previendo el resultado, y que a pesar de ello lo hizo. En segundo lugar, hemos de aceptar nuestra cualidad de Seres Humanos con todo lo que ello implica: no ser perfecto, no tener una conciencia del todo irreprochable, depender más o menos de los instintos, no poseer una voluntad inquebrantable… y el hecho de obrar en muchas ocasiones de un modo impulsivo o inconsciente. Es bueno tomar conciencia de que tendremos que pasar con nosotros mismos el resto de nuestra vida a todas las horas de todos los días. Y hacerlo de un modo frío, manteniendo alerta un cierto rencor, mirándose seriamente en el espejo, cargando con una cruz simbólica o arrastrando una pesada condena de la que no se quiere deshacer, es un error. Un dramático error del que uno mismo es sufridor. A quien se sienta identificado con algo de lo leído le propongo una reconciliación sincera. Borrón y cuenta nueva. Y un abrazo pacificador, tolerante y cargado de comprensión hasta que lleguen la aceptación y el perdón –y no deberían demorarse mucho-. Andamos por la vida más con actos de buena voluntad que con conocimiento supremo. Fuera lo que fuera aquello –excepto que se obrara con mala intención, como ya escribí- forma parte del pasado y es innecesario seguir arrastrándolo y contaminando un presente que debiera ser más libre para seguir adelante. Y si fue con mala intención, y con ello causaste un daño, trata de repararlo o compensarlo, y proponte no repetirlo, pero no insistas en la auto-condena porque estarías causando daño a alguien que es muy importante: tú. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  3. ANTES DE OLVIDAR HAY QUE COMPRENDER En mi opinión, si lo que uno hace cuando desea olvidar un asunto es esforzarse en despacharlo como buenamente pueda cada vez que se presenta, lo más que puede llegar a conseguir es que se presente menos a menudo –y no está nada garantizado que lo consiga-, y si sólo utiliza ese único modo para deshacerse del asunto que le afecta, lo más que puede llegar a alcanzar -como mucho- es olvidar por momentos el hecho, pero de ese modo no podrá eliminar la influencia inconsciente que seguirá ejerciendo ese mismo hecho. Las cosas que se han incrustado en el inconsciente ejercen su efecto aunque uno no sea consciente de ello. Esas cosas que uno quiere olvidar, porque cree que es mejor olvidarlas, tienen que ser elaboradas, digeridas, y resueltas, antes de enviarlas al olvido. Hay que purificarlas comprendiéndolas y aceptándolas. Aunque no gusten, porque no hay nada más absurdo que negar la realidad. Si no las comprendes y aceptas, no borras el efecto que aquel hecho del pasado te sigue causando en este momento. Para ello, es conveniente analizar el hecho observándolo imparcialmente, no desde la rabia o la angustia, no desde el dolor o la pena, porque son condicionantes que van a anular la objetividad y el desapasionamiento necesarios. Puede haber un error inicial de planteamiento que impedirá obtener los resultados esperados: no se trata de enfocarse en las cosas para arrinconarlas en el olvido, se trata de resolverlas para que se eliminen sin consecuencias posteriores. El Ser Humano es propicio a la comprensión, a la empatía y al perdón, pero el ego… el ego es más... retorcido… más irascible… se encoleriza pronto y se aferra a su rabia para prolongar durante más tiempo algo que si se hubiese quedado en una simple emoción desaparecería. Una emoción dura unos segundos o unos pocos minutos como mucho. Nada más. Y se extingue. Un sentimiento es una emoción procesada a la que se ha añadido una opinión y una consigna y por eso se puede convertir en dañino. Si comprendemos las circunstancias que se reunieron para que sucediera eso que se pretende olvidar, si comprendemos a las personas involucradas, sus situaciones personales, las motivaciones emocionales o personales que les llevaron a hacer lo que nos hicieron; si comprendemos que algunos hechos es mejor dejarlos ir sin añadirles rabia ni deseos de venganza, sin buscarles explicación –porque simplemente hemos sido cooperadores necesarios-, si comprendemos que nada ajeno debería afectar nuestra estabilidad, comprobaremos que es mucho más sencillo que los sentimientos desagradables y las cargas de rabia desaparezcan sin dejar huella en forma de resentimiento. Cuando alguien pretende hacernos rabiar y rabiamos, estamos colaborando con él para que consiga su objetivo. No sentir rabia es la respuesta inesperada y la que le creará la frustración de no haber logrado el objetivo de hacernos rabiar. Si comprendes esto te podrás aliviar de cosas que hasta ahora se te hacen dolorosas. Comprender es abrazar algo, incluirlo dentro de uno mismo, entenderlo siendo capaz de penetrar en ello, encontrar una explicación a los actos del otro o a lo sucedido. También es ponerse en el lugar del otro. Comprender es la clave, es la palabra que se convierte en respuesta y en solución a esos conflictos en los que el orgullo del ego quiere involucrarnos haciendo que nos los tomemos como una ofensa personal. Depende de cada uno qué hacer con lo desagradable que le ocurra, pero comprenderlo y después dejarlo diluirse en el olvido es una buena solución. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  4. LA FELICIDAD NO ERA ESTO En mi opinión, la falta de criterio y de realidad cuando uno sueña en su infancia con la felicidad, o en su juventud, incluso cuando es adulto, hace que equivoquemos los rumbos, que busquemos sin saber lo que buscamos y sin saber dónde buscamos, y que todo símil de felicidad nos parezca insuficiente porque no se acerca al altísimo –pero inestable- pedestal donde la ponemos. Buscamos la felicidad sin saber qué es la felicidad. Y aún también erramos en otra cosa más: buscamos una felicidad “universal” y no hay nada más personal que los elementos que a cada uno le hacen feliz. Cuando uno se hace mayor se da cuenta que la felicidad más auténtica parece que sólo reside en la infancia, o en la parte más despreocupada de la juventud, en esos momentos en que uno recibe la felicidad con los brazos abiertos y sin ponerle muchas condiciones ni exigencias, y que la felicidad está en lo sencillo –como si huyera de la opulencia- porque uno tiene el ojo afinado para encontrarla, y la mente no se inmiscuye, y ser feliz no es tener sino ser, no es alcanzar sino estar, y no depende del futuro sino del presente. Es muy posible que te haya pasado a ti también eso de que llegues a poseer lo que pensabas que te iba a hacer feliz… y que compruebes que no se produce la magia ni el milagro. Sólo ves en ti una sonrisa muy leve que no compensa el desencanto de evidenciar que la felicidad no era eso y te asola una pregunta que no se atreve a mostrarse del todo: “¿esto es lo que yo llamaba felicidad?” Ya está. Lo conseguiste. ¿Y qué? si te satisface plenamente, felicidades. Si te deja más frio que eufórico, sólo queda comprobar hasta qué punto fuiste sincero cuando te lo propusiste, y quién tomó la decisión de fiar la felicidad a conseguir algo que ahora sólo te proporciona una reflexión triste. ¿Tienes claro qué es lo que realmente te hace feliz? ¿Todavía persigues algún sueño de felicidad que nunca tendrá un final feliz? ¿Le exiges demasiado a la felicidad? ¿Y si la felicidad no es para ti lo que crees? ¿Eres capaz de descubrir la felicidad en las cosas sencillas? ¿Tienes muy idealizada la felicidad? ¿Te enfrentas a lo que te impide alcanzar la felicidad? Uno de los inconvenientes que se producen en la relación con ella es que a veces –y muy erróneamente- pensamos que son las cosas y su posesión quienes nos ofrecerán la felicidad en bandeja… y no siempre ocurre así. Además, la felicidad que nos puede ofrecer lo que poseemos no está en su sola posesión sino en su disfrute. A veces se idealizan en exceso las cosas y a veces nuestra imaginación y nuestro deseo y nuestro ego se alían… en contra nuestra. Aprender a renunciar a los sueños imposibles y ser conscientes de que la felicidad es un asunto personal, ayuda a centrarse en este tan delicado asunto. Hay que tener mucho cuidado con esto, ya que si no se realiza lo que creemos que nos va a aportar felicidad, lo que sí nos va a aportar –sin duda- es frustración. Poner esperanzas en un imposible es una mala inversión. Dejar la felicidad en manos ajenas o en la inseguridad del azar o en la irresponsabilidad de una fantasía desbordada es un riesgo excesivo. Soy más partidario de que aporte felicidad lo sencillo, lo simple, lo que está a nuestro alcance, lo que no conlleva unas rigurosas y complicadas exigencias, lo que se puede alcanzar simplemente estirando el brazo. Hay felicidad en las relaciones, en el cuidado propio y a los otros, en los placeres simples que si se les presta atención trascienden la cotidianeidad y alcanzan niveles que pueden superar cualquier listón no desorbitadamente exigente. En abrazar y ser abrazado. En saber que uno es querido por otro y que eso es mutuo. En vivir con atención y acogimiento el maravilloso mundo de los sentimientos. En lo que aparenta ser invisible a los ojos no atentos. En ser Uno Mismo. Cada uno ha de decidir su propio modelo de felicidad y con los ingredientes que le quiera poner. Y es muy conveniente revisar todo lo anterior, decidir y hacer, porque la tristeza de alcanzar aquello que se creía fuente de felicidad y no sentirlo así… es inconsolable. Y uno se habrá perdido la ocasión de dedicarse a la auténtica felicidad. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  5. QUIEN TIENE LA VOLUNTAD, TIENE LA FUERZA En mi opinión, este es uno de esos títulos que no necesitaría de un texto posterior que añadiera algo o tuviera que aclararlo. Es tan rotundo, tan directo, y lleva tal verdad concentrada, que debiera ser una sentencia de esas que llegan al corazón directamente sin necesidad de la interpretación erudita o intelectualoide de la mente. Directa al corazón. La voluntad, esa maravillosa capacidad de persistir, de no admitir la rendición ni la derrota ante el primer inconveniente, es el motor imparable que nos puede llevar a cualquiera de las metas razonables que nos propongamos. La voluntad, además, aporta energía y estímulos a la Autoestima, porque provoca la satisfacción personal de comprobar que si uno quiere puede; que uno tiene un poderío interior a su servicio, y que puede llegar a disponer de una potencia y reciedumbre que aportan una muy agradable sensación en la relación consigo mismo. ¿Y cómo se consigue la voluntad? Es una buena pregunta para la que no tengo una respuesta concluyente y definitiva, porque no hay una universal, sino que cada persona la encuentra en un sitio y de un modo, y no existe algo que uno se pueda imponer y que provoque la voluntad como una reacción asociada. Tal vez pueda ser la disciplina, pero si se le añade Amor Propio. Supongo que se consigue a partir de una buena relación consigo mismo en la que todas las partes que le integran a uno se ponen de acuerdo en colaborar por el bien del conjunto. Quiero imaginar que puede surgir de la conciliación de las ideas dispares de los diferentes personajes que nos componen, y que de ahí nace el acuerdo de aunarse y aliarse con el fin de alcanzar un objetivo favorable. Quiero suponer que esa energía que compone la voluntad es la aportación amorosa de cada una de las partes que nos integran, que entre todas y puestas de acuerdo aportan el arranque necesario para poner en marcha cualquier acción, el atrevimiento imprescindible para acometer lo que sea necesario, la persistencia para no rendirse ante cualquiera de los impedimentos que pueden aparecer, la bravura para seguir adelante contra las dificultades, una firmeza y un tesón que sean irreductibles, y la constancia necesaria para no desfallecer. La voluntad, sin el convencimiento o la fe necesarios, carece de elementos que son imprescindibles, por lo que está prácticamente condenada a su desaparición. La voluntad no surge espontáneamente a partir de un pensamiento o una idea, sino que requiere, sobre todo, de un convencimiento firme, en uno mismo y en lo que se pretende, y de una certidumbre en sentirse arropado por una capacidad casi sobrenatural de la que todos disponemos: la de aspirar a lo mejor o lo más conveniente, por dignidad, por Amor Propio, y por respeto a quien uno es y lo que uno se merece. La voluntad no depende ni ha de depender del azar, del porvenir, de los otros, sino que es un asunto propio que no se puede delegar, si bien es recomendable –cuando su ausencia es muy notable- contar con un animador, con alguien de confianza que nos aliente, que nos apoye, que nos ayude a levantarnos del estancamiento y ponernos en marcha. El Amor Propio es un buen motivador siempre. Y efectivo y eficaz. Si uno se ama lo suficiente como para desear lo mejor para sí mismo, va a encontrarse con el mejor aliado. A fin de cuentas, la voluntad es la capacidad de decidir y ordenar la propia conducta, o sea que puede ser un acto consciente, así que uno mismo puede auto-motivarse y proveerse de ese modo de la energía y perseverancia necesarias para llevar a cabo cualquier deseo en el que esté implicada la disposición personal para realizarlo. Deshazte de la apatía, de la pereza, del desánimo…¡y de las excusas!. Activa tu voluntad y benefíciate de ella. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  6. HABLA MÁS CONTIGO En mi opinión, nos distraen mucho las cosas externas del mundo y no prestamos la atención requerida a las cosas que realmente son importantes como, por ejemplo, uno mismo. Nos pasamos más tiempo en el YO IDEA –la idea que tenemos de nosotros mismos en función de la información que nos han ido facilitando los otros- y en el YO IDEAL –la imagen idealizada que hemos ido desarrollando de nosotros mismos con las cualidades que nos gustaría tener-, y menos tiempo en el que realmente somos. Acabamos siendo grandes desconocidos. Creemos que nos conocemos… y nos conformamos con esa idea. Sabemos de sobra que profundizar en el autoconocimiento puede aportarnos disgustos. En el fondo, todos sospechamos que somos menos buenos de lo que creemos y mostramos… y preferimos no tener que confirmarlo. No es más honrado, pero es menos doloroso. Así que sólo tenemos una imagen aproximada –dulcificada y un poco elevada- y no nos terminamos de conocer. No nos atrevemos a hablar con nosotros sinceramente, profundamente. “Tanta intimidad no es necesaria”, me dice irónicamente mi amiga. Aplazamos encontrarnos con nosotros en momentos de calma, de comprensión, de serenidad y corazón abierto. No los propiciamos, no vamos creando poco a poco la confianza suficiente como para que nos abramos el corazón ante nosotros mismos y nos mostremos como somos en realidad. Y hay que hacerlo. Podemos hacerlo en privacidad, no hace falta contárselo a todo el mundo, y menos aún presentarnos como unos desgraciados. “Tanta intimidad no es necesaria”, volvería a decir irónicamente mi amiga. Si no sabemos quiénes somos, nos pueden ayudar a descubrirlo los amigos sinceros y las personas que nos quieren. Si les pedimos la verdad sin adornos y su implicada sinceridad, entonces es posible que nos hagan ver –para bien o para mal- las cosas que no somos capaces de descubrir o que no queremos descubrir. Y si el auto-descubrimiento se hace desde el Amor Propio, el cumplimiento del compromiso que en algún momento ahora olvidado hicimos de ser nosotros mismos, de ser mejores personas, de evolucionar todo lo posible, de convertirnos en excelentes Seres Humanos, será posible. Se trata de descubrirse en lo que uno aún no se conoce, de reconocer y aceptar las partes que no nos satisfacen, de llamar a las cosas por su nombre sin negarlas ni maquillarlas, de vernos tal como somos sin disfraces, y hacerlo con cariño, con un acogimiento incondicional, con toda la comprensión, y entonces instaurar el momento especial del comienzo de una nueva etapa en la vida y en la relación con uno mismo; una relación basada en la verdad y la sinceridad, con un compromiso ineludible de mejorar la propia relación hasta la perfección, y la obligación inexcusable de hacer todo lo posible para que así sea. Conviene hablar con uno mismo y sellar pactos, acuerdos, proyectos, tomar decisiones… y que no se queden sólo en pensamientos fugaces e inconexos sino que se desarrollen hasta su final, preferiblemente hablándose uno a media voz, porque al hablar uno se obliga a poner en orden las ideas y a descartar las inútiles, y cuando uno se expone sus ideas a sí mismo convierte lo abstracto en algo concreto. Conviene hablar con uno mismo y reconocerse los logros, las cosas que uno hace bien, lo bueno que uno se descubre; preguntarse “¿cómo estoy?”, y tener conversaciones introspectivas y muy sinceras a través de las cuales uno acabe convirtiéndose en su mejor y más íntimo amigo. Eso es cuidarse y es amarse. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  7. TAMBIÉN ESTOY HARTO DE… En mi opinión, no siempre tenemos que ser sumisos y tragar todo sin derecho a protestar, no tenemos que decir siempre lo contrario de lo que pensamos con el único objetivo de quedar bien, no tenemos que beneficiar siempre al otro si con ello nos perjudicarnos nosotros mismos, no tenemos que callar lo que no tenemos que callar ni lo que no queremos callar, y está muy bien que uno decida libremente lo que considera que desea hacer cuando se trata de defender su dignidad y su consideración como persona. En muchas ocasiones callamos y ese silenciarnos es auto-agresivo. Tenemos derecho a expresarnos. Me ha llegado una frase que me ha hecho reflexionar: “a veces no queremos perdonar, no se nos da la gana. Y no es que suframos la carga del odio, sino que la dignidad nos lo impide”. Estoy en contra de todos los postulados esotéricos y exotéricos que dicen que hay que perdonar incondicionalmente, porque hay cosas que –en muchas ocasiones- me parecen imperdonables. Sobre todo cuando el otro ha actuado con consciencia de que hacía daño. Soy capaz de comprenderlo todo, de aceptarlo todo, pero me cuesta evitar que me moleste perdonar gratuitamente como si no hubiese pasado nada. Lo que sí me resulta fácil es olvidar y que lo dicho o lo sucedido no me afecte. Juego con esa ventaja. Hay cosas que a todos nos hartan, y tal vez –y esto ha de ser decisión propia- sería bueno que uno manifieste lo que le harta, y que se lo manifieste a quien le produce ese hartazgo. Estoy harto de las personas que confunden alivio con solución y comienzan un proceso de Mejoramiento –físico o mental- y cuando empiezan a encontrarse un poquito mejor y se sienten aliviados, lo dejan auto-engañándose diciendo que ya están bien. Estoy harto de los prepotentes, de los sabelotodo, de los que no ponen el corazón en lo que hacen, de los que ofenden y manipulan, de los que agreden sin importarles el otro, de los egoístas, de los sinvergüenzas, de los irrespetuosos, de los mentirosos. Estoy harto de los ególatras, de los que no devuelven los libros prestados, de los que dicen ser amigos y no lo demuestran, de los exigentes, de los aprovechados, de los malvados, de los quejicas, de los megalómanos. Estoy harto de escuchar demasiadas tonterías, de los que abusan de la buena voluntad de uno, de los que avasallan sin respeto, de los que presumen sin motivos, de los dictadores, de los manipuladores, de los que dicen una cosa pero hacen otra, de los que incumplen su palabra. Estoy harto de los criticones, de los narcisistas, de los que agobian continuamente, de los que pretenden dirigir la vida de los otros, de los teóricos que no se han empapado de vida y hablan de ella como si tuvieran autoridad, de los que traicionan, de los que airean los secretos. Estoy harto de los que no aceptan sus errores, de los quejicas, de los controladores, de los orgullosos, de los que pretenden humillarme, de los que tienen una verborrea imparable y agotadora y además no aportan algo, de la gente que presupone y presupone mal, de quienes no respetan el espacio ajeno, de los que critican a quienes no están presentes. En realidad podría seguir escribiendo mucho tiempo más, pero voy a parar, porque ahora es tu tiempo de añadir a las anteriores harturas las tuyas propias… y decidir qué vas a hacer con todas ellas. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  8. LOS SUFRIMIENTOS QUE NO APORTAN ALGO POSITIVO SON INÚTILES En mi opinión, el sufrimiento se divide en miles de tipos distintos de sufrimientos. En realidad, yo creo que hay tantos como personas, porque el tipo de sufrimiento y sus motivos son absolutamente personalizados y para cada uno es distinto. Sabemos que lo que a unos les hace sufrir a otros les dejan indiferentes. Y me refiero en todo momento, por supuesto, a sufrimientos emocionales y no al sufrimiento por dolores físicos producto de daños físicos. Cada uno hace lo que quiere con lo que le pasa –como ya sabemos- y si se aceptan con naturalidad y sin aspavientos las cosas que nos ocurren podemos dejarlas que pasen por nuestro lado sin dejarnos marca… o podemos aferrarnos a ellas y padecer todo lo que queramos y durante todo el tiempo que queramos. Y quien entienda bien esto se ahorrará mucha pesadumbre. Creo que básicamente hay dos divisiones generales: Los INÚTILES, que como su nombre indica no son útiles para nada positivo, no traen ni producen algo provechoso, ni comodidad, ni frutos agradables, ni interés. Nada que los haga deseables. Sólo aportan un rosario de infelicidad, de malestar, enojo, frustración, desamparo, etc. Pero hay quien se queda con esos sufrimientos como si fueran un tesoro, para alimentar su auto-pena, para regodearse en sus pensamientos negativos de que todo está mal, todo les sale mal, y el destino está en su contra. Le dejan a uno abatido y desesperanzado…y para nada. Porque la oposición a no querer aceptar que ha sucedido lo que ha sucedido es una pataleta infantil de pésimos resultados. Lo adulto, lo sensato, lo adecuado, es afrontar aquello que ha producido el sufrimiento y observarlo, diseccionarlo, ver la verdad que esconde detrás de la apariencia que muestra. Y mirarlo y mirarse para ver exactamente dónde ha hecho el daño y por qué. Y si uno se atreve a ir un poco más allá y se atreve a preguntarse el “para qué” de lo que ha sucedido y además tiene la voluntad de encontrar la auténtica respuesta, entonces estará afrontando el sufrimiento y desclasificándolo como INÚTIL y llevándolo directamente al lugar de los APROVECHABLES. Los APROVECHABLES, son aquellos a los cuales, como su nombre indica, les podemos sacar provecho, o sea beneficio y utilidad. En realidad, las mismas cosas que pueden ser INÚTILES pueden cambiar a ser APROVECHABLES cuando uno las acepta –lo que no quiere decir que gusten ni que se haya de hacer con agrado-, y posteriormente se entretiene en desmenuzarlas para comprenderlas y extraer toda la enseñanza que pueden aportar. Y esto es conveniente hacerlo a la vista del tan distinto y beneficioso resultado que pueden producir en el segundo caso. El sufrimiento se produce, básicamente, por la no aceptación de la realidad. Cuando uno sufre es porque está reprimiendo la rabia o el sentimiento desagradable que le provoca esa no aceptación. Si se acalla esa rabia y se guarda sin manifestarse, creará una frustración y una furia que alguna vez tendrá que explotar y puede hacerlo en un momento inadecuado y posiblemente contra personas que no tienen nada que ver con el origen, o explotará contra uno mismo… y esto tampoco es acertado. Así que es mejor expresarlo del modo que se considere apropiado para cada uno, preferiblemente sin que sea agresivo para los otros, llorando, gritando, abrazando o dejándose abrazar, corriendo o haciendo ejercicio, compartiéndolo con una persona, etc. Siempre es mejor permitir al sufrimiento que se exprese que reprimirlo. Si vas a sufrir, que sea para algo útil, que al menos te aporte algo positivo. Soy partidario acérrimo de evitarse cualquier sufrimiento innecesario y más aún los inútiles. Te recomiendo que revises tu actitud de comprensión o de rechazo ante las cosas que te hacen sufrir. Mírate. Y decide qué vas a hacer a partir de ahora. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  9. LA MAYOR PÉRDIDA ES SI ME PIERDO A MÍ En mi opinión, nos estamos acostumbrando a vivir fuera de nosotros, a darle más importancia a lo que nos pasa que a nosotros mismos, a cumplir lo que se espera de nosotros en vez de cumplir lo que esperamos de nosotros mismos. Nos estamos relegando a un segundo plano. Y no me refiero a ninguno de los muchos personajes que todos representamos, no me refiero a ese que mostramos, al que se mueve por el mundo, sino que me refiero al que realmente somos, al que habita en el interior y casi en secreto. Me refiero a ese que es conciencia, que es presencia insonora, que es el silencio, que es alma y que se encuentra sólo en los momentos de introspección. Más allá de las ambiciones externas, de los caprichos y deseos de nuestro ego, aunque menos aparente pero más satisfactorio, está el que es cada uno. Y aunque ese es el objetivo primordial de esta vida, en numerosas ocasiones es pospuesto, y hasta ninguneado, porque sólo se le presta atención cuando hace ruido, cuando un puntazo en el alma nos pone alerta sacándonos de la rutina y de su desatención. Parece que tiene que pasarnos algo grave para que tomemos conciencia de nosotros mismos. Esto es muy importante tenerlo claro: si no sabemos quiénes somos realmente, si no tenemos claro el sentido de nuestra vida en esta vida y en este mundo, estaremos dedicando el esfuerzo y la atención a otra cosa distinta de la que realmente es trascendental. Podemos distraernos todo lo que queramos, y disfrutar todas las satisfacciones que nos aporta lo externo –que son muy buenas y hay que disfrutarlas plenamente, por supuesto- pero que no sea a costa de perder el rumbo, de tener sólo satisfacciones externas a cambio de no conocer las internas. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si al final pierde su alma?”. Es una buena pregunta que requiere inexcusablemente una buena reflexión, una toma de conciencia plena, total, porque las cosas que son significativas en nuestra vida requieren una respuesta que sea personalizada –no copiada- para que de este modo produzca efecto en nosotros. Las experiencias ajenas, los sentimientos o descubrimientos de los otros, son buenos como punto de partida para una reflexión personal, ya que es más efectivo lo que siente cada uno dentro de sí -lo que siente en su propia esencia- que las teorías o filosofías externas que pretendamos imponernos. Lo primero tiene más consistencia y efectividad, porque es propio. Lo segundo, sólo tiene vigencia mientras pensamos en ello y luego, cuando dejamos de pensarlo… desaparece. Conviene ser capaz de diferenciar entre el que somos y el que estamos siendo. Entre el que somos de verdad y el personaje que se mueve por el mundo. Y no atender sólo a uno de ellos, porque lo adecuado es lograr la convivencia entre ambos y darle a cada uno el lugar que le corresponde sin quitárselo al otro. Si sólo damos preponderancia al ego, al personaje, a lo externo, a lo deslumbrante que nos aporta satisfacciones inmediatas, pero efímeras, nos podemos perder a nosotros mismos. Y esa es la mayor y más dolorosa pérdida. ¿Quién soy de verdad?, ¿me estoy atendiendo como merezco?, ¿estoy haciendo lo que realmente tengo que hacer?, ¿me dedico a mí y a mi vida interior la atención que ello requiere?, ¿Sobrevaloro aquello a lo que doy importancia y no a lo que realmente es importante?, ¿me estoy olvidando de mi Ser Interior, de quien realmente soy? La mayor pérdida es si me pierdo a mí. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  10. OÍR O LEER SIN REFLEXIONAR ES UNA OCUPACIÓN INÚTIL En mi opinión, esta frase que dijo Confucio hace más de 2.500 años sigue manteniendo su vigencia, y parece que seguirá conservando su verdad hasta el fin del mundo. Llevo ya más de 30 años en esto del Mejoramiento Personal, del Camino Espiritual, del Autoconocimiento, o del nombre que se le quiera dar a esto de tratar de ser mejor Ser Humano. Este preámbulo sirve para decir que he tenido ocasión de hablar con cientos de personas APARENTEMENTE interesadas en esta tarea. He podido comprobar que en demasiadas ocasiones esta búsqueda de la que hablan no va más allá de una curiosidad temporal, de un autoengaño, o de pretender presumir ante los otros de ser “una persona especial”, “interesada en su trascendencia” y “en el descubrimiento de la Autenticidad”. Estoy harto de escuchar cómo sale eso por la boca pero sin pasar antes por el corazón, y cómo se afirma con apariencia de algo firme y tajante pero se sustenta sobre una auto-estafa. Estoy harto de las personas que leen los artículos y al finalizarlos se creen con autoridad para ponerse a discutir y menospreciar el trabajo, o lo critican con aires de doctores en la materia, y les parece que con opinar ya han hecho suficiente, y lo amontonan en el olvido junto a otros cientos de artículos. Estoy harto de los coleccionistas de frases célebres que se conforman con poder recordar una retahíla de ellas, llegando a decirlas con solemnidad y empaque y creyéndose por ello en posesión de la Gran Verdad. Cuando expresan “Pues como decía Fulanito…”, inmediatamente les corto y les pregunto “¿y tú qué dices?” y ya no saben cómo seguir. Malviven de experiencias ajenas. Estoy harto de los que leen algo que podía tocarles en la fibra de su realidad, pero en vez de aceptarlo y utilizarlo como argumento para iniciar el proceso para solucionarlo, lo que hacen es aplicárselo a otro y decir sin palabras “esto es lo que le pasa a mi amiga”, o “se lo voy a pasar a Fulanito para que lo lea”. Estoy harto de los que no invitan a que estén presentes en las lecturas su corazón, sus emociones, su sensibilidad, un auténtico deseo de sanación o de aprendizaje, su esencia, su alma... Estoy harto de los que al terminar de leer algún escrito interesante o importante, se conforman con darle a like/me gusta y van a la caza de su siguiente artículo/presa, y de los que dicen “algún día tendría que hacer esto que dice el artículo”, y de los que dicen “tiene razón… si yo pudiera, lo haría”. Estoy harto de los que usan mentiras como excusas (¿a quién pretenden engañar -me pregunto- si en realidad sólo se engañan a sí mismos?), de los que dicen “no puedo” en vez de decir “voy a hacerlo”, o los que dicen “voy a intentarlo” en vez de decir “voy a hacerlo”, Estoy harto de los teóricos, de los intelectualoides, de los falsos, de los que permiten que sus “defectos” o sus asuntos pendientes de revisar o mejorar queden inafectados por el descubrimiento de una verdad, escondidos, a salvo de cualquier intento de solución, mientras derrochan conocimientos, presumen de un centenar de libros leídos, de haber asistido a charlas y cursillos, y todo eso desde una intelectualidad que se quedará en la teoría de las cosas sin penetrar más allá de la superficialidad que les pone a salvo de las revoluciones interiores necesarias. Estoy harto de las personas que oyen o leen sin reflexionar, sin buscarse a sí mismos en ese artículo o esa frase, de los que olvidan a la misma velocidad que leen, de los que no se paran a escuchar las voces interiores que se sienten afectadas con algunas lecturas y gritan reclamando una solución. La utilidad se encuentra en la reflexión (pensar atenta y detenidamente sobre algo) y en el darse cuenta (advertir o percatarse de algo comprendiéndolo), y si no se hace de ese modo, se le está dando la razón a Confucio. Un artículo no se acaba en el punto final. Ahí es donde comienza su utilidad. El final, o el momento en que se siente algo, ha de ser el inicio de una introspección (mirada interior que se dirige a los propios actos o estados de ánimo), de una abstracción (separar por medio de una operación intelectual un rasgo o una cualidad, y concentrarse en los propios pensamientos apartando los sentidos o la mente de la realidad inmediata), o de una cavilación (pensar con intención o profundidad en algo). Y acabo este artículo del mismo modo que todos los que he escrito: Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  11. ESTA ES UNA DE TUS TAREAS: SER FELIZ Y APRENDER A AMAR En mi opinión, podríamos obviar la mayoría de las cosas a las que les otorgamos una importancia inmerecida e innecesariamente y centrarnos en las que realmente son importantes: SER FELIZ Y APRENDER A AMAR. Quien haya vivido estas dos experiencias sabe a qué me refiero. Quien no las haya vivido, no le queda otra opción que imaginarlo o soñarlo… y siempre se quedará corto en comparación con la realidad. El propósito de las vidas no está definido y es seguro que para cada persona es distinto y que es uno mismo quien tiene que definirlo, pero hay algo que parece estar destinado a ser experimentado, y que soporta el paso de los siglos y se sobrepone a cualquier otra cosa: SER FELIZ Y APRENDER A AMAR. El instinto empuja a mantener ambas cosas en el punto de mira y a conocer y experimentarlas en el camino por el que uno camina. Consciente o inconscientemente, uno acaba dándose cuenta de que en el ranking de la escala de valores personales ambas cosas ocupan un lugar primordial. El primero, porque se nos recuerda a menudo. El segundo, está más callado y sólo se vislumbra en momentos en que se da una comunión especial con el Ser Interno. SER FELIZ parece que es algo que tenemos más presente y le prestamos un poquito más de atención. La publicidad nos lo recuerda incitándonos a lograrlo a través de las posesiones. La felicidad, o cualquiera de sus sucedáneos, como los placeres, las risas, sentirse bien, las satisfacciones, el bienestar… todo eso está en nuestras intenciones, y parece como si todo lo que hacemos tiene como objetivo final, aunque no sea evidente, algo relacionado con estar lo más alejados posible del malestar. APRENDER A AMAR parece que no lo tenemos tan presente. Me refiero al amor al prójimo y no sólo al círculo personal. Parece algo más esporádico, o algo reservado para ciertas personas que clasificamos como “espirituales”. Por supuesto que a todos nos gusta o nos gustaría amar más y ser más amados. Y, a veces, hasta nos esforzamos en amar mejor a los seres muy queridos, pero… APRENDER A AMAR abarca mucho más. El AMOR es por naturaleza imperecedero y tiene la intención de convertirse en eterno. Se mantiene en cada persona durante todo el tiempo que vive cada persona. Está siempre. Aunque no se use. Uno se siente más él mismo al SER FELIZ verdaderamente y lo siente más aún cuando conoce la delicia de amar y ser amado. Amar sin condiciones y sin condicionantes, sin esperar más a cambio que la sensación indescriptible que uno siente al hacerlo. Amar el escalofrío que provoca amar y la percepción de unidad a la que uno llega. SER FELIZ es un asunto personal que no hay que dejar en manos o circunstancias externas y ajenas. Cada uno tiene diferentes causas para sentir su felicidad –porque la felicidad es un asunto que ha de ser personalizado-, así que es cada uno quien tiene que descubrirlas y después promocionarlas. Para unos es estar en paz, o cumplir sus sueños y deseos, y para otros puede ser otra cosa totalmente distinta. Siempre propongo la reflexión, y lo seguiré haciendo. No hacerlo condena al estancamiento. No reflexionar impide saber la verdad. Dejar las decisiones y el rumbo de la vida en manos de la improvisación, de lo que nos pase, de lo que nos hagan, me parece una insensatez. El control de la propia vida exige responsabilidad, darse cuenta, hacer introspecciones, insistir en la búsqueda del Uno Mismo que somos. APRENDER A AMAR es una tarea que ocupa toda una vida y que conviene hacer en cada etapa en la que estemos. Comprobaremos que el amor inicial es más egoísta y que a medida que uno se hace mayor lo entiende más relacionándolo de igual a igual con el otro, y lo siente como más universal. Uno aprende que el amor lo es todo. Y que saber amar es lo que hace diferente al ser humano. Así que… estos dos asuntos deberían ocupar una gran parte de tu atención. Y te recomiendo que no lo aplaces. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  12. A VECES PASAN COSAS BELLÍSIMAS EN NUESTRA VIDA En mi opinión, no siempre, ni siquiera a menudo, más bien sólo de vez en cuando, pasan cosas bellísimas en nuestra vida. No tantas veces como nos gustaría… ¿o sí pasan a menudo pero no nos damos cuenta? Hay momentos brillantes en nuestra vida, de esos que podemos recordarlos con las más emocionantes lágrimas o con las carcajadas más sonoras o con los escalofríos más agradables. Algunos de esos momentos han sido de tal intensidad emocional que no existe el modo de explicarlos, pero cuando uno los recuerda aún se siente recorrido por un estremecimiento y se le ponen los vellos de la piel erizados. Es casi seguro que todos hemos vivido algún pequeño milagro –aunque no hayamos sido del todo conscientes de ello-, que todos hemos tenido experiencias conmovedoras por tanta emoción o belleza que contenían, y que en ocasiones no hemos podido evitar que una sensiblería inhabitual nos haya hecho emocionarnos hasta la exaltación. En esos momentos uno puede llegar a creer –y con razón- que la vida aporta momentos indeseados, otros duros y difíciles, muchos agradables, pero que cuando ocurre una cosa de esa intensidad emocional merece la pena todo lo pasado hasta haber llegado al momento vivido. Vivimos muchos otros momentos que los dejamos en una categoría inferior a la que les corresponde porque no somos plenamente conscientes de ellos, porque no nos paramos a tomar conciencia de lo que estamos viviendo, y porque a veces valoramos como algo rutinario lo que son auténticas maravillas y verdaderos milagros. Necesitamos vivir de otro modo las cosas. Coger en brazos un recién nacido teniendo las lágrimas a punto de explotar de placer y asombro. Parar la vida, parar el mundo, pararnos… para darnos cuenta de la gente andando por la calle, los pájaros volando, los árboles con sus hojas, las flores calladas, el sol, lo tremendamente hermoso que es abrazar y ser abrazado, dejarnos embaucar por una sonrisa, extasiarnos frente a una mirada que nos sonríe, deslumbrarnos ante el juego introvertido de un niño que está absorto en su mundo, y asombrarnos ante aquellas cosas que decimos que son “otra vez lo mismo”. La magia no está en las cosas sino en nuestra forma de ver las cosas. Todo aquello que miremos con amor y atención nos mostrará su grandeza. La belleza está en nuestros ojos y no solamente en las cosas. Desde una mirada rutinaria que tiene el filtro de la rutina todo se ve de color rutinario. Son las emociones y los sentimientos agradables los que ponen magia a las cosas y a la vida. Somos nosotros quienes debemos promocionar que esas emociones y esos sentimientos se nos instalen y se manifiesten. De nosotros depende que nos pasen las cosas bellísimas que nos pueden pasar. Y eso puede pasar en la vida más infortunada, a la persona más desdichada, al más afligido… no hay restricciones, no hay desahuciados, no hay persona por la que no pueda pasar la majestad de las cosas que enternecen hasta el estremecimiento. Es uno mismo quien tiene que promocionar algunas de esas cosas, y también quien tiene que darse permiso para experimentarlas, quien tiene que aceptar el derecho a que le sucedan, y eso se puede conseguir con una atenta vigilancia de la vida, con ganas de apreciar lo que se vive y con mucho Amor Propio. Ahora, tú decides si quieres que pasen cosas bellísimas en tu vida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  13. CÓMO ELIMINAR LOS PLACERES DOLOROSOS En mi opinión, se nos presentan a menudo placeres –y que cada uno piense en los que quiera- que son realmente satisfactorios, que uno los disfruta y a conciencia y luego se queda gozoso, tranquilo y feliz, y dejan un regusto muy satisfactorio y el deseo de volver a repetirlos tan pronto como se pueda y tantas veces como se pueda. Otros, en cambio, comienzan como placeres pero acaban convirtiéndose en desplaceres, inquietudes, disgustos, tristezas. Dejan una sensación desagradable, incluso frustrante, y le dejan a uno sumido en un estado muy desapacible de arrepentimiento y rabia. “No lo voy a volver a hacer más”, dicen unos. “Me arrepiento mil veces de haberlo hecho”, dicen otros. En todos los casos queda el remordimiento y la pesadumbre, un malestar general consigo mismo, una rabia más o menos disimulada, y un enojo que no se deja consolar. A veces es mejor no caer en la tentación. Cuántas veces nos hemos arrepentido de haber hecho algo que aparentaba ser agradable, o que lo ha sido, pero que… después uno experimenta que la aflicción que deja no compensa el placer recibido. Por ejemplo, con la comida, que obtiene unos cuantos segundos de placer, pero al rato empieza a pensar en que no tenía que haberlo comido, que se había comprometido seriamente consigo mismo a no comer más -porque está engordando mucho últimamente-, y cuando se acerca al espejo para mirarse, se pone de perfil y se ve una tripa marcada, o se ve los mofletes hinchados, o esos granos que sabe que crecen cuando come chocolate, y entonces se esfuma el reciente placer y en su lugar se instala un malestar que va a durar mucho más tiempo que lo que duró el placer. Y ese es uno de los mejores argumentos a utilizar contra esas tentaciones que llevan asociado un posterior desplacer: pensar que la parte buena dura solo unos segundos -o muy poco tiempo- y que los efectos y resultados posteriores son pesarosos e insatisfactorios. Visto fría o sensatamente, no compensan. Y esto se puede aplicar a los bombones o los dulces, los excesos de comida, la bebida, los líos de faldas o pantalones, el juego, quedarse un ratito más en la cama cuando hay que levantarse obligatoriamente, el tabaco o las drogas, etc. Los placeres sólo han de producir placer. Para eso están. Si conllevan efectos negativos posteriores conviene cambiarles el nombre y no llamarlos con ese nombre, sino llamarlos vicios o inmoralidades disfrazados con la piel de placeres. Es cierto que dejar alguno de esos “placeres” es complicado, y es ahí donde tiene que intervenir el auto-control para llevar a cabo el cumplimiento de la decisión de la parte sensata que se ha dado cuenta de la necesidad de no repetir ciertos placeres. Cuando la gula, o la pasión, o el vicio, se presenten avasallando imparables –como lo hacen siempre- es cuando uno tiene que activar su voluntad, su cordura, y respetar la resolución que se ha decidido aplicar en esos casos. Es un absurdo que uno mismo haga lo que no quiere hacer. Aunque esto no sea inhabitual. Es en estos casos donde uno tiene que imponer su voluntad con firmeza y no quedarse infantil e inútilmente en la queja tan sinsentido que es lamentarse porque uno mismo no está haciendo lo que quiere hacer. O lo que tiene que hacer. Los placeres son muy agradables, dan mucho gozo y satisfacciones; está muy bien lo que nos hacen sentir. Son buenos… si también acaban siendo buenos y no el principio o la causa de malestares y arrepentimientos. Ese asunto requiere una revisión seria, y luego una firme decisión si los resultados que quedan a la vista no son satisfactorios. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  14. LAS ADVERSIDADES ESTÁN PARA SUPERARLAS En mi opinión, a estas alturas de tu vida ya habrás tenido varias ocasiones para comprobar que en la vida aparecen las adversidades aunque uno no las llame ni las quiera. Aparecen. Están. Parece que forman parte ineludible de la vida. No conozco ni una sola persona que no haya tenido que afrontar y enfrentarse a varias adversidades a lo largo de su vida. Y las que quedan. Unas se deben a nuestras acciones o inacciones anteriores. Otras, las imponen personas ajenas. Otras, no se sabe sin forman parte de nuestro destino, del aprendizaje que se supone que tenemos que hacer en esta vida, o simplemente son cosas del azar. Cuando aparecen hay que afrontarlas –con más o menos ganas, con más o menos preparación-, y generalmente es mejor hacerlo que dejar que se queden martirizándonos durante más tiempo. Es recomendable no precipitarse –salvo que hacerlo sea algo realmente urgentísimo - y es mejor actuar con calma, después de haber sopesado con objetividad, después de haber cotejado las posibles soluciones y haber elegido la que se supone apropiada. Parece que las adversidades siempre son negativas y desfavorables. Tal vez sólo aparentan serlo y nos resultan necesarias aunque desagraden. Tal vez sean toques de atención para que nos fijemos más en nuestra vida, o sean experiencias en las que tenemos que aprender, o sean para poner a prueba nuestra capacidad de resiliencia, que es esa maravilla de poder adaptarse a lo hostil y lo fatal y salir de ello fortalecido. La realidad es que ante una adversidad parece que la única opción más o menos sensata es la de resolverla para salir de ella –preferiblemente indemnes y engrandecidos- y que evitarlas, aplazarlas, oponerse a ellas, o negarlas, es una actitud inmadura, infantil, que acaba siendo perjudicial. Se dice que la vida es la suma de todas las experiencias que uno ha atravesado a lo largo de su vida. Las adversidades, sin duda, están entres las inevitables, porque no siempre dependen de nosotros, y para seguir en la vida y viviendo es necesario pasar también por lo que no gusta. No se puede seleccionar y quedarse solamente con lo mejor. Ante los hechos consumados –aunque no sean de nuestro agrado- no hay otra opción más que reconocerlos y resolverlos. No es descabellado pensar que las adversidades no están hechas para desalentarnos sino para fortalecernos. Si las enfocamos desde un punto de vista realista y positivo, veremos que son oportunidades, pero, claro… mientras estamos inmersos en ellas no estamos para filosofar y sí de mal humor. Si no las puedes cambiar, cámbiate tú. No las afrontes desde el miedo o el desagrado o vencido antes de empezar. Se dice que “las mentes son como los paracaídas: sólo funcionan cuando se abren”. Tal vez antes esas situaciones uno ha de cambiar su mentalidad de sumisión y rendición y comprobar qué pasa si las miramos de frente, sin miedo, y tomándolas como un reto, valientes, pensando que no tenemos nada más que perder porque ya partimos de que hemos perdido. Peor no nos puede ir. Así que erguidos, un poco desafiantes, y no con la valentía del desesperado sino con la valentía del que quiere ganar. El secreto para ganar es aceptar sin miedo la batalla. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  15. PODEMOS PARAR EL TIEMPO En mi opinión, todos tenemos la posibilidad de realizar la magia de parar el tiempo cuando así lo deseemos. Digo parar el tiempo, no parar el reloj porque eso es imposible. Digo tener la consciencia bien entrenada y siempre muy atenta para que cuando nos demos cuenta de que se va a producir o se está produciendo un momento especial, dejemos todo de lado, olvidemos cualquier cosa que no tenga que ver con lo que sucede o va a suceder, paremos nuestro tiempo para que podamos permitirnos quedar totalmente inmersos en la experiencia… y vivirla -VIVIRLA, está mejor dicho- en toda su plenitud, con totalidad, sin dejar desatendido ni un solo instante, ni un solo sentimiento, sin perderse ni uno solo de los segundos, ni un matiz, ni un escalofrío, ni un suspiro. ¿Cómo podemos para el tiempo? Centrándonos exclusivamente en lo que estamos viendo, sintiendo, pasando. Quedándonos absortos en ello y excluyendo de nuestra mente cualquier otra cosa que no sea atender ese momento. Eliminar de nuestra atención otras cosas, no pensar en ese mismo tiempo si es lunes, si hace calor, o qué comiste ayer. Podemos parar el tiempo para concentrarnos exclusivamente en lo que nos resulta agradable, enriquecedor, amado, y convertir un solo segundo de esa experiencia en infinito atesorándolo con todo sus matices, dejándose embriagar por la vivencia, comprendiéndola sin pasarla por la mente, directa al corazón, colocándola en la mejor parte de la historia personal para siempre. Y esto ha de partir de la decisión de tomarse la propia vida más en serio, sacándola -y sacándose- de la rutina en la que caen otros, eligiendo que uno quiere involucrarse más, del todo, que uno quiere que en su vida haya algo más que rutina y sinsabores, que uno quiere ser el creador de su propio Universo Personal, y que está dispuesto a colmarlo de magia, de emociones buenas, y de momentos de luz y amor. Parar el tiempo es el hecho de captar plena y totalmente los momentos para eternizarlos. En las cosas que se pretenden recordar para siempre son más importantes las emociones y sentimientos que tenemos asociados al hecho que el propio hecho en sí -del que se irán borrando poco a poco algunos detalles-, pero siempre permanecerá el sentimiento que nos disparará automáticamente una sonrisa o una tristeza. Por eso es tan importante dejar que las emociones y los sentimientos estén del todo presentes en los momentos, porque son ellos lo que van a darle vida emocional a esos presentes que se irán directamente al recuerdo, pero… si lo hacemos bien, ocuparán un lugar preferencial y para siempre. La intensidad y la grandeza de los hechos que vivimos son directamente proporcionales a la intención y el énfasis que apliquemos al vivir esos hechos. Sólo de nosotros depende que dejemos ir un momento vacío –y hay muchos momentos que son y tienen que irse así- o que lo llenemos de tantas cosas –preferiblemente buenas- que no quieran desaparecer de las memorias: ni de la memoria histórica ni de la sentimental. Todo lo anterior es el preámbulo para llegar a esta propuesta: ser conscientes. Propuesta que se puede ampliar añadiendo que darse cuenta es el primer paso, que sumirse plenamente en ello es primordial, que todo lo anteriormente expuesto depende exclusivamente de uno, y que cualquiera que quiera hacerlo –sea cual sea su situación personal- puede y debe hacerlo. ¿Lo vas a hacer tú? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  16. ¿QUIÉN TE HA NOMBRADO A TI JUEZ DE TODO? En mi opinión, muy a menudo –y en muchas ocasiones sin que nos lo pidan- nos auto-proclamamos jueces de todas las contiendas y personas, y emitimos nuestras opiniones desde un Trono de Sabiduría, a menudo pretendiendo imponer nuestros veredictos y soluciones por encima de todo y de todos, sin respetar al otro, avasallando su vida, creyéndonos en posesión de LA GRAN VERDAD y del CONOCIMIENTO INFINITO E INFALIBLE. Nos creemos Dios. Nos consideramos peritos en todo, árbitros infalibles, administradores de justicia y conocedores expertos del bien y del mal o de lo malo y lo bueno. Pretendemos desde nuestra insolencia acusar e imputar, enseñar y corregir, gobernar lo ajeno y hasta castigarlo si nuestro criterio lo ve conveniente. Parece que no somos conscientes –o que se nos olvida demasiadas veces- de que cada uno es dueño de su destino –y jamás tenemos que imponerle nuestro criterio-, y que su vida es su responsabilidad, y que en muchas ocasiones es mejor no ayudar a quien no pide ayuda, y que algunas personas necesitan hundirse para luego salir a flote –por sus propio medios con lo cual estarán aprendiendo a gobernar su vida-, y que no tenemos ningún derecho a increpar a los otros, ni a corregir cada uno de sus pensamientos o decisiones, ni a entrometernos en su vida como si fuese nuestra obligación y nuestro derecho. ¿QUIÉN NOS HA NOMBRADO JUECES DE TODO? ¿QUIÉN NOS HA NOMBRADO DIRECTORES GENERALES DEL MUNDO? ¿QUIÉN NOS HA NOMBRADO GUÍAS DE TODAS LAS VIDAS? ¿Con qué derecho pretendemos organizar a los otros, criticarlos, imponerles, dirigir sus vidas? Cuando decimos qué es lo mejor… ¿para quién es lo mejor?, ¿en qué nos basamos para decidir qué es lo mejor?, ¿nos ponemos en la piel del otro realmente?, ¿tenemos en cuenta sus circunstancias personales?, ¿lo entendemos perfectamente todo porque conocemos a fondo la naturaleza de lo que les pasa, el origen y sus motivos?, ¿quiénes somos nosotros para meternos en la vida de los otros?, ¿por qué valoramos o aprobamos o condenamos a los otros en función de que sigan o no NUESTROS criterios? Cada uno tiene que atender a su vida y no es necesario inmiscuirse en la de los otros… salvo que nos los pidan previamente. Y aún en ese caso… hay que tener muchísimo cuidado con no imponer, muchísimo cuidado con decir eso de “tienes que…”, “haz esto…”, “debes hacer…”. Sí es cierto que a veces podemos detectar una necesidad en alguien que no se atreve a pedir, y ahí sí puede ser necesario intervenir, pero… hay que saber cuándo es real esa necesidad y cuándo es nuestro ego el que quiere lucirse. Cada uno tiene que tomar sus propias decisiones. Por eso sugiero tener mucho cuidado cuando nos pidan consejo o ayuda y que lo que ofrezcamos no pase de ser solamente una opinión o un punto de vista, lo que uno cree, como uno lo ve. Siempre es mejor que sea el otro quien tome la decisión final libremente. Además, uno no tiene que auto-responsabilizarse de la vida y actos de los otros. Pretender salvar a los otros puede volverse contra nosotros en cualquier momento. Si les damos a los otros soluciones en vez de sugerencias no les estaremos ayudando a que aprendan y, además, si nos hacen caso y resulta no ser una buena solución la que les damos acabarán responsabilizándonos y culpabilizándonos a nosotros… No es tan sencillo todo este asunto. Tal vez conviene revisarlo de nuevo y con una mirada nueva. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  17. LA ACEPTACIÓN RESUELVE CASI TODO En mi opinión, en muchas ocasiones nos estancamos en una pataleta infantil del ego -del todo inútil- porque no queremos aceptar la realidad. Negar la realidad, que es un modo de autoengaño, no sólo es inútil, sino que es contraproducente. Y el dolor y el sufrimiento que eso provoca son el fruto de la no aceptación de la realidad. Si una persona pierde a un ser querido se manifiestan en ella toda una serie de emociones y sentimientos –afección, desolación, disgusto, abatimiento, tristeza, nostalgia, etc.-, que son humanos y naturales, pero la permanencia del dolor o el sufrimiento son producto de una persistencia en no querer aceptar lo que ha sucedido que, aunque indeseado, es real. Ya sé que cuando los sentimientos están por medio desbaratan todas las teorías -porque se niegan a tratar con lógica racional y fría una cuestión que se ha convertido en asunto del corazón-, pero es conveniente ir metiendo en el caos sentimental algunas razones que vayan mitigando, aunque sea poco a poco, el dolor y el sufrimiento que sólo nos van a llevar a un estado emocional quebradizo y desacertado del que seremos los más directos sufrientes. Sí, ya sé que cuando los sentimientos se meten por medio desbaratan todas las teorías, pero esa idea de que si no se llora mucho, y si no se alargan la aflicción y el lamento, es que se quiere menos a la persona que falta, no está acertada del todo. Es mejor que el recuerdo de quien ya no está nos deje la sensación del amor que nos unió, el cariño que sentimos, lo bueno que fue mientras duró, y el amor que provoca cuando se le recuerda, que estancarnos en la desdicha de su ausencia. Su fuésemos capaces de aceptar con naturalidad cualquier situación, sobre todo las menos agradables, nuestro estado de ánimo y emocional estarían más equilibrados, más en paz y justicia. Y no me refiero a una rendición incondicional ante las cosas indeseadas que suceden, ni a una sumisión a los hechos que no permita ni siquiera la expresión del sentimiento humano que despiertan. Fallece un ser querido… ¡y qué se le va a hacer! Y que no se interprete esto como el pensamiento de una persona desnaturalizada y sin sentimientos. Se ha de hacer el duelo de su ausencia, pero ese duelo, tras los pasos habituales que hay que realizar, nos ha de llevar a la aceptación de su ausencia, como algo natural, como algo irreparable y como algo cierto. Fallece un ser querido… ¡y yo también voy a fallecer! y el mundo seguirá exactamente igual sin mí, y otras personas seguirán cantando a pesar de mi ausencia, y otros se casarán o se irán de viaje aunque yo no esté, y otros ni siquiera sabrán quién fui yo ni les importaré. Y a quien no entienda esto bien, le recomiendo un paseo por un cementerio. Me despiden del trabajo… ¡y qué se le va a hacer! pues pasar por todos los estados de rabia, o ira, o indignación, o lo que sea que provoque –y no evitar todo ello, sino pasar todo el proceso de cualquier duelo-, pero no estancarse en ese estado, sino pasar a la mayor brevedad posible al paso positivo que es serenarse para comenzar a buscar el siguiente trabajo, preferiblemente con el convencimiento de que va a ser mejor que el anterior. No me ama la persona que me gustaría que me amara… ¡y qué se le va a hacer! pues lo mismo que ya se ha descrito anteriormente para llegar lo antes posible a la conclusión de que no se le puede imponer a alguien que nos ame, y que en el mundo hay muchas personas que nos pueden amar y a las que podríamos amar con toda la intensidad que sabemos hacerlo, así que hay que plantarse una sonrisa de fe y esperanza –los tristes y amargados no despiertan pasiones en los otros…- y ponerse a la búsqueda de esa persona. No soy tan alto como quisiera –esto no tiene remedio-; tengo unos kilos de más –a esto sí se le puede busca solución-; no me gusta mi carácter –esto también tiene arreglo-; no me van bien las cosas –se puede hacer algo por cambiarlo-; etc. Aceptación no quiere decir rendición ni sumisión. Quiere decir que se comprende y se admite que eso es lo que hay en este momento y no se niega ni se elude. Eso sí, tras la aceptación, ha de aparecer la opción de modificar las cosas, de mejorarlas, o de intentar verlas con otros ojos u otra perspectiva. Y, sin duda, la opción de quitar cualquier adjetivo calificativo negativo y dejarlo en el hecho sin más. Como todo lo escrito son generalidades, sería interesante que revisaras en ti cómo te afectan las cosas que no aceptas, que vieras si es agradable persistir en esa actitud si es de algún modo dañina, si crees que sería mejor que actuaras de otra forma, y que valorases la posibilidad de aceptar las cosas sin más –y que no te duelan- o la de de esforzarte en cambiarlas, si ello es posible o aunque sea un poquito imposible. A partir de ahora ya es un asunto tuyo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. 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  18. EL AUTO-RESPETO En mi opinión, cualquier persona tiene derecho a merecer respeto y ser respetado, incluso a exigir ese respeto, pero… con la condición de que él mismo dé ejemplo siendo el primero en respetarse. Si escribo lo anterior es porque hay muchas personas con un letrero en la frente que dice “respétame tú, por favor, porque yo no me respeto”. Así de lamentable. Así de trágico. Es difícil que haya auto-respeto si no hay autoestima. No son la misma cosa, pero están directamente ligadas. Así que es conveniente ir trabajando en ambas cosas para mejorarlas, porque de ambas depende directamente cómo es y será la relación de uno consigo mismo. No puede haber una buena relación consigo mismo si no hay respeto, si no hay Amor Propio, si no hay comprensión ni colaboración; si no se tienen unos abrazos preparados que le rescaten a uno de los peores momentos, si no hay predisposición al acogimiento sin juicio ni castigo cuando es necesario. El respeto a todo y a todos debe comenzar por el propio respeto. Hay cosas que uno tiene que hacer por sí mismo, por la relación que mantiene consigo, por el bienestar y la concordia; por ejemplo, atender y satisfacer las necesidades personales, respetar la escala de valores que uno ha ido creando, los principios, lo que es importante y primordial, y todas aquellas cosas en las que uno tiene que ser irreductible y a las que no ha de renunciar bajo ningún concepto. Por ejemplo, expresar los sentimientos y emociones, con cuidado pero sin represión, evitando hacerse daño con ello y evitando cargarse de culpabilidades ajenas o innecesarias. Valorar las propias virtudes y cualidades, las cosas que uno hace bien. Sentirse orgulloso de ser quien se es, a pesar de los desaciertos, los defectos, las equivocaciones, los tropezones en la misma piedra… a pesar de eso, es imprescindible que la primera respuesta ante esos hechos sea una sonrisa de acogida, que uno tenga claro que se va a seguir queriendo siempre, pase lo que pase, y que su propio regazo está siempre abierto y cálido para acogerse tras cada tropezón. Porque tropezones los seguirá habiendo siempre. Vivir en armonía, con uno mismo y con los otros, es una manifestación evidente de un correcto auto-respeto. No respetarse es anteponer las necesidades e intereses de los otros a los propios de un modo indiscriminado, atendiendo a ellos del todo y desatendiéndose a sí mismo. Mirar por uno mismo no es egoísmo, es justicia. No respetarse es no poner límites y permitir que abusen. Y uno mismo, si está atento y es objetivo, se da cuenta de cuándo el otro le necesita realmente –y entonces hay que estar con él, sin dudarlo- y cuando el otro está abusando y mirando exclusivamente sus intereses sin respetar los nuestros. No respetarse es dejar de lado nuestros principios y valores. Desatenderlos. Es tratarse como si uno fuese su más encarnizado enemigo, descalificándose y llenándose de pensamientos negativos. Infravalorándose, despreciándose, no honrándose, incluso odiándose. La auto-crítica sin amor es destructiva. No respetarse es no ser uno mismo. Ser el personaje que los demás desean para su satisfacción. Es renunciar al derecho a ser uno mismo. Es no ser auténtico. Ser excesivamente complaciente, incluso hasta la humillación y la renuncia. Y no es necesario llegar a tanto para complacer a los otros. El auto-respeto es un asunto demasiado importante como para no dedicarle la atención que se merece. Una convivencia diaria con uno mismo en la que esto no se cuide está condenada a ser desagradable, o triste, o muy dolorosa. Lo bueno del auto-respeto es que sólo depende de uno mismo. De ti mismo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  19. LA AUTO-PENA NO SIRVE PARA NADA BUENO En mi opinión, demasiadas personas se estancan en un sentimiento de auto-pena cuando descubren algo de sí mismos que no les gusta, o cuando les pasa algo desagradable que debería quedarse exclusivamente en el apartado de “experiencias que no resultaron como se deseaba” y se archiva –con toda la desdicha que eso conlleva- en el apartado de “grandes tragedias”. Es nuestra RESPONSABILIDAD (¡cuánto me gusta el significado de esta palabra y cuánto interés tengo en que la gente sea consciente de lo que implica!) evitarnos todos los sufrimientos innecesarios, y des-dramatizar lo desagradable que nos pasa, y restarle importancia a lo incómodo y ponernos una sonrisa comprensiva en vez de una mueca amarga. O sea, evitarnos el daño y el dolor innecesarios. Es inútil y contraproducente instalarnos en un estado de auto-pena que lo único que va a conseguir es afectar a nuestra autoestima –que acabará convenciéndose de que somos torpes, malos, desgraciados, etc.-, y plantarnos ante los ojos un presente triste, una vida mediocre o mala, un futuro desesperanzado, y, algo que también es grave, quitándonos la vitalidad y la objetividad imprescindibles para revisar con ecuanimidad qué ha pasado, cuánto de culpabilidad -o no- nuestra hay en el hecho, o por qué nos hacemos cargo de un problema que no es nuestro, o por qué volvemos a comportarnos como un niño triste y desamparado. Nos anula la objetividad. Hay personas a las que les gusta sentirse de ese modo. Me parece que no es adecuado, pero… cada uno es libre de hacer lo que quiera. La recomendación apropiada para estos casos es no estancarse en ese estado y no aprovechar el momento para recordar más cosas desagradables para reprochárselas también, con lo cual se estaría hundiendo aún más. Si alguien quiere una ración de auto-pena, que sea pequeña. Inmediatamente hay que tratar de comprender, de ver con objetividad, de buscar la salida, y de ponerse en marcha y preferiblemente con el ánimo intacto. La auto-pena surge ante situaciones que son o aparentan ser adversas y uno se siente incapaz de afrontarlas o no ve salida o solución por ninguna parte. Lo grave es que al caer uno en ese estado lo que hace es acrecentarlo aún más y hace lo contrario de lo que es conveniente hacer. Con la auto-pena uno trata de consolarse, pero… poco y mal consuelo puede darse un desconsolado. Una vez pasado el estupor desagradable inicial ante cualquier infortunio es provechoso ponerse en marcha inmediatamente. Tener una conversación seria consigo mismo para convencer a quienes dentro de uno no estén de acuerdo, y para que todas las energías propias y la voluntad se pongan en marcha y en la misma dirección. La vida sigue. Uno tiene que seguir a pesar de los contratiempos y de lo indeseado que ocurra, porque la vida obliga a seguir adelante. Y es mejor hacerlo del mejor modo, con la mejor voluntad, con el mejor ánimo. Hay que sobreponerse a lo que no nos gusta porque estancarse en ello nos impide estar bien y avanzar, porque regodearse en la pena es inútil y desacertado, y porque uno tiene que comprender y aceptar que no es perfecto, que no es infalible, y que no va a serlo nunca, y además hay que hacerlo sin frustración sino como que es una regla de juego que hay que acatar. Todo pasa y lo único que permanece es uno mismo. Ahora revisa este asunto para decidir qué vas a hacer la próxima vez que tengas una auto-propuesta de quedarte en la auto-pena. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  20. UNO NO ES QUIEN DICE SER, SINO QUIEN DEMUESTRA SER En mi opinión, generalmente hay una notable diferencia entre quien uno cree ser y quien realmente es, así como también la hay entre lo que uno dice que hace y lo que realmente hace –porque no siempre coincide-. Es fácil eso de “venderse” como alguien especial, y tasarse por encima del verdadero valor –excepto los que tienen una autoestima baja o inexistente -, y es cierto que la mayoría de las personas nos sobrevaloramos y tenemos un auto-concepto bastante idealizado, porque eso nos interesa y porque no es agradable reconocer los defectos y la cara que ocultamos. Pretendemos seducir a los otros- y a nosotros mismos- enseñando sólo la cara bonita. Pero… uno no es quien dice ser, sino quien demuestra ser. “Por sus obras los conoceréis”, dice la Biblia. Y es cierto. Hay quienes pertenecen al grupo de “mucho ruido y pocas nueces”, y toda la fuerza se les va por la boca, no ponen en marcha ninguno de los proyectos que prometen… porque mueren en ese mismo instante. Hay otros cuya labor es callada, tapada, pero sus resultados son claramente visibles y evidentes. Son personas que pasan desapercibidas hasta que uno presta atención y se da cuenta de que brillan en su silencio, que no van haciendo una exhibición por donde pasan, pero dejan un poso de paz. Su presencia es un ejemplo, su discreción es su seña de identidad. Están siempre disponibles cuando se les necesita. También los hay que son la alegría viva -escandalosos pero queridos- y que van exhibiendo siempre una sonrisa y contagiando su vitalidad, su optimismo, que son nuestra admiración y también nutritiva envidia. Y, además, estamos nosotros, que recorremos todos los estados y reunimos todas las contradicciones. “Vivir es conciliar nuestras contradicciones”. Así que es habitual –más que normal- que nos conozcamos en todos los extremos posibles, que nos movamos por la euforia unas veces y otras nos cueste sujetar las lágrimas, o que las dejamos escurrirse y explayarse porque no sabemos cómo amarrarlas, o bien es que nuestra humanidad nos da permiso para sentirnos mal a veces, entusiasmados otras, perdidos a menudo. Uno también es débil, sensible, valiente, sincero, cariñoso, dubitativo, una montaña rusa y un mar en calma. Y uno recorre todos esos estados y los muestra si realmente se atreve a ser como es. La sinceridad es imprescindible al mostrarse. Y no es malo mostrarse con naturalidad y con la verdad. Por encima de todos esos estados pasajeros se mantiene intacto el que realmente uno es. El que es amable y buena persona, el que no es capaz de hacer daño intencionadamente, el que se interesa por el bienestar de los otros, el que ama. No es necesario ni conveniente vender una imagen falsa, una imagen que después va a demostrar que es solo fachada y nada cierta y nos va a hacer quedar peor que muy mal. Es mejor la naturalidad, la sinceridad, mostrar siempre lo poco o mucho que uno es, quién es de verdad, y eso es más cómodo que inventarse una irrealidad y vivir en una propia mentira. Ser uno mismo da mucha tranquilidad y bienestar, por la sinceridad, por el reconocimiento que hay de la situación personal actual que, por supuesto, siempre se podrá mejorar cuando se considere necesario. Todo se demuestra con hechos. Muestra y demuestra quién eres. No digas quién eres: sé. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  21. LO QUE REALMENTE ES IMPORTANTE EN MI VIDA En mi opinión, cada persona tiene que decidir las cosas que son importantes para su vida, tiene que darle sentido a su vida, tiene que diseñar su propia escala de valores y tiene que diseñar su Plan de Vida. Son tareas personales que no se deben delegar en otras personas, ni en el destino, ni en el azar. Son demasiado importantes como para no dedicarles la atención que merecen. Cada uno tiene que hacer ese trabajo, que es un trabajo de introspección, de descubrimiento, y de Amor Propio. Uno tiene que estar atento a sí mismo, observándose, comprobando qué cosas quiere y qué cosas no quiere, y tiene que hacerse preguntas y dejar que se muevan por el interior y busquen sus respuestas en los sueños, los deseos, los gustos, la moral, la conciencia, la dignidad, pero teniendo en cuenta las posibilidades y las imposibilidades propias. Una idea para hacer esta tarea es escribir en un folio LO QUE SÍ y en otro LO QUE NO, y escribir lo que se vaya descubriendo, desarrollar los pensamientos que surjan, o hacer cualquier tipo de anotación a medida que se descubran las cosas, a lo largo de los días que esa tarea requiera, y luego poner orden en todo lo escrito. Y a partir de esa información tan personal que se tiene –y que sigue abierta para añadir más cuando haya más- uno puede crear su ESCALA DE VALORES y dejar claro aquello en lo que uno quiere ser IRREDUCTIBLE porque es algo INNEGOCIABLE –o sólo ligeramente negociable-, porque que conlleva lo esencial para uno, LO MÁS IMPORTANTE, porque uno es consciente de que si renuncia a ello, o si no lo incorpora, no estará siendo él mismo. Y es posible que esto sea lo que más hay que cuidar y respetar. En esa escala hay cosas que son IMPORTANTES, y tienen que mantenerse, y otras a las que uno le da importancia y con ello les confiere valor, y hay que tener mucho cuidado con estas últimas y no dejarse engañar por ellas. Y no hay que dejarse manipular por otros que digan “eso es una tontería”, “ser así no te sirve para nada”, porque esta escala es personal y no adecuada al gusto y los intereses de los otros. Uno tiene que poner todo su empeño en respetarla y en que los otros la respeten. Uno tiene que darle SENTIDO A SU VIDA. Es necesario. La vida, por sí misma, parece que el único sentido que tiene es la supervivencia, y es uno mismo quien tiene que personalizarla según su deseo, y no ha de conformarse con el sentido que les es útil a los otros ni tampoco con los gustos y deseos ajenos. Esto requiere decisiones propias para adecuar la vida al proyecto de vida que tenga cada uno. Tampoco se debe dejar olvidado, sino que hay que hacerlo, y mientras antes se haga será mejor para evitar la desolación y frustración a las que uno llega cuando es ya mayor –a veces demasiado tarde- y comprueba con dolor que su vida fue un sinsentido. Uno tiene que decidir qué es IMPORTANTE para sí mismo, y tiene que vigilar –y mucho- qué es aquello a lo cual, consciente o inconscientemente, le da importancia que realmente no tiene. Y es peor aún si le da una excesiva importancia hasta el punto de preocuparse o sufrir por algo prescindible. Uno tiene que diseñar su propio PLAN DE VIDA, por el que quiere caminar y regirse, porque es el que le va a llevar por un presente satisfactorio y hacia un futuro en el que sienta la plenitud de haber vivido de acuerdo con sus voluntades. Quien no esté capacitado para realizar estas tareas que busque información, que pregunte, que se esfuerce, porque no vale como excusa un “no sé hacerlo” ni vale quedarse estancado esperando un milagro. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  22. A VECES, ES NECESARIO OBLIGARSE En mi opinión, en esos momentos en los que uno se siente desganado, sin ánimo ni fuerza para hacer algo placentero, o para hacer lo que tiene que hacer, es cuando debe tomar cartas en el asunto y resolver lo que le está pasando. Si es una situación ocasional, y además hay alguna razón lógica para encontrase así, no es necesario darle importancia. Lo adecuado es reconocerlo, aceptarlo, y entonces darse permiso para “no hacer”, y de ese modo uno estará haciendo lo que ha decidido y quiere, o sea… hacer nada pero sin cargo de conciencia. Si la apatía persiste, si la desgana se repite continuamente… es el momento de afrontarlo seriamente. Entonces es cuando hay que ocuparse. Y ver qué se esconde detrás de ese estado. Vigilar, sobre todo, que no sea el principio de una depresión, aunque no siempre es así. Pero si se detecta con claridad, o hay muy fundadas sospechas, lo mejor es buscar rápidamente un profesional que ayude a resolverlo. Hay que observarse. ¿Por qué uno se encuentra en ese estado?, ¿qué está queriendo decir el cuerpo?, ¿por qué se niega a seguir “como siempre”?, ¿hay que cambiar algo en ese “como siempre” que nosotros no vemos –o no queremos ver- pero la sabiduría del cuerpo sí reconoce? Es complicado escapar a la influencia de una depresión –pero no imposible-, y es difícil eludir la desgana, pero a pesar de eso, a pesar de que uno parece no controlar la voluntad y estar en las manos ajenas de “lo que sea”, es el momento en que uno más se necesita a sí mismo, y es cuando uno tiene que estar más conscientemente atento, imponiéndose y tomando el mando de una vida que claramente prefiere la deriva. Es cuando uno TIENE QUE OBLIGARSE. Y no es sólo una de las opciones: es la mejor opción o es la única opción. La inactividad de no hacer –si no es lo que uno ha elegido libremente- lleva hacia un tipo de pensamientos lúgubres y negativos que no son ciertos. Todo se empieza a teñir de un negro muy oscuro. Las cosas buenas, incluso la objetividad, se ven reemplazadas por un pensamiento funesto. La desgana produce más desgana. La desesperanza huye a la vista del panorama sombrío que se avecina. La auto-culpabilidad o la sensación de sentirse el blanco de todas las desgracias pretenden imponerse por la fuerza con sus argumentos. La autoestima recibe un duro golpe del que le costará mucho recuperarse si es que se recupera. Todo es sombrío. Entonces es cuando uno se tiene que imponer a su desánimo y a su mente y a cualquier cosa que se oponga a la voluntad de poder decidir libremente. Entonces es cuando uno tiene que poner un poco de cordura en su vida y hacer con su vida lo que sabe que tiene que hacer. Aun sin ganas, hay que hacerlo, y no hay que esperar hasta que aparezcan si quieren y cuando quieran. No hay que olvidar que uno es el responsable de su vida en todo momento. Más aún en esos momentos. Soy muy partidario de OBLIGARSE. En mi caso, siempre compruebo al final que me alegro mucho de haberme OBLIGADO. Me cuesta empezar con esa obligación, pero al poco empiezo a animarme, le empiezo a encontrar la gracia, los resultados que voy viendo me fortalecen, una sensación de satisfacción conmigo mismo hace acto de presencia, mi autoestima me guiña un ojo… y me quedo muy a gusto. Te lo recomiendo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  23. NO ES LO MISMO MI VIDA QUE LAS CIRCUNSTANCIAS DE MI VIDA En mi opinión, cometemos un error de peso cuando queremos creer que ambas cosas son lo mismo y que la diferencia es sólo un juego de palabras. “¿Qué es la vida sino la suma de las circunstancias?”, puede pensar uno. Las circunstancias son lo que acontece en la vida. Es algo ajeno a “la vida” y es algo externo, eventual o un poco duradero, pero es “lo que pasa” en la vida. La vida es el soporte de todo lo que nos pasa, pero lo que nos pasa es ajeno al que somos, aunque lo ajeno afecta de algún modo a nuestra vida. Y, además, ya es sabido que lo importante no es lo que pasa en la vida sino lo que uno decide hacer con eso que pasa. Uno lo puede aceptar y asumir, quedándose tranquilo, o puede obstinarse en pelear contra ello y sufrir innecesariamente. Yo lo entiendo así: por una parte está LA VIDA, por otra parte estoy yo –o sea, la noción que tengo de “yo”- y en eso incluyo también “MI VIDA”, y por otra parte está LO QUE ACONTECE EN MI VIDA –que de algún modo me afecta o me puede afectar a mí-. Yo lo veo como tres cosas distintas. LA VIDA es una acción global –de todo el mundo y para todo el mundo- que cada uno vive desde su individualidad aportando algo. Después, está MI VIDA, y eso es la personalización de lo que ha hecho la Creación por y para todos. Es MI parcela dentro de LA VIDA. Es la parte que me corresponde y que, por supuesto, no se limita a mi presencia física, a la respiración, a las actividades laborales, a lo cotidiano, sino que conlleva una parte más espiritual y una parte de responsabilidad en cuanto a la colaboración que todos tenemos que hacer por el bien del resto de la Humanidad y a favor también de la Tierra como lugar en el que nos desarrollamos. Por otra parte están LAS CIRCUNSTANCIAS QUE ACONTECEN EN MI VIDA, lo que le pasa a mi cuerpo externo y las vivencias y experiencias personales, lo que me viene a través de los otros y lo exterior, pero esto se refiere a momentos puntuales que suceden al margen de mí, aunque me afecten, y que me afectarán lo que yo permita: mucho, poco o nada. LA VIDA es casi infinita. MI VIDA se mantiene desde el primero hasta el último día de mi existencia. Conviene que MI VIDA quede inmaculada, inafectada, al margen de lo que viva y lo que le pase al personaje que estoy representando. Son dos cosas distintas: el YO INTERNO y el YO EXTERNO. Ambos ocupan el mismo cuerpo, uno de una forma mental o espiritual y el otro de forma física. El externo es el que debe soportar todos los altibajos, los conflictos, los enfrentamientos, mientras que el interno debe llevar una vida paralela pero distinta. Y a ese es al que debemos preservar dejándole al margen de todos los conflictos y complicaciones. Lo suyo es otra cosa. Lo suyo es el Mejoramiento Personal, la atención a las cosas trascendentales, la observación y vigilancia del externo para que no le afecte y le haga alejarse mucho del auténtico camino. El externo padece las zancadillas y las volteretas, siente que la vida juega con él sin respetarle, que no siempre colabora a favor; toma decisiones y padece sus efectos, afronta las circunstancias y los sucesos, y nos es necesario para movernos por LA VIDA. Pero no hay que olvidar que uno realmente es el interno, el que es capaz de darse cuenta de todo lo que le pasa al externo. El que reflexiona. El que se puede mantener ecuánime a pesar de todo lo que le pase al otro. Así que… está LA VIDA, que sería el conjunto globalizado que incluye el mundo y lo que acontece en el mundo. Está MI VIDA, que es mi parte de ese gran pastel y es donde está el auténtico yo que soy. Y están LAS CIRCUNSTANCIAS DE MI VIDA, que son pasajeras, que son un campo de experimentación y aprendizaje, que no siempre dependen de mí, que hay que afrontar y resolver… procurando que no lleguen hasta adentro y que no afecten al Uno Mismo que realmente somos. Aprendamos para que cuando pase algo desagradable le pase al yo externo y no afecte al interno, para que las preocupaciones las viva el personaje y no el ser interno, para que podamos dejar las circunstancias aparcadas fuera de nosotros, nos podamos recoger y desarrollarnos en el interior, mientras que LAS CIRCUNSTANCIAS QUE PASAN se queden fuera porque no forman parte de nosotros. Es un asunto que conviene comprender bien para evitar mucho sufrimiento perjudicial e innecesario. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  24. CONVIENE DIFERENCIAR ENTRE EL QUE SOY Y EL QUE ESTOY SIENDO En mi opinión, conviene diferenciar claramente entre “lo que estoy siendo” -que se refiere a cómo me estoy mostrando en este momento actual y puntual de la vida, y que es algo que en cualquier momento puede cambiar-, de “lo que soy” -que es algo permanente, que se refiere a la esencia y a quien uno es en realidad-. Uno muestra habitualmente a “quien está siendo”, o bien está metido en uno cualquiera de los múltiples personajes que suele representar, y de ese modo puede acabar creyendo que es quien realmente no es. La tarea, lógicamente, es “ser el que realmente soy” siempre, pero… a ese que soy, en muchos casos le prohibieron que se manifestara con espontaneidad –así lo han hecho algunos durante el tiempo de la educación, o los jefes, o la autoridad, o las necesidades, etc.-, así que se fue retrayendo, dejó de manifestarse por conveniencia y para poder sobrevivir, y lo hizo de tal modo y con tanta veracidad que se olvidó de él mismo y siguió viviendo como “el que estoy siendo”. Generalmente uno no es “él mismo”, sino que es el personaje que ha ido construyendo con la información que otros le han dado acerca de sí mismo –el Yo Idea- o es el personaje que tuvo que crear como pudo para superar los acontecimientos de su infancia. Y, generalmente y salvo que uno se meta de lleno en un proceso de autoconocimiento, uno sigue el resto de su tiempo viviendo una vida sin plenitud, siendo alguien que no es. El personaje es útil en muchas ocasiones, ayuda a soportar algunas circunstancias, es válido para relacionarse con otros y con el entorno, pero… siempre hay que tener claro que es un actor provisional para ese momento y que debajo de lo que aparenta en ese momento está quien realmente es Uno Mismo. Ese Uno Mismo al que hay que conocer y amar. El que soy es la verdad, aunque no lo esté manifestando. Es ese que intuimos o que sabemos, pero que no resulta fácilmente accesible porque es tan desconocido, y está tan lejos de lo cotidiano, que uno necesita todo un proceso de introspección y autoconocimiento para poder acceder a él. Para poder acercarse a sí mismo. Para poder hacerlo es necesario deshacerse de todo ruido externo, de toda distracción, de toda apariencia. Es necesario quedarse vacío de lo que uno está siendo para que aparezca quien uno es. Sólo puedo contactar conmigo mirando hacia dentro, llevando la atención mental y la capacidad de sentir y sentirme hacia el interior. Dejando de mirar cualquier referencia con la que ahora me reconozco. Separándome del personaje. Es necesario deshacerse de cualquier personificación con la que nos presentamos habitualmente y nos identificamos. No soy el hijo de, no soy tal profesional, no soy el nombre y los apellidos, ni siquiera soy el que veo en el espejo. Soy ese sentimiento indescriptible que aprecio dentro de mí, cierto pero sin forma, que parece que no cabe en ninguna definición, que me llama sin voz, me reclama cuando nota que no le doy atención, el que busco cuando me busco. Sólo tengo que cerrar los párpados, aislarme, relajarme, y aparezco. Si uno se queda en esa actitud, quieto, sólo expectante pero sin ansiedad, con el tiempo comienza a manifestarse el que realmente es. Comienzan a notarse emociones benevolentes, el contento de algo que estaba esperando este contacto como el náufrago que se alegra de que -por fin- vengan a rescatarle. Así comienza el contacto. Hay que persistir porque no es fácil y porque la mente va a insistir en estar presente en ese encuentro de uno mismo –el ser externo- con el Uno Mismo –el ser interno y su espiritualidad-. Sin expectativas, sin prejuicios, sin prisa ni plazos, sin otro objetivo más que el de consolidar esa relación, así es como se ha de proceder. Escuchando esas voces internas es como uno rescata al que realmente es. Al que estoy siendo le veo a menudo y, si no me doy cuenta, creo que soy yo. El que soy… sigue pendiente del descubrimiento inicial y de la intimación posterior y continuada. Nos llama. Y nuestra misión es la reconciliación. Encontrarse o reencontrarse con el que realmente uno es. Permitirse ser de verdad, a pesar de todo y de todos. Y alcanzar ese estado interno y externo en el que uno, sin necesidad de ponerle palabras, es capaz de sentir paz, de sentirse a gusto y satisfecho de sí mismo, de decir “EN ESTE MOMENTO SÍ SOY YO, Y ESTOY PLENAMENTE EN EL AQUÍ Y AHORA” desde el corazón más orgulloso y pleno. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  25. ¿ESTÁS HACIENDO LO QUE REALMENTE QUIERES HACER? (¿O te conformas con lo que haces?) “Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere. Aquí lloramos todos, gritamos, berreamos, moqueamos, chillamos, maldecimos, porque es mejor llorar que traicionar, porque es mejor llorar que traicionarse”. (Mario Benedetti) En mi opinión, se nos olvida a menudo que en muchas ocasiones disponemos de la opción de hacer lo que realmente queremos en vez de conformarnos con lo que hacemos habitualmente de un modo inconsciente y, a veces, hasta indeseado. Ya sé que uno no siempre puede hacer lo que realmente quiere –las circunstancias inevitables mandan en algunas ocasiones-, pero sí se puede hacer en muchísimas ocasiones, solamente que… no nos paramos a hacernos una de las preguntas más trascendentales: ¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE QUIERO? Para hacer algo no basta con darse cuenta de ese algo y querer hacerlo, sino que también se necesita que exista la posibilidad real de poder hacerlo, el convencimiento y la decisión, la voluntad y la fortaleza o perseverancia, creer firmemente que uno tiene derecho a hacerlo, estar convencido de que es lícito y ser consciente de que posiblemente alguien se oponga o que puede llegar a perjudicar ligeramente a otro; es necesaria la fe, que exista la ocasión de poder hacerlo–y si no es así, hay que crearla-, disponer de amor o autoestima suficiente para enfrentarse a las adversidades o inconvenientes, y cualquier otro elemento que nos ayude en esa tarea. Pero lo primero, lo primordial, es tener clara la idea de lo que se quiere. Saberlo. Y saberlo claramente. ¿Qué es lo que REALMENTE QUIERO AHORA? (Y añado lo de “AHORA” porque esta no es una pregunta con una sola y definitiva respuesta, ya que seguramente se querrán muchas cosas y distintas, y, además, al matizar lo de “AHORA” se deja la opción de que se quiera otra cosa en otro momento). No siempre es posible tomar una decisión en la que uno mire por sus intereses y al mismo tiempo satisfaga a todos los otros, porque es casi seguro que esos otros, mirando egoístamente sólo por sus intereses y no por los de quien tiene que tomar la decisión, no estén de acuerdo. Por ejemplo, si yo soy una persona que siempre concede a los otros todo aquello que me piden, y un día decido que no debo hacer algo que me solicitan porque me perjudica, o porque quiero dejar el servilismo con los otros, ellos no van a estar de acuerdo con mi decisión -¡por supuesto!-, pero yo, mirando por mis intereses o mi bienestar, tendré que oponerme a lo que me piden y esperan de mí, aunque con ello esté “perjudicando” aparentemente los intereses de los otros. Esto es del todo lícito. Es conveniente ir desapegándose de esa creencia en que es imprescindible el cumplimiento de la llamada “Caridad Cristiana. Existe una frase que dice: “La caridad empieza por uno mismo”, y otra: “Amarás al prójimo COMO A TI MISMO”, o sea, que no dice “amarás al prójimo MÁS que a ti mismo”, ni “amarás al prójimo aunque con ello te perjudiques tú”. Amar al prójimo no es el servilismo a los intereses de los otros en detrimento de los propios. Eso es “ser un sirviente del prójimo” Amar al prójimo no es renunciar continuamente a ser Uno Mismo. Amar al prójimo no es mortificación continua, renuncia constante, ni perder siempre. Porque si el otro amara a su prójimo, que en este caso soy yo, o eres tú, miraría por mis intereses antes que por los suyos y por lo tanto no me exigiría. Si ambos amamos al prójimo –y yo soy el prójimo del otro- que me ame y me libere de la carga de tener que satisfacer sus deseos o caprichos. Y así como en este ejemplo, conviene también revisarse en todos los otros aspectos de la vida. ¿Estoy con la persona que quiero estar? ¿Mi relación con los otros es como yo quiero? ¿Me doy caprichos? ¿Pienso en mí y en mis necesidades? ¿Pido lo que necesito? ¿Estudio, leo, escribo, pinto, o hago lo que realmente quiero? ¿Cumplo mis ilusiones? ¿Me concedo tiempo para hacer lo que quiero hacer? ¿Me pongo impedimentos para todo, pospongo hacer lo que me gusta? ¿Me pregunto alguna vez qué es realmente quiero?, y, sobre todo, ¿Si me hago la pregunta busco sus respuestas correspondientes? Uno tiene que hacerse preguntas de este estilo, casi interrogatorios, ponerse contra la pared y no permitirse escapar hasta haber manifestado lo que realmente quiere. Y uno tiene que sentarse después consigo mismo, tranquilamente, en un acto de amor, y llegar al acuerdo y compromiso de ir evitando hacer esas cosas que dejan mala sensación, y empezar a reclamar y exigir respeto y colaboración para poder hacer LO QUE REALMENTE QUIERE HACER. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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