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ANTES DE COMENZAR EL CAMINO DEL AUTOCONOCIMIENTO 3ª PARTE (Son 5 en total) RECONOCER - DARSE CUENTA La observación es primordial e imprescindible. Pero observación sin juicio, aséptica y neutral. Observación que no se entromete, que no critica ni acusa, que no da su opinión. Observación como un notario pulcro que toma nota de lo que ve pero no da su opinión. De eso es de lo que se trata. De levantar acta de lo observado, de lo sentido, y parar el proceso mental que se encargaría de poner adjetivos y castigos. Hay varias formas de conocerse. La primera, parte de darse cuenta de quién es uno mismo. Observarse como si uno no se conociera, y darse cuenta de lo que hace, de cómo se mueve, de cuáles son sus pensamientos, su forma de expresarse… Mirarse como si fuera la primera vez, no dando nada por supuesto, para poder acceder a algo que visto con otra mirada pueda ser distinto. Otra forma de conocerse es pedir la opinión que tiene de nosotros alguien que realmente nos conozca y nos quiera. Lógicamente, hay que pedirle su sinceridad más absoluta y aclararle que darnos una opinión exclusivamente favorable para quedar bien, no sólo no sería útil sino contraproducente. Y no olvidar que es solamente una opinión y no una verdad completa. ADMITIR Y ACEPTAR (Comprender) De nada sirve negar lo evidente. Ni lo bueno, ni lo malo. Si se descubre algo, y ese algo es cierto, hay que admitirlo. Lo que no quiere decir que haya que conformarse con ello. De momento, solamente hay que reconocerlo. Sólo a partir de aceptar lo que hay se puede comenzar a modificar eso que hay. Cuando se acepte es conveniente hacerlo sin condiciones, sin negaciones, sin maquillaje, sin justificaciones. Es lo que hay. A cada uno le han tocado vivir -o ha sido por su “culpa”, depende de cómo lo quiera entender cada uno - una serie de circunstancias personales, en una época concreta, con unos condicionamientos específicos , con o sin motivaciones, y eso imprime carácter y marca. Esto también hay que admitirlo. Si uno hubiera nacido en una familia distinta, con otro sexo, en diferente país o siglo, sería distinto. Por supuesto. Pero uno es quien es y está donde está –de momento- y eso hay que admitirlo y aceptarlo. PERDONAR – PERDONARSE Yo no soy partidario de “perdonar” en el uso habitual que se le da a la palabra (Perdón: Remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente.), porque es muy discutible que las penas sean merecidas, que uno permita que las ofensas le hieran, o que se tengan obligaciones impuestas por alguien ajeno, y me parece que si uno comprende, a sí mismo o al otro, y las situaciones o circunstancias, es innecesario el perdón. Con el reconocimiento del hecho, sea el que sea, si se descubre que no había mala intención expresa, ya no es necesario entrar en juicios. Por otra parte, si es que hubiera algo que perdonar, no perdonarlo sería un grave error. Creo que casi todo –he escrito “casi todo”- es digno de ser perdonado. Entendiendo por perdón la comprensión incondicional que borra lo sucedido sin dejar ningún tipo de residuos. Incluso en los casos en que se ha actuado con maldad y perversidad, si se hurga en las motivaciones de quien lo hizo, en su educación y en las circunstancias que le han tocado vivir, es posible que se llegara a encontrar una justificación razonable. Y razonable no quiere decir que esté bien. En algunas ocasiones uno no es responsable directo de las cosas que hace mal. Y eso hay que entenderlo, aceptarlo, y “perdonarlo”. HACER LIMPIEZA DE ENEMIGOS ¿Qué hay dentro de ti que pueda ser tu enemigo o pueda boicotear todo tu trabajo? Es muy conveniente conocer los enemigos internos. Y sería muy conveniente tratar de llegar a pactos y alianzas con ellos. Explicarles con el corazón cómo se siente uno, cuál es la intención, y hablarles de la necesidad de contar con ellos como aliados, y pedirles que no se dediquen a entorpecer, a destruir, a poner trabas y zancadillas. Pregúntate… ¿Qué te puede impedir que avances? Francisco de Sales
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ANTES DE COMENZAR EL CAMINO DEL AUTOCONOCIMIENTO 2ª PARTE (Son 5 en total) ACEPTAR El Camino es un proceso de autoconocimiento en el que deben primar, imprescindiblemente, el amor y la sinceridad. El Camino es un proceso de introspección en el que uno se propone conocer todo lo que uno es. Y, sin duda, van a aparecer cosas que manteníamos muy escondidas, cosas de las que no nos sentimos muy orgullosos y sí arrepentidos, cosas que van a intentar convencernos de que no hemos sido buenas personas… Generalmente, cuando uno hace un balance sincero de uno mismo, el resultado es peor de lo esperado. Lo que no quiere decir que sea cierto. Sólo quiere decir que uno es demasiado exigente y poco comprensivo. O que es un tasador ineficaz, e injusto, que da más valor a los hechos equivocados que a los acertados. Lo que uno encuentre dentro de sí, lo ha de amar. Sea lo que sea, porque forma parte de uno y uno es eso que está siendo eso que ha encontrando. Uno no es la idea de lo que le gustaría ser, no es la utopía ficticia, ni siquiera quien los otros creen que uno es. Ni siquiera es el personaje que lleva casi toda su vida representando. Otra cosa es que, si algo no satisface, se ponga en marcha un proceso para resolverlo. Este Camino, o se hace con mucho amor –pero que mucho, mucho, mucho amor-, o es mejor no iniciarlo. Si va a ser una pelea incesante, un continuo reproche, un echarse en cara el pasado continuamente, mejor no empezar. Se ha de hacer con placer y no a regañadientes, sin ningún tipo de reproches y -repito que esto es imprescindible- con mucho amor. VIVIR MUY CONSCIENTEMENTE ESTE MOMENTO La toma de consciencia continua es fundamental en este momento, porque sin consciencia uno no se da cuenta de lo que está viviendo, de lo que está pasando, y no sacará todo el jugo. Es un momento a vivir con mucha alegría y felicidad, por la oportunidad tan especial que vamos a tener de tomar, por fin, el gobierno de nuestra vida, y porque tenemos, por primera vez, la oportunidad de empezar a diseñar –a nuestro gusto- lo que llamaremos futuro. La consciencia va a ser muy útil, muy necesaria. Sobre todo porque a partir de iniciar el Camino la responsabilidad es una parte integrada, y así como uno puede escudarse en el desconocimiento o la desatención para las cosas que hizo en el pasado, desde el momento que decide lo que quiere hacer ya es responsable, tanto de hacerlo como de no hacerlo. Ahora ya lo sabe. Ahora se ha dado cuenta. No puede alegar desconocimiento, ni tampoco puede responsabilizar a cualquiera de los yoes del pasado. Lo bueno es que el Camino se inicia con un buen propósito, y con interés, y ya casi debieran ser argumentos más que suficientes para que el éxito estuviera presente. Por supuesto que hacen falta más cosas para llegar a la meta, pero lo iremos viendo más adelante. DESCUBRIR La intención que debiera gobernar el proceso es la de sacar a la luz todo lo que existe dentro de uno. Tanto lo que es de nuestro agrado como aquello que no nos gusta. A eso se llama DESCUBRIR. Descubrir es dejar de negar y dejar de esconder. Es poner la realidad a la vista, sin tapujos, sin fingimientos…. y sin reproches. Ponerse frente a lo que uno es –aunque en este momento no sea muy agradable-, tenerlo a la vista y mirarlo de frente, es un acto de valentía que requiere el propio y sincero reconocimiento. Es bueno que la Autoestima acompañe en este momento, ya que su colaboración va a ser importante para sacarnos del estado casi depresivo en el que vamos a estar en numerosas ocasiones. Sólo durante un poco de tiempo, por supuesto, que no es cuestión de alargarlo innecesariamente. “Felicitaciones -se dice uno mismo-, me he atrevido. Lo he hecho”. “Este soy yo, el que ahora veo”. “Por fin me empiezo a conocer de verdad”. (Y es que es tan chocante pasar toda una vida consigo mismo y seguir siendo un extraño desconocido…) El que ahora me atrevo a mostrar –o sea, a mostrarme-, era exactamente igual cuando no me atrevía a reconocerlo. Si acaso, este que ahora veo es un Ser valiente y comprometido que va a hacer cuanto crea necesario para ser él mismo, dejando de estar gobernado por el personaje que ha estado suplantándole durante los últimos años. Francisco de Sales
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ANTES DE COMENZAR EL CAMINO DEL AUTOCONOCIMIENTO PRIMERA PARTE (Son 5 en total) PREFACIO Aunque a lo largo del texto usted lea palabras como: bien, mal, bueno, malo, error, equivocación, defecto… sepa que en mi opinión no deben utilizarse, ni escritas ni hablada y ni siquiera pensadas. Son palabras malditas que llevan implícitas subliminalmente la necesidad de un castigo, y conllevan una onerosa carga mortificante de dolor o sufrimiento añadida. Y cada vez que hacemos uso de ellas estamos fomentando y reafirmando su negatividad. Otras, como: jamás, nunca, siempre… Sólo se salvan en contadas ocasiones. También es conveniente dejarlas en desuso, porque al usarlas nos estamos dotando de una seguridad e inmovilidad, y con su empleo condenamos a “lo que sea” a no evolucionar o ser modificado. Las empleo en algunos casos exclusivamente para que sea más evidente el impacto de lo que quiero expresar, pero recomiendo que no se usen. Y procura tener cuidado también si lees órdenes del estilo de: tienes que, deberías, haz esto… o cualquier otra cosa en la que veas implícito un aire de superioridad o un tono impositivo (“porque lo digo o lo mando yo”) Si quieres leer este artículo tal vez te dejará un poco más claro lo que opino al respecto: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/topic,2642.msg4107.html#msg4107 Antes de empezar un Camino de Espiritualidad o de Crecimiento Personal, es muy conveniente tomar conciencia de una serie de cosas, algunas de las cuales relaciono aquí. No aparecen todas, por supuesto, pero son suficientes para ponerse en marcha. Más adelante, cada uno y en función de sus intereses o sus motivos de preocupación, irá añadiendo las que considere necesarias. Cada uno tomará bifurcaciones en su Camino, pero nunca lo perderá de vista y a cada rato regresará a él para no perderlo. YO SOY LO ÚNICO QUE TENGO No hay otra cosa. No puedo escoger, ni puedo dejarme. Sí puedo hacer lo posible por corregirme y sí puedo actuar de otros modos distintos. Lo que vaya a construir tiene que ser a partir de mí, que soy lo único que tengo. Si decido quedarme quieto y rendirme porque creo que no tengo remedio, o no merezco la pena, o soy ya mayor para hacerlo, o porque a mí no hay quien me cambie, entonces, por supuesto, no habrá cambios. Si creo que nunca es tarde para ser la persona que me hubiera gustado ser, o la que estoy destinado a ser, o la que intuyo en algunas ocasiones que debería ser, entonces sí hay opciones reales de hacerlo. Cuando uno se auto-valora ha de tener cuidado de no darle más importancia a como está siendo en este momento que a como realmente es. Porque aunque uno se haya equivocado mil veces y haya hecho mil cosas de las que no está satisfecho, eso no ha de menospreciar la materia prima de la que está compuesto cada uno. Si uno es bueno en esencia, por naturaleza, todo lo que haya decidido y luego se haya demostrado que no era la mejor opción, no es para tener en cuenta de un modo solamente negativo. Son cosas del pasado, y si uno inicia el Camino es mejor que sólo mire atrás para ver cuánto ha avanzado, y además con la alegría que aporta saber que ahora sí, que esta vez sí va uno en la dirección acertada, y que en la meta se intuye el Yo al que aspiramos. Cargar unas alforjas llenas de resentimientos, inculpaciones, recriminaciones, arrepentimientos… no hacen sino añadirnos el lastre de un enemigo implacable, un inquisidor sanguinario, un eficiente torturador, un verdugo ansioso de cumplir la sentencia. O un malvado vengador que en su injusta apetencia no se da cuenta de que él mismo es la víctima. LA OPORTUNIDAD DE SER UNO MISMO Esto es mucho más grande y más importante de lo que aparenta. El proceso de Autoconocimiento, que es previo al Crecimiento Personal y es el primer paso al mismo tiempo, te da la oportunidad de algo que pudiera haberte parecido imposible en otro momento: poder ser tú mismo. Ser tú mismo conlleva poder manifestarte tal como eres en realidad, defender tus derechos, exteriorizar tus sentimientos, expresar tus opiniones, sentirte a gusto contigo mismo, eliminar la dependencia emocional de los otros, vivir en paz… en fin, llevar una vida digna y plena. Si miramos hacia atrás, la mayoría de nosotros encontramos pocos momentos en los que realmente hemos sido nosotros mismos y nos hemos podido mostrar y manifestar como somos. Y, en algunos casos, sólo hemos podido ser nosotros mismos cuando nos hemos enfadado porque nos han pisado lo más sensible de la dignidad. Sólo entonces nos hemos atrevido. Una vez que comencemos el Camino iremos viendo que es necesario defender nuestra dignidad (Respeto y estima que una persona tiene de sí misma y merece que se lo tengan las demás personas) y normalizar la Autoestima, y para ello nos valdremos de instrumentos como la Resiliencia (Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas) y la Asertividad (Comportamiento comunicacional en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos). Lo que se vaya a vivir a partir de ahora, ha de ser con mucha alegría y felicidad, a la vista del resultado que se puede conseguir. La oportunidad que se abre es inmensa. Tan inmensa como el placer de poder ser, por fin, Uno Mismo. Francisco de Sales
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EL CAMINO DE LA VIDA En mi opinión, este Camino de la Vida que todos hemos de recorrer comienza en la línea de salida que es el nacimiento, y llega a su meta –y todos acabamos llegando a la meta- cuando sucede la muerte del cuerpo físico. En medio de ambos extremos, durante ese Camino, cada persona va a comportarse de un modo distinto y va a hacerlo según sus intereses o circunstancias. Jamás dos vidas se repiten. El inconveniente principal de este Camino es que nadie nos prepara para hacerlo, nadie nos da instrucciones precisas, y los consejos que nos dan no siempre son acertados. Más bien son confusos y liantes. Andar por la vida con tan pocos conocimientos nos condena a tener un error tras otro, traspiés, tropezones, desorientaciones, extravíos, distracciones y descuidos, fracasos, sensaciones de inutilidad e impotencia, muchas dudas y preguntas –y sin tener alguien que las responda con claridad-, y, mientras, los pasos se van dando aunque no seamos conscientes de ellos. Cada vez estamos más cerca de la meta y con la desagradable sensación de no saber por qué uno está aquí, cuál es el auténtico sentido, la verdad, lo que habría que hacer, o lo que no somos capaces de ver con claridad. El Camino de la Vida, visto de un modo objetivo -y sin tener en cuenta las maravillas, que también las tiene-, es un Camino de frustraciones y desengaños, de resbalones y topetazos, y mientras uno sigue más o menos distraído con eso de tener que vivir continuamente, y tener que resolver los problemas que se van presentando, no le da tanta importancia al trasfondo auténtico que hay tras este respirar y estar aquí. Es en los momentos de trascendencia y verdad cuando uno se da cuenta de lo perdido que está, de lo poco que sabe del mundo y del destino, de su sentido de la vida, de que va a llegar la meta y todo está sin resolver, y a esto se le añade la desilusión de que para cuando se dé cuenta –si es que algún día se da cuenta- tal vez sea demasiado tarde para tomar decisiones y resolver cosas. Será irremediablemente tarde para volver atrás en el Camino y rehacerlo de otro modo más acertado y satisfactorio. No es lo correcto este aplazar continuamente las cosas que realmente son importantes. Ya sabemos que no es fácil ni agradable manejarse con los asuntos que se nos hacen complicados, y por eso triunfa continuamente el distraerse con otra cosa y aplazar esto hasta no se sabe cuándo, porque el vacío de respuestas ante la magnitud de las preguntas es amplio y desgarrador, y porque uno no quiere enfrentarse al reconocimiento de su propia incapacidad e ignorancia para llevar del modo adecuado los asuntos primordiales de la vida. A pesar de todos los inconvenientes, es necesario seguir adelante dando los pasos con consciencia, siendo más reflexivos y entendiendo alguno de ellos, no cejando ni por un instante –a pesar de los pocos resultados- en el empeño de querer hacerlo bien, de querer aprender, de querer saber exactamente qué es esto de la vida, el por qué de estar en el mundo y vivo, y hay que despertarse cada día con el propósito renovado de que sea el principio de un modo nuevo de estar y vivir. No doy soluciones. Cada uno de buscar las suyas. Ya hay demasiada información, y si no hay información hay intuición, hay ganas y voluntad, hay un Ser o un Sabio Interior al que se puede recurrir; para otros es la fe o la oración quienes les pueden aportar claridad –aunque yo soy más de “A Dios rogando y con el mazo dando”-. En realidad, creo que si uno mantiene firme su voluntad de mejoramiento personal, el deseo de ir perfeccionándose todo lo posible, las ganas de contactar con quien realmente es, y desarrolla sus cualidades y virtudes, la suma de todo ello le alfombran un poco el Camino. No hay que dejarlo nunca: esa es la actitud. A pesar de los desencantos, de los momentos en que entran ganas de rendirse por no saber, hay que seguir. Te sugiero que te pares ahora y escuches las impresiones y respuestas que te están llegando de tu interior. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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REINVENTARNOS En mi opinión, esta palabra define perfectamente una tarea que casi todas las personas tenemos pendiente de realizar. Es una lástima que no exista en el diccionario, así que tendré que usar una similar: REHACERNOS. Es cierto que algunos hemos comenzado ya en esto de REHACERNOS, incluso llevamos años en ello, pero es algo de lo que no se debe descansar, algo que nunca se da por concluido, algo que estará con nosotros hasta el último día de nuestra vida. Esto último, que deprime un poco y quita las ganas, ya que hace que parezca una tarea interminable, en realidad se puede ver de otro modo totalmente opuesto, con lo que la mirada un poco pesimista y apesadumbrada se puede convertir en una mirada optimista y alegre. Me refiero a que indica que aún vamos a poder seguir descubriendo en nosotros durante mucho tiempo facetas que pueden ser mejoradas, perfeccionadas, con lo cual cada día seremos mejores y cada día seguiremos teniendo una esperanza por la que seguir adelante. REHACER (del diccionario de la RAE): 1. tr. Volver a hacer lo que se había deshecho, o hecho mal. A todos nos puede pasar –generalmente evito usar “todos”, pero en este caso es inevitable y cierto- que hay algo que tenemos calificado como que lo hemos hecho “mal”, y aunque procuramos entenderlo (excepto esos que se flagelan a diario por ello), y aunque nos arrepentimos de vez en cuando, en realidad nos gustaría poder eliminarlo del pasado –cosa imposible-, o no haberlo hecho nunca. Pero ahí está la historia pasada: para confirmarlo. En estos casos, es conveniente reparar lo que se hizo mal, y si se perjudicó a alguien, pedirle disculpas. Si algo mantiene una intranquilidad en nuestro interior por algún hecho del pasado, eso es nuestra conciencia, y nuestra conciencia es quien marca nuestra dignidad. Y la dignidad personal hay que respetarla. 2. tr. Reformar, refundir. En nuestras propiedades, cuando algo no está a nuestro gusto lo reformamos. Lo modificamos con la clara intención de mejorarlo. Lo rehacemos. Este es un buen propósito y una excelente tarea para con nosotros y nuestra vida: reformar –volver a formar- aquello que no nos gusta. Tirar lo viejo que no vale, cambiar el suelo, pintar las paredes, darle otro aire más de acuerdo con nuestra situación actual. Transformarnos, cambiarnos, revolucionarnos si hace falta, corregirnos, mejorarnos, perfeccionarnos…REHACERNOS. 3. tr. Reponer, reparar, restablecer lo disminuido o deteriorado. U. t. c. prnl. A esto se le llama “hacer las cosas bien”. Rehacernos consiste en hacer un inventario de nuestra vida actual y pasada, de nuestro estado, los sentimientos de hoy y de ayer, los sucesos y las acciones, los pensamientos y las “equivocaciones”, y de todo ello –y sin reproches ni menosprecios, sin revanchas ni rencores- sacar el aprendizaje necesario para evitar volver a hacer lo que no queremos volver a hacer. Y una vez extraída la lección, deshacernos de todo ello para que no nos siga penando. 4. prnl. Reforzarse, fortalecerse o tomar nuevo brío. Tomar nuevas fuerzas, y que sean unas fuerzas nobles y sin resentimientos. Unas fuerzas excelentes e impecables, a nuestro servicio, y que con ellas nos vayamos REHACIENDO, lo más inmaculados posible, lo más serenos y descondicionados, lo más amorosos y comprensivos. No se trata de construir un modelo que nos parezca perfecto y admirable –porque lo queremos copiar de otro-, sino que hay que encontrar y usar nuestra propia excelencia, ese Ser que nos habita, el que realmente Somos aunque no lo estemos manifestando. 5. prnl. Serenarse, dominar una emoción, mostrar tranquilidad. Esta definición corresponde al último paso. Una vez descubiertas las cosas en las que nos gustaría hacer modificaciones para comenzar a REHACERNOS, una vez que tenemos a la vista incluso las cosas que antes podían estar ocultas o desconocidas, una vez que tenemos claro que nuestro objetivo es REHACERNOS, el paso siguiente es deshacernos de la parte que no nos gusta de nosotros y utilizar sólo las cosas que sí son de nuestro agrado, con las que nos sentimos identificados, desde ese estado que nos va a aportar el hecho de tener claro lo que queremos hacer, con la tranquilidad que eso aporta a nosotros y a nuestro espíritu. Es el momento de tomar las riendas de la reconstrucción de nuestra vida, y conviene comenzar sin aplazamientos. La tarea nos espera y solo nosotros podemos realizarla. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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REEDUCAR LA MENTE En mi opinión, la mente nos juega muchas malas pasadas. Una de ellas, es que nos complica la vida. Desde el gobierno auto-impuesto de su dictadura -ya que raramente nos encargamos de controlar su capacidad para administrar nuestra vida-, o desde su autoridad más que cuestionable -incluso es cuestionable la moralidad de nuestra propia mente-, dirige nuestra vida de un modo caótico, autoritario pero inseguro, y condicionado por sus propios miedos y confusiones. Nadie tiene una mente limpia, pura, des-condicionada. Todos estamos influenciados, en mayor o menor medida, por nuestra educación, nuestras circunstancias, y nuestro pasado. La aparente libertad de pensamiento de la que gozamos no es más que un espejismo que nuestra mente nos proporciona para que creamos que somos nosotros quienes pensamos, y para que no nos metamos con ella. En realidad, casi nunca somos nosotros quienes pensamos, sino que es nuestra propia miente quien dirige a su antojo la dirección de nuestros pensamientos. No pensamos: somos pensados. Quizás el único momento en que contactamos con la parte pura y des-condicionada de nuestra mente es cuando estamos en una meditación o en una relajación y conseguimos evadirnos del ego y de la actividad frenética de la mente -de esa mente que se obstina en buscar lo que nos hace creer que son nuestros intereses, que en realidad son los suyos-. La tarea que estaría bien que nos propusiéramos –que es una tarea lenta-, es descondicionar la mente, descontaminarla, despojarla de prejuicios, de miedos, de rutinas; reeducarla en libertad, en la costumbre de ver todo nuevo y todo como si fuera la primera vez; en ser comprensiva, en aceptar que las personas y las cosas son como son, y que no es bueno que se inmiscuya –y nos inmiscuya-, en todos los asuntos. La mente es, y esto hay que tenerlo muy claro, un instrumento a nuestro servicio. Un instrumento que hay que utilizar como utilizamos una mano o utilizamos las piernas -que nosotros decidimos cómo, hacia dónde y cuándo mover-. ¿Te imaginas si tuvieran autonomía propia y fueran ellas quienes decidieran qué quieren coger o dónde nos quieren llevar? Pues eso es lo que hace nuestra mente. Divaga, especula, decide, mariposea, redunda una y mil veces en lo pesimista, imagina cosas casi imposibles… Y somos nosotros quienes pagamos sus errores, quienes sufrimos sus disquisiciones, víctimas de sus caprichos por no saber imponer el orden y no tomar las riendas en tan delicado asunto. A la mente conviene tenerla encerrada en un cajón, y sacarla solamente cuando se necesite –no olvidar que es un instrumento a nuestro servicio, y que ella nos pertenece y no le pertenecemos-, y hemos de controlar todo el proceso mental, siendo nosotros, estando conscientes de ello, quienes indiquemos el modo. Porque nos engaña una y otra vez. De pronto, nos presenta una propuesta, una solución, una idea, y creemos que somos nosotros quienes hemos pensado eso, y lo aceptamos sin más, sin condiciones. Y no es cierto. Es la mente quien ha pensado por su cuenta, y esa mente, siempre, está subordinada a sus miedos, está manipulada por su propia inseguridad, y asustada ante el temor de que se descubra su impostura y la fragilidad sobre la que se sustenta. La tarea que nos propone la vida es gobernarla, y no la de ser gobernados por la mente. Lo que nos propone es la coherencia entre lo que pensamos, lo que sentimos y cómo procedemos. Para ello es imprescindible conocer sobre qué principios o normas se erige nuestra mente, qué modo de actuar tiene, en qué se basa, cuáles son sus reglas y raíces, en qué se manifiesta con rectitud y en qué es injusta. Es una hermosa tarea la de descubrirse. Y es hora de ponerse a ella, para conseguir una mente libre, que acepte y comprenda todo y a todos, que entienda que cada quien es cada cual y es como es, que hay cosas a las que es inútil enfrentarse, que cada uno ha de buscar la paz en vez de la auto-confrontación, que conviene desdramatizar en lo posible las cosas desagradables, que hay que saber apreciar el alimento de la música o del silencio, que es necesario estar abiertos a nuevas experiencias y conocimientos, y que es necesario desestancarse, escapar de los prejuicios, y estar abiertos a evolucionar y crecer. Seremos los primeros beneficiados del resultado. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿EXISTE LO QUE NO VEMOS? En mi opinión, muchas de las cosas importantes de la vida se nos escapan sin vivirlas, y a muchas de las cuestiones importantes de la vida no les dedicamos la atención que se merecen. Lo que es evidente, en muchas ocasiones nos pasa desapercibido y por ello no somos capaces de modificar algunos aspectos de nuestra conciencia que serían distintos si nos diésemos cuenta de algunas cosas. Conviene -por lo menos de vez en cuando-, hacerse alguna de esas grandes preguntas y esperar las respuestas, y conviene asombrarse al mirar los asuntos de un modo nuevo y verlos como antes no se nos hubiera ocurrido notarlos. Por ejemplo, cuando pensamos en nosotros, nos quedamos en eso que sí controlamos mentalmente porque lo podemos ver y le llamamos cuerpo, pero hay más cosas: alma, espíritu, energía, intuición, mente, sentimientos, divinidad, virtudes... todo eso existe -o creemos o sentimos que existe- y eso también forma parte de la misma unidad que somos, que comparte lo tangible y lo invisible. Así que… ¿Existe lo que no vemos?, ¿Existe lo que no tiene una ubicación que se haya podido constatar y marcar en un sitio concreto? Son preguntas que van mucho más allá de una especulación intelectualoide. Tienen trasfondo y trascendencia. Es más, son imprescindibles para la evolución personal y espiritual de cada persona. Una vida sin hacerse las grandes preguntas es una vida incompleta. ¿Cómo pueden existir cosas que realmente son indefinibles, que no sabemos ni podemos ubicar, que no tienen cuerpo o existencia física? ¿Existe el alma?, ¿Existe la intuición?, ¿Y la divinidad en cada uno de nosotros? Parece ser que sí existen. Incluso algunos científicos han hablado de ello confirmándolo, y casi todos los filósofos coinciden en afirmar que, además, es necesario que existan. Para verificarlo personalmente es necesario sentirlo –la fe ayuda en estos casos-, o vivir una experiencia especial que se base en un hecho racionalmente “inexplicable”, o sentir “algo” que toque las fibras que no están conectadas con lo estrictamente mental y se sienten de un modo extra-ordinario –o sea, fuera de lo ordinario-. Llegar a eso mismo por las explicaciones racionales es más complicado. Aquí sí que son necesarios los presentimientos, los instintos, tal vez las memorias ancestrales, una cierta clarividencia, o una creencia que no admita dudas. Podemos afirmar con casi total seguridad que existe todas estas cosas ya relacionadas y otras más: alma, espíritu, energía, intuición, mente, sentimientos, la divinidad…pero no nos sirven de nada sin la vivencia personal de ellas, sin que las podamos experimentar, así que conviene no creer en ellas “porque sí” sin sentirlas, y conviene aún más estar atento a las propias percepciones, a esas creencias firmes –aunque no estén razonadas- en cada una de esas cosas, desde las más evidentes a las menos notables, y que no pertenezcan a un mundo inalcanzable sino que sean una fuente de sabiduría y de confianza en ese “algo más”. La razón, en estos asuntos se convierte en una mala aliada, porque con su colaboración lo único que conseguimos es complicarnos más. Ella acepta el cuerpo, su propia capacidad de pensar –la razón que razona- y poco más. Todo lo demás es intuitivo, es sentible, es emocional… no es mental. Sí existen. Están ahí. Para contactar con ello solamente es necesario escapar de la mente -o quitar las prohibiciones mentales- y relajarse, dejarse ir sin miedo y sin necesidad de ataduras, contactar con esa parte que también somos nosotros -y que situamos generalmente en el interior o en el Cielo-, y empezar a estar reintegrados con lo espiritual, lo invisible, el mundo de los sentimientos, y lo que nos es desconocido por estar inexplorado. Es muy recomendable. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿CUÁNTO TIEMPO DEDICAS A AMARTE? Si no sabes responder a esta pregunta, o si la respuesta es “nada” o “ninguno” o “cero”, hay algo que va mal. Hay algo sobre lo que deberías reflexionar, por si te apetece modificarlo. Claro… es que siempre estás tan ocupada… ¿verdad? Siempre hay otra persona u otra cosa que tiene prioridad… ¿verdad? ¿O tal vez es que aún andas buscando un motivo, aunque sea solamente uno y pequeño, para amarte? El caso es que puedes llegar a encontrar más de mil motivos por los que no puedes dedicar un tiempo a amarte. Me refiero a “un tiempo” que puede ser el segundo exacto en que te das cuenta de que te sientes bien, o que te sientes a gusto contigo misma, o que te sientes satisfecha por algo que acabas de hacer o pensar, o que te sientes en paz, o que te sientes orgullosa… Me refiero también a “un tiempo” más largo en el que puedes sentarte tranquilamente, contigo misma, para tomar una infusión o un café, para mirar por la ventana, escuchar tu música favorita, cerrar los ojos y pensar, o volar con la imaginación, o relajarte sin más. Me refiero a “un tiempo” de reconocimiento de ti misma, de aceptación sin conflicto de tus actos a lo largo de la vida, de mirarte desde fuera, pero con cariño, y darte cuenta que ese ser que eres –con todas sus cosas- es alguien digno, alguien que merece ser amado, y alguien con razones para ser querido. No es egoísmo, sino justicia y amor, dedicar un tiempo –en mi opinión, lo máximo posible- para amarse. Se llama amor propio. Amor a una misma. Y amarse a una misma no excluye amar a los demás, sino, más bien al contrario, ejercitarse en el amor que se compartirá después con los demás. Al margen de que tu autoestima se verá recompensada y fortalecida, de que la siguiente vez que te mires al espejo encontrarás un aura amable, una sonrisa que te agradecerá tu autoestima, y un lazo invisible de complicidad, amarse implica –para los Cristianos- el cumplimiento de aquel mandato de “amarás al prójimo como a ti mismo”. “Como a ti mismo”, dijo. Amarte no es encerrarte en un individualismo excluyente, no es llevarte a un centro egóico en el que no quepa nadie más, no es robar amor a los otros, no es quedarte con algo que tendrías que entregar desinteresadamente a los otros. Es otro amor distinto. Ya has comprobado que a cada persona la amas con un amor que aparenta ser distinto, aunque es el mismo con diferentes matices. Y el amor no solo es inagotable, sino que todo el amor que entregas se multiplica en un milagro maravilloso, y mientras más amor entregas más amor recibes, y mientras más amor das, más amor tienes. Un alto en la vida… Una parada en las obligaciones… Un descanso en las responsabilidades… Aunque sea sólo el tiempo que se necesita para cerrar los ojos y mirarte hacia dentro, o para ponerte frente al espejo –en un acto de valentía y reconocimiento- y decir que te amas sin que te tiemble la voz, o para decirle a tu corazón que le amas -con la voz insonora del pensamiento-, o para abrazarte con cuidado -o con pasión-, o para sentir un escalofrío emocionante al pensar en ti, en tu fondo, en lo que has llegado a ser, y en lo que has sido capaz de descubrir en ti. Sería una excelente decisión que buscaras y encontraras momentos para decirte y demostrarte que te amas. Tú decides. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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VIVE AHORA QUE PUEDES En mi opinión, hay algunas conversaciones que, si se les presta la atención que requieren, pueden llegar a marcar un cambio radical en la vida de una persona. La misma función que una conversación puede hacerla una frase que se lee en cierto momento, un sentimiento que cala hondo, una intuición, una circunstancia que hace abrir los ojos de darse cuenta, o una de esas situaciones que te ponen entre la espada y la pared y te obligan a tomar una determinación acerca de lo que quieres hacer con el resto de tu vida. En muchas ocasiones eso que marca un cambio de rumbo puede ser trivial, aparentemente inocente y sin capacidad como para hacer reaccionar, porque es solamente la predisposición de uno a permitir que algo le cale lo que determina la intensidad del efecto que las cosas causan. A los 13 años tuve una conversación que ha marcado toda mi vida. Estoy absolutamente convencido de que mi vida hubiese sido muy distinta de no haber permitido que aquella conversación, con un buen consejo de la persona más insospechada –un hombre sin cultura, pero con sabiduría-, me hiciera comprender sin más palabras que las justas, y sin oposición por mi parte, la gran verdad que era su afirmación. Era muy mayor. Pero muy mayor. Me dijo: “Aprovecha ahora que eres joven para hacer todo lo que quieras y para vivir la vida, porque cuando te des cuenta tendrás mi edad y verás que se te ha ido sin haberla vivido”. Esto se me quedó grabado. No recuerdo que se abrieran los cielos y se apareciera un Ser de barba blanca, ni escuchar una banda sonora de fondo, ni que yo creciera medio metro de golpe, pero se me quedó grabado y ha estado influenciándome toda mi vida, permitiéndome vivirla –y seguir viviéndola- con gran intensidad, con mucha consciencia, con un considerable aprovechamiento, haciendo las cosas que he podido/querido sin aplazarlas y estando todo yo en ellas. Y esa filosofía de vida sigue estando vigente. Afortunadamente. Jamás le podré pagar a aquel hombre su consejo. La vida se consume. No está pendiente de nosotros, ni de si le estamos prestando atención o le estamos sacando todo el jugo. Sigue, imparable, insobornable, a un ritmo constante que no decae. Nosotros, en cambio, somos conscientes del gasto y derroche de nuestros años de vida sólo ocasionalmente. Tiene que venir un cumpleaños para que digamos, sin ser muy conscientes de ello, “bueno, pues un año más”. Y es mentira: es un año menos. A todos nos llega el Tiempo de los Arrepentimientos, y advierto a quien lo vea lejano e inofensivo que no es ni una cosa ni otra. Es como un Juicio Final -antes del final- en el que uno se lamenta y mucho, y lo hace inconsolablemente, ya que llegando a esa edad uno toma consciencia real de que la vuelta atrás es imposible, de que el despilfarro o desperdicio ha sido sangrante, de que ninguna revocación es posible, de que ya es tarde para cualquier intento de arreglarlo. Y duele. La vida se acaba. Y es necesario ser muy conscientes de esto para poder vivirla con más intensidad. El momento de VIVIR es ahora. Y esto requiere de una introspección muy seria. Y asumirlo como la realidad que es, pero sin obsesión ni drama. El fin de la vida va a suceder de todos modos así que cualquier oposición es una pérdida de tiempo y un modo de amargarse la existencia. ¿Qué voy a poner entre este momento y el final? ¿Qué voy a hacer en ese tiempo? VIVIR la vida es una respuesta apropiada. Acertada. Impecable. VIVIR la vida es una decisión propia. Un compromiso personal. Y cada uno tiene la opción de deleitarse en ella y con ella, de intensificarla, de llenarla de contenido, de proveerse de buenos momentos y buenos sentimientos, de gozarla… o dejar que se consuma –siempre más rápido de lo que se cree- y llegar al Tiempo de los Arrepentimientos con las alforjas vacías, y una lágrima sin fin, inconsolable, que resuma el dolor por el tiempo pasado sin haberlo VIVIDO. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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QUIEN TIENE LA VOLUNTAD, TIENE LA FUERZA En mi opinión, este es uno de esos títulos que no necesita de un texto posterior que añada algo o tenga que aclararlo. Es tan rotundo, tan directo, y lleva tal verdad concentrada, que debiera ser una sentencia de esas que llegan al corazón directamente sin necesidad de la interpretación erudita o intelectualoide de la mente. Directa al corazón. Y sin comentarios. La voluntad, esa maravillosa capacidad de persistir, de no admitir la rendición ni la derrota ante el primer inconveniente, es el motor imparable que nos puede llevar a cualquiera de las metas razonables que nos propongamos. La voluntad, además, aporta energía y estímulos a la Autoestima, porque provoca la satisfacción personal de comprobar que si uno quiere puede; que uno tiene un poderío interior a su servicio, y que puede llegar a disponer de una potencia y reciedumbre que aportan una muy agradable sensación en la relación consigo mismo. ¿Y cómo se consigue la voluntad? Buena pregunta a la que no tengo la respuesta concluyente y definitiva, porque no hay una universal, sino que cada persona la encuentra en un sitio y de un modo, y no existe algo que se pueda imponer y que provoque la voluntad como una reacción asociada. Supongo que se consigue a partir de una buena relación consigo mismo en la que todas las partes que le integran a uno –o, por lo menos la mayoría de ellas- se ponen de acuerdo en colaborar por el bien del conjunto que forma uno mismo. Quiero imaginar que puede surgir de la conciliación de las ideas dispares de los diferentes personajes que nos componen, y que de ahí nace el acuerdo de aunarse y aliarse con el fin de alcanzar un objetivo favorable. Quiero suponer que esa energía que compone la voluntad es la aportación amorosa de cada una de las partes que nos integran, que entre todas y puestas de acuerdo aportan el arranque necesario para poner en marcha cualquier acción, el atrevimiento imprescindible para acometer lo que sea necesario, la persistencia para no rendirse ante cualquiera de los impedimentos que pueden aparecer, la bravura para seguir adelante contra las dificultades, una firmeza y un tesón que sean irreductibles, y la constancia necesaria para no desfallecer. La voluntad, sin el convencimiento o la fe necesarios carece de los elementos imprescindibles, por lo que está prácticamente condenada a su desaparición. La voluntad no surge espontáneamente a partir de un pensamiento o una idea, sino que requiere, sobre todo, de un convencimiento firme, en uno mismo y en lo que se pretende, y de una certidumbre en sentirse arropado por una capacidad casi sobrenatural de la que todos disponemos: la de aspirar a lo mejor o lo más conveniente, por dignidad, por amor propio, y por respeto a quien uno es y lo que uno se merece. La voluntad no depende ni ha de depender del azar, del porvenir, de los otros, sino que es un asunto propio que no se puede delegar, si bien es recomendable –cuando su ausencia es muy notable- contar con un animador, con alguien de confianza que nos aliente, que nos apoye, que nos ayude a levantarnos del estancamiento y ponernos en marcha… El Amor Propio es un buen motivador. Si uno se ama lo suficiente como para desear lo mejor para sí mismo, va a encontrarse con el mejor aliado. A fin de cuentas, la voluntad es la capacidad de decidir y ordenar la propia conducta, o sea que puede ser un acto consciente, así que uno mismo puede auto-motivarse y proveerse de ese modo de la energía y perseverancia necesarias para llevar a cabo cualquier deseo en el que esté implicada la disposición personal para realizarlo. Deshazte de la apatía, de la desgana, del desánimo…y de las excusas. Activa tu voluntad y benefíciate de ella. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿A QUÉ PRECIO ESTOY VENDIENDO MI TIEMPO LIBRE? En mi opinión, este asunto del tiempo libre no siempre se gestiona de tal modo que cuando se piensa sobre ello se tenga la sensación de estar utilizándolo bien. Supongo que al final de un día todos hemos pasado por alguno de esos pensamientos que se manifiestan como preguntas y reproches al mismo tiempo: “¿¡Qué he hecho hoy!?”, “se me ha pasado el día y no me he enterado”, ”se ha acabado el día y no he hecho nada”, “¡qué manera más inútil de perder la vida!” Ahí están -para ayudarnos a perderla inconscientemente- la pereza, una indolente apatía, la terrible desatención, la desvalorización de lo que es un día de nuestro limitado e irrecuperable tiempo de vida, el convencimiento de que mañana llegará un nuevo día para remediar lo que ha pasado en éste y su correspondiente menosprecio de lo que vale un día de vida o de no vida… La única forma en que veo que un día perdido no sea un día perdido es cuando uno decide, pero libre y muy conscientemente, que ese va a ser un día en que no se ocupe en ninguna actividad distinta de la de “no hacer nada”, porque en este caso deja de ser un día perdido en el que “no se ha hecho nada”, para pasar a ser un día sin actividad porque eso es lo que intencionadamente se ha decido. O sea, “se ha hecho nada” porque eso es, precisamente, lo que se quería hacer y eso quiere decir que “no haciendo” se ha cumplido la voluntad. Lo grave es cuando uno se da cuenta de que la pérdida del tiempo se debe a una indolencia, a que no encuentra un sentido para su vida ni una motivación que le ponga en marcha. Lo grave es el desánimo, la desgana, la falta de ilusiones… Y eso es algo que uno tiene que resolver afrontándolo en vez de echarle la culpa al tiempo, a las circunstancias, al pasado, a lo pasado… VIVIR la vida es una responsabilidad personal y ha de depender de cada uno. Malgastar el tiempo –que en realidad es malgastar la vida- y dejarlo ir vacío de vivencia y emociones es un derroche imperdonable. A la vida se viene a VIVIR, y no a sufrir, no a encabronarse, no a estancarse en la queja, no a instalarse en la parte que no es agradable, no a enquistarse en la parte de la tragedia en que se puede llegar a convertir tener una actitud negativa constante, o una ceguera a lo bueno. VIVIR es un acto de consciencia y de valentía, de belleza y emoción. Y esa atención que produce grandeza a los actos triviales y cotidianos sólo la puede aportar uno con su actitud ante el hecho de VIVIR la VIDA. Estar vivo no es lo mismo que VIVIR. Todos somos capaces de estar vivos porque es algo autónomo que no requiere atención, o sea que eso va por su cuenta y no nos necesita, pero VIVIR, llenar de VIDA la vida, es tarea personal e intransferible. Tarea que ha de ocupar el primer lugar ya que su prioridad está por delante de las otras. Un vida en la que faltan los momentos brillantes, de plenitud, de satisfacción, de esos que arrancan un agradable suspiro o un maravilloso escalofrío, es una vida a medias. Conviene valorar nuestro tiempo, y que las distracciones inconscientes no nos lo roben. ¿Qué hacer con la vida?… intensidad, interés, atención, plenitud, la profunda paz de ser consciente de estar hoy aquí y vivo, la belleza contemplada sin dejarla escapar sin nuestra mirada complaciente, las emociones recorriendo la piel, el amor acogiéndonos… y nuestra conciencia satisfecha y nosotros recompensados y en paz. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿VIVES? En mi opinión, hay una diferencia muy notable entre estar vivo y vivir. Y más aún entre estar vivo y VIVIR. Estar vivo es respirar, latir, moverse, hacer actividades, dormir, trabajar, comer… mientras que VIVIR es SER CONSCIENTE DE LA VIDA. En mi opinión, VIVIR es Ser Uno Mismo. Ser ahora mismo y Estar aquí conscientemente. SER UNO MISMO Se ha escrito ya tanto sobre esto que cualquier cosa que se escriba será una redundancia, y el lector pensará: “Bla, bla, bla… otra vez lo de siempre… que sí…que esto ya lo sé…” Invito a una nueva revisión del concepto emocional –no el mental- que se tenga sobre ello. Sobre todo, porque en nuestro interior, o en nuestro modo de ser, o en el de ver las cosas, se van haciendo cambios que a veces resultan imperceptibles, y es conveniente volver a revisarlo, desapasionadamente, del modo más neutral posible, para ver su realidad actual. Además, todo lo que está instalado en nuestro inconsciente nos dirige de un modo del que, lógicamente, no somos conscientes. De ahí la recomendación de sacarlo a la luz, para observar si sigue enquistadas alguna ideas o modos, o si se han permitido el enriquecedor placer de modificarse hacia bien. ¿Soy yo?, hay que preguntarse (y parece que la respuesta está predeterminada y va a ser afirmativa: “¡Claro!, ¿quién voy a ser?”) ¿Soy Yo?, hay que preguntarse con más profundidad (Y es curioso, pero una letra mayúscula lo cambia todo. Se acaba de complicar la pregunta y ya va a ser más arduo encontrar una respuesta que sea veraz) ¿Soy Yo a todas horas?, hay que matizar al preguntarse (Y se hace más complicado, porque se puede Ser Uno Mismo en momentos puntuales de consciencia, en fugaces estallidos de atención, pero… ¿Ser Yo a todas horas? Estoy bastante convencido de que la respuesta en un 99,99% de los casos va a ser negativa) SER AHORA Por ejemplo: ¿Soy Yo ahora, en este instante? Porque otra condición para que a nuestra vida y a nuestro pasar por el mundo se les pueda llamar VIVIR, es Ser Uno Mismo y estar en el Ahora. Porque no hay otro ahora más que el de este instante. Porque la vida no se puede aplazar, no se puede dejar en una estantería como un libro para usarlo cuando se desee, sino que está en un movimiento de avance imparable que es, indudablemente, más rápido y más constante que nosotros mismos. ESTAR AQUÍ ¿Estás aquí? La respuesta va a ser parecida a: “Claro que estoy aquí, si no estuviese aquí no estaría leyendo esto”. Pero es una respuesta equivocada, porque la pregunta no va dirigida a tu cuerpo físico sino a tu Ser. Y si no eres consciente de lo que es el Ser, o de quién es el Ser, difícilmente vas a saber si está aquí. O, dicho de otro modo, tú, que eres el Ser, tienes que hacer VIVIR ese Ser, y vuelve a ser tu consciencia atenta quien puede realizar esto. VIVIR no es sencillo. No es algo automático, como lo es el estar vivo. VIVIR requiere tener voluntad de VIVIR, y que esta tarea se convierta en algo primordial, básico, constante. Lo más importante. VIVIR provoca una energía muy distinta que la de optar por dejar que el tiempo que vamos a estar en esta existencia se consuma sin nuestra presencia. VIVIR aporta un grado de conciencia que nos acerca a la plenitud, a la consciencia clara de saber y sentir quiénes somos y qué hacemos aquí, y permite que las cosas cotidianas adquieran una intensidad y calidad distintas. ¿Estás seguro de que VIVES? ¿A eso que haces le puedes llamar VIVIR? Tú eliges… ¿VIVIR o estar vivo? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿POR QUÉ QUIERES SER EL QUE NO ERES? En mi opinión, y en la de muchas otras personas que han estudiado este asunto, con la educación que nos dan en la infancia vamos formando un modelo o un personaje que trata de dar satisfacciones a los otros, cumpliendo más o menos el prototipo que nuestros padres han diseñado para nosotros sin contar con nosotros, o el que han considerado apropiado para vivir en esta vida, y obedeciendo a todo ello uno deja de fomentar ser él mismo para ser quien se espera que sea. Todo esto es inconsciente, por supuesto, y se hace en una edad en la que uno no sabe quién es él mismo de verdad, ni es consciente de que por estar siendo aquel que desean los otros está pagando el precio de dejar de ser él mismo. Uno vive entonces siendo un personaje más o menos central que a su vez se subdivide en diferentes personajes que van cambiando en función de con quién se encuentra en cada momento o qué personaje es el adecuado para satisfacer al otro o cumplir sus expectativas. Si uno se observara a lo largo de los días -saliéndose de sí mismo- podría comprobar cómo van cambiando sus actitudes, y sus estados de humor o de carácter. Podría comprobar las diferentes caretas que se va poniendo y quitando a lo largo del día, y los diferentes personajes que encarna. Y esto no es malo cuando se hace consciente y naturalmente. Uno puede ser él mismo cuando está siendo un padre amoroso, una mujer fogosa, un hijo atento, una dependienta amable, un cristiano fervoroso, y en todas las otras diferentes facetas de su vida. Y uno también puede dejar de ser un poco él mismo, pero si es durante un tiempo y siendo consciente de ello. Por ejemplo, si eres un dependiente y viene un cliente pesado o desagradable, y la norma de tu empresa es “el cliente siempre tiene razón”. Aunque no estés de acuerdo, tendrás que atenderle bien y darle la razón. Pero no eres tú quien le da la razón, sino el dependiente eficiente que tiene que mantener ese puesto de trabajo. El personaje-dependiente. Tú no has renunciado en ese momento a ser tú mismo, sino que durante un tiempo –y sin dejar de ser tú mismo- has sido exclusivamente el dependiente. Lo mismo que pasa esto, puede pasar exactamente lo contrario, que sería inventarse un personaje que está por encima de tus posibilidades y tu realidad, que es pura ficción, pero que se atreve a hacer o decir lo que tú, siendo tú, no te atreves a hacer o decir. Una especie de Súper Tú. Y esto es peligroso. Lo más adecuado es ser el que realmente eres. Uno ha de admitir quién es, o lo que es. No es lo adecuado eso de ir creando más y más personajes para utilizar dependiendo de cada momento –que puede ser útil si se controla y se es consciente-, sino que lo adecuado es persistir en el descubrimiento de uno mismo, y en la realización personal, en el mejoramiento de ese que uno esencialmente es. Cambiar, no. Descubrirse, sí. Eso que llamamos cambiar, en la mayoría de las ocasiones sólo es sustituir un modelo por otro, o tratar de arreglar uno de los personajes, y eso reincide en la expansión de lo que no somos nosotros. Lo adecuado es acercarse al que uno es –el esencial, el potencial, el auténtico- y no insistir en potenciar el que uno está siendo –el circunstancial, el inventado, el que se manifiesta en nombre nuestro-, y entonces desarrollar hasta lo máximo posible cada una de las cualidades y virtudes que nos componen. No quieras ser otro ni ser de otro modo. Sigue en la búsqueda, sigue hasta el encuentro contigo, que nada te frene, no desfallezcas… al final de esa tarea estás tú, TÚ de verdad, esperándote con los brazos abiertos. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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CREAR MOMENTOS MÁGICOS En mi opinión, todos tenemos una recomendación -no escrita ni impuesta- de la que no se habla, que es un asunto personal e íntimo, por la cual todos hemos de crear momentos mágicos para los otros. Y para nosotros también. Para con nosotros, es obligatorio. ¿Hay algún momento en tu vida que te haya parecido mágico? ¿Uno de esos momentos extraordinarios que hasta han podido llegar a marcar algo en ti o en tu vida? Tengo un recuerdo de mi infancia de un día de Reyes. Era aún de noche cuando me levanté a encontrarme con mis regalos… y no había ni uno solo. Decepcionado decidí salí a la calle a jugar con un hierro que clavaba en el suelo del campo. Cuando llegué a la calle aún estaba oscuro y tuve que esperar bastante tiempo metido en el portal hasta que amaneció y pude salir a un campito que había cerca de mi casa. No había ni una sola persona por la calle. Empecé a jugar. Estaba absorto en mi juego –y supongo que en mi decepción- cuando escuché una voz femenina que me preguntaba qué estaba haciendo. Jugando, le respondí. “¿No te han traído juguetes los Reyes?” Le dije que no. Era una mujer joven y muy alta. No me refiero a que me pareciese alta porque yo era un niño y ella una adulta. Lógicamente ya había visto a muchas mujeres y podía comparar. Ésta era demasiado alta. Llevaba un bolso en su mano izquierda y de allí sacó un pistolón grande. “Los Reyes me han dejado esto para ti”, me dijo cuando me lo entregó. Tal como había aparecido de la nada, desapareció. No le di más importancia y permaneció muchos años en el olvido hasta que un día, al recordarlo por casualidad, tuve la sensación de que aquella joven era un Ángel y que aquello era un milagro. Siendo ya adulto, un día entré en un comercio y me encontré una vecina pequeña, de 6 o 7 años, que observaba en sus manos una especie de bombonera de cristal. No vi a su madre, pensé que estaba sola, pero eso no me llamó mucho la atención y no le di importancia. Estaba buscando lo que quería comprar cuando escuché el inconfundible sonido de algo de cristal cuando se estrella contra el suelo. Adiviné lo que había pasado. Inmediatamente la dueña del negocio se acercó hasta la niña, gritando como una energúmena, y se plantó frente a ella, con los brazos en jarra, poseída, y le increpó/preguntó “¿Quién va a pagar esto que has roto?”. Me acerqué. La niña disminuía de tamaño por momentos. El miedo se reflejaba claramente en su cara y su actitud. Me imagino cómo se sentía al verse sola, frente a ese monstruo vociferante, y sin una solución para la pregunta/amenaza que le había formulado. La madre de la niña no apareció, por lo que supuse que tal vez la había dejado allí para que se entretuviese mientras ella hacía otra gestión en otro sitio. Me acerqué hasta donde estaban ambas y le dije a la mujer que yo lo pagaría. Se dio la vuelta y se marchó. La niña me miraba desde su pequeñez, con unos ojos casi de agua, sin poder pronunciar ni una palabra o sin encontrar las palabras con las que expresarse. Sonreí para ella. No fue capaz tampoco de expresar una sonrisa. El susto, supongo. Se marchó sin decirme nada, pero tampoco era necesario que dijese algo. Me gusta pensar que algún día ella contará que estaba en ese apuro y de pronto apareció un Ángel. Es bueno crear momentos mágicos para los otros y llamarlos por su verdadero nombre: Pequeños Milagros. Pequeños Milagros para los demás. Porque si un necesitado nos ve aparecer ofreciéndole lo que necesita para ayudarle en su problema, a los ojos de su corazón somos el Ángel que le aporta algo para sacarle de su apuro. Tenemos la obligación, y esto lo afirmo rotundamente, de crear Momentos Mágicos para los otros, de ser el Ángel de la Sonrisa, el Cristo que provee de Abrazos, el Pequeño Dios de la Esperanza que le hace ver que la vida puede ser amable y que hay que seguir adelante a pesar de los pesares… Es un buen propósito: estar atento a uno mismo y a los otros, poner maravillas en las vidas, hacer que lo asombroso forme parte de lo cotidiano, y lograr que lo extraordinario sea para los otros y también se quede en nuestras vidas. Es un buen proyecto. Siéntelo dentro de ti y deja que tu corazón opine. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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¿SE DEBE DECIR TODO LO QUE SE SIENTE?
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¿SE DEBE DECIR TODO LO QUE SE SIENTE? En mi opinión, no es habitual quedarse con una sensación serena cuando expresamos los sentimientos desagradables hacia otra persona. Sobre todo si se han dicho de un modo alterado. A veces, en la relación con los otros, uno ve cosas que no le parecen adecuadas y no expresa lo que piensa, o escucha algo que no le gusta pero no replica, o piensa en algo que le gustaría decir pero lo calla. La mayoría de la culpabilidad de esto la tiene la educación recibida –que en ciertas ocasiones es un gran impedimento para hacer las cosas tal como se deberían hacer-, o las relaciones sociales –y sus muchas veces incomprensibles e innecesarias imposiciones-, o eso que hacemos de “quedar bien” –quedar bien con los otros, porque con uno mismo se queda mal-, y también el no poder expresarse sinceramente porque entonces se puede armar una trifulca –y uno tiene que tragarse sus propias bilis…-, o porque el otro es el jefe y si se le cuenta puede tomar una represalia y despedirnos, o porque… Hay muchas ocasiones en que uno acaba callando lo que le gustaría decir, y eso es el comienzo de una retahíla de reproches internos en que uno se recrimina a sí mismo “no haber cantado las cuarenta”, o uno mismo se regaña por “ser tan cobarde”, o se siente mal “por haberse mordido la lengua”. También sucede lo contrario: que esas quejas y reproches sean por haber dicho –generalmente en un momento de ofuscación o rabia descontrolada- algo de lo que después uno se arrepiente, y se siente mal por lo mal que se ha quedado el otro… En estos casos, por lo general queda esa sensación más por el modo en que se ha dicho que por lo que se ha dicho. La sugerencia adecuada es la de ser y mostrarse asertivo. Defender la opinión o el derecho pero sin avasallar al otro, sin gritos ni alteraciones, con firmeza y convicción. (Más información sobre asertividad: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/topic,11771.msg13959.html#msg13959) Una de las recomendaciones sensatas es la de tratar de ser empático cuando uno se encuentra en la situación de tener que hacer o decir algo que se supone que no le va a agradar al otro. Si yo fuera el otro… ¿Cómo me gustaría que me lo dijeran? Y hacerlo así. Hay que tener en cuenta que si los otros sólo jugaran al juego social de hablar nada más que de lo agradable y lo bonito, que es lo que a nosotros nos gusta escuchar, y dijeran a todo ¡qué bueno!, ¡qué bien te queda!, ¡qué guapa estás!, ¡qué bien lo has hecho!... eso nos podría llevar a vivir en un error porque la realidad es que ni estaba bueno, ni nos quedaba bien, ni una estaba tan guapa, ni aquello estuvo tan bien hecho. La sinceridad es más enriquecedora y útil que la mentira. Y es mejor si está bien expresada. Si nadie nos dice la verdad eso nos lleva a vivir en un engaño que no debiera servirnos ni conformarnos. El auto-engaño está prohibido en el Proceso de Desarrollo Personal. La realidad es la realidad y disfrazarla o negarla no la cambia. Cuando uno se ve en una disyuntiva en la que se cuestiona si decir o no tal cosa, posiblemente lo mejor sea decirla -eso hay que valorarlo en cada caso-, pero hay que cuidar el modo de hacerlo, hay que buscar el momento apropiado, tener cuidado con la intención, respetar al otro, y ser justo. MODO – Hay que procurar que no sea un modo agresivo u ofensivo, para que el otro no se sienta mal. INTENCIÓN – Informar del propio punto de vista, de lo que se ha sentido, de la opinión personal, para que el otro lo revise. Hacérselo ver del modo más claro y aséptico posible. Sin ser ofensivo, pero exigiendo el respeto a uno mismo. OJO – Hay que buscar un equilibrio entre tratar de no perjudicar al otro, pero cuidando también que el callar no perjudique a uno. Si son varias cosas, tal vez sea mejor no sacarlas todas juntas porque el otro puede sentirse muy atacado, o muy mal si no ha sido del todo consciente de lo que nos ha hecho. Todo aquello que se calla a desgana acaba volviéndose contra uno mismo. Es así. Pretender olvidar algo no lo resuelve -sólo lo esconde-, ya que la sensación insatisfactoria que deja el tener que reprimirse sigue afectando desde su silencio. La sugerencia es que sí hay que decirlo todo, respetando a la otra persona y respetándose a sí mismo, haciéndolo en el momento adecuado y del modo adecuado, evitando las malas formas y las acusaciones hirientes, sin crispaciones y con asertividad. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum) -
¿SÉ POR QUÉ NO HAGO LAS COSAS QUE NO HAGO? En mi opinión, sí somos conscientes de algunas cosas que no queremos hacer y no hacemos, bien porque nos desagradan, porque son peligrosas, porque no estamos o no nos consideramos capacitados, no nos apetecen, son inalcanzablemente caras… pero, en cambio, no sabemos por qué no hacemos otras que sí nos gustaría hacer y sí podríamos hacer. Tenemos que descartar, por supuesto, las que no se hacen por imposibilidades físicas o económicas, o sea, cuando nuestras limitaciones físicas o la economía nos lo imposibilitan. No pensemos por tanto en poder volar con la rápida y constante agitación de nuestros brazos, ni en vivir en el fondo del mar como los peces, ni en llevar una vida de multimillonario si no lo somos. Esta es una buena pregunta para empezar: ¿Conozco lo que no hago porque creo que no lo puedo o no lo debo hacer? Al leer esto, cada persona está pensando en cosas distintas, así que todo lo que viene a continuación, y lo que encuentres por ti mismo, trata de aplicarlo a tu caso particular. Si no hago cierta cosa que sí quiero hacer pero no hago… ¿Qué me lo impide? Si las respuestas que encuentro son absolutamente irrebatibles y coherentes, y me demuestran la imposibilidad actual, no puedo hacer otra cosa más que esperar a ver si más adelante cambian las circunstancias –o puedo hacer que cambien- y entonces sí es posible, o debo descartarlas definitivamente sin que ello me cree frustración. Pero si las respuestas que encuentro, analizadas a la luz de la objetividad son nada más que excusas, son insostenibles, son mentiras disfrazadas de verdades, son lo que queremos escuchar aunque no coincida con la realidad y nos estamos auto-engañando, entonces es cuando llega el momento de sentarse tranquilamente con uno mismo y, sincerándose del todo, darse cuenta de lo que ha podido servirnos hasta ahora –hasta que ha salido a la luz su inconsistencia- pero que, a partir de descubrir su irrealidad, ya no podemos o no debemos seguir utilizándolas. Ya lo he escrito más de una vez: puede que uno no sea del todo responsable de lo que ha hecho en su pasado, si ha sido sin mala intención o sin saber el resultado que iban a ocasionar –aunque el resultado haya causado mal-, pero descubrir las consecuencias que pueden provocar ciertas cosas implica que a partir de ese instante ya no se puede eludir la responsabilidad, porque entonces sí que hay alevosía al hacer algo cuyo resultado infausto se conoce previamente. Lo que pretendo es hacer ver que en ocasiones no hacemos cosas que sí podríamos hacer, y que nos provocarían satisfacciones, y en algunos casos es porque no nos consideramos merecedores de disfrutar –y ni siquiera nos planteamos la posibilidad de pensar en ello-, o porque no nos hemos parado a pensar que en este momento sí podemos hacerlas realidad ya que las trabas que antes nos habíamos puesto han desaparecido, o no las hemos hecho porque no hemos dedicado el tiempo necesario a hacernos la pregunta y a buscar la respuesta que le corresponde. Si uno está atento puede escucharse en algún momento de esos en que aparece una especie de “envidia” porque a uno le gustaría algo que hace otra persona. Es el momento de mirarlo. “Me gusta…” y entonces preguntarse… ¿puedo? “Me gusta la gente que con 70 años se pone a pintar… ¡con lo que a mí me gustaría pintar!” y yo... si quiero hacerlo… ¿puedo hacerlo? “Me emociona cuando escucho la labor que hacen los voluntarios en las ONG’s.” y yo... si quiero hacerlo… ¿puedo hacerlo? “Me encanta andar por la montaña, pasear por la playa, escuchar música “de mis tiempos”, escribir…” ¿Por qué no lo hago? Y, por supuesto, que no se convierta esto en un reproche y en una razón para acusarnos de algo o despreciarnos: que sea el inicio de la puesta en marcha de la opción de hacerlo. Vivir la vida con plenitud –para que más adelante no tengamos motivos de arrepentimiento- requiere una atención vigilante. Requiere una actualización de todo los que nos compone, de todas nuestras actitudes, pensamientos, ideas, reacciones, miedos, ilusiones… porque todo evoluciona, o todo puede evolucionar, y no estar atento a la evolución personal puede privarnos del placer de darle otra orientación u otra intensidad a nuestra vida. Es mejor no dar nada por supuesto en nuestra vida, nada por inamovible, jamás dar una respuesta por definitiva –la vida da muchas vueltas y nunca se sabe…-; es mejor estar atento a mejorar en todos los aspectos, preguntarse y escucharse… Hay muchas cosas que no hacemos porque no sabemos que queremos hacerlas. Así que conviene hacerse preguntas a menudo. ¿Qué es lo que REALMENTE deseo? Y contemplar si en el momento de la pregunta hay una respuesta viable, factible, o si hay una respuesta que resuena en nuestro interior de un modo agradable, en cuyo caso es conveniente ponerse a la hermosa tarea de hacer realidad los propios sueños. Si deseamos hacer algo que sea viable, factible -y cuidando que no sea sólo una utopía porque entonces eso se puede volver contra uno mismo y crear frustración si no se realiza-, conviene saber qué hay de cierto en lo que nos parecen impedimentos. Los enemigos e inconvenientes se fortalecen si uno no tiene claro que se merece que le pasen cosas buenas y que puede disfrutar de las cosas plenamente, si uno se ha olvidado de ser un niño capaz de gozar, o si uno no tiene su propio permiso para complacerse –y más de uno se llevaría una sorpresa si supiera cómo le afecta esto, en el caso de que pueda recordar que en su infancia oía cosas del estilo de: “a este mundo se viene a sufrir”, “hay que anteponer el servicio al prójimo por delante de uno mismo”, etc.-. La propuesta es, lógicamente, averiguar qué es lo que le apetece hacer a uno que no esté haciendo ahora, sopesar las posibilidades reales de hacerlo, desmontar las imposibilidades que no sean ciertas, comprobar si se dispone de los medios para hacerlo, y si se superan las pruebas… adelante con ello. Tendrás grandes placeres si te comprometes contigo y lo haces. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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OÍR O LEER SIN REFLEXIONAR ES UNA TAREA INÚTIL En mi opinión, esta frase que dijo Confucio hace más de 2.500 años sigue manteniendo su vigencia, y parece que seguirá conservando su verdad hasta el fin del mundo. Llevo ya más de 30 años en esto del Desarrollo Personal, del Camino Espiritual, del Autoconocimiento, o del nombre que se le quiera dar a esto de tratar de ser mejor persona y mejor Ser Humano. Este preámbulo sirve para decir que he tenido ocasión de hablar con cientos de personas APARENTEMENTE interesadas en esta tarea. He podido comprobar que en demasiadas ocasiones esta búsqueda de la que hablan no va más allá de una curiosidad temporal, de un autoengaño, o de pretender presumir ante los otros de ser “una persona especial”, “interesada en su trascendencia” y en “el descubrimiento de la Autenticidad”. Estoy harto de escuchar cómo sale eso por la boca pero sin pasar antes por el corazón, y cómo se afirma con apariencia de algo tajante pero se sustenta sobre una auto-estafa. Estoy harto de las personas que leen los artículos y al finalizarlos se creen con autoridad para emitir un juicio o una crítica con aires de doctores en la materia, y les parece que con opinar ya han hecho suficiente, y lo amontonan en el olvido junto a otros cientos de artículos. Estoy harto de los coleccionistas de frases célebres que se conforman con poder recordar una retahíla de ellas, llegando a decirlas con solemnidad y empaque y creyéndose por ello en posesión de la Gran Verdad. Cuando expresan “Pues como decía Fulanito…”, inmediatamente les corto y les pregunto “¿y tú qué dices?” y ya no saben cómo seguir. Malviven de experiencias ajenas. Estoy harto de los que leen algo que podía tocarles en la fibra de su realidad, pero en vez de aceptarlo y utilizarlo como argumento para iniciar el proceso para solucionarlo, lo que hacen es aplicárselo a otro y decir sin palabras “esto es lo que le pasa a mi amiga”, o “se lo voy a pasar a Fulanito para que lo lea”. Estoy harto de los que no invitan a que estén presentes en las lecturas su corazón, sus sentimientos o sus emociones, su sensibilidad, sus auténticos deseos de sanación o de aprendizaje, su esencia, su alma... Estoy harto de los que al terminar de leer algún escrito interesante e importante, se conforman con darle a like/me gusta y van a la caza de su siguiente artículo/captura, y de los que dicen “algún día tendría que hacer esto que dice el artículo”, y de los que dicen “tiene razón… si yo pudiera, lo haría”. Estoy harto de los que usan mentiras como excusas (¿a quién pretenden engañar -me pregunto- si en realidad sólo se engañan a sí mismos?), de los que dicen “no puedo” en vez de decir “voy a hacerlo. Y ya”, o los que dicen “voy a intentarlo” en vez de decir “voy a hacerlo. Y ya”, Estoy harto de los teóricos, de los intelectualoides, de los falsos, de los que permiten que sus “defectos” o sus asuntos pendientes de revisar o mejorar queden inafectados, escondidos, a salvo de cualquier intento de solución, mientras derrochan conocimientos, presumen de un centenar de libros leídos, de haber asistido a charlas y cursillos, y todo eso desde una intelectualidad que se quedará en la teoría de las cosas sin penetrar más allá de la superficialidad que les pone a salvo de las revoluciones interiores necesarias. Estoy harto de las personas que oyen o leen sin reflexionar, sin buscarse a sí mismos en ese artículo o esa frase, de los que olvidan a la misma velocidad que leen, de los que no se paran a escuchar las voces interiores que se sienten afectadas con algunas lecturas y gritan reclamando una solución. La utilidad se encuentra en la reflexión (pensar atenta y detenidamente sobre algo) y en el darse cuenta (advertir o percatarse de algo comprendiéndolo), y si no se hace de ese modo, se le está dando la razón a Confucio. Un artículo no se acaba en el punto final. Ahí es donde comienza su utilidad. El final, o el momento en que se siente algo, ha de ser el inicio de una introspección (mirada interior que se dirige a los propios actos o estados de ánimo), de una abstracción (separar por medio de una operación intelectual un rasgo o una cualidad, y concentrarse en los propios pensamientos apartando los sentidos o la mente de la realidad inmediata), o de una cavilación (pensar con intención o profundidad en algo). Y acabo este artículo del mismo modo que todos los que he escrito: Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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CREA TU PARAÍSO En mi opinión, las personas vivimos habitualmente en estados de tensión -incluso cuando aparentemente estamos tranquilos exteriormente -, distraídos de la vida –y esto es muy grave-, en un mundo en el que parece que una vorágine nos arrastra a su caos –y nos dejamos arrastrar muy mansamente-, y donde parece que sólo tenemos buenos momentos en contadas ocasiones. A menudo los buenos momentos de la vida son unos hechos aislados, sólo puntuales, que nos provocan el pensamiento de que deberíamos vivirlos más a menudo. “Esta es la parte buena de la vida”, pensamos sin palabras. Algo dentro de nosotros se da cuenta de que “deberíamos repetirlos más a menudo”, pero enseguida volvemos a las ocupaciones, los compromisos, las obligaciones, las responsabilidades… y nos relegamos para otro momento. “Algún día voy a tener que cambiar esta forma de vida que llevo, porque nunca encuentro un momento para mí”. “Y nos relegamos para otro momento”… ¡qué tragedia! ¡Esto es dramático! Nosotros, que somos el eje y el motivo principal de nuestra vida… nos relegamos dando preponderancia y prioridad absoluta a lo otro…Esto hay que revisarlo. Ya lo sé, hay que atender a los hijos o las responsabilidades familiares y eso es inevitable, hay que dedicar unas horas al trabajo para poder obtener la economía necesaria para asumir los gastos ineludibles, hay que dormir, hay que ducharse, comer… todo lo anterior encaja en la denominación de obligaciones y responsabilidades, pero… ¿Cuándo empieza uno a ocuparse de SÍ MISMO? Y no me refiero a sus cosas externas de la vida cotidiana. He escrito SÍ MISMO con mayúsculas para diferenciar, para que quede claro que estoy hablando de otra cosa que no es este cuerpo que deambula distraído y apesadumbrado. No me refiero al personaje atribulado y olvidadizo que sólo se acuerda de la persona en contadas ocasiones. Me refiero al Ser Humano, a quien es persona y es divino, al que ha venido a este mundo con la misión de vivir su vida y desarrollar sus capacidades esenciales; me refiero al que está dotado de la facultad de disfrutar y disfrutarse, a quien tiene la tarea ineludible de conocerse, de existir con plenitud, de vivirse. Y para hacer todo esto se requiere tiempo y tranquilidad de ánimo. Sugiero la creación de un Paraíso Personal, un “lugar” en la mente o en el corazón al que poder retirarse dejando fuera lo cotidiano y su ruido; propongo la instauración de un Universo exclusivo para uno mismo, o de un refugio lleno de paz al que uno se pueda retirar con la sensación tranquilizadora de que nadie va a poder penetrar en él, sólo uno mismo. ¿Por qué no te creas un Paraíso? Un lugar al que acceder por lo menos un minuto al día. Ya ves que puede ser interesante incluso con poco tiempo, aunque siempre es preferible dedicarle más. Y no se trata de un lugar en el que evadirse de las tareas que estar en el mundo nos requiere, sino un lugar de auto-encuentro en el que contactar con ese SÍ MISMO que somos. Un lugar en el que poder decir “Soy yo, y estoy aquí y ahora” y escuchar el eco de la frase retumbando en el interior, inextinguiblemente, hasta que el contacto con esa realidad se manifieste a través de una sonrisa leve del alma, o en una paz que nos acoja con los brazos abiertos de la aceptación incondicional. Un lugar en el que reconciliarnos con la esencia que somos, en el que armonizarnos con los más nobles sentimientos de Amor Propio, con la persona que mantenemos sepultada por el personaje. Un lugar en el que tomar consciencia de quiénes somos, de cómo deberíamos manifestarnos, de qué podemos hacer para procurarnos cosas satisfactorias, de cómo podemos relacionarnos mejor y más íntimamente con nosotros mismos. Y es fácil de crear, porque nuestro interior mental o emocional es inmenso y hay sitio de sobra. Un sitio diseñado por cada uno a su gusto, en una playa de sol interminable, en una cabaña en la montaña donde se puede regular la climatología al gusto, en un sillón junto a una chimenea encendida, o en el vacío amniótico en el que uno pierde todo contacto con lo externo y queda a merced de sí mismo, en contacto consigo mismo, a solas y feliz. ¿Te vas a crear un Paraíso Personal? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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NO EXISTE LO MALO, NI LA CULPABILIDAD, NI LOS ERRORES En mi opinión, una gran parte de las personas tienden a ser excesivamente exigentes consigo mismas, poco tolerantes y nada comprensivas –sólo una milésima parte de lo tolerantes y comprensivas que son con los otros-, y más tendentes a reprocharse y culpabilizarse que a aceptarse y comprenderse. Y si lo deseas, te paras un momentito, piensas en cómo te comportas contigo cuando te pillas en eso que calificas como errores, cómo aparece un sentimiento de culpa al que no le aplicas la comprensión amable, o cómo te tratas cuando te reconoces en una equivocación, y comprobarás que en esos casos aparece inmediatamente tu Inquisición particular, la intransigencia, una mueca seria en tu rostro, y una dureza innecesaria en tu corazón. Y todo es culpa de la etiqueta o el adjetivo que le pones a las cosas que suceden. Conviene evitar cualquier auto-castigo. No existen los errores, no existe lo malo, no hay equivocaciones: sólo hay experiencias. Y punto. Sí es cierto que cada experiencia que vivimos aporta una experiencia, un conocimiento, una lección que puede ser utilizada en otra ocasión, pero no es necesario ejercitar un correctivo penalizador para lo que ya está hecho. En esos casos es contraproducente -puesto que uno ya siente inevitablemente el malestar que le proporciona la propia conciencia- hurgar más en la herida, o echarle vinagre por encima, culpabilizarse sin la opción de la aceptación –quien quiera que cambie “aceptación” por “perdón”-, enemistarse consigo mismo, menospreciarse o despreciarse, reprocharse con saña e intransigencia, y retirarse la mirada en los ojos en los espejos. Quien de verdad sale perjudicado con esa actitud es uno mismo. No hay amor en ello, ni Autoestima, ni aceptación de la naturaleza humana y sus circunstancias, sino una autoexigencia que está por encima de las propias limitaciones, y un distanciamiento innecesarios entre el humano que uno está siendo -con sus limitaciones y su no saber actuar del modo óptimo en todos los actos y siempre-, y el Uno Mismo que uno es en realidad, que incluye también al humano, y es comprensivo y benevolente con cada acto de cada uno. Hay una diferencia sustancial entre el darse cuenta de lo que uno ha hecho y con lo que no se siente satisfecho -que es la forma correcta de actuar para aprender a estar atento en la próxima situación similar que se presente-, y el iniciar una Cruzada despiadada de acoso y derribo, desde una actitud de rechazo en el que las bases de la enemistad quedan claramente marcadas. Con esa actitud uno no colabora llevándose de la mano cariñosamente hasta el siguiente paso –como haría una madre amorosa con su hijo cuando está aprendiendo a andar-, sino que se convierte en el crítico acusador e inquisitivo cuya única misión fuera criticar y destruir. Así no se aprende, no se mejora. Así se hace más grande la distancia, más lejana la reconciliación, más imposible el estar a gusto y en paz consigo mismo. Está a nuestra disposición el camino del amor, la posibilidad de hacer las cosas del mejor modo, del modo que nos beneficie directamente y nos evite todo aquello que es desagradable y es evitable. Está en nuestra decisión ser comprensivos con nosotros, tratarnos bien, comprender nuestras decisiones inapropiadas, los desaciertos que no han sido intencionados, y aceptar los descuidos que pueden ser corregidos en la próxima ocasión. Está el Amor Propio. Y en estos casos enumerados se presenta la ocasión de demostrárnoslo. Pero… ¿castigarse?, ¿enemistarse consigo mismo? ¡¡Nunca!! Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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ASUNTOS EN LOS QUE HAY QUE SER IRREDUCTIBLES En mi opinión, en la vida hay cosas que se pueden admitir sin problema, cosas que son negociables, y cosas ante las que hay que ser intransigente porque son inaceptables. LA AUTOESTIMA El Ser Humano cuando no tiene la Autoestima en su punto justo es capaz de tolerar lo intolerable. En nombre de no se sabe qué, acepta cosas que son inadmisibles: el desprecio o el menosprecio, la humillación, la desatención, las burlas y ofensas… Hay que comprender y defender que la Autoestima es la base de la personalidad, y si uno permite que sea atacada sin reaccionar defendiéndola a ultranza, ha perdido gran parte de su nobleza originaria y ha permitido ser atacado –sin salvaguardar su honra y pureza- en una de sus partes más sagradas. La Autoestima es la base donde se fundamentan toda nuestras estructuras personales, humanas, y emocionales, de ahí la necesidad de ser irreductible ante cualquier ataque a ella y la obligatoriedad de dedicar el tiempo y esfuerzo necesario para recuperarla –quien la tenga baja o perdida- y hacerla justa y digna. LA DIGNIDAD Si hay algo que uno ha de poner a resguardo y defender por encima o por delante de otras cosas, eso es la dignidad, ya que es el único reducto donde uno sigue siendo de verdad él mismo, y es donde uno ha de ser impecable, ya que en ella se reúnen la honorabilidad, la honestidad, y la valía como Ser Humano. Ha de ser intachable y hay que evitar que cualquier persona la pueda mancillar. La dignidad se basa en el reconocimiento, propio y ajeno, de que cualquier persona ha de ser merecedora de respeto, es decir: todos merecemos respeto sin importar quiénes o cómo seamos. Todos tenemos unos principios básicos o fundamentales y estos han de ser respetados por uno mismo y por el resto de personas. La dignidad tal vez sea esté relacionada con nuestra divinidad. O, por lo menos, conviene considerarlo así: lo que tenemos de sagrado. Es nuestra esencia como los Seres Humanos y Divinos que somos. LA LIBERTAD “Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”. (Mario Benedetti) La libertad personal, de expresión y de actuación, es un derecho fundamental e innato, pero algunas personas no pueden sentir esto tal como es, y en ese caso será conveniente que se den a sí mismos permiso para sentirse libres, para mostrarse libres, y para soltarse de cualquier tipo de atadura –mental o real- que les impida manifestarse tal como es su Ser. Sumando la Autoestima, la Dignidad, y la Libertad, nos proveemos de un sistema de vida íntegra que ha de convertirse en infalible y, sobre todo, ha de lograr que uno se convierta en irreductible en la defensa de su identidad y de su persona. Uno ha de preservarse de cualquier ataque que le menosprecie o le desestabilice, de todo aquello que agreda a su equilibrio, a su honorabilidad, o a su respetabilidad, y de todo aquel que no le respete y valore. Ante cualquier ofensa -tanto directa como por omisión o menosprecio- hay que reaccionar, del modo que se considere adecuado –aunque es preferible que sea de un modo asertivo-, porque hacerlo así es más correcto y sano que callarse y sufrir, y porque el Ser Humano puede acabar perdiéndolo todo –y hasta puede permitírselo- pero jamás ha de perder su Dignidad ni el respeto a sí mismo. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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TE VAS A MORIR ADVERTENCIA: Este artículo trata sobre la muerte. Sobre tu muerte. Te lo advierto porque hay personas que prefieren engañarse y evitan pensar en ello creyendo que si no piensan o no hablan de este asunto evitarán morirse. Y como ya somos mayorcitos, será conveniente una profunda reflexión, en un enfrentamiento directo y sin miedo, sobre algo que va a acontecer aun a nuestro pesar. Te vas a morir. Yo escribo “te vas a morir”, pero tú debes leer “me voy a morir”. Y conviene que hagas una pausa de ilimitado tiempo repitiendo la frase. Me voy a morir. Repitiéndola nuevamente, con convencimiento, sintiéndola con rotundidad innegable en alguna parte del interior. Preferiblemente en la parte que puede reaccionar de un modo positivo. En la parte que puede tomar conciencia de esa realidad y puede evolucionar asumiéndola sin pesar, sin sentirlo como una desgracia, y puede tomar la determinación -¡por fin!- de aprovechar de otro modo el tiempo hasta que llegue ese indeseado, pero inevitable, momento. Te vas a morir. Espero no estropearte el día con esta realidad. Espero, por el contrario, que te alegres de leerla porque eso indica que, aún, sigues con vida. Sigues a tiempo de darte cuenta de eso, y puedes apreciar la vida de otro modo porque eres consciente de su finitud. Cuando uno está comiendo una comida o un postre que le gusta mucho y ve que se está terminando, que sólo quedan unas cucharadas, las come más despacio y las degusta de otro modo distinto. Con más intensidad. Ese es mi propósito. Es inútil revelarse contra ello. La lista de predecesores que se han opuesto a morir, que no querían morir, que pretendían dar toda su fortuna por seguir viviendo, que imploraban más vida, que se creían con méritos y derechos a ser la excepción que la evitaran, es enorme. Yo no quiero morir. Me gustaría seguir mucho tiempo en la vida disfrutando todo lo que me está ofreciendo, pero soy consciente, absolutamente consciente, de que la muerte no va a tener en cuenta mi opinión ni mis deseos. Como ha hecho siempre hasta ahora. Muchas veces pienso que me gustaría ir por las escuelas y las universidades alertando a los jóvenes de esta realidad. Advirtiéndoles a tiempo, en esa edad en que uno casi cree en lo infinito, en que el futuro es enorme, en que la muerte no entra en los planes a corto plazo. Me gustaría decirles que va en serio, que les va a suceder, que no es tan lejano como parece a esa edad, y que llegarán a “El tiempo de los Arrepentimientos” y que será mejor que cuando lleguen tengan muy poco de lo que arrepentirse. Algún día tendrán cincuenta años y se darán cuenta de que ya han asistido a un montón de entierros de gente cercana. Más adelante tendrán sesenta y harán recuento de cuántos amigos con los que hacía poco tiempo correteaban jugando ya han desaparecido. Con las amigas que hablaban de muñecas ahora hablan de nietos y achaques en la salud, de torpezas físicas, o de dolores en órganos que ni siquiera sabían que existían. Algún día un pensamiento más profundo que los cotidianos, o una conversación que surge tal vez sin querer, girarán en torno a lo que no se hizo. A lo que YA NO SE PODRÁ HACER. A cosas de las que uno se arrepiente porque entonces no se atrevió o no se dio cuenta y no supo apreciarlas. ¡Cómo me hubiera gustado haber hecho aquel viaje que tanto quería! ¡Y cuánto pedirle a aquella chica que bailara conmigo! Si me hubiera atrevido a… Nunca le dije a mi madre cuánto la quería… Se me pasó la infancia de mis hijos casi sin darme cuenta. Me arrepiento de… Y, en muchos casos, ya es tarde. Demasiado tarde. Imposible. Uno se queda mirando al pasado, que es algo muy lejano, y piensa que le hubiera gustado llenarlo de otras cosas: tal vez más alegría o menos rencores; quizás más intensidad en las vivencias; más palabras y más hechos relacionados con el amor; o tal vez más fiestas, más familia, más amigos, más música, más verdades… O menos silencios –y uno, por dentro, deseando decir pero sin atreverse…-, menos represiones –y más ser uno mismo y anteponer los propios deseos-, menos negativas a disfrutar –y haber dicho sí a cosas placenteras-, menos obligaciones -¡Ay, si se pudieran borrar tantos “tengo que…!”-, menos momentos de malas caras, de corazón aquietado o sufriente, de abrazos retenidos, de sonrisas frustradas… Pero poco más, aparte de arrepentirse, se puede hacer ahora. El pasado se marchó hace tiempo y no hay forma de convencerle del deseo de que sea otra vez presente para ser modificado ahora que uno se da cuenta de todo lo que pudo haber sido de otro modo y no fue. Si pudiera volver a nacer de nuevo, pero sabiendo lo que sé ahora… ¡Cuántas cosas serían de otro modo! ¡Qué distinta sería, en muchos aspectos, mi vida! La buena noticia es que aún estás en el mundo. Y con vida. Y tienes eso que llamamos futuro. O sea, con los ingredientes necesarios para poder hacer del tiempo que está por venir un continuo presente satisfactorio, de modo que, cuando se convierta en pasado, no sea un pasado que haya que archivar en la abultada carpeta de “Arrepentimientos”. Tal vez ahora que le has dedicado unos minutos a la muerte seas más consciente de que aún estás en la vida. De que aún te pertenece. De que aún puedes, en gran medida, hacerla a tu gusto. De que es tu responsabilidad hacer de ella un motivo de orgullo. De que una vida sin vida es una vida vacía, inútil. Aún estás a tiempo de reorientarla, de reciclarte, de tomar decisiones, de escuchar tus deseos, de convertir sueños en realidades, de llamar por teléfono o de ir a visitar a ese alguien, de abrir el corazón para que se airee, de quitarle las telarañas a la rutina, de reconciliarte contigo y abrazarte sinceramente, de ver el mundo con otros ojos, de madrugar para ver cómo amanece, de tomarte un café caliente en tu comprensiva compañía, de abrazar de otro modo y dar besos de verdad, de romper esa careta que usas a veces, de llevarte bien con la soledad, de liberar las sonrisas presas, de ser plenamente consciente de dónde estás y quién eres… y de empezar a ser tú. Este artículo, ya te habrás dado cuenta, no trata sobre la muerte: trata sobre la vida. Sobre tu vida. Te dejo con tus reflexiones. 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RESPÉTATE En mi opinión, el respeto a uno mismo es algo que hay que aplicarse de un modo riguroso que no admite ningún tipo de excepción. La dignidad personal es lo más respetable y noble que cada individuo posee, y hay que defenderla de modo que nadie la mancille, ni siquiera uno mismo. Tan ilustre es. La falta de respeto por uno mismo, hacia uno mismo, se manifiesta de modos que a veces son tan sutiles, o los tenemos tan integrados que no les damos importancia, nos parecen “normales”, y los seguimos repitiendo de un modo agresivo e inútil. No solamente necesitamos el respeto ajeno, sino –y sobre todo- el nuestro propio. De su falta se deriva, en gran medida, el hecho de tener una autoestima baja o, cuanto menos, débil. Es necesario reconocer ante nosotros mismos cuánto valemos, nuestras necesidades reales, nuestros estados emocionales, nuestros gustos y principios, y todo eso ha de ser escrupulosamente respetado por nosotros y por los demás. No está nada bien que nos impongamos exigencias que estén por encima de nuestras posibilidades reales, que nos despreciemos o nos insultemos por nuestras circunstancias personales o por asuntos que pertenecen al pasado, ni vivir una vida demasiado presionada y con un alto riesgo de estrés o insatisfacción en la relación con nosotros mismos, que dejemos la tasación de nuestra valía en función de los triunfos que hayamos obtenido en lo social o en lo económico, que no seamos capaces de aceptarnos si no nos acepta la sociedad con sus normas, que no respetemos nuestra identidad y unicidad, o que seamos unos jueces rigurosos y excesivamente exigentes para con nosotros mismos. Sí está bien que comprendamos y aceptemos todas nuestras imperfecciones –que son parte de nuestra humanidad-, que nos amemos a pesar de todas las cosas nuestras que no nos gustan, cuidarnos en aspectos físicos/mentales/emocionales, que nos toleremos a pesar de errores y defectos, que nos aceptemos del todo y sin sentimiento de frustración, que nos demos libertad para mostrarnos como realmente somos, valorarnos sin falsa modestia, entender y aceptar nuestros estados de ánimo a veces variables, sentir plácidamente esa agradable sensación que produce llevarse bien con uno mismo, y poder sonreírse frente al espejo. Del respeto hacia uno mismo nace la buena relación, cosa que conlleva –además del bienestar que eso produce- mayor y mejor claridad en las cuestiones relacionadas con uno mismo, más objetividad a la hora de tomar decisiones; el respeto fortalece, da valor a uno mismo frente a sí y frente a los otros, permite expresarse de un modo natural y espontáneo, promociona la satisfacción de las necesidades personales como un gesto de Amor Propio, y la expresión natural y sin vergüenza de emociones y sentimientos. Será bueno que valores cómo te estás tratando, si tienes una necesidad urgente y obligatoria de reconducir la relación contigo, si tienes que reconciliarte con los enemigos que albergas en tu interior, si tienes que revisar toda tu escala de valores o incluso tus principios fundamentales para que aparezca en ellos, y de un modo indestructible, que el respeto a ti mismo ha de prevalecer por encima de estados de ánimo puntuales, o por encima de convencionalismos ajenos y de otras opiniones que sean distintas de las tuyas. Respetarse a uno mismo implica marcar unas líneas que no se han de atravesar bajo ningún concepto y en ninguna circunstancia; es ponerse a salvo de cualquier cosa que pueda ser agresiva para con uno mismo, es preservarse –ese maravilloso gesto- poniéndose a salvo de cualquier agresión, sea del tamaño que sea y venga de quien venga. Cualquier cosa honrada que uno emprenda para favorecerse a sí mismo ha de ser apoyada incondicionalmente, y ha de gozar de prioridades y privilegios, porque siempre será uno –en primer lugar, y luego también lo serán los otros- el principal y directo beneficiario de cualquiera de las cosas que se hagan. Es de ley, es de justicia, es de honor, respetarse. Respétate y serás respetado. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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VER LAS COSAS CON OJOS DE MARCIANO En mi opinión, esta expresión del título es una sugerencia muy interesante que conviene aplicar a menudo. Y a todo. Se refiere a que es conveniente ver las cosas como las vería un marciano que llegase a la Tierra y quisiera conocerlo todo, saberlo todo, puesto que todo lo desconoce y parte de cero. Eso le permite la opción de no tener prejuicios (juicios previos) y ver las cosas como son natural y realmente, y no como las vemos los Terrícolas, que ya tenemos etiquetas para las cosas y las tenemos encasilladas de modo que no las dejamos salir para que crezcan o cambien. El Marciano se permitiría partir de cero, sin aprensiones, y eso le daría la oportunidad de ver las cosas sin alterarlas por medio de sus terquedades o sus confusiones. Los Terrícolas creemos saber ya un montón de cosas y las damos por asuntos cerrados que no requieren una revisión o actualización, de modo que las vemos desde nuestra perspectiva sufriente o confusa -sin ser conscientes de ello-, lo que nos mantiene obstinadamente aferrados a algunas ideas que ya no tienen o no deberían tener vigencia. Los Marcianos tienen los ojos abiertos, carecen de desconfianzas, no están marcados/condicionados por un pasado que se empeña en no morir –como en nuestro caso- y sigue mortificándonos; no traen unas costumbres que les amarren “a lo de siempre”, así que caminan asombrándose de cada nuevo descubrimiento. Tal vez sería interesante aprender de ellos, y tomarse la molestia o el placer de revisarnos en cada una de nuestras actitudes: ¿por qué hago esto? ¿por qué lo hago de este modo? ¿quién lo hace? (¿Realmente SOY YO?) y en cada uno de nuestros pensamientos: ¿Es mío este pensamiento? ¿por qué pienso esto? ¿por qué pienso con este modo de pensar? ¿realmente soy objetivo? y sería interesante revisar nuestro modo de ser: ¿por qué soy así ahora? ¿por qué he cambiado tanto? ¿qué ha pasado con aquél que era antes? La vida nos propone una actualización constante de nosotros mismos, nos sugiere/impone un perfeccionamiento continuo de las capacidades que aún no hemos desarrollado, nos invita a asombrarnos cada día y no caer en la costumbre rutinaria o muerta. Ver con ojos de Marciano las cosas, la vida, nuestra vida, puede aportarnos hermosos hallazgos, una nueva forma de ver, vivir, sentir, disfrutar… y un modo de deshacernos de viejos esquemas, de pensamientos aburridos o muertos, y de revitalizarnos con el redescubrimiento de nosotros mismos desde la perspectiva inmaculada de un Marciano que no nos conoce. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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EL CONFLICTO MENTE-CORAZÓN En mi opinión, esto de que algunas cosas sean imposibles de demostrar de un modo científico, y que no se puedan medir y explicar con claridad indiscutible, nos lleva a confusiones o a elucubrar teorías basadas solamente en una especie de sospecha o en una idea que no está clara del todo. Cuando hablamos de la mente parece que ya hay algunas cosas que están “más o menos controladas”, pero siguen quedando muchas otras sin demostrar. Cuando hablamos del corazón -refiriéndonos a él como a “los sentimientos”-, nos pasa igual: “creemos”, “suponemos”, “puede ser que…”, pero tampoco se puede afirmar su funcionamiento de un modo concluyente. Cuando se relacionan entre sí y al mismo tiempo ambas cosas, aún se complica más que cuando están por separado. A la hora de hablar de nuestros sentimientos no tenemos la certeza de cuánto está interfiriendo la mente, y en los asuntos que debieran ser exclusivamente mentales tampoco sabemos cuánto se entrometen los sentimientos. Y hay teorías para todos los gustos. Hay quien opina que “no es del todo descabellada la idea de que es el corazón quien decide, y no la mente, a la que utiliza para que le proporcione un raciocinio que justifique su decisión”. Otras veces la mente tiene una idea –que puede estar sin razonar- y se dedica nada más que a buscar explicaciones que la justifiquen –que están manipuladas inconscientemente-, en vez de afrontar la irrealidad o el sinsentido de su idea y buscar por otro sitio la verdad. Otros opinan que el corazón obstruye la capacidad de raciocinio analítico de la mente, y que con sus sentimentalismos distorsiona el mensaje natural dotándole de unas emociones que pueden ser innecesarias o contraproducentes. A veces creemos que pensamos, y lo que estamos haciendo en realidad es dejar que se manifieste el corazón, y como todo lo percibimos a través de la mente no sabemos si lo que “nos dice” nuestra mente lo dicta y suscribe ella o nos está trasmitiendo un mensaje del corazón. A veces necesitamos pensar con raciocinio, desapasionadamente, y el corazón no se puede callar e interviene, dotando de humanidad o de confusión al asunto. Esto se complica, sobre todo, en los asuntos de relaciones sentimentales, en los que se ve con claridad –si se mira objetivamente, desde fuera y sin pasión- cuándo algo claramente no está funcionando, pero el corazón se empeña en mantenerlo con excusas irrazonables, o por el contrario cuándo una relación en la que priman unos sentimientos convencidos y reales se ven entorpecidos por una mente que quiere controlar el incontrolable mundo de los sentimientos. Todos los asuntos relaciones con la mente son un poco complicados de manejar. El problema es que usamos la mente tanto para pretender entender los asuntos del corazón como para juzgar o comprenderse a sí misma. Hacemos de la mente al mismo tiempo sujeto que observa y objeto de esa misma observación. Complicado. Hay quien opina que los asuntos sentimentales deben estar atendidos exclusivamente por el corazón y no permitir que la mente interfiera en ellos. ¿Cómo? Es cuestión de práctica, pero se puede llegar a diferenciar cuándo es la mente o son los sentimientos quienes se expresan. La profundización en la meditación ayuda bastante en esto, pero también es útil tener claro dónde llevar nuestra atención. Si nos centramos en la parte del cerebro cercana a la frente, será mental todo lo que aparezca. Si somos capaces de trasladar nuestra atención hacia la zona del órgano del corazón, entonces contactamos mejor con los sentimientos. Es un poco complicado hasta que se adquiere práctica y se convierte en sencillo, pero conviene centrarse en lo que se siente, en los sentimientos en sí mismos sin ocuparse de poner una etiqueta a lo que está pasando. Un suspiro, o un estremecimiento amable que nos recorra todo el cuerpo, o una sonrisa apenas perceptible, o una sensación de paz o de aceptación nos están diciendo más –a nosotros, no a la mente- que todo un proceso racional de ideas desprovistas de alma. Requiere un poco de entrenamiento relacionarse bien con los sentimientos, pero realmente merece la pena hacerlo. Generalmente son más fiables –porque son naturales- que los pensamientos –que suelen estar contaminados por condicionamientos y prejuicios-. Los sentimientos, cuando uno los conoce bien, son más certeros y dan sensación de seguridad y verdad, mientras que la mente difícilmente llega a quedarse plenamente satisfecha y se queda con la sensación de que puede faltar algo o que puede haber algún error en alguna parte. Entrenar, practicar, atender, insistir… la mente y los sentimientos nos manejan. Dependemos de ellos. Conviene conocerlos, ponerlos a nuestro servicio, y que no sean ellos quienes nos controlen. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, inscríbase aquí: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?page=59 Si le ha gustado ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)
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DEJEMOS HUELLA En mi opinión, una vida en la que no dejemos huella de algún modo, en alguna parte, en alguien, será una vida a la que le falte algo. No será una vida completa. Y no se trata de marcar un hito y aparecer después en los libros de Historia. No se trata de deslumbrar al mundo, porque no todos estamos capacitados para ello. No es imprescindible ocupar la portada de los informativos. Pero cualquier persona, cualquiera, deja su huella en la arena mojada… si se acerca a pisar la arena. Cualquiera de nosotros, todos, podemos dejar una huella en el recuerdo de alguien, podemos hacer algo que evoque una sonrisa en la nostalgia de otro, podemos ocupar un lugar imborrable en otro corazón en el que provocaremos un agradable terremoto emocional cada vez que piense en nosotros. Cualquiera de nosotros, todos, podemos crear un momento especial o mágico para otra persona, podemos provocarle una sonrisa profunda, podemos plantarle una semillita de esperanza, podemos hacerle creer en el futuro. Tenemos la obligación moral -o divina-, de crear milagros en los demás o para los demás, y conseguir que en su vida exista algo especial de lo cual seamos protagonistas. Es bueno ejercitar nuestro amor y compartirlo sin mesurar, y llegar hasta la parte más íntima de alguien, hasta ese lugar donde solamente llegan los elegidos, y ocuparlo, y es bueno compartir y compartirse, dar y darnos, regalar sonrisas y piropos, ser generosos de nuestra compañía, lograr que la evocación de nuestra persona vaya acompañado de una agradable emoción o de una señal de agradecimiento y cariño. Es bueno participar en otras vidas de un modo altruista y amable, es bueno ser portador de abrazos y de paz, es bueno compartir una amistad que sobrepase el tiempo de vida. Es bueno ser un padre o una madre excelentes, unos hijos amados, unos abuelos imborrables, unos amigos inmejorables, un desconocido que se abre y se entrega y escucha y consuela y comparte y contagia lo que tenga de bueno. Que nuestro paso por este mundo y por las vidas de otras personas no sea invisible. Dejemos que la generosidad de nuestra alma se exprese. Permitamos que nuestra bondad no se estropee por falta de uso. Dejemos huella. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales “Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio) Si te ha gustado ayúdame a difundirlo compartiéndolo. (Más artículos en (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum)