Jump to content

buscandome

Warianos
  • Posts

    1,697
  • Joined

  • Last visited

  • Days Won

    23

Everything posted by buscandome

  1. ACEPTACIÓN, SÍ. RESIGNACIÓN, NO. En mi opinión, a lo largo de la vida nos pasan y pasarán muchas cosas por las que sentimos un claro rechazo, que no nos gustan nada, que no queremos tener que afrontar ni soportar, que nos ponen de muy mal humor, pero que a pesar de nuestra oposición y desagrado, no tenemos más remedio que aceptar. Ante estas situaciones, podemos elegir entre la opción de enfadarnos, apalancarnos en una pataleta infantil en la que no se atiende a razones, enojarse con el mundo o con la vida, sentirse desdichado y favorito de todas las desgracias y los demonios, estancarse en el sufrimiento y no querer salir de él, o… tenemos la otra opción, que es la de comprender qué ha pasado, por qué o para qué ha pasado, qué utilidad nos puede aportar, si podemos o no hacer algo para resolverlo, o sea…actuar como adultos ante unos hechos consumados que ya no se pueden volver hacia atrás para deshacerlos. Y esta segunda es, por supuesto, la adecuada. La que puede aportar. La que nos puede llevar de la mano tranquilizadora al siguiente paso que es… aceptar lo que ha sucedido. Aceptar, por supuesto, no quiere decir que guste, que a uno le parezca bien, que se esté de acuerdo. Sólo quiere decir que uno ha sido capaz de ver más allá de lo que la rabia inicial permite ver. Que uno ha tratado de encontrarle una explicación, una razón, o por lo menos de entenderlo. Si no hay comprensión no hay aceptación, o sea que la aceptación requiere que haya una comprensión del hecho. Y ese “comprender” se refiere a reconocer y entender –o, por lo menos, vislumbrar- los procesos o motivaciones que han llevado a que suceda lo que ha sucedido. Comprender es entender sin oposición y sin discusión que las cosas son como son y no son siempre como uno quisiera que fueran, y entender que todas las cosas no dependen de uno mismo ni uno puede pretender controlarlas todas. Y es a partir de ese paso cuando se puede dar la aceptación. Aceptar es lo único que puede llevar a la eliminación del sufrimiento, porque lo que hace sufrir es todo lo que no se acepta. Cuando se acepta, porque se reconoce, el sufrimiento no encuentra motivo para seguir estando. En la resignación hay una conformidad a desgana, aparente, porque por dentro sigue la guerra contra eso indeseado. La frustración sigue viva y la rabia latente y sólo más o menos disimulada. Uno se siente vencido injustamente, maltratado por lo que ha sucedido, víctima, mártir. Aunque disimule y aparente, en realidad está deseando una iracunda venganza para resarcirse. Y t deja un malestar continuo, así que es mejor afrontar lo que sea, comprenderlo, aceptarlo, y de ese modo se diluirá sin dejar sufrimiento. Seguir en la resignación condena a estar irritable y tenso y de ese modo uno se convierte en víctima de su propia obstinación en no aceptar la realidad. Cuando uno “acepte algo” estará bien que se dé cuenta de si realmente acepta o simplemente se resigna. No es lo mismo. Aceptar conlleva dar el asunto por concluido y cesar toda hostilidad contra lo sucedido. Pasar página y empezar de cero. Resignarse parece que lleva escondido en alguna parte un vengador que pide un resarcimiento. No hay tranquilidad interior. No hay paz. La aceptación es un proceso consciente, la resignación se hace de un modo inconsciente… pero que provoca malestar. En el primer caso el rol es activo, en el segundo caso es pasivo. En el primer caso uno decide conscientemente y elige la opción que le parece mejor, en el segundo caso uno agacha la cabeza humillado, con una doliente sensación de derrota, maquinando de algún modo el desquite, cosa que le va a mantener intranquilo, infeliz, rencoroso. Al aceptar no se trata de poner la otra mejilla las veces que hagan falta, no se trata de capitular vencido, de someterse humillado, sino de ser capaz de entender los hechos desde una mente abierta y comprensiva, entender las circunstancias e incluso que hay cosas que no se pueden entender y a pesar de ello uno las ha de aceptar como parte de la vida. No oponerse a lo inevitable e irremediable y aceptarlo, es una buena estrategia. Oponerse desde nuestro ego es una guerra que se va a perder sin duda. Aceptación sí. Resignación, no. Bienestar, sí. Malestar, no. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  2. LA ATENCIÓN ES IMPRESCINDIBLE En mi opinión, la atención a todo –a la vida, a lo que se esté haciendo, a lo que se piensa o se siente, etc.- es imprescindible para lograr tener una vida bastante plena. Una vida de esas que se pueden decir que han sido vividas y no solamente consumidas. La atención, que es otra forma de decir consciencia, es lo que nos permite darnos cuenta y, por lo tanto, comprender, disfrutar, asimilar, aprender, emocionarnos… Es el requisito esencial. El hecho de estar plenamente en cada momento -con toda la atención y toda la consciencia- es lo que permite que se actualice todo el potencial del que disponemos, todas las posibilidades que traemos de origen. Lo que se vive con toda la atención es lo que se desarrolla –sea lo que sea- y las cosas sólo adquieren su valor y su eficacia cuando se viven y atienden de ese modo. De otro modo, se quedan sólo en la teoría o se quedan en un potencial teórico o hipotético pero muerto. El Ser Humano en su esencia está compuesto por cualidades y virtudes, por una potencialidad casi ilimitada que necesita actualizarse; todo ello necesita ser incorporado a nuestra vida y el único modo de hacerlo es convirtiéndolo en una realidad práctica. Y eso sólo se consigue con la atención consciente. Lo que se queda sin desarrollar se convierte en debilidades y miedos. En frenos. En estancamiento. En lo que pudo llegar a ser pero no fue. Lo que deseamos hacer y no hacemos, o lo que deseamos dejar de hacer y seguimos haciendo, se convierten en una frustración que cuando uno llega al Tiempo de los Arrepentimientos –que puede llegar en cualquier momento- pesa, duele, y es motivo de frustración y pena. Pena por uno mismo, por el derroche que ha hecho con su vida, por haberse permitido vivir una vida lejana a la que se deseaba. Pena por no haber tenido el coraje y la valentía de escucharse en el interior, de atender a sus deseos y sus reclamaciones, y por haber aplazado el mejoramiento de su vida hasta el momento tardío en que se ha convertido en irreversible. Yo… mi vida… qué es lo que realmente quiero… el amor… ¿soy feliz?... estos son algunos de los asuntos importantes de la vida. La atención a esos asuntos –y otros de similar importancia- ha de ocupar un papel protagonista en nuestra vida. Esos son algunos de los motivos transcendentales de nuestra vida. El resto de lo que nos pasa son simplemente accesorios para desarrollar esa gran tarea. Es bueno repetir a menudo “SOY YO, ESTOY AQUÍ Y AHORA” porque ayuda bastante en la tarea de centrarse en la atención. Y es muy bueno hacer paradas en lo rutinario para darse cuenta de uno mismo y de quién es y qué hace, así como es conveniente revisar los objetivos, los deseos, y comprobar cómo uno está cumpliendo, o no, con su Plan de Vida. O sea… prestar más atención a lo que es importante y no tanta a lo que se le otorga importancia –aunque no la tenga-. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  3. ¿QUÉ ESTOY HACIENDO CON MI VIDA? En mi opinión, esta es una de esas preguntas imprescindibles que hay que repetirse bastante a menudo, porque el hecho de prestarle atención y dedicarse a buscar la respuesta cierta y correcta, cambiará, sin duda, nuestra vida. Así es de importante. La pregunta conviene hacérsela, eso sí, desde el interés de mejoramiento –y con voz firme, pero amorosa- y no poniendo un tono y una intención de reproche. El modo en que se haga la pregunta, y la actitud con que se haga, van a marcar el resultado de la indagación. Lo que se ha de perseguir en la búsqueda de la respuesta no han de ser argumentos de auto-reproches, ni motivos por los que flagelarse y condenarse, ni encontrar más fallos o errores que deprecien el concepto que tenemos de nosotros mismos, ni tampoco justificaciones que confirmen nuestra inutilidad y torpeza. Lo que se ha de perseguir es encontrarse con esas cosas de nuestra vida con las que no estamos del todo de acuerdo, con las cosas que es posible cambiar para mejorar, con el potencial que aún no hemos desarrollado del todo, con las cosas que admiten o necesitan ser perfeccionadas… o sea, desde un punto de búsqueda positivo, con un ánimo de mejoramiento y búsqueda de nuestro bienestar o, por lo menos, de un mejor-estar con nosotros. No hemos de abandonar jamás la posición de ser nuestros mejores compañeros, nuestros más queridos amigos, nuestros cómplices y bienhechores, los colaboradores dispuestos e incondicionales que sólo deseamos lo mejor para nosotros mismos, y los que nos sabemos perdonar todo. Siempre a nuestro favor. Siempre fieles, leales, incapaces de una traición o un abandono. Uno se ha pasado toda la vida consigo mismo y es lo que va a seguir haciendo hasta el último suspiro, por tanto conviene que esa larga e intensa convivencia sea agradable y fructuosa. La intención al preguntarse “¿qué estoy haciendo con mi vida?” ha de ser conseguir un balance realista, un inventario ecuánime, una revisión sincera, una comprobación de cómo se están manifestando nuestras diferentes partes y cómo nos estamos comportando en cada aspecto, pero mirando con ese ojo amoroso y cuidadoso que sólo busca el modo en que cada cosa pueda ser mejorada o bien manifestada. Es, sin duda, el gran acto de amor. De Amor Propio. De amor a sí mismo. Para algunas personas puede ser útil plantearse también la pregunta de otro modo: ¿Qué NO estoy haciendo con mi vida? Y si uno comprueba que hay algo que no está haciendo pero le gustaría hacer, entonces acaba de encontrarse con la oportunidad de ponerlo en práctica. Recomiendo que al encontrase con una de esas cosas que uno comprueba que no hace, o que hace pero no quisiera hacer, revise nuevamente y con objetividad la razón por la que lo está haciendo o no. Esa razón podrá seguir vigente todavía –y conviene comprobar su veracidad-, o puede que en este momento sea inadecuada o caduca o sea distinta la situación y ya no sea útil. Insisto en usar la objetividad –ver las cosas como REALMENTE son y llamarlas por su VERDADERO nombre- porque a veces utilizamos argumentos pueriles que no resisten un enfrentamiento con la objetividad, o que nos resultaban obligatorios o útiles en otra época de nuestra vida, pero que en este momento carecen de consistencia o autoridad como para tener que seguir obedeciéndoles. Si uno cree que no puede hacer algo, pero quisiera hacerlo, conviene ser un poco inquisitivo consigo mismo y no aceptar la primera razón como definitiva –salvo que lo sea muy evidentemente - y tratar de averiguar qué se esconde detrás de esa respuesta o cuál de nuestros múltiples yoes es el que responde. A veces no es que uno no pueda, sino que uno realmente no quiere, o que le da vergüenza, o que le importa en exceso la opinión de los otros, o que responde un vago o un timorato yo que habita en nuestro interior, o lo hace el incansable boicoteador que todos albergamos; también puede ser que el infranqueable muro que vemos sea solamente un decorado de papel pintado que se puede derribar con facilidad. Seamos sinceros. Ya somos adultos como para andar con engaños. Seamos sensatos. Tomemos consciencia de lo trascendental de esta pregunta, de la gravedad que nos puede acarrear no contestarla, de todo lo que ganaríamos si obedeciésemos a su respuesta. Seamos firmes. La vida requiere atención y consciencia, y que nos resulte vacía o satisfactoria, plena o pobre, depende en gran medida de nosotros mismos. Encontrar respuesta a la pregunta QUÉ ESTOY HACIENDO CON MI VIDA, es imprescindible. Así de rotundo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  4. BIOGRAFÍA DE UNO CUALQUIERA DE TUS ERRORES En mi opinión, casi todas las personas repetimos el mismo proceso –que más bien parece que se ha convertido en un lamentable protocolo obligatorio- en el cual damos el mismo paso – desacertado y contraproducente- cada vez que nos descubrimos en una equivocación: la auto-agresión. Ya lo he repetido varias veces: eso que llamamos “errores” no siempre son errores. Hemos vivido en alguna ocasión la experiencia de comprobar que algo que en su momento nos pareció poco adecuado o incorrecto, acaba demostrándonos –una vez pasado el tiempo- que era lo mejor que podíamos hacer o lo mejor que nos podía pasar. Los errores –en la mayoría de las ocasiones- acarrean una serie de pasos muy similares. El primero de ellos es la frustración. Uno se da cuenta de que se ha equivocado y que no se ha producido el resultado deseado, y comienza a recriminarse por no haberlo hecho bien y por no haber tomado la decisión acertada u otra distinta de la que tomó. Y ese estado de auto-enojo, de auto-desprecio, esa mala relación que se instaura con uno mismo es del todo contraproducente y anula la objetividad que uno necesita para ser capaz de ver con imparcialidad lo que ha pasado, lo que ha llevado al “error”, para poder actuar del modo más adecuado en la próxima ocasión. Y lo que debería pasar después de comprobar el “error”, y tras la reflexión oportuna, es la reconciliación con ese ser desolado que se siente mal, ese niño grande disgustado que no sabe controlar su enfado y que lo que está pidiendo, sin palabras, es un abrazo. Todos los “errores” siguen un camino parecido: son un tiro directo a nuestra autoestima. Tenemos poca tolerancia a la frustración. Nos cuesta aceptar que el “error” es una de las probabilidades –y casi siempre es la mayoritaria- en todos nuestros actos. El error nos va a acompañar siempre en nuestro Camino. No es necesario asociar error a algo negativo. No tenemos en cuenta que no estamos preparados para afrontar la vida del modo óptimo: no nos han preparado para eso. Pero en cambio nos exigimos como si fuésemos peritos o catedráticos de la materia. En demasiadas ocasiones los magnificamos, hacemos un mundo de algo que tendría que quedar simplemente en la categoría de “experiencia”, o de “otra oportunidad de aprendizaje”. El Amor Propio –o sea, el amor hacia uno mismo- es el mejor aliado para esas ocasiones, pero… no aparece en ese preciso momento. Así que te recomiendo que tengas previsto un Plan de Actuación ante el descubrimiento de un “error”. Por ejemplo… - Contar hasta 100. - Recordar que más adelante no parecerá tan grave, así que es mejor no dramatizarlo en exceso. - Tener en cuenta que se necesita objetividad para afrontarlo. Mejor que no haya nada de nervios ni histerismo, nada de auto-enfado y reproches. La perfección absoluta y siempre no está a nuestro alcance. - Ser amable, comprensivo, incluso cariñoso: no hay que olvidar que somos humanos y no divinos ni perfectos. Amarse. - Sacar lo positivo de lo negativo, o sea analizarlo bien para que en una posterior situación similar se sepa cómo actuar, qué hacer y qué no hacer. - Calma. Serenidad. Sangre fría. Paciencia. Nada de alterarse, porque no ayuda nada. Buscar la solución en vez de quedarse estancado en la rabia. - Nada de juzgarnos, criticarnos ni hundirnos. - Tener cuidado de no aplicarnos una excesiva auto-exigencia. - Dar gracias al “error” (esto va a ser más difícil…) porque de él aprenderemos. - Seguir adelante. A esto puedes añadir todas las demás ideas que quieras… siempre que vayan en una línea favorecedora y que no estén dictadas por la rabia, el rencor, o por una pataleta infantil. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  5. CÓMO NOS HACEMOS INFELICES NOSOTROS MISMOS En mi opinión, una grandísima parte de nuestra infelicidad está motivada por nosotros mismos y es culpa nuestra. Así, como suena. Y que nadie pretenda des-culpabilizarse y responsabilizar a las circunstancias, al destino, a los otros, o a quien sea, con tal de no realizar su obligación de crear y mantener en su vida la mayor cantidad posible de felicidad y deshacerse de toda infelicidad. Es fácil culpabilizar a los otros de nuestra infelicidad. Muy fácil. Si uno mira este asunto solamente por encima enseguida saldrán a la luz “los culpables”. Pero si profundiza en la realidad de esa culpabilidad, si realmente es honesto y se permite ser honrado –caiga quien caiga o caiga lo que caiga- comprobará que la mayoría de esas infelicidades provienen de la no aceptación de los hechos y la realidad, y que esta forma de no aceptación nace en la mayoría de las ocasiones de una pataleta infantil sin argumentos sólidos que resistan una auditoría seria. “Es que me ha pasado que…”, “es que el otro me ha dicho…”, “es que el otro me ha hecho…”. Y sí, es cierto que el otro ha podido decir o hacer, pero ya sabemos que “LO IMPORTANTE NO ES LO QUE NOS PASA SINO LO QUE HACEMOS CON LOS QUE NOS PASA”. Sólo de nosotros depende magnificar lo externo y convertirlo en algo agresivo o, lo que sería mejor, aceptarlo sin rabia y sin que el ego se entrometa. Nosotros, o nuestro ego, adjudicamos las evaluaciones o los adjetivos; si lo hacemos con objetividad, con sensatez y con Amor Propio, comprobaremos que desaparece prácticamente la totalidad de lo que podría acabar siendo problemático. Y de ese modo nos deshacemos de un plumazo de casi todas las infelicidades que provienen del exterior. Por nuestra parte también nos procuramos infelicidades sin ser conscientes de ello, o sea, que nuestra inconsciencia, la falta de atención objetiva, y la irreflexión, nos proponen unas metas y objetivos de difícil cumplimiento que nos complican inútil e innecesariamente la vida. Nos proponemos lo imposible y no lo logramos –¡lógicamente!- y eso nos crea frustración, sentimiento de inutilidad, rabia, una bajada de la autoestima y una merma notable en el auto-concepto que nos dejan desbaratados, sumidos en una tristeza que sería del todo evitable si no aspirásemos a lo imposible. Nos exigimos en exceso -por encima de nuestras posibilidades-, nos ilusionamos fácil e irresponsablemente -sin ser conscientes del peligro y la gravedad de las desilusiones-, nos proponemos hacer cosas que luego no nos esforzamos en hacer, nos abandonamos lamentablemente, no nos escuchamos con sinceridad, no tenemos un Plan de Vida por el que caminar, no prestamos atención al Ser Interno ni a sus peticiones y necesidades… ¡y luego nos quejamos! Necesitamos poner orden en nuestra vida y en nuestras ideas, claridad y firmeza en nuestros propósitos, constancia para conseguir alcanzar los objetivos realistas que nos propongamos, y lucidez para pedirnos sólo lo que nos podemos dar y nada más. Necesitamos fomentar las cosas que nos hacen felices, ocuparnos de procurarnos satisfacciones y todo aquello que nos produce placer o gozo, darnos alegrías, y poner muchos momentos buenos en nuestra vida. No necesitamos que haya más penas de las estrictamente inevitables, ni estancarnos en la auto-pena, ni alargar los sufrimientos innecesariamente, ni regodearnos en el lagrimón. Conseguir que nuestra vida sea feliz –o que por lo menos no sea infeliz- requiere observación, atención, dedicación, hacerse preguntas, saber escucharse, poner cuidado… y Amor Propio. Y todo lo relatado hasta ahora DEPENDE EXCLUSIVAMENTE DE TI. Tú puedes hacerte infeliz… o no. Relee todo lo anterior. Verifica lo que te digo. Y decide. ¿Vas a seguir aportándote infelicidades innecesariamente? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  6. APRENDER A DECIR ADIÓS En ni opinión, vivir pendiente de asuntos que debieran estar concluidos, pero que no nos atrevemos a cerrar, tiene un consumo innecesario de energía y de presente, porque nos estanca y nos impide desarrollar correctamente el camino correcto de la vida. En este mundo, y en esta vida, todo tiene un principio y todo tiene un fin. Todo. Y así hay que aceptarlo. Las relaciones, y los sucesos, siempre tienen un ciclo y no se debe tratar de llevarlos más allá del que es su fin lógico. Aunque nos gustaría que no fuera así, las cosas que se acaban –por el motivo que sea- hay que dejarlas marchar, no interferir en su proceso de acabarse, no aferrarnos a ellas, y saber darles libertad para que no nos aten ni se queden atadas a nosotros. No siempre nos damos cuenta de ello, pero estamos aferrados a nuestro pasado –porque nos confirma que hemos existido hasta ahora-, y creemos que dejar el pasado es como renunciar a una parte nuestra, salvo que uno sea muy consciente de que quiere arreglar ese pasado. Por eso cuesta tanto a veces. Si cualquier relación solamente es negativa, eso nos está diciendo que hay algo que tenemos que resolver. Y es bueno resolverlo. Si es innecesaria al mismo tiempo, porque ya hemos aprendido todo lo que teníamos que aprender de ella, conviene cancelarla a la mayor brevedad posible. Una buena prueba para saber si estamos plenamente en el presente, o si seguimos enganchados a algo a lo que tenemos que decir adiós, es observar si estamos más tiempo en el pasado y en la queja o el arrepentimiento que en el aquí y ahora. No es necesario olvidar todas las cosas negativas o dolorosas del pasado, pero sí conseguir que no nos afecten negativamente en el presente. Las que llamamos “buenas” está bien que sigan, pero no que tratemos de resucitarlas continuamente e instalarlas en el presente donde ya no están. Sí es bueno mantenerlas latentes y cálidas, pero separadas de nosotros, para poder recrearlas o recordarlas cuando lo creamos conveniente, y poder dejarlas partir de nuevo sin pretender retenerlas. Así ha de ser y así hemos de actuar, con cuidado de no querer hacer del presente una repetición de ese buen pasado que ya no está. Y con más cuidado todavía de no entrar en una comparativa en la que nos defraude el presente porque nos parece que el pasado fue mejor. El peligro de no hacerlo así es doble: si nos gusta más el pasado, no encontraremos motivaciones para seguir en el presente, y, si no encontramos motivaciones interesantes para seguir, se nos confirma la primera parte y concluimos afirmando que el pasado es mejor. Las cosas buenas que nos han pasado nos amplían la sonrisa, fortalecen la confianza en que la vida es bella, y nos hacen darnos cuenta y valorar nuestra capacidad de disfrutar, de ser felices, de amar… Son un tesoro que tenemos que guardar, y son proveedoras continuas de una sensación muy agradable que nos hace auto-valorarnos por lo que hemos sentido y disfrutado. Las cosas que entendemos y sentimos como “malas” es conveniente que no dejen ni rastro. Nos quisieron enseñar algo y, si lo hemos aprendido, ya no las necesitamos. Estancarnos en el dolor por las que cosas que hemos sentido, o las que hemos perdido, nos arrastra hacia el pasado y no nos dejan disfrutar el presente con la intensidad que requiere. Hemos de ser generosos –con nosotros mismos-, y darnos permiso para deshacernos de tan pesada e inútil carga. Pero para decir adiós, previamente hemos tenido que llevar la relación o el sentimiento hasta el final. Casi siempre queda algún asunto inconcluso, y no se puede cerrar página definitivamente si no está liquidado del todo. Mediante terapia, relajación inducida y dirigida por un profesional, o del modo que uno considere posible o apropiado, hay que ponerse frente al asunto, sacarlo todo a la luz, expresar los sentimientos que se acallaron, manifestar lo que no se dijo, y, quizás, hasta hacer lo que no se hizo. Algunos psicólogos recomiendan escribir una carta en la que se exprese todo lo que esté pendiente, o llevan a la persona a un estado de relajación en la que pueden sentirse en la situación, o frente a la persona, y concluirla. Es un duro proceso interno, pero muy liberador. Si hay amor acallado, rencor, rabia, reproches, odios, conviene sacarlos y no dejarlos dentro de nosotros clavándonos sus puñales. Es bueno que nos atrevamos a pronunciar hoy lo que aquellas veces no dijimos, y decirles la palabra amor y sus sinónimos a los que ya no están y se la merecieron, o echarles en cara cuánto nos hicieron sufrir, cuánto dolor nos produjeron, o hablarles –de viva voz- de la nostalgia que nos provocan. Cada situación que ya ha sido conclusa en el tiempo, tiene que ser simbólicamente enterrada, y requiere su duelo, ya que ha muerto al presente. Este duelo es ponerse en contacto con el vacío que ha dejado, valorar la importancia de aquél o aquello que ya no está, y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta. Una vez dados estos tres pasos ya no hay que alargarlo más. No ha de eternizarse el dolor. Podemos vivir, y mucho mejor, sin arrastrar un luto infinito, una pena inconsolable, un remordimiento callado pero hiriente, o un continuo reproche por lo que no se hizo cuando se debió hacer. Y esta es una noble, valiente y necesaria tarea que hay que emprender. Puede ser dura mientras se realiza, pero hay que hacerla, aunque, generalmente, cuando demuestra su gratificación es una vez terminada. La vida sigue, y con más intensidad, cuando se ha dicho, de corazón, adiós. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  7. EL DÍA DE HOY SÓLO PUEDES VIVIRLO HOY En mi opinión, desperdiciamos demasiada vida con eso de aplazar algunos asuntos importantes como tomar decisiones, buscar soluciones, VIVIR, o hacer lo que sabemos que tenemos que hacer, y la desperdiciamos con una dejadez imperdonable, como si nos creyésemos de verdad inmortales. Es lamentable que dejemos marchar el tiempo de nuestra vida vacío de nuestra presencia consciente, y que nos comprometamos con nosotros mismos a hacer ciertos cambios que siempre dejamos sin cumplir, y que nos auto-engañemos una y otra vez con la promesa de realizar algo en un mañana que jamás llega. Parece mentira que a estas alturas de nuestra vida no hayamos comprendido aún que esto de vivir es algo inaplazable, que es un asunto exclusivamente de este único e irrepetible instante, que no se puede dejar parado para las próximas vacaciones ni para después de la jubilación. O que no hayamos comprendido aún que no hay que pasar tiempo de más en el pasado regodeándose en lo desagradable que ya no existe -salvo que sea el tiempo mínimo necesario para seguir aprendiendo-. Y que no es necesario adelantarse a un hipotético futuro que ya nos atemoriza sin existir. El día de hoy sólo lo puedes vivir hoy. Si quieres volver en otro momento te lo encontrarás cerrado, inexistente, archivado con pesar y sin completar en la parte más doliente del pasado. Y cada segundo de vida cuenta. Cada momento que se va, se va para no volver y ni siquiera se puede ir a buscarlo más adelante. Podrá haber otros, pero no éste de nuevo. ¿Cuántos años NO tienes ya?, ¿cuántos días has consumido de mala manera?, ¿y cómo te sientes de satisfecho con el uso que les has dado?, ¿demasiada vida perdida?, ¿qué no vas a poder repetir nunca?, ¿estás ya en el Tiempo de los Arrepentimientos en que has comprobado que el tiempo perdido es tiempo irremplazable?, ¿ padeces ya unos crueles remordimientos?, ¿ya has empezado a sufrir por haberlo comprobado?, ¿y qué haces?, ¿sigues igual o te has redimido y has aprendido?, ¿sigues aplazando cosas para un mañana que vuelves a aplazar para otro mañana? Te he planteado demasiadas preguntas. Unas que ya te has hecho en algunas ocasiones –y las has dejado sin responder- y otras que no te atrevías a hacértelas, porque A VECES TENEMOS TANTO MIEDO A LAS RESPUESTAS QUE PREFERIMOS NO HACERNOS LAS PREGUNTAS. Pero si quieres saber, tienes que preguntar. ¿Has respondido a las preguntas?, ¿a todas?, ¿qué has descubierto al responderlas?, ¿te has quedado solamente en el lamento o vas a hacer algo para que no aumenten tus arrepentimientos? No terminamos de ser conscientes de la maravilla que es cada día en el que tenemos la oportunidad mágica de VIVIR. En muchas ocasiones nos limitamos a rellenarlos como mejor podemos –pero porque no hay más remedio y no con ilusión-, y en otras ocasiones los matamos como podemos para que se acaben. Lo he avisado en muchas ocasiones ya –y no me canso de hacerlo- en algún momento llegará –para otros ya nos ha llegado- el Tiempo de los Arrepentimientos, el tiempo en que uno se da cuenta del derroche que ha hecho con su ÚNICA e IRREPETIBLE vida, y es un tiempo de llantos silenciosos, de culpabilizarse con una rabia como no se ha conocido otra igual, un tiempo en que un abatimiento difícil de consolar se instala a continuidad -Dios mío, ¿qué he hecho con mi vida?-, un tiempo de una pena inconsolable y el sentimiento hiriente de que no hay posibilidad de vuelta atrás y que ya no tiene remedio. Dios mío, ¿qué he hecho con mi vida? Esto se repite una y otra vez, y no es una pregunta sino una acusación. ¿Cuánto me he perdido de VIVIR?, ¿cuánta gente ha habido a la que no he prestado atención?, ¿cuántos te quiero me he callado?, ¿cuántos abrazos se han muerto en mis brazos porque no me atreví?, ¿cuánto dolor no voy a poder consolar nunca? Y entonces uno pide otra vida para vivirla bien, con plenitud, con toda la atención, con una sonrisa de sesión continua en la boca, con un amor más rebosante, con más dulzura y más luz y más confianza y más presencia. Y esa vida no vendrá porque la única que tenemos es esta. Ahora, sin esperar a que llegue la necesidad de tener que arrepentirse, es el momento de darse cuenta de todo esto de un modo ya innegable, y es el momento en que brote desde lo más profundo el ímpetu implacable que haga tomar consciencia de todo lo anterior y se firme una decisión indestructible de hacer borrón y cuenta nueva, de no volver a permitir que ni un solo día se vaya sin ser vivido, porque, como bien sabes, el día de hoy sólo lo puedes vivir hoy. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  8. LAS EXCUSAS SIEMPRE OCULTAN LA REALIDAD En mi opinión, tiene toda la razón una querida amiga que me soltó de golpe la frase del título. Inmediatamente resonó dentro de mí. Esto lo había observado en numerosas ocasiones, pero siempre con otras palabras y de otros modos que no eran tan claros ni tan directos para la comprensión. En el mundo del Mejoramiento Personal he encontrado verdaderos maestrillos –y esto no es un mérito- en esto de encontrar y poner excusas, y siempre les digo lo mismo: “no quiero excusas, quiero hechos”. La peor excusa que he encontrado es el propio auto-engaño. Que alguien se engañe a sí mismo es imperdonable. La primera regla –que, además, ha de ser inviolable- es que están prohibidos el auto-engaño y las excusas. ¿A quién se pretende engañar?, ¿engañarse uno mismo tiene alguna utilidad real? ¿Qué hay detrás de una excusa? Una realidad que no se quiere mostrar, que no se quiere admitir, algo ingrato o vergonzoso, algo que no se ha cumplido, cosas de las que uno no se siente satisfecho. Añadió mi amiga: “ahora todo lleva filtros… no nos queremos mostrar tal como somos… dejamos la autenticidad. Cada día somos más irresponsables a la hora de asumir nuestros fallos”. ¿Por qué no nos atrevemos a decir la verdad y pretendemos escondernos detrás de una excusa? Poner un pretexto, una justificación -aunque se sabe que está sustentada sobre una mentira-, parece la salida menos grave, o la más amable, pero está envenenada. Se vuelve contra uno mismo. El día que se descubra la realidad uno quedará a la vista como un mentiroso, irresponsable, falso, indigno de solvencia personal. Una excusa es algo grave. Es una mentira consciente, tal vez con premeditación y seguro que con alevosía. Uno deja de ser honrado y honesto, deja herida su integridad y sin fiabilidad su dignidad. Uno es infiel a sus principios. La realidad es la realidad por mucho que se maquille, por mucho que se niegue, o por mucho que se pretenda tergiversar. Y cuando uno miente descaradamente poniendo una excusa, está reconociendo ante el otro su inmoralidad, su falta de decencia; está diciéndole “no soy de fiar porque miento, porque antepongo el hecho de quedar bien o de no reconocer mi error o mi fallo a mi propia dignidad”. Está diciendo “mi ego no permite que mi humildad o mi decencia se muestren”. Pretende engañar al otro conscientemente de lo que está haciendo y eso es imperdonable, nada ético, injusto. Creo que es conveniente decidir si uno quiere seguir en ese juego infantil, pero perverso, de las excusas, o si prefiere asumir sus errores, sus decisiones, sus inacciones, y afrontar la verdad y ser consecuente con ella. Porque eso da la medida de tu moralidad, tu honestidad y tu honradez. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  9. EMPATÍA, LÁSTIMA, COMPASIÓN. En mi opinión, en este asunto de sentir empatía o sentir lástima o sentir compasión no vale conformarse con un “¡y qué más da!, si lo que vale es la intención de sentir algo bueno hacia el otro”. No es lo mismo y por tanto no es igual aunque todo se parezca. Si miramos en el diccionario nos encontramos con una serie de palabras que tienen un significado académico similar, pero el uso que se le da popularmente a algunas palabras no coincide con la definición oficial. Y acaba siendo más importante lo que todos entendemos con las palabras que lo que significan realmente. Empatizar es sentir empatía. Empatía es el sentimiento de identificación con alguien, la capacidad de identificarse con ese alguien y compartir sus sentimientos. Identificar es hacer que dos o más cosas en realidad distintas aparezcan y se consideren como una misma. Compasión es el sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien. Pena es un sentimiento grande de tristeza. Lástima es el enternecimiento y la compasión producidos por los males de alguien Todo lo anterior sirve para ver las diferentes posibilidades en que nos podemos relacionar con cualquier persona pero, sobre todo, cómo relacionarnos con las personas que están atravesando un mal momento o que están viviendo en una permanente y dolorosa zozobra. No hay mejor forma de amar a una persona que empatizar con ella. Es la comunicación y la comprensión perfecta. Identificarse con el otro es ser idénticos. Es la forma de ponerse en su piel, de sentir lo mismo que está sintiendo y desde el estado en que lo está sintiendo. Es más sencillo no implicarse, ver al otro desde el pedestal en que se encuentra uno, sin estar involucrado en la vida y el padecimiento del otro, pero de ese modo uno no es capaz de comprenderle, de ser el otro para ver y sentir como el otro, de integrarle en uno mismo. Hay personas que se quedan –con respecto al que se encuentra en una condición peor- en una especie de lástima compasiva pero desde la superioridad, porque uno está bien y es el otro el que está mal, y entonces aplica hacia el otro, desde su prepotencia, una generosidad egóica y falta de humanismo y amor real. Cuidado con ser o actuar así. Cualquier sentimiento humanitario hacia el otro en el que uno se comporte de igual a igual, desde el alma y no desde el ego, es una expresión de la más pura generosidad, de la más generosa comprensión, de la caridad más amorosa. Será bueno que revisemos cómo nos relacionamos con todos los otros, cuánto de uno mismo ponemos en cada momento que estamos con el otro, cuánto nos implicamos y cuánto de atenta presencia ponemos, qué sentimos y si eso nos parece suficiente o requiere de una revisión de la actitud, con cuánto prejuicio les vemos, y si somos capaces de ponernos a la altura del más humilde, del más desprotegido, del más desdichado. Repito: no hay mejor forma de amar a una persona que empatizar con ella. Sé el otro durante un tiempo cuando estés con él. Le verás y sentirás de un modo distinto. Te sentirás hermanado y verás que las distancias entre ambos no existen. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  10. ¿QUIÉN SOY YO? O ¿QUÉ SOY YO? En mi opinión, el hecho de enunciar bien una pregunta nos puede llevar directamente a la respuesta que en realidad buscamos o nos puede derivar hacia otro sitio en el que no la encontraremos por mucho que la busquemos. Y esto es más delicado aún cuando se trata de preguntas que tienen trascendencia, que son esenciales e inherentes en el Ser Humano, y que necesitan una respuesta satisfactoria y real para la tranquilidad, la paz, y el equilibrio emocional. La pregunta ¿Quién soy yo?, por ejemplo, no ha de hacerse de un modo intelectual, como buscando una justificación o una definición que se explique a la mente desde la mente, o como si fuera una simple curiosidad, sino que ha de ser una pregunta que introduzca cada uno en su interior y la deje reposar, sin intentar forzar una respuesta con la mente, permitiendo que se responda en forma de sentimiento, de sensación, de intuición… A algunas personas les puede resultar más sencillo hacerlo de otro modo, modificando un poco la pregunta: ¿Qué soy yo? Cuando se pone un “quién” en la pregunta, inconscientemente estamos pensando en que la respuesta tiene que estar referida a una persona, y cada uno de nosotros, el Ser Humano que cada uno es, es algo más que ser solamente una persona aunque sea eso lo que mostramos al mundo y con lo que habitualmente nos identificamos. Somos el “Uno Mismo”, y eso es también -además de la persona- la espiritualidad, el alma, la energía, la intuición, la divinidad, y todo aquello que es distinto de lo que es solamente un cuerpo. “Qué soy yo” tal vez esté mejor orientada y nos abra un abanico de posibilidades mucho más amplio, y es en esa mayor amplitud donde está lo que cada uno es. Más allá de la limitación de la persona física de solamente carne y hueso se encuentra lo que realmente somos. En general, no estamos capacitados o nos cuesta muchísimo dar respuesta a la preguntas trascendentales, y la equivocación está en que pretendemos tratar con la mente asuntos que van mucho más allá de la mente y que ésta no puede alcanzar con su racional y limitado entendimiento. La mente tiene necesidad de estructurarlo todo, de definirlo poniéndole una etiqueta que pueda comprender, para su tranquilidad, pero hay una parte de nosotros que la mente no puede controlar porque lo que es esa parte escapa al entendimiento lógico y razonable. ¿Quién soy yo? Es evidente que no soy mi cuerpo puesto que mi cuerpo ha cambiado desde que tengo uso de razón hasta el día de hoy, pero en cambio, en cada momento –y con el cuerpo de cada momento- he seguido teniendo la noción de “yo”. Tampoco soy mis pensamientos puesto que ellos cambian, y a pesar de ello uno sigue creyendo y sintiendo que “soy yo”, por tanto no puedo ser mis pensamientos. Soy el que se da cuenta de mis pensamientos y de mis sentimientos y de mis emociones, pero no soy mis pensamientos ni mis sentimientos ni mis emociones. Soy otro porque tengo noción y sentimiento de posesión sobre ellos y de que son “otras cosas que no soy yo”. Para quien sea capaz de entender esto bien ya casi puede dar por respondida la pregunta –aunque se puede matizar y ampliar mucho, pero siempre a partir de esta noción básica-, y quien siga buscando otra respuesta es posible –no sé si es cierto- que esté perdiendo el tiempo. Quien se pregunte “¿Qué soy yo?” tiene muchas posibilidades de acercarse a una respuesta satisfactoria y que represente la verdad. No hay que buscarse atributos que solamente abarquen a la persona, sino que hay que estar abierto a la comprensión de ser un conjunto indisoluble de cosas que juntas engloban la grandiosidad que es el Uno Mismo, el Ser y el Humano que realmente somos. Esta es otra de esas cuestiones que uno tiene que resolver por sí mismo, sin tratar de que sea una frase que otro emitió quien le dé la respuesta. La frase ajena se puede utilizar como el principio de una profunda reflexión que tiene que conducir al encuentro con la respuesta propia o a la asunción de la frase ajena pero en lo profundo de uno y no solamente en la mente. LA AUTÉNTICA SABIDURÍA NO ES UN ASUNTO DE LA MENTE, SINO DEL CORAZÓN. ¿Quién soy yo?, o tal vez ¿Qué soy yo? son unas interesantes preguntas que te están esperando. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  11. AL OTRO LADO DEL MIEDO En mi opinión, cruzando al otro lado del miedo -donde hay menos dragones y peligros de los que creemos-, se encuentra aquello que quieres, lo que te gustaría poder hacer, lo que tú mismo te prohíbes, lo que aún no has convertido en realidad. Partimos de una premisa: el miedo no existe. Es una creación mental. Se construye inconscientemente con los pensamientos más negativos, se alimenta en parte de nuestra falta de autoestima o de confianza, lo nutren nuestras dudas y los pensamientos más funestos. Somos nosotros quienes damos vida al miedo y quienes le damos poder. Nos asusta tanto ese miedo –que en el 99% de los casos es irracional y sólo se basa en suposiciones- que no nos enfrentamos para depreciarlo o desmontarlo, y nos sentimos impotentes y nos rendimos sin ni siquiera iniciar la batalla. Una cosa es la precaución y otra es el miedo, y esto conviene tenerlo claro. Su poder reside en que nos roba la energía, la auto-confianza, la seguridad, nos predispone para que estemos convencidos de que siempre perderemos ante él. Nos amenaza con cosas terroríficas. Nos empequeñece y sobrecoge. Así que no nos vemos preparados para mirarle directamente a la cara, sin preocupación ni temblor, y sólo nos quedamos entristecidos en los deseos que no se van a cumplir por no hacerlos realidad o no intentarlos; nos quedamos frustrados, regodeándonos dolorosamente en lo que podríamos conseguir si no le diésemos al miedo tanta autoridad para dejarnos quietos. Renunciamos sin intentarlo. Y es una lástima. Es una lástima que se quedan tantas cosas sin realizar, tantos cambios sin iniciar, tantos proyectos muriéndose en la inmovilidad y sin llegar a ver la luz. Y mientras que nos quedamos en esta orilla, encogidos, temblorosos, acobardados, al otro lado del miedo se encuentran nuestros sueños y deseos, lo que nos gustaría, la luz, el otro futuro… Al otro lado es a donde tenemos que ir. Obviar la apariencia con la que se nos amenaza y hacerlo. O, por lo menos, probar a hacerlo. Aunque mejor, hacerlo. Conviene prepararse, hacer un buen plan, reunir todo el arrojo y dejar todos los impedimentos bien encerrados para que no intervengan. Hay un truco que se puede usar cuando uno se enfrenta a un miedo. Es aclarador y consolador hacerse esta pregunta y darse la respuesta que le corresponde: ¿QUÉ ES LO PEOR QUE ME PUEDE PASAR SI LO HAGO? Lo peor que nos puede pasar siempre es menos grave que lo que CREEMOS que nos puede pasar. Si lo observamos con objetividad veremos que los miedos son etéreos, que sólo viven en la parte más negativa y menos objetiva de la mente. Que no existen. Que son solamente suposiciones negativas y pesimistas. Así que… ¿para qué dar tanto poder a algo que sólo se sostiene en la mente?, ¿para qué permitir que algo que es posible que nunca llegue a suceder nos acobarde tanto como si realmente hubiese sucedido? Ser valiente no es no tener miedo, es tener miedo y seguir avanzando. Sé valiente y cruza al otro lado. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  12. NOSOTROS NOS GANAMOS LA SUERTE En mi opinión, no siempre tenemos claro de qué estamos hablando cuando nos referimos a la suerte, y creo que es interesante saberlo para diferenciar qué cosas corresponden a la suerte y cuáles son el efecto de alguna causa previa. Si vamos al diccionario nos encontramos con la definición de que la suerte es un “encadenamiento de los sucesos considerado como fortuito o casual”. Según esto, queda claro que es algo en lo que uno no interviene directamente. Parece que son los sucesos quienes actúan por sí mismos. Pero hay ocasiones en que usamos el concepto de suerte equivocadamente, y no queremos reconocer que eso a lo que llamamos buena suerte o mala suerte no es más que el resultado de nuestras acciones u omisiones anteriores. Cuando no queremos responsabilizarnos de algo desagradable que nos ha ocurrido, decimos que tenemos mala suerte y de ese modo la culpabilizamos a ella y no asumimos nuestra responsabilidad. Por tanto, es mejor que apliquemos los términos correctamente, porque si uno lo deja todo en manos de la “suerte”, es posible que no esté haciendo lo que tiene que hacer escudándose en que las cosas no dependen de uno mismo sino de algo azaroso, y que se auto-justifique pensando “¿para qué me voy a esforzar?, voy a confiar en la suerte…” Del esfuerzo y la dedicación puede surgir un resultado positivo al que se le puede llamar erróneamente “buena suerte”. De la vagancia y la desatención puede surgir un resultado negativo al que se le puede llamar erróneamente “mala suerte”. Personalmente soy partidario del esfuerzo y de la dedicación, de tener ideas elaboradas y que sean claras, de los planes bien proyectados y de los propósitos firmes. De este modo las posibilidades de que el resultado sea bueno se multiplican. Hay que tener muy claro que la mayoría de las cosas –no todas- dependen de nosotros, así que de algún modo tenemos control sobre los resultados y sobre el futuro de nuestras acciones, y ser conscientes de esto hará que nos relajemos un poco en el sentido de que el resultado de todo nuestro esfuerzo no va a depender de una casualidad o de algo fortuito. Nosotros podemos y debemos colaborar para que eso a lo que llamamos suerte, sea favorecedora. Nosotros debemos tomar la responsabilidad y el mando para que las cosas sean tal como deseamos que sean. Nosotros podemos direccionar los resultados, poner de nuestra parte las mejores posibilidades en los logros. Confiar en el destino, en el porvenir, en los hados… es una insensatez a los ojos de la lógica y la razón. Si por un acaso eso tuviera sentido, resulta un poco misterioso explicar la lógica tan ilógica con la que se aplica, o si realmente hay en esa buena o mala suerte algo de lo que podríamos llamar karma o dharma, o si es simplemente casualidad y no está relacionado con nuestro proceder de esta u otras vidas, si es un premio aleatorio, o si es un regalo o un castigo directo. Parece que lo que se llama –a veces erróneamente- buena o mala suerte se debe más a buena o mala planificación y organización en las cosas de nuestra vida, a la correcta o inadecuada actitud, al tipo de preparación personal, y a la dedicación –plena o desatenta- a las tareas que corresponden. Parece más sensato pensar que esos “encadenamientos de los sucesos considerados como fortuitos o casuales” no son tantos como creemos. Es más posible que lo que nos sucede sea una “causalidad” (ley en virtud de la cual se producen efectos) y no una “casualidad” (combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar). En el primer caso se interviene de algún modo personalmente. En el segundo caso no se interviene personalmente. Yo soy más partidario del dicho de “A Dios rogando pero con el mazo dando”. Traducido muy libremente como “se puede confiar en la suerte si se quiere, pero más vale colaborar con la vida para que nos sucedan cosas mejores fruto de nuestro esfuerzo y dedicación”. O sea, no esperar a la suerte y sí ganarse la suerte. Siento si este texto va a chafar la ilusión de algunas personas, pero pienso que ilusionarse puede ser un peligro y que es mejor desilusionarse a veces. Tener esperanzas y anhelos está bien, pero dejar nuestra vida en manos de la ilusión es un poco irresponsable. (Aquí tienes más información sobre esto último: DESILUSIONARSE ES MUY BUENO (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/topic,15683.msg18230.html#msg18230) Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  13. ODIAR ES MUY PERJUDICIAL… PARA UNO MISMO. En mi opinión, odiar es muy perjudicial, es contraproducente, es inútil, no aporta nada positivo, no resuelve nada, y a cambio le hace a uno estar en una sensación incómoda, desagradable, que lejos de beneficiarle lo que le hace es perjudicarle. Odiar es sentir antipatía y animadversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. El deseo del mal para el otro está implícito en odiar. Y es cierto que a veces, por derecho y justificadamente, sería equitativo que el odiado recibiera un grave mal que estaría impartiendo justicia. Pero… en muchas ocasiones, después del arrebato y el calentón, pasado un tiempo, uno siente que esa explosión de odio ha sido excesiva, que realmente no desea para el otro el mal con tanta fuerza como se pidió en el momento inicial. En otras ocasiones ese odio es merecido. Sin duda. Entran ganas de estrangular o martirizar al causante. Pero…a pesar de eso, y por ponerse a salvo uno mismo y no perjudicarse, es mejor transmutar ese sentimiento en otra cosa y dejar de llevarlo en la mochila. Tanto el odio, como la ira, como el deseo de venganza, son unos ácidos que hacen más daño al recipiente que los contiene que a cualquier cosa sobre la que se viertan. Y esto requiere una buena reflexión. Y hay un dicho que también deja muy claro lo equivocado y peligroso que es para uno mismo odiar: “Odiar a alguien es como tomar un veneno con la intención de que le haga efecto al otro. Es uno mismo el perjudicado”. El que odia es el que está inquieto, sufre, no descansa, martiriza su mente, está alterado, malvive en el rencor… mientras que el odiado ni siquiera es consciente de esto y está tan tranquilo. A la vista de lo anterior… ¿no es absurdo odiar? No se puede generalizar una solución o una actuación concreta y universal, porque cada lector va a estar pensando en alguien distinto que es quien le provoca o le ha provocado odio, y cada caso de cada persona es completamente distinta, pero, por si te es útil, comprueba si en tu caso hay algo de lo que viene a continuación. En algunos casos se comprueba que cuando se odia a alguien en realidad lo que se está haciendo es traspasarle el odio o rabia que podemos sentir hacia nosotros mismos. Reflejarlo en él para no culpabilizarnos. Por ejemplo, si una persona ha estado enamorada de otra, y se ha volcado en esa relación y lo ha dado todo, y después se siente traicionada, o abandonada, tras ese odio hacia el otro se puede estar escondiendo el rencor que se siente hacia sí mismo por haber confiado tanto en el otro, por haberle dado tanto, por no haberse dado cuenta antes de cómo era realmente. ¿Cómo he podido ser tan tonto?, ¿Cómo me he podido dejar engañar? Somos conscientes de nuestra parte de culpabilidad, pero odiamos al otro en vez de reconocer que nos hemos equivocado. Ahí está gran parte de la razón auténtica que ha llevado al odio. Conviene reflexionar sinceramente sobre las situaciones de odio vividas y ver si llevan escondido algo similar a esto. Insisto en que hay motivos para odiar más que justificados, porque hay cosas que parecen imperdonables y que tal vez se merezcan el odio eterno, porque la culpa total y real es de otro, pero conviene mirarlo por si acaso. Y aunque sea cierto, creo que ya ha quedado bastante claro que con odiar no se cambia lo pasado, no se soluciona nada, no hay positividad y sí un auto-maltrato perjudicial e innecesario. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  14. EL AMOR NO DUELE, LO QUE DUELE ES EL DESAMOR En mi opinión, cuesta trabajo eso de decantarse por tener un concepto continuado e inalterable acerca del amor. Cuando uno está enamorado y feliz, todo le parece maravilloso. Cuando uno no tiene amor, o sufre porque lo ha tenido y lo ha perdido, todo lo relacionado con el amor es dolor y sufrimiento. El amor siempre es un riesgo compartido. Tanto uno como el otro, los dos implicados en la relación comparten la dicha de poder prolongar el amor hasta el final de sus días –aunque puede que con el tiempo vaya bajando un poco la intensidad- o corren el riesgo de dejar de amar o dejar de ser amados. El amor implica la posibilidad y el riesgo del desamor, pero eso no ha de servir como una razón para no amar. Que el miedo a un posible final indeseado no obstaculice la opción de amar, porque también se podría estar obstaculizando la posibilidad de un amor largo y verdadero. Al amor hay que ir sin miedo, aunque sí con una cierta prevención y no a lo loco. Si uno no se entrega tal y como es, con toda su capacidad, y se reserva la entrega de algunos de sus sentimientos para que no le duela mucho después si la relación se rompe, estará engañando al otro –por no mostrarse como es-, se estará engañando a sí mismo –porque no se estará permitiendo ser él mismo-, y al mismo tiempo estará engañando a la relación -porque no se estará construyendo sobre una realidad-. Siempre hay que agradecerle al amor, aun en el caso de que ya no se esté amando. Si alguna vez se amó, es bueno sentir felicidad por haber tenido la oportunidad de vivir esa experiencia, de haber amado y haberse sentido amado, y se trata de quedarse con lo bueno que hubo, y agradecer por haber podido disfrutar de la expresión de los sentimientos que eso conlleva, en vez de quedarse en la frustración de lo que ya no se tiene. Y es mejor entonces ser positivo. Sacar el aprendizaje de lo vivido, dándose cuenta de lo que SÍ quiere hacer uno en la próxima relación y lo que NO, de lo que SÍ permitirá y aceptará en la próxima relación y lo que NO. Hay que recordar que no nos enseñan cómo se vive esta experiencia, y parece ser que sólo se sabe y se aprende viviéndola. Desamor es solamente falta de amor, lo que pasa es que cuando utilizamos la palabra le añadimos sufrimiento porque nos referimos a que se ha perdido un amor que alguna vez existió. Por eso duele el desamor. Por la añoranza, por la negativa emperrada en no aceptar que no se tiene lo que se desea, porque quien está en un caso así se compara con los que sí son felices en su relación –y se siente perdedor- y no se compara con otros en su misma situación –y entonces se sentiría igual y no peor-. Duele el desamor porque los sentimientos son irracionales y no se pueden enfriar ni consolar con la lógica, porque no les valen las teorías para calmarse, porque el ego o la soledad o el miedo se oponen a aceptar la ausencia de la maravilla que es el amor y estar realmente enamorado. Pero la realidad se impone. Quien esté padeciendo por falta de amor ajeno –ya que el propio no debería faltar nunca- haría bien en no darle excesiva importancia al hecho, y sería bueno que el tiempo que dedica a la queja y la frustración lo dedicase a nuevas oportunidades en el amor. Quienes sufren por desamor se retraen, apagan su optimismo y anulan su capacidad de brillar y seducir, muestran una cara que refleja tristeza y desánimo, y con eso espanta a los otros, o sea, no muestra una visión atractiva… y quien hace esto requiere una reflexión profunda y una decisión. Si uno va al amor con miedo, o rendido, o desanimado… poco va a aportar y poco deseable va a ser. Volvamos al principio: el amor es cosa de dos. Los dos tienen que aportar mucho y bueno. No vale con dejar que sea el otro el que aporte. No vale dejar la responsabilidad de la propia felicidad en las manos del otro. No vale sólo ser amado. Al salir de un desamor se requiere desarrollar el Amor Propio antes que pretender rellenar el vacío con otro nuevo amor. Y en esa línea hay que trabajar. La vida sigue, y uno ha de seguir. Y siempre, por encima de todo, a pesar de todo, amándose y amando. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  15. ¿TÚ PIENSAS O REFLEXIONAS? En mi opinión, aunque el diccionario diga que son básicamente lo mismo, y aunque muchas personas consideren que son iguales, pensar y reflexionar son dos cosas distintas, y es conveniente conocer las diferencias entre ambas para saber cuándo es suficiente con pensar en algo y cuándo otro algo lo que requiere es reflexionar más que pensar. PENSAR puede ser un proceso involuntario, porque es imaginar, y la mente no nos necesita para eso; además, casi nunca somos conscientes de esos pensamientos autónomos, o sea que nuestra mente puede estar pensando sin que nosotros nos enteremos de ello. En cambio, REFLEXIONAR es examinar con cuidado y atentamente un asunto teniendo en cuenta los conocimientos previos, las ideas que surjan de una mente usada conscientemente y las que uno aporte –que pueden ser propias o ajenas-. La presencia de uno totalmente involucrado durante el proceso es imprescindible. PENSAR puede acabar siendo dar vueltas todo el tiempo a lo mismo, en un círculo vicioso en el que no se avanza o en una espiral que cada vez le aleja a uno más de su centro; puede ser estancarse en una idea que no sea la adecuada y no buscar otra distinta y correcta, sino buscar una justificación -para la primera encontrada- que avale una idea ajena, o una idea preconcebida y obcecada, o una idea caducada o mala. Los pensamientos pueden ser repetitivos, los mismos de siempre, a partir del mismo modo de ver o ser o actuar de siempre, mientras que reflexionando se trata de eliminar los automatismos y las creencias auto-limitantes, ampliando horizontes. Se buscan respuestas nuevas y distintas. Al REFLEXIONAR uno está pendiente de los resultados de su propia participación activa en el proceso. Se hace de un modo atento y presente. Se añade la consciencia, se dirige todo el proceso a poder enfocar lo que se mira desde más de un punto de vista. Al reflexionar uno deduce o descubre algo y sobre ese algo se añaden preguntas. Para REFLEXIONAR tenemos que pensar, pero para pensar no tenemos que reflexionar. Esto confirma la diferencia entre nuestra presencia necesaria al reflexionar, y el proceso independiente y ajeno a nosotros que es pensar. Las reflexiones comienzan a partir de unos pensamientos. Es evidente que ambos procesos se hacen con la mente, así que ésta participa en ambos casos. La diferencia básica es que lo haga por su cuenta –un pensamiento- o por la nuestra –una reflexión-. Hay que tener en cuenta que la mente es una fábrica de ideas en constante producción, pero el hecho de que aparezcan pensamientos en nuestra mente no quiere decir necesariamente que sean NUESTROS pensamientos. Son pensamientos de la mente, que casi siempre está condicionada por el pasado, los prejuicios, las ideas enquistadas sin actualizar, etc. Cualquier idea que nos aparezca –cuando sea algo importante- debe ser revisada conscientemente, o sea, requiere de una reflexión personal para aceptarla o descartarla. No es más que una propuesta de la mente que no es necesario acatar ni aceptarla como propia. PENSAR es el producto de una mente divagadora, automática, mientras que REFLEXIONAR es un proceso mental consciente en el que se controla el foco de atención. Hay que vigilar que la mente no nos utilice a su antojo y hacer que seamos nosotros quienes la utilicemos a ella. Y conviene recordar que la mente es solamente el instrumento que produce pensamientos o ideas. La mente es la herramienta necesaria para crear ideas, para verificarlas, para aceptarlas, para poner orden. Es inevitable que la mente sea el objeto y el sujeto al mismo tiempo, porque es con la mente con la que hay que revisar los pensamientos de la mente. Y no es tan difícil de hacer, sólo cuestión de práctica… y de atención. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  16. LA TRISTEZA ES UNA BENDICIÓN En mi opinión, la tristeza es una bendición que nunca recibimos con los brazos abiertos y con agradecimiento, como tal vez deberíamos hacer. Estar triste es estar apesadumbrado, afligido, melancólico. Es una sensación interna que se exterioriza con un desagrado que es muy evidente. Cuando se manifiesta no hay que conformarse con soportarla del modo menos doloroso, sino que hay que aprovechar ese toque de atención que se está recibiendo desde la sabiduría interna. Hay algo que no va bien, algo que no gusta, algo que fastidia, y eso no se soluciona olvidándolo, sino que se debe afrontar. Y es mejor resolverlo que olvidarlo. Para cualquier persona es una oportunidad de Mejoramiento. Es una emoción que permite conectar con el Uno Mismo realmente. Se manifiesta cuando hay una necesidad profunda y verdadera que se está desatendiendo, o cuando hay o ha habido una actitud personal de la que no se está satisfecho, así que a la tristeza hay que mirarla de frente y preguntarle/preguntarse: ¿Qué me está pasando? ¿Qué necesito de verdad en este momento? ¿Qué estoy desatendiendo? ¿Por qué he llegado a esta situación? ¿Qué ha hecho que cambie mi estado habitual y ahora me sienta triste? Y a estas preguntas se pueden añadir todas las que se deseen. Podemos responder “estoy triste porque me ha pasado tal cosa”, o “estoy triste porque una persona me ha hecho tal cosa”, o “estoy triste porque he tenido tal problema”. Cualquiera de esas respuestas aparenta ser convincente. Si uno se conforma con ella, parece que ya se tiene que sentir bien contestado, pero… no pasa así. Por eso hay que investigar y hay que encontrar la realidad que está detrás de la apariencia. Esas respuestas son las fáciles, las que conforman a quien no quiere involucrarse plenamente en la búsqueda de la verdad. Porque el motivo real de la aparición de la tristeza en muchas ocasiones es otro distinto del aparente. Conviene tener en cuenta que la razón principal de la mayoría de las tristezas tiene su origen en la no aceptación de algo que ha sucedido o está sucediendo. ¿Por qué me siento triste REALMENTE? Esta última palabra marca el matiz que provoca una respuesta u otra totalmente distinta. No hay que eludir la tristeza sino recibirla con los brazos abiertos. Es amiga. Conviene aprovechar el momento de su aparición y entonces tratar con ella. Llegar a ese estado ha requerido que se reúnan ciertas condiciones que en otro momento tal vez no se podrán reproducir a voluntad. La tristeza no es mala. Lo malo es no buscar su origen real y quedarse estancado en ella más tiempo del que se requiere para su revisión. Comprueba ahora si tienes otra visión distinta y decide qué vas a hacer la próxima vez que estés triste. No te conformes con sentir pena por ti. Sé honesto e investiga hasta que encuentres. Hasta que te encuentres. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  17. ¿QUIERES SER DISTINTO DE COMO ERES? En mi opinión, este asunto se nos presenta a menudo a lo largo de la vida y no siempre le prestamos la atención que requiere. A veces nos lo planteamos porque los otros nos hacen creer que no somos adecuados y otras veces porque nosotros mismos sentimos una contradicción entre lo que hacemos/pensamos/decimos/somos y lo que nos gustaría hacer/pensar/decir/ser. Esto es bastante habitual. Menos habitual es encontrarse con alguien que esté satisfecho en todas las áreas de su vida. Además, esa inquietud por evolucionar, ese inconformismo, y el deseo de Mejoramiento, son siempre buenas señales. Del deseo de Mejoramiento sólo puede surgir el Mejoramiento. Lo que hay que vigilar cuando se inicia uno de estos procesos es la actitud con que se encara –que siempre ha de ser amable, benevolente y positiva- y que no se haga desde un rencor y reproche por la actualidad o por el pasado personal. El Amor Propio –en esto también- es IMPRESCINDIBLE. Cualquier cosa que se hace por uno mismo ha de ser desde el Amor Propio y por Amor Propio. Hacerlo para contentar a los otros es un error de planteamiento, y el resultado no está garantizado que sea el adecuado. Puede incluso ser un buen resultado aparente pero no ser real. Nada ni nadie te obliga a ser como estás siendo. Tienes la posibilidad, la responsabilidad, y la gratificante tarea de ir modificando y mejorando todas aquellas facetas o actitudes tuyas que no sean de tu absoluta conformidad y satisfacción. Y si tienes que enfrentarte a algo o alguien para lograrlo tendrás que usar tu asertividad y defender y lograr lo que deseas. Porque, lo sabes bien, nadie va a hacer tu tarea por ti. Este es tu trabajo. Y no vale dejar que sea el porvenir, el destino, o los otros, quienes tengan que intervenir para hacer –a su modo y sin garantías- lo que tienes que hacer tú por propia voluntad y decisión. Tu vida es TU VIDA. Y tu obligación es hacer que discurra de tal modo que te puedas sentir absolutamente satisfecho de ella, sanamente orgulloso, feliz, y que puedas andar por la vida –por TU VIDA- con la cabeza alta, con el corazón contento, con el alma en paz. Puedes y debes plantearte muy seriamente cómo estás en este momento, hacer un acto de introspección para contactar con tu realidad, escuchar tus deseos más internos, adquirir un compromiso firme frente a ti mismo de obligado cumplimiento, y salir de como estás siendo para entrar en como quieres ser. Una buena idea es comenzar por desarrollar tus potencialidades, tus virtudes y cualidades, y al mismo tiempo minimizar o eliminar tus defectos y las cosas que no te gustan de ti. Desdramatizar las cosas y relajarte te serán de utilidad para acercarte más a ti mismo. El resultado, y tú serás el primero en disfrutarlo, es SER –más- TÚ MISMO. Y es un muy buen premio. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  18. LA CONCIENCIA ES LA PRESENCIA DE DIOS EN EL HOMBRE En mi opinión, esta frase de Víctor Hugo aclara perfectamente lo que significa la conciencia y además no pierde su valor ni su verdad si alguna persona se siente incómoda, o no identificada, con la palabra o el significado de DIOS y en su lugar pone otras que sumadas signifiquen lo mismo o algo que se le aproxime. Si en su lugar ponemos SABIDURÍA, con eso aceptamos que hay algo que está por encima de lo cotidiano e infravalorado que es ser humano y tener limitaciones. Si ponemos ALMA o ESPÍRITU también estamos reconociendo la presencia de algo superior a lo limitado que es ser sólo cuerpo y mente. La conciencia es un juez insobornable que nos hace ver lo que está de acuerdo con nuestros principios y coherencias y también lo que no estamos respetando. Se encarga de recordarnos cuándo estamos haciendo lo que hemos calificado en nuestra escala de valores como bueno, bien, de acuerdo, o lo que hemos clasificado como mal, malo, indeseado. Es una observadora impecable de lo que nos sucede visto desde un punto de vista imparcial y objetivo que no se condiciona por los deseos ni por los intereses del autoengaño. Su función es advertirnos sin enjuiciarnos, sólo encendiendo la señal de alarma para que a partir de ese darse cuenta cada uno decida si ser fiel a sus principios y respetarlos o pasar por encima de ello bajo su propia responsabilidad. Hablé con una persona que me contaba de sus llantos desconsolados, de su desesperación, de la lucha interna -que se había convertido en titánica- porque sus deseos le proponían unas cosas que su conciencia no aprobaba. “¿A quién hago caso?”, preguntaba. “Si no cumplo mis deseos, ¿me arrepentiré el resto de mi vida? y si los cumplo, ¿me arrepentiré el resto de mi vida?” Se lo preguntaba a sí mismo, porque es cada uno quien tiene que escucharse y decidir. Las opiniones ajenas se emiten a partir de unos principios y una moral y una conciencia que son distintas de las propias. La conciencia es la pureza, la coherencia, el recto proceder, y el respeto a la conciencia es el respeto a la dignidad. Quien la desoye no se podrá considerar una persona digna. Quien la desoye no se podrá mirar al espejo sin sentir rechazo o vergüenza. Es la voz de la moralidad. De la propia moralidad. Escucharla y acatarla es una demostración de integridad, de consideración y respeto hacia uno mismo y hacia el Uno Mismo que también somos. Es nuestra aliada, la que vela para que cumplamos nuestras propias normas que han sido elegidas y decididas libremente, la que está a nuestro lado, atenta y presente, mientras que nosotros –como humanos distraídos- no siempre somos conscientes o estamos pendientes. La conciencia se merece nuestro mayor respeto. Su voz ha de ser acatada porque ella dice lo que nosotros sabemos que es lo más adecuado a quienes somos en esencia. No somos esclavos de la conciencia, somos bendecidos por poder tenerla. Es, sin ninguna duda, nuestra mejor aliada. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  19. LAS COSAS SON COMO SON En mi opinión, una parte importante de los sufrimientos que padecemos a lo largo de nuestra vida se debe a la falta de aceptación de las realidades que se nos presentan. Cuando ocurre algo que no nos gusta, o que se opone a nuestros deseos, o si está en contra de lo planificado, se manifiesta en nosotros una explosión iracunda que sucede en nuestro interior y sale impulsivamente, molestando u ofendiendo a los otros, o bien uno se calla y esa ira se reproduce y expande por el interior haciendo que nos sintamos mal. LAS COSAS SON COMO SON, no siempre son de nuestro agrado, no siempre ocurren según nuestros deseos, y eso hay que aceptarlo así, procurando no cargarlas de un drama innecesario que por su parte no tienen. LAS COSAS SON COMO SON, aunque estamos acostumbrados a calificarlas con un adjetivo -ya que ellas no se encargan por sí mismas de esa tarea innecesaria-, y somos nosotros los que cargamos de drama el hecho, o lo magnificamos para bien o para mal, según sea nuestro interés en ese caso o, más bien, somos los que cometemos el error de ponerle un matiz calificativo a algo que no lo tiene ni lo necesita. Es conveniente que cada uno reflexione acerca de si quiere seguir en su forma de actuar habitual ante los hechos o si quiere introducir cambios. Esto no es fácil de entender, pero quien lo entienda se quitará un gran peso de encima: hay cosas que no se pueden explicar, otras que no se sabe –ni se sabrá nunca- por qué o para qué sucedieron, otras que no tienen un significado especial por mucho que tratemos de encontrárselo y que tampoco es necesario dárselo. Suceden… y nada más. Son como son. Por otras cosas simplemente hay que pasar, sin más, y hay otras en las que somos actores pero sin saber exactamente qué estamos haciendo; de otras aprendemos algo que en algún momento –no se sabe cuándo- nos puede ser de utilidad. Hay cosas que no requieren un análisis. LAS COSAS SON COMO SON, y aceptarlo de ese modo puede hacer que todo sea más fácil de vivir. Hay que quitarle a la vida todo el drama que se pueda. No hay que negarse a afrontar lo que es necesario afrontar, pero tampoco hay que obstinarse en lo que es innecesario. A veces es muy conveniente ser capaz de controlar la propia sensibilidad y los sentimientos, y es conviene ser racional y objetivo y evitarse todo lo doloroso que es inútil e innecesario. No seamos masoquistas. Se aprende más con el ejercicio del Amor Propio que con el castigo del auto-desprecio. Es bueno desapegarse o deshacerse de las cosas que aportan sufrimiento pero nada positivo a cambio. Hay que ponerse a salvo de muchas cosas, incluso de uno mismo cuando uno se empeña en complicarse la vida. Y no hablo de rendirse, ni de pasotismo, sino de cuidarse, de ponerse a salvo. De no luchar contra lo inevitable. LAS COSAS SON COMO SON. Aprende a diferenciar las que requieren tu atención de las que requieren tu desatención y tu olvido. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  20. EL ERROR DE VIVIR EN EL PASADO “No hay que renunciar al pasado porque sea malo, sino porque está muerto” (Tony de Mello) En mi opinión, no hay que renunciar al pasado: hay que dejarle seguir en el recuerdo, más o menos vivo, pero como invitado silente al que se acude cuando se desea, pero sin que paralice ni estorbe. El pasado es la forma en que llamamos a todo lo que pasó justo antes de este momento. Está compuesto por las vivencias que tuvimos, por los bellos mensajes que nos dejaron las cosas cuando sucedieron, o por las heridas que nos causaron; por las personas que tratamos, y tanto por lo que hicimos como por lo que no hicimos. Se alimenta, casi siempre, de nostalgia o de arrepentimiento. No tiene entidad, no se puede tocar, ni ver; sólo unas fotos o unos papeles escritos dejan constancia de que una vez fue presente. Pero el pasado real no es el que tenemos archivado en la mente, porque ésta siempre se encarga de dar su versión particular, de adjudicar un adjetivo, o de añadir o quitar algo, según los intereses, en cada uno de esos recuerdos. Además, olvida. O deja que el tiempo redondee las aristas como hacen los ríos con las piedras. También permite que desde que se crearon los malos recuerdos engorden desaforadamente hasta salirse de su realidad, o también que algunos se pierdan para siempre, lamentablemente. Al pasado acudimos mediante el recuerdo, y por supuesto que tenemos que recordar el pasado, pero con el fin de sentirlo como un fundamento de nuestro ser y como base para el futuro. Eso sí, recordando siempre de forma instantánea, que no está ocurriendo “ahora”. La mayoría de las veces caemos en la trampa que nos tiende: los momentos del pasado afloran a la mente consciente y tendemos a creer que estamos reviviéndolos. Esto trae el pasado al “ahora” con tal intensidad que a veces lo reemplaza, y entonces perdemos contacto con la correcta prioridad del tiempo. Es muy importante comprender este aspecto de su utilización, porque habitualmente acudimos al pasado y nos instalamos en él, que no es lo mismo que traerlo a nosotros para verlo, para disfrutarlo o aprender. Lo explico mejor. Esta es una representación imaginaria de nuestro paso por los años: partimos de cero y vamos hasta el último. No es correcta del todo, porque no vamos por los años, sino que siempre estamos en el presente, en hoy. Pero para quien siga utilizando esta forma de verlo, le cuento dónde está el error de la utilización del pasado. Yo estoy en un punto de mi vida (por ejemplo, 40 años) y voy hacia el final (por ejemplo, 80 años). Si me ocupo en volver al pasado, hacia los 20 años, hacia los 30 años, no avanzo, sino que me estanco o retrocedo. La actitud correcta es traer esa etapa o situación pasada al día de hoy, que venga ella, que me acompañe durante un momento en mi ser o mi caminar, y, después, ella misma regrese al sitio donde debe estar. La diferencia entre las dos posturas es evidente: si yo voy a mi pasado y me instalo en él, sintiendo como sentía en el pasado, aferrado a lo pasado, pensando y actuando como en el pasado, no estoy viviendo en mi presente, no sigo creciendo, no conozco nuevas opciones ni otros horizontes. En cambio, si traigo serenamente con el recuerdo al día presente algo que ya ha pasado, pero sin dejar ni un solo instante de estar aquí, en mi actualidad, yo sigo en mi Camino mientras el pasado me acompaña durante un rato. El pasado está lleno de enseñanzas, de las cuales hemos descubierto algunas, pero otras continúan escondidas aún porque entonces no las vimos. Nos suele pasar mucho con las situaciones pesarosas del pasado que sólo hemos extraído de ellas el sufrimiento y nos hemos quedado sin coger la lección. Claro que es bueno volver a traer esas situaciones al presente, pero para examinarlas a la luz serena de la objetividad y sacar el jugo que llevan, sacar la advertencia o el consejo. No ha de importar hurgar un poco más allá de donde comienza el sufrimiento, porque justo inmediatamente detrás aparece en toda su magnitud la lección de esa experiencia. La constante repetición de fobias, experiencias y traumas del pasado siguen manteniéndonos en el pasado. Fíjate: no hay “hábitos” o “automatismos” en el “ahora”, porque el “ahora” está naciendo constantemente; el “ahora” es siempre una nueva experiencia a través de la cual existe un sentimiento de novedad en todas partes. Traer el pasado al presente, con ánimo de aprendizaje, es una buena decisión, porque así es como podemos encontrar lo que se llama la mente programada. Consiste en darse cuenta de que la educación, las vivencias y los modos de actuar del pasado, si no los actualizamos, siguen mandando en nosotros, haciéndonos funcionar de una manera mecánica y con los datos que nos instalaron entonces. Podemos darnos cuenta de muchas cosas, pero si no vamos al origen donde nacen las tomas de decisiones y las formas de acción, el sitio donde está el control de mando, sino comprobamos si funciona de forma autónoma e inconsciente, o si somos capaces de actuar de forma fresca y distinta en cada una de las situaciones, nunca sabremos cuánto hay de libertad y de voluntad propia en cada uno de los pensamientos que nos nacen; nunca sabremos quién nos ha dicho lo que tenemos que hacer, ni por qué o cómo; nunca sabremos cuánto de miedos infantiles o de educación equivocada seguimos arrastrando; nunca sabremos si estamos siendo lo que podríamos ser o si somos regidos por una mente programada que no sabe salirse de la repetición constante de la misma respuesta al mismo estímulo. Es bueno preguntarse: ¿realmente estoy siendo yo o me gobierna esta mente que me habita convertida en dictadora?, ¿estoy seguro que saber distinguir entre mi mente y yo? Es muy importante ver el pasado desde el presente y tomar plena consciencia y posesión del presente, y reinaugurarlo todo si es preciso: desde una forma distinta de comprender y pensar, hasta una nueva concepción de la manera de sentir o de vivir. Conviene revisar si en el presente se siguen creyendo y arrastrando cosas negativas del ayer. Por ejemplo, si tienes un complejo de ser mal dibujante porque en el colegio sacabas malas notas en dibujo… ¿qué te importa ahora? –además, estás a tiempo de aprender si lo deseas-, ¿por qué sigues sintiendo dentro de ti un sentimiento de inutilidad que no te sirve para nada pero que en cambio tiñe una parte de ti de un color sobrio?, ¿qué importa que en el colegio fueras un mal portero y te metieran muchos goles, y que el resto de compañeros se burlasen de ti?... ya no estás en el colegio, ya no eres aquel niño… ser mal portero corresponde al pasado… ¿ no podrías olvidarte de aquello y comenzar de nuevo?... ¿qué importa que tu madre dijera que eras una mala cocinera porque te costaba trabajo aprender?... ¿acaso no sabes cocinar ahora?... ¿qué importa que fueras el patito feo del baile, si ahora has descubierto que hay otros tipos de belleza?... ya sabes que no se ha de ser el mejor de todo, ni el más de nada, sino que se ha de ser uno mismo, hasta donde se llegue, hasta donde se pueda… El pasado puede convertirse en una atadura implacable que lucha con fiereza para mantenernos a su lado; el pasado no nos suelta, como si fuésemos su más codiciada presa; el pasado nos engaña diciéndonos que él es la experiencia, y que ahí podemos estar tranquilos; el pasado engatusa: nos hace creer que nosotros somos el pasado; el pasado desmiente al futuro y proclama que solo él es cierto, y nos embauca recitándonos el refrán que dice que “vale más malo conocido que bueno por conocer”; el pasado nos ata, y nos estanca, nos corta las alas y nos intenta convencer de que no podemos escapar de él, porque contiene y mantiene cosas de la que tenemos que arrepentirnos y por las cuales aún hemos de sufrir un poco más. Y no es cierto. El pasado no existe. El pasado murió hace tiempo. Lo único que aún queda es el fantasma de su paso, pero hemos tener la seguridad y la paz de saber que no puede seguirnos, ni puede atraparnos, ni debe afectarnos con sus demonios… si no estamos abiertos a aceptarlos. No existen ni el pasado ni el futuro. Sólo existe el presente. VIVE el presente. VIVE en el presente. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  21. A VECES SE GANA, A VECES SE APRENDE En mi opinión, todas las circunstancias y experiencias por las que atravesamos a lo largo de la vida nos aportan algo; con ello, y no siempre siendo conscientes, hacemos una valoración que nos hace llegar a la conclusión de que “a veces se gana, a veces se pierde”. Al final de toda situación hay pérdida o hay ganancia, sólo que a veces son tan minúsculas que no las apreciamos. Pero existen. En todo lo que sucede, incluso en lo menos agradable, hay un beneficio si se sabe mirar bien, pero sólo con la condición de prestarle la atención que requiere, de verlo como es realmente, de hacer una reflexión objetiva del hecho. Eso de que “se pierde”, se puede cambiar por “se aprende”. El hecho es el mismo pero pasa de ser nada más que un perjuicio a ser un beneficio. Ante los hechos ya consumados, y más aún si son dolorosos o desagradables, no sirve para nada la queja ni la pataleta, no tienen utilidad el reproche ni la frustración; nada va a cambiar ya lo que es histórico, así que la mejor y más beneficiosa decisión es disponerse a averiguar qué hay de bueno en lo malo. Hay que ser valiente, porque no es solamente una tarea mental sino que requiere involucrarse con los sentimientos también. Lo adecuado es hacerlo mientras se está en el dolor –pero cuando el dolor aún es puro y no se han entrometido los sentimientos-; es entonces el momento apropiado de ir hacia atrás y llegar al origen real que hay detrás del motivo aparente. Duele, sí, pero… ¿por qué duele?, ¿qué es lo que no se quiere aceptar?, ¿dónde duele?, ¿para qué duele?, ¿a quién le duele?, ¿qué hay de verdad detrás de lo que aparenta?, ¿le duele al Ser Humano que es uno o le duele al ego?, ¿va a cambiar algo el hecho de sufrir por ello?, ¿qué tengo que aprender de esto? Cuando sucede es el momento de hacer que ese dolor-rabia-sufrimiento no sea inútil aprovechándolo para que no se nos tenga que repetir la lección. En muchas ocasiones, llegar a esa situación no es un hecho fortuito sino que se han tenido que encadenar varias cosas o sucesos para que se produzca. Y puede llegar a ser imposible que se reúna todo de nuevo y en las mismas circunstancias. Por eso opino que hay que aprovechar el momento. Las emociones y los sentimientos no se pueden reproducir a nuestra voluntad cuando deseamos. El momento en que todo sucede es el momento en que está todo predispuesto para buscar con sinceridad, y hay que hacerlo y sin miedo a lo que pueda aparecer. Porque una de las tareas del Ser Humano es conocerse, y más aún en las cosas que no nos gustan de nosotros, para corregirlas en vez de ocultarlas. Es cierto que a otras personas –aparentemente- les va mejor hacerlo cuando han transcurrido varios días y los sentimientos se han calmado, pero… se corre el riesgo de que la racionalidad acabe encontrando una justificación con aires de ser la verdad pero que en realidad es simplemente la mejor excusa que se ha encontrado. Cuando algo duele no hay que rehuir ese dolor. Hay que experimentarlo hasta su disolución. Sin pretender alargarlo innecesariamente ni tampoco evitarlo. Es muy difícil –es imposible, dirán algunos-, pero justo cuando se siente ese dolor es el mejor momento para llegar hasta su origen real. Y es el momento en que se puede convertir la pérdida en ganancia y el perder en aprender. Y así siempre se ganará. LA FÓRMULA PARA GANAR SIEMPRE ES CONVERTIR LAS PÉRDIDAS EN APRENDIZAJE. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  22. Y CUANDO YA ESTABA APRENDIENDO A VIVIR… ME MORÍ En mi opinión, esto de aprender a VIVIR –con mayúsculas, porque solamente “vivir” es más sencillo- es una tarea que lleva toda una vida, y aún así uno llega al final con la seguridad de que le queda mucho por aprender todavía. Se debe, en gran parte, a que no le prestamos a la vida la atención y dedicación que requiere. Y a que nos conformamos con vivir –que es consumir el tiempo de estancia en esta vida de un modo desatento-, y eso no aporta ni una mínima parte de TODO lo que la vida nos puede ofrecer. VIVIR es una tarea grandemente satisfactoria que aporta un extra que no se aprecia cuando la rutina y la desatención son quienes presiden nuestros actos Nos dedicamos a “hacer”, pero no a “VIVIR”, y la diferencia entre ambas cosas es evidente: VIVIR es estar del todo presente en lo que se está haciendo, poniendo toda la atención en una observación impecable del momento en que se está, darse cuenta de los detalles, tener una mirada con capacidad de asombro, no dar nada por supuesto y mirar con interés para descubrir incluso lo que está por detrás de lo evidente. VIVIR es también, y sobre todo, emocionarse, descubrir la maravilla que hay en todo y a veces no vemos, contemplar con esmero y vocación. Hacer, en cambio, es más pobre. No tiene emociones ni sentimientos. Es más mecánico, más desatento, rutinario. Se parece mucho a “matar el tiempo”, a esos pasatiempos que lo único que pretenden es evadirnos cuando la propuesta de la vida no es esa sino exactamente lo contrario: estar, atreverse, pasión, totalidad, plenitud, emoción, VIDA. VIVIR, si se hace bien, es todo un ejercicio de plena autenticidad, es una toma de contacto directísima con la realidad que somos por encima de lo que estamos mostrando. Quien se dedica solamente a hacer es un personaje, una sombra, nadie auténtico, un vacío que ocupa nuestro cuerpo y mente. Vamos aprendiendo a VIVIR poco a poco, sobre todo a base de arrepentimientos que nos muestran nuestro descontento personal, o cuando nos damos cuenta del lamentable derroche de vida que estamos haciendo, o cuando tomamos consciencia de que no podemos seguir de ese modo que no nos está aportando grandiosidad, porque nos da algunas satisfacciones inmediatas pero no satisfacciones plenas, o cuando comprendemos que VIVIR es otro nivel: es cuando decidimos que ese estado queremos repetirlo no sólo a menudo sino siempre. Cuando contactamos con la comprensión –por haberla experimentado- de que hay algo que está por encima del consumo despreciativo del tiempo, algo que tiene otra dimensión, aunque sea algo que sólo hemos vivido fugazmente, eso debería alentar nuestra propia búsqueda y animarnos a EXISTIR de otro modo. La desatención a la VIDA, la pérdida de la opción de VIVIR en lugar de simplemente hacer, o dejar que nuestro tiempo se vaya vacío, son motivos más que suficientes para que una desazón o una tristeza o un sufrimiento imposibles de consolar sean nuestros huéspedes indeseados. A medida que uno se va haciendo mayor comprende que hay que desdramatizar las cosas, que hay que centrarse en lo importante y no derrocharla en cosas que son verdaderas tonterías aunque les hayamos otorgado importancia, que el tiempo corre muy deprisa sumando años y restando vida, que lo que perdimos no se puede recuperar, y que lo importante no es sufrir sino VIVIR. Y eso, VIVIR –con mayúsculas-, depende única y exclusivamente de cada uno, así que… Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  23. EL CIELO Y EL INFIERNO ESTÁN EN LA TIERRA En mi opinión, no es necesario esperar hasta morir para conocer y disfrutar eso que llamamos “El Cielo”, ni tampoco es imprescindible ser muy malo y morir para conocer eso otro que llamamos “El Infierno”. He creado una idea que tal vez no sea cierta –o sí- pero me interesa: ambos están en la Tierra. Están a nuestro alcance tanto los placeres como los sufrimientos que nos vaticinan para cuando ya no estemos aquí. Están aquí todos o casi todos. O, tal vez, simplemente es que aquí y ahora tenemos la opción de vivirlo todo, y además vamos etiquetando las cosas, dividiéndolas en los opuestos –sólo teóricamente- bien y mal, bueno y malo. He preguntado a muchas personas: ¿qué imaginas que hay en el Cielo?, ¿qué esperas encontrar cuando llegues allí? No he recibido ni una sola respuesta coherente, lógica, ni siquiera clara. Ninguno de los preguntados lo tiene claro. “estar con Dios” es la respuesta que más se repite, pero tampoco pasan de esa imagen/pensamiento/deseo que no saben desarrollar más allá de la palabra. “Angelitos”, dicen también. Hay otras que no parecen muy lógicas: “pasear”, “leer”, ¡hasta hay quien me ha dicho “ir al cine”! Lo único que tienen claro es que no quieren ir al infierno, pero tampoco saben qué encontrarían allí -en el caso de que haya infierno-. Y me queda patente que eso de “ir al Cielo” es una aspiración costumbrista sobre la que no todos han reflexionado lo suficiente. La práctica totalidad de las cosas que me dicen que esperan hacer en el Cielo las pueden hacer en la Tierra, porque la mayoría de las personas piensan en cosas que se pueden hacer con un cuerpo físico… cosa que parece que no tendrán los que lleguen allí -en el caso de que haya Cielo-. Aquí, en la Tierra, podemos disfrutar como si fuese un Cielo y sufrir como si fuese un infierno. Y eso va a depender más de cómo aceptemos o no lo que nos suceda que de los sucesos en sí. Tenemos incorporados en nosotros, o a nuestro alcance, los elementos que nos pueden hacer disfrutar o sufrir. Vista, oído, tacto, gusto, olfato, posibilidad de hablar y comunicarnos, emociones y sentimientos, miedos, recuerdos, familia, ilusiones, abrazos, llanto, alegría, dolor, esperanza, pena… Con la capacidad de administrar bien o mal esos elementos podemos convertir nuestro paso por esta vida en un milagro, en un recreo para gozar, o en un campo de tortura y casi exterminio. Y eso depende de nosotros. De cada uno de nosotros individualmente, no del colectivo que es la humanidad. Preservarse, que es protegerse, que es resguardarse antes de que algún daño o peligro nos afecten, es una buena decisión. Poner una barrera a lo desagradable para que no nos afecte, es una buena decisión. Quitar poder a los miedos deshaciéndonos de los miedos, es una buena decisión. Objetivar las cosas que nos suceden sin añadirles un drama innecesario, es una buena decisión. Se trata de fomentar y magnificar lo bueno que nos ocurre (Cielo) y de menospreciar o rechazar lo negativo (infierno). Se trata de apreciar toda la belleza y lo emocionante que ocurre a nuestro alrededor en cada instante y de no engancharse al dolor o lo desagradable cuando nos toca vivirlos. Cualquiera de los placeres nos pueden acercar a la idea de Cielo y cualquiera de las pesadumbres no puede hacer sentir el infierno. Y sólo depende de cada uno qué hacer con ambas cosas. No sé si habrá Cielo o infierno. Lo que sí sé es que estamos aquí y ahora, que actualmente tenemos la posibilidad de disfrutar y ser felices, y que es mejor no perderse el presente. ¿Y si sufrimos menos y disfrutamos más? Y deprisa, que la vida no para. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  24. ASÍ TIENEN QUE COMENZAR LOS PROCESOS DE MEJORAMIENTO PERSONAL En mi opinión, la mayoría de los procesos de Mejoramiento Personal que se frustran, y se quedan sólo en un fracasado propósito, se deben a que no se respetan los principios básicos e imprescindibles con los que hay que afrontar esta tarea. El Mejoramiento Personal es algo instintivo. Se siente inevitablemente ese impulso de acercarse a la perfección, a la progresión como Humano. El error de planteamiento puede estar en pretender construir sobre una base que no está saneada, de modo que cualquier cosa que se pretenda implantar está ya condenada al fracaso. Uno puede llegar a comprender que tiene que mejorar, y se puede plantear hacerlo, pero sin un plan firme, como algo que va a ir improvisando. “Ya iré cambiando lo que pueda”, se piensa. Pero no es suficiente con esa buena voluntad. Hace falta respetar unos criterios básicos y unas premisas imprescindibles. A veces incluso lo que se pretende en poner otro personaje en el lugar del personaje que está siendo en ese momento, y eso no es la solución sino que es un parche provisional. Se trata de llegar a ser Uno Mismo y no un personaje que nos parece que está bien. No se puede pretender mejorarse desde una relación incómoda consigo mismo por falta de aceptación por lo que uno es, por lo que ha hecho, por la cantidad de errores que ya acumula, o por cualquiera de los motivos de malestar que tiene consigo mismo. Conocemos casi todos nuestros errores y defectos… y no nos los perdonamos. Por mucho que digamos, no nos aceptamos. Estamos inmersos en una guerra personal, encubierta o declarada, y así no es posible avanzar sanamente. Todo Proceso de Mejoramiento tiene que incluir la aceptación incondicional de lo que uno ha sido y es. Eso no quiere decir que le tenga que parecer bien todo lo anterior, sino que ha de ser consciente de que ha habido en su vida decisiones que han dado un resultado distinto del esperado. Y hay que aceptar que esa era una de las posibilidades y es la que se ha producido. Aquello que no se conoce con precisión, puede acabar de un modo indeseado. Y eso hay que aceptarlo así, sin convertirlo en un drama final. Todo Proceso de mejoramiento necesita del paso previo de la reconciliación con uno mismo. Todos los yoes que nos habitan tienen que remar en la misma dirección. Nada de zancadillas provocadas por uno mismo. Nada de boicots internos. Sólo Amor Propio sin condiciones, un apretón de manos conciliador, y un propósito firme por el que esforzarse. En este momento soy lo que soy, aunque no me guste, pero tengo una buena materia prima sobre la que moldear a quien deseo ser. Si me he planteado el Mejoramiento ya puedo considerar que, por lo menos, tengo algo de buena persona. Así que… un abrazo muy grande a mi presente y a mi pasado. Y un adiós. A partir de la aceptación y la reconciliación es cuando se puede empezar a construir. Cada persona es distinta, tiene inquietudes distintas, tiene diferentes cosas que perfeccionar, y tiene varios caminos por los que transitar para llegar a su objetivo, así que el siguiente paso es de libre decisión. No hay que olvidar aportar todo el Amor Propio posible -que es un ingrediente vital, imprescindible-, y también la paciencia. Los resultados raramente son rápidos, aunque dependen en gran medida de la voluntad y atención y dedicación que ponga cada uno. Paciencia. Sí es conveniente valorar cada pequeño paso que se dé –que SIEMPRE son GRANDES pasos-, y confiar en uno mismo y ser el mejor aliado. La auto-observación y la reflexión sin prejuicios son instrumentos esenciales. Darse cuenta es primordial, por eso hay que estar atentos y receptivos, y no descartar nada que nos parezca desagradable porque puede ser eso, precisamente, lo que nos aporte lo que estamos buscando. Personalmente soy partidario de tomar nota de todos los descubrimientos que se vayan haciendo, así no se olvida nada y se tiene todo a la vista. Al margen de que escribir obliga a ordenar previamente los pensamientos y uno se puede enterar de ese modo de lo que realmente piensa. El Proceso de Mejoramiento Personal es un bello camino lleno de satisfacciones, aunque algunos de los descubrimientos no nos van a gustar al principio, pero no hay que rechazarlos porque son los que nos muestran qué es lo que tenemos que resolver. Y el premio a tanto esfuerzo es excelente: la mejor versión de uno mismo. Así que… te animo a perseverar en esta tarea hasta el final. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  25. CONCILIAR NUESTRAS CONTRADICCIONES En mi opinión, si nos observamos con atención, que es una labor que ha de convertirse en continua y cotidiana –pero no monótona y rutinaria-, nos podemos llevar una sorpresa: descubrir que somos un incesante vaivén de contradicciones, y que la tarea de la vida parece no ser otra que conciliarlas, ya que quedar a merced de ellas y sus vaivenes nos alejan del todo del centro en el que se haya el equilibrio. Nos convierte en nuestras propias víctimas. Por motivos educacionales –aunque sería más correcto algo así como “des-educacionales”-, y porque nunca llegamos a tener algunas cosas claras del todo, y porque donde hoy digo “digo” mañana diré “Diego”, y porque cuando oigo una opinión ajena me parece más fiable que la mía y la cambio urgentemente, y porque mi estados de ánimo variables tienen más fuerza que mi tambaleante seguridad, y porque no sé nada de nada aunque pretenda aparentar lo contrario… por todo ello, somos una maraña de confusiones y desconciertos. Así que vivir con uno mismo, que es tarea irrechazable, es un continuo tratar de armonizar impulsos con sabiduría, paciencia con desesperación, dudas con preguntas, y leves momentos de paz con guerras encarnizadas. Es lo que nos ha tocado vivir. Es lo que hay. De momento. De lo que se trata es de armonizar los desafueros, de ser juez sensato y tener una conciencia limpia, de comprender sin desesperación, de aceptar que con la perfección convive la imperfección, que todo puede ser posible, y se trata también de aplacar nuestra desesperación, de animar a la parte nuestra que se duerme en los laureles, de apaciguar al exaltado que también somos, de consolar al afligido, de estimular al pesimista, de reír con el que ríe cuando ríe, de animar al derrotado, de esperanzar al desesperanzado… porque estamos siendo, en diferentes momentos, e incluso al mismo tiempo, todos ellos. Conviene ser con uno mismo la propia madre receptiva y pacificadora, la que tiene el amor incondicional por principios, y ama a todos sus hijos –que son nuestros diferentes estados- de un modo ilimitado, comprensivo y sin pre-juicios. No hay que desesperarse por nuestros altibajos, nuestros cambios de humor, nuestra inconstancia. No hay que instalarse en el lamento y quedarse estancado. No hay que aceptar una derrota de antemano. Vivir, y la vida, nos exigen que nos relacionemos con nuestras contradicciones desde el amor a uno mismo, desde el respeto irrenunciable, desde la convicción de que esto es así y funciona de este modo: observar, comprender, aprender, aprehender… y tratar de corregir. Pero desde el abrazo y no desde el enfrentamiento. No han de extrañarnos y mortificarnos nuestros contrasentidos y contrariedades. Hemos sido educados de un modo confuso y aun actuamos así en muchos casos. Sí han de servirnos para entender que eso forma parte de nuestra naturaleza personal, y a partir de la aceptación conviene ponerse a la noble tarea de crear un estado interior de armonía y comprensión que nos acepte, en principio, en nuestro modo de ser habitual, y nos ayude, al mismo tiempo, a tratar de que esas discrepancias sean cada vez menores, hasta que lleguen a desaparecer, hasta que lleguemos al equilibrio, la comprensión, la paz interna. Y hasta que nos encontremos con nosotros mismos, hemos de aceptar que somos contradictorios, que en algunos casos podemos creer una cosa y la contraria, y que conciliarnos es una tarea que requiere amor y paciencia, pero a cambio ofrece el premio de un bienestar personal. No somos perfectos, somos Humanos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
×
×
  • Create New...