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  1. LA HIJA DISTINTA DE DIOS Francisco de Sales Cuando Dios terminó de crearla en su imaginación, con todo su esmero y paciencia, intuyó que había algo que no estaba bien. No sabía qué era. Aparentemente tenía todas sus piezas, funcionaba el corazón, las piernas se movían y los brazos superaron los controles de calidad. Sin embargo, su intuición de artesano le dejaba una inquietud que percibía en el aire. ¿Qué era? Reflexionó, pero la lógica no le ayudaba. La observó sin prisas, pero seguía desconcertado. En vista de que la respuesta a su inquietud estaba ausente, y convencido de que más tiempo de mirar sin ver no le iba a dar la solución, la envió a la Tierra. Sus padres la habían esperado durante varios años y nueve meses más, y cuando se asomó a la vida ésta la esperaba con todo a su favor. Habían acumulado tanto amor en la espera... tenían preparados millones de besos que ahora, poco a poco, le iban a entregar. Atesoraron para ella sonrisas de adoración, caricias de ternura, suspiros de agradecimiento, miradas de cariño, cuidados exquisitos, y le habían preparado, como un ajuar, un futuro lleno de dicha. Fue imaginada hasta la saciedad cada día, mientras aún estaba en el vientre, y habían sido rediseñados los bocetos también cada día: los ojos, que todavía estaban encerrados tras los párpados; la boca, sin terminar de definir; el cuerpo, aún casi sin cuerpo... Las ansias de verla nacida, la avidez de llenarse de ella, el anhelo de descubrirla, eran tan poderosos que ambos atosigaban al tiempo para que acelerase el momento de romper el dique que la contenía, y rogaban al dios de la urgencia una demostración de su capacidad de convertir un mes en un día, para acelerar el instante de coger en brazos a la autora de sus sueños. Nadie contestó a su ansiedad. Tuvieron que esperar pacientemente hasta que un día, pregoneros del parto que se avecinaba, llegaron unos dolores para anunciar que ya era el momento. En contra de su intención de asustar, los dolores fueron tan bien recibidos que se marcharon urgentemente y su lugar lo ocupó la aceptación del pequeño padecimiento a cambio de la gran satisfacción. Un milagro convirtió en dos a lo que había sido una hasta entonces. La separación del cordón marcó el instante de su nacimiento. Y empezó a vivir. Una noche de tormenta, de truenos y rayos incontables, Dios se despertó al mismo tiempo que la respuesta: ella era distinta. Y entonces, asustado, se dio cuenta de que no iba a encontrar su lugar en este planeta. Dios tuvo que crear un mundo, dentro de este mundo, para ella. Y otro cielo, para que volaran los pájaros de su falta de libertad. Y un mar en el que navegaran tranquilamente sus pensamientos. El día que sus padres tuvieron confirmación de la sospecha que les atormentaba, porque una voz con autoridad doctoral dijo que la niña “no sería como las otras niñas”, un abismo profundo se abrió entre ellos y el porvenir. Los planes se fueron destruyendo a sí mismos; todos los proyectos se esfumaron de golpe, los propósitos cancelaron sus promesas y los sueños fueron despertándose de su sueño, tomaron conciencia de la realidad y supieron el sentido de la palabra imposible. Las palabras del doctor eran la sentencia que parecía poner un triste inicio en el resto de sus vidas. Ellos creyeron entonces que no podrían mostrar su hija con orgullo al resto del mundo y que el desconsuelo no dejaría lugar para el futuro. Ella no se preocupó porque no sabía preocuparse, y no sintió pena porque no encontró motivo por el que sentirla. El universo de sus padres y el de ella, en aquel entonces, estaban totalmente separados. Ella atravesaba las líneas divisorias que ellos marcaban sin querer; se reía de su situación porque no entendía los razonamientos inventados por la lógica; revoloteaba sin rozar la mentira de los cuerdos, sin comprender el pesar desesperado de sus padres, sin creer en la necesidad de sufrir y dolerse porque su mente anduviera por otro lado; ella veía más lejos que el desasosiego inmediato, más profundo que el mar de los llantos, más claro que el reproche cotidiano. Sus padres se culpabilizaban y se preguntaban dónde habían fallado. Gastaban en reproches y en llanto la energía que podía servir para transmitir alegría, comprensión, y esperanza. Destruyeron el optimismo y la rodearon de nubarrones de desgracia y de pena. Ella, en su creación, disfrutaba de una manera espontánea. A falta de los miedos y las tragedias que usaban los demás, su mundo interior sólo salía de su Paraíso para comer, cuando la bañaban... o sea, sólo cuando le rompían la unidad para dividirla en ella y su cuerpo se separaba un poco de la intensidad profunda con que vivía. Era capaz de atrapar entre las manos la felicidad que vive en el aire, y sin mover el cuerpo era capaz de perseguir a los pájaros, al viento, o a la música que se fugaba de los altavoces. Cuando cumplió nueve años aún era un alma sin conciencia del cuerpo que le limitaba algunos movimientos y le mantenía virgen la mente de inquietarse y desesperarse. La fantasía de ella nunca se había tropezado con la realidad y campaba amplia y segura. Si entonces se hubieran caído los velos de la irrealidad, y alguien le hubiera marcado la línea que sólo los cuerdos dicen que existe, quizás hubieran conseguido hacerla más juiciosa, pero... ¿de qué hubiera servido? Su vida no tenía más frontera que el momento en que se dormía. No vivía dentro de un cerco que limitaba al norte con la represión, al sur con la tormenta mental, al este con los miedos al futuro y al pasado, y al oeste con la muerte cotidiana de deseos y posibilidades. No. Vivía dentro de sí y atenta a cada momento, sólo atenta a cada momento dentro de sí, sin distracciones vacuas, sin obsesiones, sin dramatismos, sin tempestades en la urgencia, sin plazos aplazados, sin espera. Vivía como el pájaro, que sólo sabe ser libre. Vivía como la flor, desatenta a sus efectos. Vivía como la mariposa, sin miedo a la muerte cierta. En ese mundo tan personal e intransferible transcurrió ajena a los días y a la gente que le tenía pena. Dios, cada despertar preguntaba por ella. Fue siguiendo todo el proceso, consciente de la peculiaridad del universo de ella, consciente de su unicidad entre la multitud. Ellos, casi sin darse cuenta, fueron aprendiendo a quererla. La única moneda que tenía para pagar a sus padres el amor y la pasión era una sonrisa. Si no hubiera tenido la belleza de la inocencia, tal vez esa mueca hubiera sido desagradable, pero había tanto agradecimiento en esa exhibición de dientes un poco desordenados, había tanta ternura en ese gesto, había tanta aceptación en esa sonrisa, que a su madre le florecían las lágrimas al verla, y no por lástima sino por amor. Las lágrimas habían dejado de ser gotas de ojos lluviosos de aguaceros de incomprensión, para ser expresión de ojos sencillos que lloran como ríen. Dios nunca supo qué tenía que hacer. No sabía a quién pedir perdón, a quién dar explicaciones. No podía expresar su sentimiento apenado. Un día dejó de tener diecisiete años y comenzó los que venían a continuación. Seguía pasando más tiempo sentada en la silla que tropezando por su andar desordenado. Los monólogos que sus padres le dirigían, en los que le agradecían que hubiera nacido así, precisamente así, y en los que le transmitían cuánto habían aprendido de ella, cuánto había crecido el amor hacia ella y hacia todo, cuánto se había ampliado el campo de su visión, como si los ojos se les hubieran hecho más grandes, y cuánto tenían que agradecer a ella y a Dios, aparentemente eran soliloquios a los que ella acudía como invitada ausente, pero su corazón se impregnaba de sentimientos tiernos, dulces, cálidos; su corazón se reblandecía con esas sonrisas de adoración. El corazón de recibir afecto se llenaba hasta rebosar. Atesoraba cada instante, cada gesto, el vuelo de las manos de su madre cuando le contaba algo, el guiño cómplice que le enviaba cada vez que pasaba a su lado, las miradas de tímido enamorado de su padre y el calor que sentían sus manos entre las de él. A veces, sin escucharse, le decía a Dios que no le importaría si tuviera que morirse en ese momento. Era tanto el cariño recibido que ya no le cabía más. Entonces fue cuando estrenó sus lagrimales. Como el más sabio alquimista, sus ojos fueron convirtiendo la felicidad en gotas saladas, y las fueron empujando entre fiestas hacia el tobogán de sus mejillas, y las dieron su beneplácito para que bajaran hasta el suelo en un vuelo que fue capaz de conocer la libertad. La comprensión de su estado especial, haber podido sentirlo desde la sabiduría que aniquila cualquier duda, descifrar la razón de su existencia y ver que su aparente inutilidad había sido útil para sus padres, la compensó de todo cuanto no había conocido y no había experimentado. Sació la necesidad de encontrar el sentido de la vida, se llenaron los vacíos de la incertidumbre, sintió la plenitud que está por encima de todas las demás plenitudes. Se sintió la hija distinta de Dios y su alma se aquietó. Dios se había pasado años dándole vueltas y más vueltas a su preocupación. Decidió que era mejor bajar y personarse ante ella. Contarle cómo sucedió, y lo tarde que era cuando se dio cuenta. Transmitirle su pesar, disculparse por la vivencia que ella estaba pasando. Hablarle de su Amor tan divino y tan humano. La noche que se presentó ante ella, la despertó y estuvieron comunicándose en el idioma de los sentimientos. No dejaron que ninguna palabra rompiera el diálogo de sus miradas tan habladoras. No permitieron ni al aire, que todo lo llena, que se interpusiera entre ellos. No se insinuaron quejas, no se entristeció ninguna sonrisa y el vocabulario se limitó a la palabra amor y sus sinónimos. Surgió una veneración correspondida, y hubo tal deseo de no separarse, que Dios se lo propuso y ella aceptó acompañarle al Cielo. Francisco de Sales (Más poesías y prosa en www.franciscodesales.es)
  2. ESTOS DÍAS DE RECLUSIÓN ME ESTÁN OBLIGANDO A REFLEXIONAR En mi opinión, a cuenta de la reclusión a la que nos vemos forzados se me han despertado unos conflictos interiores serios. Ya estaban ahí, pero los iba aplazando y acallando porque no me resulta agradable enfrentarme seriamente a mí mismo y a las cosas incómodas y fastidiosas que arrastro. Hago todo lo que puedo por mantener una vida con los mínimos conflictos posibles y procuro mantener a la vista la mejor imagen que tengo de mí. Es mejor que la real. Esta reclusión obligatoria me está empujando a hacer cosas que no hago habitualmente y, tal vez por eso, parece que algunos asuntos que tenía pendientes de revisar aprovechan para asomarse y ahora me quedo sin el argumento habitual de “no tengo tiempo, lo miraré más adelante”. Tengo la mente desocupada de otros asuntos urgentes, y los que estaban pendientes toman protagonismo. ¿Y con qué me encuentro? con un montón de asuntos pendientes de resolver, con otro montón de cosas necesitadas de una revisión porque no son de mi agrado pero a pesar de ello se mantienen ahí por la costumbre, con goteras en mi vida y desconchones en el corazón, con unas insatisfacciones reales un poco desconsoladas, con una sensación doliente de que no estoy atendiendo a mi vida como quisiera hacerlo, y con unos agujeros grandes en el alma que he tratado de tapar con regalos y con mentiras. El paisaje es desolador. La verdad no es nada respetuosa y no colabora con los auto-engaños. La realidad, cuando se mira frente a frente, sin maquillaje ni disimulos, a veces es muy dura. Porque todos arrastramos cosas que sabemos que tenemos que afrontar pero que aplazamos comportándonos irresponsablemente. Esperamos un imposible milagro. No resulta nada agradable remover la mierda y cometemos el error de dedicarnos a olvidar o tapar los asuntos desagradables en vez de dedicar ese mismo tiempo a resolverlos. Porque nadie lo va a hacer por nosotros. Y olvidar –que nunca se llega a olvidar del todo ya que sigue haciendo efecto- no es resolver. Resolver es afrontar. Ponerse cara a cara frente a los asuntos, mirarlos, desmenuzarlos, comprenderlos, aceptarlos, y resolverlos. La solución no es ocultarlos ni negarlos ni infravalorarlos. Y esto me lo digo a mí también. Sé que me afectan, sé que mi autoestima se siente lastimada, sé que mi Amor Propio no está contento con mi actitud y he oído a mi dignidad quejarse más de una vez. Los miedos. Los miedos siempre están presentes cuando se trata de afrontar esas cosas menos placenteras. Miedo a que aparezca algo aún peor de lo que parece ser –tal vez sea mejor no tocarlo, piensa uno-. Miedo a no poder con eso que aparezca y al final quedarse peor al quedar innegablemente a la vista la realidad. Miedo a que la imagen más o menos agradable que uno ha construido de sí mismo se vea afectada y destruida por eso que aparezca. Esta ocasión excepcional debería aprovecharse. Esta oportunidad de tener tiempo “libre” podría ser una buena ocasión para interiorizar y descubrir, para conocerse mejor y confraternizar consigo mismo. Para resolver asuntos internos pendientes. Para preparar el terreno y poder salir de nuevo a la calle -cuando se pueda- resucitado, renovado; salir mejor que cuando se entró. Esta parada obligatoria es una buena invitación de la vida para que tasemos correctamente el valor que le damos a cada una de las cosas y a nosotros mismos. Hazte un favor y aprovecha esta oportunidad. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  3. ¿TÚ REALMENTE VIVES O SÓLO LEES ETIQUETAS? En mi opinión, los prejuicios –yo creo que está mejor dicho pre-juicios-, y las respuestas que tenemos preparadas como reacciones automáticas ante ciertos estímulos, nos condicionan grande y gravemente. Nos impiden ser nosotros realmente en cada momento porque son ellos los que deciden y nos privan de la libertad de escoger la respuesta apropiada para cada momento. Todos tenemos ideas, prejuicios y reacciones automáticas preparadas para los casos o cosas que se nos repiten habitualmente. A casi todo le hemos preparado una respuesta –y el problema de esto es que no las actualizamos, usamos siempre las mismas respuestas, y muchas de ellas están tan caducadas que no soportarían una auditoría en este momento- y –por desgracia- no miramos las cosas sino que leemos la etiqueta que en algún momento le hemos puesto. Si uno ve una flor y piensa: “flor” –que es lo que uno ha escrito en la etiqueta, y que es la misma para todas las flores- se pierde todo lo que la flor le puede dar. Es una flor –según dice la etiqueta mental que se le ha puesto- y por eso ya se da por conocida, y uno no se permite extasiarse, no se entretiene en olerla, o en fijarse en el tacto, ni se sorprende por la forma que tienen los pétalos. Si le adjudicamos una etiqueta a cada cosa, a cada persona, a cada situación, la vida se puede convertir en una rutina estancada. Si nos quedamos parapetados tras la idea pre-concebida, tras el pre-juicio, nos perdemos la maravilla de la evolución y no dejamos lugar a la sorpresa para que nos siga emocionando; eliminamos nuestra presencia integral en el momento que se está viviendo porque ya damos por supuesto lo que es, lo que está pasando y lo que va a pasar. La mayoría de las cosas que nos sorprenden lo hacen cuando nos permitimos estar en ellas con toda la atención, íntegramente, con el corazón… y sin la mente. Si uno observa qué ocurre para que algo rutinario se convierta en maravilla –la sonrisa de un niño, el sol, el firmamento, etc.- se dará cuenta que es la ausencia de la mente lo que hace distinto el momento. En ese instante la mente deja un vacío que ocupa la atención plena, la presencia total en el punto, la ausencia de juicios y prejuicios; queda uno solo frente a lo que está pasando, sin distracciones mentales, desnudo de condicionamientos, sin nada que robe protagonismo a la vivencia. A solas uno con su capacidad íntegra de sentir y emocionarse. Eso es lo que distingue un momento especial de un momento rutinario. Si te quedas en la frialdad de leer la etiqueta que pusiste a cada cosa, y lees “río” ya no verás el río, no sentirás el río, te perderás el río. Si te pones ante el río como un marciano que acaba de llegar a la Tierra y no conoce las cosas y quiere conocerlo todo, y para eso tiene que observar o preguntar, entonces apreciarás el ruido, el agua que nunca regresará, los remolinos, el entorno, la temperatura… Si te paras TODO TÚ ante las cosas o las situaciones y alejas la interferencia de la mente estarás construyendo un momento especial. Si eres un marciano, la vida te seguirá sorprendiendo, las cosas te presentarán su verdadero protagonismo, los ojos de ver se convertirán en ojos de mirar. Aplicar en tu vida la atención plena, la presencia completa, la conciencia absoluta, y tu total abstracción en la cosa y en el instante que estés viviendo, te aportará sensaciones olvidadas, emociones intensas, una plenitud que ahora te puede estar pasando desapercibida. Tu vida requiere de toda tu atención y tu presencia para que realmente sea tu vida. Tu vida te necesita. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  4. CORAZONES FUGACES Me gustan los días hechos con frío y lluvia. En esos días me encanta quedarme en casa y mirar a través de las ventanas. Me acerco a ellas y observo cómo fuera llueve un minúsculo diluvio. La cercanía con el cristal hace que del vaho nazca un empañamiento efímero, y eso me empuja hasta el recuerdo y me produce un irrefrenable deseo: quiero trazar la silueta de un corazón. Cuando era pequeño me subía en una banqueta de la cocina y arrojaba mi aliento infantil a los seis cristalitos de la ventana. En los seis dibujaba un corazón. Me bajaba de la banqueta y me alejaba para disfrutar mi obra con satisfacción; después volvía a ellos, y a cada uno le marcaba con una “M” y una “A” y volvía otra vez atrás para contemplar mi obra retocada, ahora con mayor satisfacción. Para finalizar, les añadía una flecha, una flecha cruel que los atravesaba sin cuidado, y dibujaba en cada uno una gota de sangre manando del flechazo, con la forma dulce de una lágrima, y pensaba en “M” con toda la fuerza que dan los párpados apretados. Después, depositaba un beso en cada uno de ellos, y borraba todo con la manga antes de que mi madre lo viera. Siempre se daba cuenta. Ya has vuelto a escribir en los cristales –decía-, y ahora tendré que limpiarlos otra vez –decía-, Angelín, ¿quieres dejar de ser tan niño? No quiero dejar de ser tan niño, mamá. Ni siquiera ahora que soy un anciano a quien los años obligaron a dejar de ser niño. No quiero dejar de ser tan niño, mamá, lo que quiero es volver a tu cocina, encaramarme a una banqueta y pintar corazones que no tenga que borrar después, y quiero volver a entregar mi corazón a “M”, que era Marta, aquella niña de ojos verdes que alteró mi infancia con la pócima encantadora de su sonrisa, con aquellas apacibles miradas, y volver a escuchar aquella frase manando de su voz “cuando sea mayor me casaré contigo...” y quiero ser de nuevo la “A” del corazón, Angelín, el niño que ganó el premio de conocerla, y quiero recibir mil veces más aquel único beso que me regaló, más blanco que cualquiera de los que he recibido después. Quiero que vuelvan a brotar cosquillas en mi corazón, y sentir el caudal alborotado de aquella sangre que se revolucionaba con la presencia y la ausencia de “M”, y retornar a la maravillosa escandalera de los sentimientos que no supe ni quise aplacar. Si le interesa saber cómo sigue puedes ver el final en este enlace: http://www.franciscodesales.es/prosa/prosa1.html MÁS POESÍAS AQUÍ: http://www.franciscodesales.es/poesia.html MÁS PROSA AQUÍ: http://www.franciscodesales.es/prosa.html
  5. DESDE AQUEL RAMO DE FLORES Te entregué un ramo de flores gobernado por una escandalera de nervios que transmitían un terremoto a mi mano y una erupción de volcán a mi cara. También sentía espasmos y contracciones, y padecía el desconcierto de mi cabeza que me abandonaba a mi suerte ante ti, tú tan ignorante de mis sentimientos, yo tan ingenuamente enamorado. Ahora sí sé que el amor, en muchas ocasiones, es suplantado por la confusión, y que la diferencia en la edad señala a veces una insalvable distancia. Entonces tenía trece inocentes años. Tú treinta y nueve, y todos maravillosos. Llevaba muchos meses idealizándote en silencio. Cada vez que venías a visitar a mi madre, tu amiga del alma, añadía una nueva flecha en un corazón que había pintado. Ese era mi segundo mayor secreto: un folio donde un corazón gigante sangraba víctima de enamoradas flechas. Cada una significaba que te había visto otra vez. El otro gran secreto, el primero, era que estaba enamorado de ti. Desde siempre. Desde que me cogías en brazos. Desde que me apoyabas en tu pecho, tus pechos, y me decías duerme conmigo. Desde entonces. Ahora estoy seguro de esto que digo. Siempre lo he dicho así, pero porque lo he querido ver como algo poético, un poco romántico, irreal, sólo posible en la fantasía de mi imaginación: haber estado enamorado de ti desde que nací, como si una de esas cosas que cuentan de las reencarnaciones fuera verdad y ya te amara desde muchos siglos antes, y nada más sentir tu latido te reconocí. Pero es que es cierto: siempre te he amado. A los trece años si uno no es tímido es osado. O las dos cosas. O la timidez te empuja a la osadía. O uno es osado porque no sabe que es tímido, o es tímido porque no sabe que es osado. O uno es de una timidez osada… Así que dirigido por una necesidad perentoria, o azuzado por el deseo de compartir esa quemazón tan bien cuidada, o buscando entre lo imposible la posibilidad de que tú me calmaras con la correspondencia hacia mi amor, te entregué el ramo de flores, te dije te amo del modo más audible y menos tembloroso que pude, y aguardé con el brazo estirado hasta que tú las recogieras, las abrazaras contra tu regazo, y repitieras para mí, como si fueras un eco, las mismas palabras que yo había pronunciado para ti. Pero no pasó nada de lo que yo deseé. Te costó trabajo contener la risa correspondiente a aquello, que para ti era una chiquillada y para mí era el acto más maduro y reflexivo de mi corta vida. Por respeto, y por amor, pero otro tipo de amor distinto del deseado, lo que hiciste fue aceptar las flores y componer de urgencia unas frases que fueran bálsamo y excusa, pero que aparentaran sinceridad; que no hirieran ni alentaran, que no hicieran daño ni nutrieran ilusiones. Por eso recurriste a que era normal lo que me estaba pasando y que todos, incluida tú misma, pasamos por esa etapa en la que los sentimientos aún no han sido capaces de aclararse y se confunden sin mala intención. Me dijiste “eres como un hijo para mí”, “te he visto nacer y te he tenido en mis brazos durante tu infancia”, “te he acompañado a lo largo de tu vida con cariño porque eres el hijo de mi mejor amiga, pero que no debes confundirte”, “debes dejar pasar el tiempo y las cosas se irían colocando en su sitio”, “siéntete muy orgulloso por lo que acabas de hacer, ya que quedan pocas personas con esa capacidad de manifestar los sentimientos sinceramente y que se arriesguen a manifestarlos antes de dejar que se envenenen de silencio”. Si le interesa saber cómo sigue puedes ver el final en este enlace: http://www.franciscodesales.es/prosa/prosa1.html MÁS POESÍAS AQUÍ: http://www.franciscodesales.es/poesia.html MÁS PROSA AQUÍ: http://www.franciscodesales.es/prosa.html
  6. ¿ERES LO QUE QUERÍAS SER? En mi opinión, es muy posible que tengas la molesta sensación –o la pura realidad- de no ser en este momento de tu vida lo que suponías que ibas a ser. Es posible que algunos de los planes de futuro que habías hecho fuesen excesivamente utópicos y se hayan ido diluyendo por el camino (me refiero a eso de casarse con un Príncipe o de ser astronauta); también es posible que no hicieras planes pero que, a pesar de todo, esperaras algo más y esperaras algo mejor. Sólo una de cada diez mil personas cumple sus sueños, así que no cumplirlos no debería ser motivo de una excesiva frustración, sino un acto de tener los pies en tierra, lejos de la fantasía sin límites ni fundamento de la imaginación. No cumplir los sueños no depende siempre de nosotros. A veces parece que todo se pone en contra nuestra para que no podamos realizarlos. Y unas veces esto es cierto y otras veces es nuestra falta de previsión, de esfuerzo y constancia, o la excesiva fabulación que habíamos puesto en conseguir lo que es casi imposible. No todos nuestros proyectos son nuestros. Algunos los han diseñado para nosotros unos padres con buena voluntad y buenos deseos pero con poca base de realidad. Otras veces era un afán desmesurado de sobresalir el que se encargaba de proyectar una vida tan maravillosa como imposible. También nos equivocamos –en ciertas ocasiones- cuando seguimos empeñados en conseguir lo que es imposible de conseguir. A veces, renunciar a un pretendido éxito es el mejor y el mayor de los éxitos. Hay que tener en cuenta que esos planes tempranos de la adolescencia, hechos cuando aún no se tiene una información real de lo que son los inconvenientes y las dificultades, cuando uno confía en hacer posible lo imposible, no van a poder prosperar y por eso no deberíamos sentir como fracaso encontrarse con la realidad y padecer sus limitaciones. Nos esforzamos –inconscientemente- en cumplir el guión de vida que nuestros padres y otros escribieron para nosotros, o seguimos a rajatabla -y sin pensarlo- los dictados de las modas o de los prototipos de éxito social, o tratamos de satisfacer a nuestro ego aún cuando con ello nos perjudicamos a nosotros mismos; dejamos nuestra paz y felicidad en las inciertas manos de que lo ajeno nos aporte ambas cosas, cuando la felicidad y la paz son nuestra responsabilidad exclusiva. No haber alcanzado los sueños y las ilusiones previstas no ha de convertirse en una frustración que amargue el resto de la vida. Sueño: COSA QUE CARECE DE REALIDAD O FUNDAMENTO, y, en especial, PROYECTO, DESEO, ESPERANZA SIN PROBABILIDAD DE REALIZARSE. Ilusión: CONCEPTO, IMAGEN O REPRESENTACIÓN SIN VERDADERA REALIDAD, SUGERIDOS POR LA IMAGINACIÓN O CAUSADOS POR ENGAÑO DE LOS SENTIDOS. Lo que quieras ser, de acuerdo a tus circunstancias y posibilidades actuales y reales, tienes que decidirlo ahora mismo. Y actualizar tu Plan de Vida descartando todo lo que te ata dolorosamente a una fantasía. Y ser consciente de la realidad para ser feliz y estar en paz. No te ha de importar lo que suponías que ibas a ser sino lo que de verdad puedes ser. Ahí tienes una hermosa tarea para realizar. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  7. CONCILIAR LO SUPERIOR Y LO HUMANO “Cada paso que doy hacia lo inferior me capacita para ir un poco más a lo superior, y cada paso que doy hacia lo superior me capacita y me obliga a ir un poco más hacia lo inferior”. (Autor desconocido) En mi opinión, no es posible estar solamente en la zona que denominamos como Superior y negar la existencia, y la influencia, de lo que se denomina –equivocadamente- lo Inferior. Su denominación real debiera ser, en ambos casos, Lo Humano, ya que Lo Humano es la confluencia de todo y el lugar donde se han de desarrollar todos los complementarios. Si fuésemos sólo Lo Superior no tendríamos necesidad de estar aquí, o seríamos tan espirituales y tan perfectos que el Mundo se asemejaría a lo que imaginamos que es el Cielo. “No sé qué hago aquí, ni por qué o para qué estoy, pero sé –con la certeza que es posible tener, y si no me engañan los sentidos- que estoy aquí”. (Esta premisa es conveniente entenderla más allá de su obviedad. Requiere una reflexión muy atenta). En la misma medida que uno se abre a Lo Superior, tendrá fuerzas para aceptar su Humanidad al completo; cuanto más acepte uno las complejidades de existir como Ser Humano, mayor disponibilidad y fuerza tendrá para elevarse a Lo Superior. Aunque no se ajuste exactamente a la realidad, en general aceptamos que Lo Superior es una combinación de lo más elevado que se le supone al Ser Humano y de lo que está por encima de él; de todo lo que tiene que ver con la Espiritualidad, con lo Divino, lo noble, lo religioso, las virtudes y cualidades… mientras que en Lo Humano, metemos –muy equivocadamente- tanto lo tosco de la persona como los vicios y bajezas, la sombra, lo que uno sabe que no es bueno o no está bien, lo que no es agradable de sí mismo, aquello en lo que se equivoca o se tropieza, lo que es dudoso o inepto, lo material y lo imperfecto, etc. Ponemos una línea divisoria donde no existe ni es necesaria. En mi opinión, somos un conjunto que lo reúne todo y que aspira, con mayor o menor intensidad, a conciliar ambas denominaciones para lograr un conjunto en el que Uno se sienta bien, cómodo, seguro, y con la sensación de manejarse bien tanto en sus momentos más “espirituales” como en los más “terrenales”. Ni la espiritualidad es solamente para los místicos, ni la religiosidad es solamente para las beatas, ni la voluptuosidad es solamente para los pervertidos. Hemos de ser el mismo en la risa que en la oración, el mismo jugando que en el trabajo, el mismo acariciando un bebé que sexualmente embravecido con el ser amado, el mismo en los miedos que en la felicidad. No somos varios, aunque usemos varios personajes: Somos Uno. Y es interesante comprender lo que encierra esta frase y no quedarse solamente en las palabras, ni solamente en la opinión que en su día formamos de esta frase ya tan manida. Realmente Somos Uno. Es bueno repetirla en voz alta tantas veces como sea necesario, hasta que se encienda una luz en nuestro interior que alumbre la intuición y, de pronto, la comprendamos. (Comprender es abrazar, contener, entender, alcanzar, incluir en sí algo) Cuando comprendamos eso de “Somos Uno” lo habremos hecho tan nuestro que entonces seremos totalmente nosotros mismos. Somos Uno yo y aquellas partes en las que me divido para entenderme mejor. Somos Uno yo y el resto de la humanidad. Ni hemos de tener miedo a la responsabilidad tan grandiosa que es ser divinos –que lo somos- ni hay que escandalizarse por ser a veces tan ordinarios –que lo somos-. Es bueno caminar con naturalidad del Mundo al Cielo y sin tropezarse. Es bueno sentirse cómodo en la oración, en la meditación, en la reflexión, en el éxtasis, así como en los placeres, en las emociones y en los sentimientos. Soy Uno y me siento bien en este Uno. Soy Uno, pero no soy cada uno de los personajes que interpreto: esposa, empleado, confidente, el que ríe, la que se enoja, el atormentado, el que duda, la madre… no soy ninguno y soy todos. No hay fronteras dentro de mí. Mi Dios y mi diablo deberían ser ya amigos de tanto tiempo que llevan juntos. No debo negar ninguna de las dos cosas que he opuesto en ambos extremos: soy Divino y soy Humano. Me muestro a veces como una cosa, a veces como la otra, y a veces un término medio que acepta ambos pero trata de acercarse más a un extremo debilitando al otro. Pero en todos los momentos Yo sigo siendo Yo. O sea, ambos. Todos. Pero siempre tendré un porcentaje de cada una de las cosas. Sólo Dios se reserva la potestad de la perfección absoluta, y sólo el diablo puede ser diabólico a todas horas. Si aceptamos que en nuestra naturaleza –de la que no somos responsables y en la que no intervenimos- están todos los extremos posibles, ya sea por el Pecado Original o por la “imperfección” con la que nacemos, porque somos Hijos de Dios, porque disponemos de conciencia y alma, simplemente “porque somos así”, o por la razón que cada uno considere acertada, eso nos descargará de una onerosa responsabilidad que sentimos de un modo inconsciente. Pero el que sea un asunto de nuestra naturaleza no nos exime de las responsabilidades cuando actuamos “mal” siendo conscientes de que actuamos “mal”. En ese momento deja de ser un asunto de la naturaleza para ser un asunto absoluta y conscientemente nuestro. Ser “imperfectos” nos invita a buscar la “perfección”. Y de eso se trata: de escuchar a la intuición o la sabiduría interna que nos indica lo que agrada a nuestra conciencia y de tratar de complacerla. Ser Divino en lo Humano. O Ser, simplemente Ser, que incluye e implica Lo Superior y lo Humano. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  8. MI VIDA DEPENDE DE MI CUERPO En mi opinión, en este artículo no corresponde desarrollar si somos nuestro cuerpo, o si somos la mente, si el espíritu o el alma, o si somos la suma de todos ellos juntos, que posiblemente sea así. En esta ocasión se trata de asumir algo que es tan elemental, tal lógico y tan insolentemente evidente que no merecería ni siquiera una línea, pero… resulta que sí la merece porque, precisamente por ser tan elemental, parece que nos pasa desapercibido en muchas oportunidades. Si no somos sólo un cuerpo y somos “otra cosa”, esa otra cosa está alojada en el cuerpo y necesita a éste para moverse y manifestarse, lo que quiere decir que tal como se encuentre el cuerpo nos encontraremos nosotros –o esa “otra cosa”- y lo que dure el cuerpo es lo que vamos a durar nosotros –o esa “otra cosa”-, o sea…es lo que vamos a vivir. Si el cuerpo tiene dolores, sentiremos esos dolores. Si el cuerpo no puede más, no podremos más. Si la mente deja de funcionar o funciona mal, nos afectará a nosotros directamente. Esto nos invita a pensar que el cuidado del cuerpo es un asunto de primera necesidad. Cuidar la alimentación es importante para determinar cómo se va a sentir el cuerpo. Ahora tenemos suficientes conocimientos acerca de lo que nos es beneficioso y lo que nos es perjudicial. Esto último casi siempre coincide con las cosas que más nos gustan, así que es decisión personal lo que se va comer –en cantidades moderadas no suele ser muy perjudicial- o si prefiere sustituirlo con otras cosas. El placer de cualquiera de esos productos es efímero, pero el efecto perjudicial se acumula y puede durar para siempre. Está demostrado que hacer ejercicio es provechoso y necesario, cada uno en la medida de lo que puede o esforzándose un poco. Sabemos que nos estropean el sedentarismo, la acumulación de kilos y grasas, las malas posturas, la falta de agilidad y flexibilidad, pero a pesar de saberlo –y salvo honrosas excepciones- parece que sólo nos lo tomamos un poco más en serio cuando ya es tarde, cuando ya NOS HEMOS HECHO un perjuicio y nos lo impone un médico o un traumatólogo. No siempre estamos atentos a darle al cuerpo el descanso que necesita, a veces lo forzamos trasnochando, forzándolo, bebiendo en exceso, comiendo de más… Los no tan firmes propósitos que se marca nuestra conciencia duran poco. No siempre aplicamos la disciplina necesaria para controlar y mantener en el mejor estado posible el buen funcionamiento de este cuerpo que somos o que nos acoge. Demasiados “enemigos” en nuestra contra: la gula, la voracidad, la pereza, el descontrol, el alcohol, el tabaco, los excesos, el abandono, etc. En realidad, el único “enemigo” somos nosotros mismos y mientras no nos paremos a tomar conciencia de esta verdad y no nos marquemos un propósito que se ha de respetar –por lo menos en un 90% si somos realistas, porque lo del 100% es deseable, pero es demasiado tal vez- lo único que hacemos es trabajar en el deterioro del cuerpo y de la salud. Creo que este es un asunto para revisarlo y decidir si seguir como hasta ahora o si es un buen momento para empezar a aplicar cambios. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  9. SOY UNA MONTAÑA DE ERRORES… PERO SIGO ADELANTE En mi opinión, cualquier persona que haga un balance concienzudo, serio, honrado, y llegase hasta el fondo de su vida, de su presente y su pasado, se va a encontrar con que ha tenido más de un momento de bochorno, más de un momento del que avergonzarse, más de una metedura de pata hasta el fondo, y que más de una vez ha hecho daño a otro –aún sin querer-, ha dicho algo que no tenía que haber dicho, ha hecho algo de lo que se arrepentirá el resto de su vida, tiene secretos inconfesables, ha odiado, ha deseado el mal de otro… No escapamos ninguno de tener en el historial todo o casi todo lo descrito. Incluso más cosas. Así que, como la vida sigue de todos modos, como uno tiene que seguir consigo mismo hasta el final, las opciones que se presentan son, básicamente, dos. Una es pasar un resto de vida amargado, frustrado, dolido, enojado y malhumorado, cargado de rencor, de desencanto, reprochándose día y noche por todos los errores acumulados… o bien la otra opción básica, que es la reconciliación, la aceptación, el perdón, el acogimiento entre unos brazos que sepan mucho de tolerancia, el buen juicio de darse cuenta de que es un absurdo desacertado y dañino insistir en el regaño, y la sensatez madura de decidir que, a pesar de todo, hay que seguir y hay que hacerlo del mejor modo posible. No defiendo el olvido o la indiferencia ante los hechos no apropiados de cada uno, sino la comprensión de que ser Humano implica la imperfección, la caída, las equivocaciones, y tener unos sentimientos que no sabemos controlar con los que nos agredimos a veces. Está bien pasar un poco de auto-enojo, pero que por lo menos sea un poco amable y, sobre todo, constructivo. No pretendo decir que hay que quedarse inafectado por los desatinos, como si no hubiese pasado nada, porque lo cierto es que ha pasado algo, pero tampoco hay que quedarse petrificado en esa sensación de fracaso. “Me equivoco mucho” –pienso, y tengo razón-. “Soy muy imperfecto” –afirmo porque es verdad-. “Me siento mal conmigo mismo” –también es cierto-. “Me odio” –añado-. Pero esto último es innecesario. Odiarse, no. Despreciarse, no. Insultarse, no. Ni siquiera en estas circunstancias. Pase lo que pase, sea lo que sea lo que uno arrastra, convertirse en un acérrimo y despiadado enemigo no es la solución. “Pero… ¿qué hago con tanta frustración?”. Suavizarla, quitarle el poder agresivo y perverso, firmar inmediatamente la paz y ponerte de tu lado. Sí, a pesar de todo, ponerte de tu lado. “No es tan fácil”. Ya lo sé que no es fácil, pero en este caso no hay que buscar lo fácil sino lo que sea mejor para uno mismo. “¿Y qué hago cuando me quede a solas con mi dolor?”. Pues sentirlo, acunarlo y acunarte, sentir compasión, toma conciencia de la fragilidad de TODOS los Humanos, AMARTE, tratarte con un cariño inagotable, incansablemente, como al niño pequeño que en alguna parte sigues siendo, y reponerte, reconstruirte un poco más sabio que antes, teniendo una experiencia más entre tus cosas más admirables. “No me sirve todo lo anterior”. Hay más opciones positivas. Estará bien que trabajes en mejorar tu autoestima, que amplifiques tu Amor Propio, que hagas más grande tu generosidad y paciencia, y que llegues al máximo nivel de tolerancia contigo –siempre que sea después de aprender realmente de tus equivocaciones para evitar su repetición-. Cometemos errores y los vamos a seguir cometiendo posiblemente hasta el último de nuestros días –confiemos en que cada vez menos-, pero esto no ha de ser motivo de desesperación: la vida, tal como la tenemos montada, es así. Valoramos por separado lo “normal”, lo “bueno” o los “errores”, aunque todo ello forma parte de la experiencia vital que desarrollamos en este mundo. Conviene tener cuidado con un ego que pretenda imponernos su criterio propio. QUE NUESTRO AMOR PROPIO SEA MAYOR QUE NUESTRO EGO. SEAMOS CAPACES DE ACEPTARNOS Y AMARNOS EN TODAS NUESTRAS DECISIONES Y EN TODAS NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  10. A MI EDAD Francisco de Sales La última vez que le vi tenía treinta años. Lo recuerdo porque estuvimos juntos celebrando que los cumplía. Una pequeña fiesta en una habitación de hotel. Un escándalo discreto, para no molestar mucho, donde corrió mucho champán por mi escote y su entrepierna. Así éramos entonces: obsesos por lo único, como yo definía nuestra relación. Obsexos, con equis, decía él. Desde aquella ocasión ha transcurrido mucho tiempo. Exactamente, otros treinta años. Y cuando nos encontramos de nuevo, éramos irreconocibles. Él tiene el mismo pelo largo lacio, ahora encanecido. Le ha florecido una tripa impensable cuando le conocí, que era un esqueleto envuelto por una piel, sin grasas ni músculos. Por lo demás, está igual: tiene la misma mente revolucionaria y revolucionada, sigue anclado en esa forma de vestir de sus años mozos, la misma sonrisa evasiva, esa mirada tosca que lo mismo te puede sobresaltar que seducir, y el mismo baile de ideas que se suceden o se superponen o se oponen las unas a las otras. Yo he envejecido dignamente, sin resistirme a ello, y no trato de esconder mis años y mis arrugas bajo capas de potingues. Mis kilos propios no se pueden esconder, si bien es cierto que me envuelvo en telas ligeras y escojo esos colores que dan la sensación de aminorar el volumen. Mi cabeza, afortunadamente, ha evolucionado, y aquel momento de mi vida en el que el sexo dominaba al seso, ha desaparecido dejándome en un momento plácido, una especie de retiro espiritual continuo donde no permito que los hombres entren a interrumpirlo, ya que me he convencido de que el placer efímero de un revolcón no compensa el conflicto que vendría después. Me he proclamado virgen a mi edad. Si le interesa saber cómo sigue puede ver el final en este enlace: http://www.franciscodesales.es/prosa/prosa1.html MÁS POESÍAS AQUÍ: http://www.franciscodesales.es/poesia.html MÁS PROSA AQUÍ: http://www.franciscodesales.es/prosa.html
  11. TÚ TAMBIÉN PUEDES SER UN GANADOR En mi opinión, el concepto que uno tiene de ganador –o de triunfador- es algo que conviene revisar y actualizar, porque no hacerlo así y dejarse gobernar por el concepto que nos han inculcado otros –eso de que sólo es ganador el que consigue triunfar en TODOS los aspectos de la vida sobresaliendo por encima de todos los demás-, nos puede llevar a una innecesaria frustración. Conviene partir de la base de que el 99% de las personas somos mediocres (de calidad media, de poco mérito) y esa es una realidad que no se puede negar. Sólo unos pocos son excepcionales… y no somos nosotros precisamente, así que conviene hacerse cargo de lo que cada uno es y rebajar el nivel ilusorio de pretensiones hasta llegar y quedarse con lo que es adecuado y posible a nuestras circunstancias. Y a partir de ahí, valorar cada pequeño gran logro, cada pequeño gran éxito, y cada una de esas pequeñas grandes cosas que se minusvaloran pero que realmente son importantes. “Un ganador es cualquiera que haga lo que le guste. ¡Sea lo que fuere! Y un perdedor se puede considerar el que malgasta su tiempo haciendo lo que no le gusta”. Esto lo aclara perfectamente. La felicidad es un asunto personal. El éxito social no reemplaza a una vida plenamente realizada. VIVIR es lo que importa. Y saber valorar lo que uno es, o uno tiene, es una buena base sobre la que asentar el concepto personal que uno tenga de sí mismo y de su vida. Todo esto lleva a la propuesta de que tal vez haya una necesidad de redefinir el concepto de éxito personal, o de eliminar el fracaso del vocabulario íntimo, o disponer y recolocarlo todo dentro de uno y tirar muchos reproches y deshacerse de una excesiva auto-exigencia. Mientras más difíciles nos pongamos las condiciones para conseguir el bienestar propio, menos posibilidades tendremos de alcanzarlo. ¿Realmente es tan importante eso a lo que le adjudicamos tanta importancia? ¿Por qué no nos conformamos –de momento- con lo que somos o tenemos hoy? Hacerlo así facilita el modo de arrancar hacia el siguiente paso, porque la actitud va a ser otra más positiva. Uno ha de sentirse ganador para sí mismo, sin necesidad de explicar o demostrar algo a los demás. Ese es el principio de la felicidad. Recuerda que jamás podrás complacer a todos los otros, por tanto deja de poner la mirada en eso. Aún en el caso de que cumplieses todas las condiciones del modelo estándar de ganador, si no lo eres para ti, si no lo sientes plenamente dentro de ti, te sentirás un perdedor. Si no haces lo que te hace feliz a ti entonces sí te podrás empezar a considerar un perdedor sean cuales sean tus logros. Tú también puedes ser un ganador. Decide en qué aspectos quieres lograrlo. Define tus objetivos en la vida. Concreta con qué te sientes satisfecho y sé cuidadoso al marcar esto. Rebajar el nivel de exigencia facilita alcanzar el éxito. Ser realista y honesto es el mejor de los inicios para una vida de paz y de íntimo triunfo. Replantearse la vida actual y el resto de la vida, el modo en que uno va a encararla, puede ser la mejor decisión de toda la vida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  12. APRENDAMOS LO POSITIVO DE LA RECLUSIÓN En mi opinión, esta situación tan grave que estamos padeciendo todos de algún modo, directa o indirectamente, está haciendo que se asomen nuestras facetas más brillantes… y nuestros miedos más ocultos. También está mostrándose nuestra humanidad y los sentimientos que tenemos de compasión y la empatía y la generosidad… A quien está padeciendo el virus, o tiene familiares o amigos contagiados, le va a costar un poco más ver con claridad lo que viene a continuación, porque es muy posible que se mantengan aún durante un poco más de tiempo en la incomprensión, en la negación, en la rabia, o posiblemente en algo parecido a una depresión. Demasiados sentimientos mezclados, todos revueltos y todos afectándonos cada uno por su cuenta, pretendiendo imponerse cada uno, y añadiendo su efecto a todos los demás. Ante la situación que provoca la aparición del coronavirus en nuestra vida, puede y debe aparecer una reflexión acerca de todo lo que está pasando, que es algo que nos está llevando a todos a una revisión acerca de nuestra pequeñez e indefensión, o sobre nuestro desamparo ante un microscópico virus, y eso nos puede encaminar a otras reflexiones, sobre el cambio climático, o sobre cómo han ido desapareciendo las relaciones muy abiertas y cariñosas con mucha gente, o cómo hemos ido dejando de preocuparnos por los demás –aunque situaciones como estas sí demuestran y sacan a la luz nuestra humanidad-, y cómo estamos en un mundo global y un mundo personal en el que uno no se siente plenamente a gusto. A veces uno tiene conversaciones o pensamientos sinceros y reconoce que “tendrían que cambiar mucho y muchas cosas”, y se da cuenta también de cómo las circunstancias y los otros le han hecho cambiar en algunos aspectos, y reconoce que ha tenido que acallar algunos de los gritos internos que le animaban a participar en un cambio del mundo y de las relaciones entre sus ocupantes. “El cambio global es la suma de los cambios individuales”, o cualquier otra frase que sea similar a ésta, refleja perfectamente la realidad. Hay muchas lecciones que deberíamos aprender de esta dolorosa situación que estamos viviendo, y de todo lo ya pasado, y nuestra obligación y responsabilidad es hacerlo y aplicarlo inmediata y firmemente y, además y sobre todo, trasmitirlo a las siguientes generaciones. Repito: aplicar ya mismo todo lo que podamos aplicar, pero, además y sobre todo, concienciar a las generaciones siguientes para que lo hagan mejor de lo que nosotros lo hemos hecho. Les vamos a dejar una Tierra maltrecha. Una Tierra a la que le hemos incautado el carbón y el petróleo y los minerales, y a cambio le estamos dando una atmósfera contaminada y difícil de sanar; hemos provocado un cambio climático que le afectará y mucho; le dejamos sus mares y ríos y océanos infectados, y además un lugar donde el hambre impera entre demasiadas personas, conn una desigualdad que debería sernos vergonzante, algunas guerras y demasiados conflictos, verdaderos problemas de convivencia religiosa, unas clases sociales injustas, etc., etc., etc. Estos días está circulando una reflexión que es una buena evaluación de la situación: “Tal vez estamos empezando a comprender que nadie se salva solo, que las fronteras no existen, que la salud es un derecho universal, que la economía puede esperar, que la vida es frágil, y que protegerla es un deber colectivo”. Todo lo que hemos hecho tan mal no es como para sentirnos orgullosos. Más bien debería ser el inicio de una parada real para reflexionar sobre cómo estamos administrando el mundo y nuestras vidas, qué estamos haciendo con él y con nosotros, cuántas cosas tenemos que cambiar para remediar este estropicio, y para esto es necesario que el mundo entero colabore en hacer esos cambios, para que podamos retornar al principio, cuando el Ser Humano estaba por delante y por encima de las cosas. No hemos cuidado la Tierra, este legado que nos dejaron y que se supone que tendríamos que mantener intacto –o mejorado- para todas las generaciones que están por venir y que tendrán que vivir aquí. Este virus, que nos está obligando a parar, tal vez nos esté diciendo que tenemos que parar. ¿Qué más tiene que pasar para que paremos ya de estropear y comencemos a reparar?, ¿qué otro aviso apocalíptico necesitamos para tomar conciencia de todo lo que he expuesto? Ojalá seamos capaces de ver lo que este virus nos está poniendo a la vista. Ojalá no sea necesario algo peor para que nos demos cuenta. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  13. MEJOR POR LAS BUENAS QUE POR LAS MALAS En mi opinión, y aunque me cueste un poco aceptarlo, parece ser que hay ciertas experiencias en la vida por las que tenemos que pasar inevitablemente. Las que son agradables pasan desapercibidas. Estamos tan a gusto disfrutándolas que no se nos ocurre ponernos a pensar en otra cosa. En cambio, cuando nos toca afrontar algo desagradable, doloroso, o que aporta sufrimiento, entonces es cuando nos aparecen pensamientos de incomprensión -“por qué me tiene que pasar esto a mí?”-, y es entonces cuando nos sentimos las víctimas favoritas de todos los diablos. No siempre sabemos la razón de por qué aparecen ese tipo de experiencias –que en muchos casos ni siquiera participamos en que sucedan-, pero aparecen. Y hay que afrontarlas. Creo que nuestra única libertad en esos casos es escoger entre hacerlo por las buenas o hacerlo por las malas. Lo “bueno” podría ser mantener como se pueda la tranquilidad ante lo que va a suceder, porque de todos modos es inevitable y es mejor enfrentarse de igual a igual, sin miedo y sin previa rendición y derrota, que hacerlo de mala gana, descentrado, refunfuñando o protestando a gritos. Lo “malo” es negarlo y negarse, ponerse del lado del lamento y la protesta y no hacer cosas positivas y adecuadas. El camino de la vida a veces es agradable y florecido, hay sonrisas y paz, pero otras veces hay obstáculos que ponen difícil el avance y barrancos y ciénagas y ventiscas… y dolor y lágrimas. Y, en muchas ocasiones es un camino impredecible porque es nuevo y nunca antes hemos pasado por él, y puede ser de flores o espinas, caminos alfombrados de hierba o lava ardiendo por el suelo, sol o infierno. El buen caminante trata de evitar las complicaciones, pero sabe que tiene que seguir y sigue. Lo que tiene que saber el caminante es que para llegar a la meta no es obligatorio hacerlo en línea recta y que cualquiera de los obstáculos puede ser salvado buscando –con serenidad- un camino alternativo. No hay que pasar las montañas por lo más abrupto y se pueden rodear y llegar al mismo sitio. No todo lo desagradable tiene que incorporar el sufrimiento y el dolor. No son inseparables ambas cosas. Y el dolor, si se comprende, puede dejar de doler. La comprensión forma parte del alivio. Es posible quedarse al margen de lo que pasa, aunque sea uno el que lo está pasando. Se puede lograr. “Tranquilidad. Esto es lo que me pasa en este momento, aunque no me guste. Tengo que pasar por aquí. ¿Cómo lo hago?” “Es mi decisión mantener la calma –sí, a pesar de lo inaguantable que me está pasando- y es mi decisión no oponerme, respirar, salirme de lo que pasa para ver lo que pasa. Es mi decisión no tomármelo como un ataque del destino. Soy yo quien puede crear un estado de serenidad interna, una especie de imperturbabilidad, de protección ante las emociones para que no se desboquen”. No es imposible. Se puede. Te lo garantizo. Cuesta un poco al principio pero, si colaboras y te esfuerzas, verás que se puede. Y entonces miras de frente a lo que te pasa y le dices “venga, cuéntame” y te escuchas en tu interior y hablas contigo y te desmontas todas las razones que utilizas para convencerte de que es mejor enrabietarse y protestar que resolver. ¿Qué no se puede? ya te he dicho que sí se puede. Sólo tienes que cambiar el convencimiento antiguo por el nuevo. Sólo tienes que mandar en tu vida y controlar tus emociones sin permitir que te arrastren en su caos y su capitulación. ¿Qué eso es de personas insensibles? No. Es de personas que saben cuidarse o de quienes saben que las pataletas son del ego y no suyas o de quienes mantienen la calma porque se saben por encima de lo que esté pasando, que es algo que sin duda tiene un final, y uno –cuando sabe quién es- está por encima de las circunstancias, de todas las situaciones, del entorno, de los sucesos. Las cosas que le ocurren a uno pasan, pero Uno siempre permanece. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  14. NO MULTIPLIQUES TUS PROBLEMAS En mi opinión, algunas situaciones de la vida que no son nada más que asuntos comunes –cosas habituales que pasan en la vida-, cuando no se cumplen, o por lo menos no se cumplen tal como nosotros deseábamos, las desmesuramos, y algo que debiera ser un “asunto a resolver” lo bautizamos como “problema” y, por ese poder que les damos a las palabras, y por el drama que llevan aparejadas algunas de ellas, convertimos un hecho que debiera ser calificado como “común” o “habitual” en un dramático “problema”. Yo opino que deberíamos desterrar la palabra “problema” de nuestro vocabulario. Haz una prueba con algún asunto de esos que tengas pendientes de resolver. Comprueba la diferencia de afrontarlo llamándolo “problema” o llamándolo “asunto pendiente de resolver”. Primero, céntrate en tu asunto pendiente de resolver llamándolo “problema”. Vas a enfrentarte a un “problema”. Date tiempo y obsérvate. Sé capaz de hacerlo del modo habitual y, además, de desdoblarte y ser el observador externo que se da cuenta de todo lo que haces. Y que uno no interfiera en el otro. Aunque así lo parezca, no es tan complicado… Verás que físicamente cambia tu postura y tu actitud. Sientes tensión, preocupación, inseguridad, intranquilidad; puedes llegar a sentir una obnubilación temporal que te impide verlo con tranquilidad y objetividad, incluso creer que no puedes resolverlo, que no eres capaz, que es demasiado grande para ti, y eso te llevará casi inevitablemente, y de un modo inconsciente, a hacer un balance del resto de tu vida pasada, de tu presente, de tu futuro, y curiosamente casi todo aparecerá enlutado de pesimismo, algo pobre, y bastante dramático; se te borra de la mente la realidad de tus momentos buenos, de las cosas que sí haces bien, tu optimismo… todo queda cubierto por ese “problema” al que tienes que enfrentarte –y “enfrentarse” no lo entendemos como “ponernos frente a” sino como una guerra, que es donde se enfrentan los enemigos como adversarios-. Como ves, una cosa lleva a otra y acaba convirtiéndose en un drama algo que debiera ser poco más que una rutina. Leí una frase que decía, más o menos que “Si tienes un problema y te preocupas mucho por él, entonces tienes dos problemas”. Sí, ya sé que cada lector está pensando en “SU problema” y no está generalizando, así que tal vez lo que estás leyendo no encaja perfectamente con tu conflicto, pero sería bueno que aprovecharas lo útil que tenga esto que viene a continuación. La vida es un resolver cosas continuamente. Lo que pasa es que las habituales cotidianas, o las que no implican gravedad, o las que no afectan a la economía o a la vida sentimental o a cualquier otro asunto que nos parece grave, las resolvemos más o menos fácil y bien. Sería bueno acostumbrarse a no exigirse la perfección absoluta en todos los actos y permitirse no acertar siempre con el encuentro de la mejor solución. Y desdramatizar la vida. Comprender nuestra imperfección como algo lógico. Aceptar en nosotros las carencias y las inhabilidades y las incapacidades y los desaciertos. Y, por supuesto, sin que todo ello afecte a nuestra autoestima y a la óptima relación que hemos que mantener con nosotros mismos, por supuesto. ¿CÓMO ENCARAR LOS “PROBLEMAS”? Los asuntos pendientes de resolver (antes llamados problemas) se pueden afrontar mentalmente, desde la aceptación de que es posible que la decisión que se tome no dé los resultados esperados y que ello no debe implicar una depreciación frente a uno mismo ni el comienzo de una relación ingrata llena de reproches y desprecios. Físicamente, ha de ser cuidando la forma y el modo, que es algo que puede afectar al resultado final. Si hiciste el ejercicio que te propuse anteriormente, ahora te propongo que hagas otro distinto. Hazlo de este otro modo: Relájate, procura no tener tensiones, y ten una conversación profunda y sincera contigo mismo en la que llegues al acuerdo de tratar de hacerlo todo del mejor modo posible –de acuerdo con tus capacidades y/o limitaciones-, pero, en el caso de que después se compruebe que no estuvo acertado aquello que ahora decidas, acuerda en este instante que no habrá ningún tipo de reproche ni malas caras ni distanciamiento. Ahora, una vez resuelto lo anterior, y si te es posible, sal a la calle y busca un sitio donde puedas ver el horizonte. Si vives en el centro de la ciudad tendrás que desplazarte. Si puede ser en un descampado o frente al mar, mejor. Imprescindible que sea de día y que puedas ver el horizonte. Retoma el mismo asunto que habías intentado resolver en tu modo habitual y hazlo ahora de nuevo. En ese sitio, de día, y mirando al horizonte. Comprobarás que el resultado es distinto. No lo veas como un “problema”, sino como un asunto que hay que resolver. Sin más. Y ahora vas a afrontarlo desde una nueva perspectiva. Afrontar es poner una cosa en frente de otra, cara a cara. No negarla. No mirarla de soslayo. No menospreciarla. No eludirla. Uno ha de ponerse frente a esa cosa, verla, reconocerla, analizarla y comprenderla, desde una mente des-condicionada y cooperadora, desde una mente ecuánime y objetiva, cuidando que no haya negaciones ni autoengaños, y sin menosprecio ni agravamiento. Tal como es. No te crees “problemas” nuevos, no hagas un mundo de algo que es pequeño, no magnifiques los asuntos, no les des un protagonismo excesivo, no permitas que sean más grandes que tú, no les des un poder y una fuerza que no tienen por sí mismos. Haz lo que creas que debes hacer y nada más. Recuerda: “Si tienes un problema y te preocupas mucho por él, entonces tienes dos problemas”. Toma tu decisión consensuando, si es posible, mente y corazón. Y una vez que lo hayas hecho no te boicotees. Haz lo que creas que tienes que hacer. A fin de cuentas, nunca sabremos si el resultado que ahora no nos parece el deseado a la larga nos demuestra que era el mejor. Así es la vida. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  15. CORONAVIRUS: MORIR SOLOS (SE RUEGA QUE AYUDEN A DISTRIBUIRLO COMPARTIÉNDOLO. Gracias) Estos días estoy muy afectado por lo que está pasando en todo el mundo como consecuencia del coronavirus. Como nos pasa a casi todos. Por desgracia se ha convertido en un monotema que se repite casi obsesivamente. Y, claro, no puedo quedarme impasible ante la escalada continua de la cifra de afectados y fallecidos. Y cuando digo a afectados no me refiero sólo a los contagiados que les esté aquejando directamente el virus, sino también a los que les afecta personal y emocionalmente porque tienen un ser querido en un hospital, incomunicado, y además con la desagradable sensación de estar solo en un sitio que no le es familiar y asustado ante lo que le está pasando y lo que le puede acabar pasando, atendido por un personal sanitario que está poniendo el alma en cuidarle y hacerle compañía en la medida de lo que pueden –hay muchas más personas en la misma situación-, pero desasistido en la parte cariñosa por la imposibilidad de la presencia de los familiares y amigos a los que, más que nunca, echa en falta. También sus seres queridos les echan en falta a ellos. Y esto me duele. Porque siento una empatía grande y una conmiseración -que supera a todas las vividas- hacia unos desconocidos con los que lo único que comparto –aparentemente- es el hecho de pertenecer a la misma especie. Imagino a los ancianos desvalidos más desvalidos que nunca, necesitando desesperadamente una mirada conocida, el tacto de una mano familiar, la cercanía de los que siempre han estado cerca. Imagino su dolor y su desesperación. Imagino las personas de cualquier nacionalidad, de cualquier edad, provenientes de distintas circunstancias, que acaban compartiendo una pandemia de la que muy poco antes ni siquiera conocían el nombre. Imagino sus pensamientos desbocados, su tristeza inconsolable, las oraciones de cada uno en su idioma, la más grande sensación de inutilidad y de soledad, sus temores, y los arrepentimientos presentándose en estos momentos que pueden ser, o serán, los últimos. Imagino la muerte ya inaplazable presentándose ante ellos y encontrándolos solos, sin nadie que les diga un último “te quiero”, sin que les den un abrazo o les cojan de la mano y les ayuden a dar el primer paso hacia su nuevo destino. Imagino también la desolación inconsolable de los familiares sin tener noticias del estado del ingresado, la amargura trágica de ser atacados por los pensamientos más funestos y sin poder rebatirlos con buenas noticias, sus corazones afligidos, la impotencia, la incomprensión, el llanto desconsolado. También imagino a los olvidados, los mendigos, los abandonados, los que llevan ya años en un destierro de familia y amor, porque, aunque la soledad les debiera parecer algo habitual, ésta es una soledad última y es la irrevocable última oportunidad de una reconciliación. En el hospital se hermanan todos, tienen en común la incertidumbre y el miedo, y los que no pueden superar la infección… se mueren solos. Sin alguien querido a su lado. Solos. Se pierden la ocasión de hacer todas las cosas que querían hacer con sus familiares o amigos, lo que querían decirles, o poder ver sus rostros una última vez. Se mueren sin consuelo. Rodeados de otros que están en su misma situación y que, posiblemente, sigan su camino poco después, pasando también su calvario de no querer aceptar lo que les ha sucedido, y de no comprender, y de librar una batalla con la desesperanza para que no se les instale… y obligados en su soledad a vivir su propio duelo. Y al final, en un momento desconocido, se irán. Dejarán su cuerpo y sus penas y ser irán. Los que nos quedamos tenemos la tarea de no dejar que esto sea inútil, que no sea sólo rabia, tristeza o incomprensión. Hay algo más. Tras el dolor se asoma la belleza del esfuerzo impagable y solidario de tantas personas que ayudan, la empatía y la conmiseración que se han hecho presentes, la toma de conciencia de la dependencia que tenemos los unos de los otros, la humanidad que aparece a lo grande cuando se necesita, el consuelo y desconsuelo mutuo de los que comparten una pérdida, la toma de contacto con el amor, la obligada reflexión acerca de nuestra pequeñez y de que somos más frágiles de lo que creemos creer. A pesar de todo, la esperanza sobrevivirá porque somos esperanza. Podemos y debemos aprender de todo esto, y será conveniente que no sea en balde el dolor y el sacrificio, y que seamos capaces de hacer una toma de conciencia que nos apliquemos inmediatamente y que luego seamos capaces de trasmitir a los que nos continúan. Por nuestro bien y por el de las generaciones venideras. Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  16. APRENDE A DEJAR APARCADOS TUS PROBLEMAS En mi opinión, una de las actitudes incorrectas habituales es la de pretender remediar los asuntos pendientes de resolver -eso a lo que llamamos problemas- desde el ofuscamiento y el descontrol que provoca estar en ese estado. Para resolver los problemas no hay que sentirse parte de los problemas ya que eso dificulta acceder a la objetividad que se necesita para poder ver la auténtica realidad del asunto. Desde la ansiedad y el agobio y el nerviosismo y el estrés que provoca estar implicado directa y personalmente en ello, no se ven las soluciones acertadas. La solución a los problemas se encuentra mejor saliéndose de los problemas. Desde dentro no se ve la salida. La salida, curiosamente, se ve mejor desde fuera. Ayuda mucho ver con más claridad lo que está pasando si uno lo observa como si no le ocurriese a sí mismo sino a otra persona. Cuando vemos los problemas de los otros los resolvemos mejor que los nuestros propios porque no estamos implicados en ellos, no son nuestros y por eso no nos presiona y altera la inquietud por hacerlo bien o no. Esto no es fácil y requiere perseverancia hasta que se consigue hacer con naturalidad. Salirse del problema propio no es una huída: el problema va a seguir esperándonos hasta que acabemos, o sea que es mejor que hagamos un alto en el caos, que lo dejemos apartado a un lado, que lo miremos como si fuese la primera vez que tenemos noticias de él y que sepamos preguntarle al problema por su origen, qué lo puso en marcha, qué resistencia aportamos, porqué lo rechazamos, por qué queremos que desaparezca por sí mismo –cosa imposible- en vez de solucionarlo. Si no podemos con él, será bueno que esa parte nuestra que se ha separado del problema actúe como un Yo Observador y se dé cuenta de la realidad. Y que de ese modo descuente del asunto la tensión que le hemos añadido, que no nos deje engrandecer irrealmente la magnitud de lo que está pasando, que nos aporte serenidad para comprender que con serenidad podremos afrontarlo mejor. Que valore en su justa medida los riesgos y peligros que hay para resolverlo –y también los riesgos y peligros de no resolverlo-, que comprenda que lo más grave que pueda pasar no es tan grave como lo imaginamos. Vivir también es resolver las dificultades e imprevistos que nos aparecen y los inconvenientes indeseados, y eso se ha de afrontar con tranquilidad y naturalidad, porque no tienen más importancia de la que nosotros les queramos adjudicar. Sea lo que sea lo que nos estamos jugando con ese problema es muy conveniente valorarlo con total objetividad. No restarle importancia y tomárselo inconscientemente a la ligera, pero tampoco recargarlo de una gravedad y dramatismo que por sí mismo no tiene. Escribir lo que pasa aporta objetividad porque al verlo reflejado en un papel -que es algo externo a uno-, cosificado y sin el barullo en el que se muestra en la mente, se ve con otra perspectiva más equilibrada. Y si uno no lo consigue por sí mismo, puede recurrir a un profesional, o puede pedir una opinión a alguien con conocimientos y que le merezca total confianza. Esas cosas desagradables que nos pasan tenemos que resolverlas, así que será bueno que aprendamos cómo hacerlo y estemos preparados para afrontarlas cuando se presenten y que no nos agobien y anulen. En lo que has leído hay algunas pautas que tal vez te puedan ser de utilidad. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  17. Y AHORA… ¿A QUÉ ESPERAS? En mi opinión, eso de no hacer algo, cuando sabes que lo quieres hacer, es un delito de omisión que debería ser penado seriamente por nuestra propia conciencia. Entiendo la quietud cuando se debe a que uno no sabe qué hacer, pero no hacer algo que uno realmente desea hacer es una inacción inútil y contraproducente. No poner remedios a una vida que está resultando insatisfactoria, debería ser una inacción penada. No cuidarse, no amarse, no dedicarse a potenciar los propios valores y cualidades, no consagrarse al Mejoramiento Personal… son inacciones que deberían ser penadas. Entiendo también eso de quedarse en la espera durante el tiempo que se dedica a la revisión de los asuntos que son el motivo de las preocupaciones –pero sin dilatarlo innecesariamente-, entiendo eso de esperar el momento óptimo para tener la ecuanimidad y objetividad necesarias pero, una vez visto y resuelto, el siguiente e inmediato paso es ponerse en acción. Permanecer quieto en una vida contemplativa e inerte en la espera de un futuro que por sí mismo y sin nuestra colaboración sea mejor –que es algo poco menos que imposible- es una espera ingenua. Lo que tenemos es el presente, sólo el aquí y ahora que somos capaces de comprender y vivir; lo demás, los sueños, las fantasías, lo deseado, sólo están en la imaginación o en la utopía. Y la realidad casi siempre está lejos de la utopía. Vivir en la espera de algo mejor –sólo posiblemente mejor- que aún no tiene existencia, ni se sabe si la tendrá, nos hace perdernos un irrecuperable presente. Querer el futuro y no querer el presente parece ser un error. La vida es, básicamente, la suma de cada ahora y es conveniente vivir cada ahora con toda su intensidad y con todo lo que propone. Tienes cosas que hacer. Bastantes. ¿A qué esperas? Se vive en presente. En futuro sólo se sueña o se imagina. ¿A qué esperas? Tienes cambios pendientes de realizar, proyectos que necesitan de tu atención y dedicación, propósitos que quieres realizar, asuntos que hay que asumir a pesar de ser desagradables. ¿A qué esperas? Tienes tu vida pendiente de VIVIR –y será grave que no la vivas-, tienes tu historia personal ralentizada o quieta. ¿A qué esperas? Reúne toda tu voluntad, vigoriza tu ánimo, revitaliza tu fuerza… despierta. ¿A qué esperas? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  18. EL PRECIO DE LAS COSAS En mi opinión, siempre queremos cosas pero no siempre queremos pagar el precio que cuestan esas cosas. No me refiero a cosas que se pueden comprar, que están al sencillo alcance del dinero y de cualquiera, sino cosas que se pueden alcanzar previo esfuerzo o sacrificio. “Lo que determinará el curso de tu existencia más que cualquier otra cosa es si estás o no dispuesto a soportar la incomodidad que es necesaria para alcanzar algo”. Gran frase. Generalmente lograr o conseguir algo requiere un esfuerzo previo. Raramente aparece un milagro en forma de regalo, y aprender a leer, a conducir, la profesión o el oficio actual, nos ha requerido un esfuerzo, una dedicación, alguna incomodidad… que posteriormente se ha visto recompensada con un resultado. Ahora, gracias a aquel esfuerzo, puedes leer, conducir, trabajar… Conseguir algo aporta un beneficio en forma de satisfacción, de honroso orgullo, que alimentará la autoestima y mejorará el autoconcepto personal. Aportará una sonrisa interna placentera. Aquello que algunos llaman “buena suerte” casi siempre es el resultado de un esfuerzo previo. O sea, todo tiene un precio no dinerario. Los cambios y el mejoramiento en el Desarrollo Personal también requieren un esfuerzo. No conozco alguna persona que avance sin esfuerzo, sin remover cosas dolorosas, sin enfrentarse a aspectos suyos desagradables, sin pasar alguna pequeña o gran crisis. Sí conozco a muchas personas cuya intención de Mejoramiento ha desparecido en el primer encontronazo con una situación que les ha revuelto porque les ha sacado de su peligrosa zona de confort –nada confortable, por cierto-, y que han encontrado en sus propias quejas infantiles una justificación más que suficiente para abandonar el Camino. Y es una lástima. Este Camino requiere más de un sacrificio, más de una muerte a una forma de ser o pensar o actuar para poner en su lugar otra cosa más evolucionada, más de un estremecimiento, más de una lágrima, más de una decepción al encontrarse cara a cara con facetas escondidas y negadas de uno mismo. Requiere seguir a pesar de todo, o más bien, precisamente a pesar de todo. Porque la rendición no está permitida para quien realmente está interesado en su Mejoramiento o su Desarrollo. Está permitido el descanso para la reflexión, para que lo que se ha revuelto se aposente un poco, la parada para tomar aire y bríos nuevos, pero no está permitido salir corriendo al primer contratiempo. Y no está permitido el gigantesco auto-engaño de confundir un pequeño alivio con una solución. El auto-engaño está rotundamente prohibido. A cambio de esto que parece tan incómodo y feo, aparece un resultado positivo. Sólo tras este esfuerzo, tras días de altibajos y ganas de rendirse -pero sin rendirse-, en algún momento uno siente su primera satisfacción, el primer descubrimiento de que algo ha cambiado, un cierto bienestar consigo mismo, y el entusiasmo de querer seguir porque se empiezan a ver unos resultados que son muy gustosos. Por todo lo expuesto queda claro que… cualquier incomodidad necesaria que uno pase y soporte, si persiste sin rendirse teniendo puesta la mirada en el resultado final, compensará grandemente y para el resto de la vida. Hay que remontar cualquier desánimo. Hay que superar lo baches y las tentaciones de rendirse y mandarlo todo a la mierda. Hay que levantarse una vez y otra vez y otra vez. Hay que volver a ponerse la sonrisa y reparar el alma y ponerse en marcha de nuevo. No te rindas. Nunca. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  19. QUE TU PRESENTE NO SEA EL CASTIGO POR TU PASADO En mi opinión, las personas que no están plenamente satisfechas con su forma de ser, pensar, o comportarse, tiene la necesidad y la obligación de hacer un Proceso serio de Autoconocimiento a través de una introspección en la que indagar profundamente acerca de lo que tienen en su interior –que es donde están nuestra realidad y nuestra esencia-, acerca de lo que les mueve desde lo inconsciente –que es lo que nos dirige el 99% ciento de nuestro tiempo-, y a través de una observación atenta y objetiva acerca del comportamiento exterior y de cómo se presentan al mundo. Es bastante cierto cuando se dice que somos fruto de nuestro pasado y que lo que estamos siendo en el presente nos viene de él; es indudable que nos ha modelado y condicionado. PERO ES IGUAL DE CIERTO QUE ESO NO NOS CONDENA A SEGUIR SIENDO Y ACTUANDO PARA SIEMPRE DEL MISMO MODO QUE SOMOS AHORA. El presente es lo que uno quiere que sea. EL PASADO NO SE PUEDE CAMBIAR NI ELEGIR. EL PRESENTE Y EL FUTURO, SÍ. NO ES OBLIGATORIO SEGUIR SIENDO COMO SOMOS AHORA SI NO ES NUESTRO DESEO. Posiblemente no podamos cambiar algunas de las situaciones del presente, pero sí podemos cambiar el modo de sentirlas o comprenderlas. Sí podemos conseguir que no nos afecten gravemente, que no ejerzan una influencia ingrata. No podemos cambiar algunos hechos que son realidades, pero sí podemos cambiar el modo de verlas. Podemos lograr salirnos de sus efectos, lograr que no nos afecten. Algunos pasados son duros y, dolorosa y equivocadamente, los seguimos manteniendo vivos trayéndolos constantemente al presente, a nuestro pensamiento, para reprochárnoslos, para echarnos en cara cuánto nos hemos equivocado y cuántas cosas hemos hecho mal. MANTENER VIVOS ESOS PENSAMIENTOS Y RECUERDOS DESAGRADABLES ES UNA FORMA ENCUBIERTA DE AUTO-CASTIGO. Quien quiera, que lo niegue, o que lo llame con otro nombre, pero ésta es la realidad más directa. Quien se auto-justifica diciendo que es el modo de aprender para no repetir los errores, está cometiendo un error. Si se aprende una vez y se aprende bien, no hace falta recordar todos los errores continuamente, y menos disfrazando de aprendizaje lo que es un auto-castigo. Hay un añadido que conviene entender para poder rebajar la pesada carga del continuo arrepentimiento y reproche. Y no tiene mucha aclaración: o lo entiendes o no lo entiendes. Se trata de comprender la realidad de que uno mismo –el que es hoy en día- no cometió los errores del pasado. Lo hizo otro que tenía nuestro mismo nombre y apellidos, pero menos edad y menos experiencia. Hoy no debemos reprocharnos lo que hizo ese otro yo que ahora no existe. Y dejar de hacerlo es un generoso acto de Amor Propio. No es imprescindible que paguemos sus culpas. PIENSA EN PRESENTE Y NO EN PASADO. VIVE EN PRESENTE Y NO EN PASADO. QUE TU PRESENTE NO SEA EL CASTIGO POR TU PASADO. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  20. CÓMO CONVIVIR BIEN CONTIGO MISMO En mi opinión, y sobre todo quienes estamos en un Proceso de Desarrollo Personal, somos exigentes en demasía y hasta un poco intransigentes con nosotros mismos. Nos exigimos una perfección que no tenemos, y a la cual –de momento- no podemos hacer otra cosa más que aspirar a ella. No hemos llegado a alcanzarla, y tal vez –y realmente esto no es motivo para desesperarse- no lleguemos nunca. Todos tenemos un hándicap, inevitable, que si bien no es paralizante, sí es un obstáculo que dificulta. Además, no nos podemos deshacer de él jamás y nos acompañará el resto de la vida… El obstáculo es…¡Que somos humanos! Y esto, que no es un asunto que dependa de nosotros sino que es una condición de nacimiento, hará que a lo largo de la vida seamos severos con nosotros mismos -en demasiadas ocasiones-, seamos jueces implacables -y muy a menudo injustos-, y que nos acompañará constantemente una indefinible insatisfacción hasta el día glorioso en que nos demos cuenta de que es una ingrata compañera cuya compañía nos perjudica seriamente. Esto sucederá a medida que vayamos aceptando con comprensiva resignación todas las cosas que nos suceden -y lo inevitable que son algunas de ellas-, que sepamos cómo en unas ocasiones tenemos que hacer y cómo en otras es mejor no hacer, que comprendamos sin dolor ni trauma que todo no va a salir siempre a nuestro gusto, y que algunas experiencias dolientes son imprescindibles para nuestro Desarrollo Personal, y a medida que vayamos teniendo tolerancia a la frustración, que admitamos que en la vida no siempre se llega a entender todo lo que en ella nos pasa… en fin, que no hagamos de la vida una lucha constante pero tampoco una rendición continua. Ir descubriendo es ir evolucionando, aunque –y esto es complicado de explicar así que hay que sentirlo sin definiciones- el Crecimiento es hacia adentro y hacia lo profundo, y no hacia afuera. No se tratará nunca de ser más, sino de ser menos. Nunca grandilocuencia y pavoneo, sino simplificación. La sencillez es lo más grande. SER SENCILLOS HA DE SER NUESTRA MÁXIMA ASPIRACIÓN Y ES LA MAYOR GRANDEZA QUE SE PUEDE LLEGAR A ALCANZAR. Y mientras alcances ese estado… ¿Convives bien contigo mismo? ¿Te aceptas del todo? ¿Te perdonas fácilmente? ¿Admites tus limitaciones? ¿Te amas a pesar de todo? Si hay tres o más respuestas afirmativas en esta primera tanda de preguntas… ¡Felicidades!, ¡Enhorabuena!, ¡Tú sí que sabes! En mi opinión, tu actitud es la adecuada. Y quien no entienda esto, que sepa que es con amor como se van resolviendo las cosas, que las malas caras y las zancadillas no hacen más que agraviar la relación y convertir la convivencia en un maridaje agrio, indeseable, porque quien no se ama no es capaz de encontrar razones por las que trabajar por sí mismo en su mejoramiento. O… por el contrario… ¿Te tienes declarada la guerra? ¿Te culpabilizas constantemente? ¿Evitas tu mirada en los espejos? ¿Te reprochas y echas en cara aún cosas del pasado? ¿Piensas en ti con pensamientos negativos? Si hay tres o más respuestas afirmativas en esta segunda tanda de preguntas… pues lo siento por ti. Te lo tienes que estar pasando muy mal. Y una advertencia: no le eches la culpa a los otros, ni al destino, ni a otra cosa. Asume que tu actitud es boicoteadora más que colaborativa. Abre los ojos y aclara tu forma de mirar las cosas, levántate ese castigo que te has impuesto de estar enfurruñado contigo y con el mundo, libérate de tu auto-castigo y ayúdate a escapar de esa actitud negativa en la que te puedes estar enquistando. TE TIENES A TI. Esta frase tan aparentemente leve, que parece hecha de dulce y flores, de un esoterismo empalagoso, es la verdad más afortunada. te tienes a ti, afortunadamente. Disfruta de ti. Porque eres tú quien ha estado a tu lado en los años que llevas vividos. Con mayor o menor fortuna, en los buenos y en los malos momentos, a pesar de lo que te haya tocado vivir; eres tú mismo quien no se ha separado de ti ni un instante. Esto tan obvio, pero tan auténtico, ya es un buen motivo para una reconciliación contigo. Y en los años que te quedan por delante, sólo tú vas a estar contigo en cada instante. Te conviene llevarte bien contigo mismo. Te interesa estar de tu lado. Porque hay algo aún más obvio –que por ser tan obvio a veces no se ve- y es que tú eres quien va a gozar o padecer la relación contigo mismo. Si estás a favor de ti, conseguirás muchas cosas buenas que en el caso contrario jamás llegarás a lograr. Si peleas a tu lado para lograr optimizar tu relación, mano a mano, codo con codo, estarás haciendo lo adecuado. Por otra parte… ¿Qué ganas con llevarte mal contigo mismo?, ¿Eres masoquista?, ¿Eres tan tonto que no te das cuenta del daño que te haces? Si no convives bien contigo mismo, siente esto que vas a leer. No pensarlo, sí sentirlo. Siéntelo. Amor… amar… amarte… ¿Te parece imposible? ¿Te parece inmerecido? ¿No sabes amarte? Pero… por lo menos… ¿Te gustaría ser capaz de amarte? Amarte del todo. Incondicionalmente. ¿Crees que podrías iniciar una reconciliación? ¿Podrías abandonar esa negatividad innecesaria? Sé adulto, sé maduro, sé una persona íntegra y reconoce que una mala relación contigo mismo es una pérdida de tiempo y de energía, y un obstáculo para alcanzar con éxito el sentido de tu vida: VIVIR. Y vivir en paz y en armonía contigo mismo. ¿Y cómo convivir bien contigo? Pues con amor, paciencia, comprensión, aceptación, una vez más amor, compañerismo, buena voluntad, otra vez amor, buen juicio, discernimiento, justicia, más amor, abrazos, cuidados, mimos, cariño, caricias, ternura… y amor. A pesar de tu pasado, de todo lo que tengas para reprocharte o arrepentirte, amor. Y si eres de los que convives bien contigo, por lo menos durante la mayor parte del tiempo, ya tienes bastante avanzado en el Camino. Sólo te falta arreglar pequeños detalles, echarle un poco más de comprensión y aceptación a la vida y a la auto-convivencia… y a disfrutar de lo que te quede por vivir. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  21. LO MALO DE TENER PREJUICIOS En mi opinión, tener prejuicios –acerca de cualquier cosa- nos resulta mucho más perjudicial de lo que nos podemos imaginar. En nuestra vida actuamos la mayoría del tiempo de un modo inconsciente, aplicando siempre las mismas respuestas que en algún momento decidimos que daríamos en cada ocasión ante los mismos hechos o situaciones, y no la que corresponde en la actualidad, siendo conscientes de cada momento y decidiendo libremente. La comodidad que aporta hacerlo automáticamente es que no hay que pensar cada vez –y prestarle atención- ya que creemos que la respuesta o acción estandarizada es la correcta. Uno de los inconvenientes que tiene actuar siempre de modo inconsciente es que no actualizamos las respuestas y es posible que sigamos haciendo o diciendo algo con lo que ya no estemos de acuerdo. El prejuicio (pre-juicio, o sea juicio previo) es la acción y efecto de prejuzgar, o sea “juzgar una cosa o a una persona antes del tiempo oportuno o SIN TENER DE ELLAS CABAL CONOCIMIENTO”. Prejuicio también es “una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, ACERCA DE ALGO QUE SE CONOCE MAL”. Así que eso de poner por delante los prejuicios lo que consigue es predisponernos a que la relación con la otra persona o cosa esté ya previamente condicionada –y por lo general desfavorablemente- y que no demos la oportunidad al otro para que se muestre como realmente es, estando abiertos a la verdad, sino que incluso vamos a sospechar de que es un engaño todo aquello que no coincida con lo que en nuestro pre-juicio hemos pre-visto. Con esta premisa nada puede funcionar correctamente. Así que ni siquiera aplicamos el beneficio de la duda y aún sin pruebas somos capaces de juzgar y condenar al otro, simplemente porque “algo” –que llamamos prejuicio- ya ha decidido antes de conocer y saber. No aplicamos la norma de que “todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario”. Los prejuicios son monstruos. Son opiniones sin base y sin pruebas. El error y el prejuicio a veces son la misma cosa. A cualquier cosa vista desde el prejuicio le privamos del derecho a ser ella misma: uno, en su obcecación, es capaz hasta de enfrentarse a la realidad y negarla. Una vez leí algo que me gustó porque expresa muy bien algunos de los errores que uno puede cometer prejuzgando. Desconozco el autor. “Sabes mi nombre pero no mi historia. Has oído lo que he hecho pero no por lo que he pasado. Sabes dónde estoy pero no de dónde vengo. Me ves riendo pero no sabes lo que he sufrido. Deja de juzgarme porque saber mi nombre no implica conocerme”. Propongo estar abiertos y sin suspicacias al conocer a las personas –se puede tener una cierta precaución y atención, pero nada más-, estar con la mente desocupada de recelos a la hora de ver lo que esté sucediendo, propongo la objetividad por encima de los prejuicios, mirar todo con los ojos limpios y darle una oportunidad a la confianza antes de instalar la desconfianza Los prejuicios nos privan de oportunidades que pueden ser enriquecedoras. Precaución, sí. Prejuicios, no. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  22. APROVECHEMOS LO BUENO DE LO MALO En mi opinión, todas las personas hemos pasado o pasaremos por momentos de esos que podemos resumir clasificándolos como… “muy malos”. Parece que son inevitables. Y ya sabemos lo que nos aportan: sobre todo dolor, pero también caos personales, confusiones mentales, miedos, dudas, desilusiones, llantos, incomprensión, sufrimientos, etc. Aparentemente, nada positivo y sin duda desearíamos no tener que pasar por ellos. No son agradables. No tienen ninguna gracia. Pero están, suceden y nos involucran. Bastantes de ellos son inevitables porque no dependen de nosotros aunque nos acaben afectando. Quedarse simplemente en la rabieta, en el desconsuelo, en el dolor, o en el llanto, no nos aporta nada positivo. Las situaciones vividas, para que nos aporten algo positivo –que sería lo único que de algún modo podría justificar su existencia-, es conveniente revisarlas desde un punto de vista práctico. Será realmente beneficioso si hacemos esto: PREGUNTARNOS EL PORQUÉ Y EL PARA QUÉ de lo que ha sucedido. SACAR EL APRENDIZAJE QUE SE PUEDA, porque siempre se puede aprender algo. TOMAR DECISIONES PARA APLICAR EN LA PRÓXIMA OCASIÓN que nos suceda lo mismo o algo parecido. VER A QUIÉN HA AFECTADO LO SUCEDIDO, si ha sido a nuestro ego, a cualquiera de nuestros múltiples yoes, o al Ser. COMPROBAR SI LO OCURRIDO HA SIDO UN ESPEJO que nos ha permitido vernos como realmente somos. RECONOCER SI HEMOS SALIDO FORTALECIDOS O HUNDIDOS y por qué. VERIFICAR SI NUESTRA ACTITUD HA SIDO LA QUE NOS PARECE APROPIADA o si tenemos que hacer modificaciones en nuestro modo de ser, de actuar o de pensar. Se supone que las personas que estamos en un Proceso de Mejoramiento Personal somos sensibles a tener en cuenta las experiencias que la vida nos procura y creemos que tienen algún sentido. No creemos que el sufrimiento que nos provocan sea gratuito, como un castigo, sino que suponemos que son experiencias que tenemos que atravesar en el enriquecedor camino del autodescubrimiento. Y dado que ya hemos pasado por la experiencia, y hemos visto y padecido su parte menos agradable, no hay mejor opción que la de aprender y sacar provecho. Aprovechemos lo bueno de lo malo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  23. ¿ESTÁS SIENDO TÚ O ERES TU YO IDEA? En mi opinión, quien sigue siendo a estas alturas de su vida su YO IDEA y no él mismo -él realmente- se está perdiendo una gran parte de su vida estando en una falsedad y viviendo un personaje que no es él. Se le llama YO IDEA al PERSONAJE que vamos creando durante nuestra infancia en base a las ideas que los otros nos dan acerca de nosotros mismos. Dado que en ese tiempo no sabemos quiénes somos, vamos recopilando la información que los otros nos aportan cuando hablan de nosotros o con nosotros, y dado que a esa edad no tenemos la habilidad ni los argumentos para descartar o rebatir algunas de las cosas que nos dicen, optamos por creerlas todas y con esos datos nos vamos creando. Si nos dicen que somos torpes, distraídos, inútiles, brutos, guapos, etc., pues todo eso –incluso aunque algunas cosas lleguen a ser contradictorias entre sí- suponemos que eso que nos dicen somos nosotros –los otros, que nos conocen, nos lo han hecho saber así- y en función de eso vamos viviendo. Si me han dicho que soy torpe y me lo he creído, actuaré como torpe y no corregiré mis torpezas porque estaré convencido de que es mi naturaleza, que soy así, y que eso no tiene remedio. Si me han dicho que soy distraído y me lo he creído… ¡pues qué se le va a hacer!, me diré que soy así y no haré ningún esfuerzo para prestar más atención. Los Procesos de Introspección y de Autodescubrimiento sirven para eso: para cuestionárselo todo acerca de uno mismo, para empezar a conocerse realmente y para eso hay que observase como si fuese la primera vez que uno está consigo mismo y quiere saberlo todo y conocerse a fondo. Así que… la tarea es quedarse a solas tranquilamente, y preguntarse todo, incansablemente, y buscando la verdad detrás de la apariencia, cuestionándose hasta lo básico, desmenuzando los pensamientos y dándose cuenta de quién piensa así o porqué piensa así. Si no hay un proceso actualizado con respecto a uno mismo sino que todo se sustituye por unas respuestas automáticas –las mismas de toda la vida- tal vez haya que reemplazarlas casi todas. Si uno está del todo presente durante el proceso de pensamiento y acaba decidiendo libremente, entonces está bien. También es útil estar absolutamente atento a cada acto propio importante para preguntarse… ¿por qué? y preguntarse… ¿para qué? Cada cosa que se hace tiene que tener una razón y conviene averiguar por qué se hace cierta cosa sin ser consciente de ello o para qué se hace cierta cosa sin ser consciente de ello. Uno sólo puede conocerse preguntándose u observándose con toda la honestidad. Las otras posibilidades -como por ejemplo preguntarle a algún amigo- es posible que no sean muy fiables, bien porque no nos conoce bien y del todo sino sólo en algunas facetas o bien porque su opinión puede estar determinada por sus propios condicionamientos y traumas. La verdad se esconde a veces y hay que quedarse un tiempo quieto y agazapado -sin cansarse nunca- hasta que aparezca. Y la verdad es inconfundible: a veces deslumbra y por ello es innegable y a veces duele, y por ello también es innegable. Sólo una honestidad incorruptible es capaz de distinguir entre la verdad y una nueva y más sofisticada mentira o excusa. Así que hay que estar muy atento, con toda la sinceridad abierta, para reconocerla. Cuando te descubras del todo comprobarás que tienes poco que ver con ese YO IDEA que está ocupando tu lugar, y será el momento de reconstruirte aprovechando todo lo sano y verdadero que haya en ti, arrasando sin miedo todo lo demás, y comenzando la etapa de tu vida en la que serás, por fin, realmente tú mismo. Y te alegrarás de haberte descubierto. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
  24. UNA CAÑA DE BAMBÚ 4ª parte Gloria Maroto En esta cuarta parte pongo voz a un artículo de Francisco de Sales, titulado DE VEZ EN CUANDO HAY QUE DECIR ¡BASTA YA! Con amor Gloria
  25. LA LENTITUD EN LOS PROCESOS DE DESARROLLO PERSONAL En mi opinión, es una queja que no está justificada la de las personas que tratan de salir de una situación de malestar personal –situación que pueden llevar muchos años engordando y arrastrando- y que se expresan frustrados ante la falta de unos avances espectaculares, diciendo cosas del estilo de “no avanzo nada”, “quiero estar bien ya”, etc. Cuando alguien me dice que lleva muchos años en una situación de desagrado consigo mismo -queriendo cambiar pero sin ni siquiera intentarlo-, y cuando se decide a hacerlo y lleva unos cuantos días en el proceso de Mejoramiento me dice que no ve resultados, siempre respondo lo mismo: no pretendas arreglar en un día lo que te ha costado muchos años estropear. Cuando uno pone en marcha un Proceso de Desarrollo Personal al principio siempre es lento. Hay muchas cosas –nuevas y antiguas- que hay que asimilar tal como son realmente, muchas otras por descubrir y conocer, muchas ideas que cambiar, mucho de lo que deshacerse. Mucho de todo. Cada pequeño paso es un gran paso. Y así hay que reconocerlo. Reconocerlo frente a sí mismo. Valorar lo avanzado –aunque aún sea poco-, y agradecérselo y hacérselo saber a la Autoestima –para que lo tenga muy en cuenta y vea que también tenemos cosas positivas-, porque uno ya está un paso más lejos de lo pasado y un paso más cerca del futuro. No existen los resultados espectaculares. Nadie se despierta el segundo día iluminado ni como si fuese un sabio con todo el conocimiento y toda la experiencia. Hay que reconocerse y agradecerse cada cosa conseguida –repito-, cada pensamiento distinto de los habituales que se sienta positivo, cada vez que la esperanza confirme que sigue ahí, y hay que celebrarlo, ponerse una medalla, darse un abrazo, sonreírse frente al espejo y decirle a quien aparece en él: “Felicidades, Enhorabuena”. Sólo la voluntad y la constancia le ponen en marcha a uno. Después aparecerán otros colaboradores imprescindibles: la apertura incondicional y sin miedo a lo que aparezca y lo que pase, la comprensión con objetividad y sin condicionamientos, la predisposición a deshacerse de lo inútil, la atención continua a uno mismo y a todo lo que se relacione con uno, el acogimiento amoroso a sí mismo, etc. Avanzar es la clave. Aunque sea tantísimo como es un solo pequeño paso, porque es mucho. Ayuda si uno incorpora en el alma –no en la mente- una frase leída que le ha impactado, si retiene en el alma –no en la mente- un descubrimiento que le ha sorprendido y consiente que se instale y se quede surtiendo los efectos correspondientes; ayuda si uno se permite sentir y sentirse. Es bueno estar preparado también para los momentos en que parece que no se avanza; más bien para creer que no se avanza, porque algunas cosas necesitan su tiempo para aposentarse en el lugar que les corresponde y en eso se necesita tener paciencia. Y también es bueno estar preparado para un sensación que sólo es una sensación: la de creer que no sólo no se avanza sino que se retrocede. Esto es algo habitual y no requiere preocupación. No se retrocede. Paciencia y constancia son imprescindibles. Hay que tener entereza en este proceso y con uno mismo. La lentitud en muchos casos es más una aliada que un inconveniente. Lo interesante es digerir bien todo lo que vaya sucediendo y conseguir que cada paso sea firme y cada avance sea real. Y que el amor Propio se manifieste continuamente y se fortalezca. Sobre todo, esto último. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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