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  1. LA MALA AÑORANZA MATA EL PRESENTE En mi opinión, la añoranza del pasado, de lo pasado, de lo que ya no está, de lo que se perdió, de la antigua felicidad… puede llegar a ser provechosa, a veces, pero detractora en muchas más ocasiones, y llegar a entender esto con claridad hará que la relación con lo pasado pueda ser positiva. Un preámbulo: todas las relaciones, con las personas y con las cosas, son cíclicas. Siempre. Esto quiere decir que todo atraviesa un ciclo en el que hay un comienzo y un final. Y eso es inevitable. Nada de lo que está a nuestro alcance es eterno. Y entender y aceptar esto reduce algunas de las frustraciones de la vida. Las cosas “buenas” del pasado son muy agradables, deseamos que no se hubieran terminado nunca… pero terminaron. Es ley de vida. Eso no se puede cambiar y hay que aceptarlo así. Está bien recurrir a ellas cuando uno se siente con ganas de hacerlo. Sólo hay un inconveniente, y es que lo positivo o negativo que nos aportará depende de la actitud con que se haga. Si uno lo hace simplemente por traer a la memoria momentos buenos y volver a disfrutarlos, o por rellenar su corazón con momentos especiales, o para explicarle a su propia vida que ha habido momentos y situaciones felices, es perfecto. Excelente. El inconveniente al que me refiero es a cuando no consiste en traer el pasado al presente para recordarlo, sino al hecho de querer dejar el presente para instalarse en un pasado bien que guardamos bien considerado. Eso es imposible. No puede ser. Y empeñarse en que suceda es condenarse a un presente ingrato y a un futuro desesperanzado. Esa mala añoranza, la que lleva implícitos reproches por lo que ya no es o por quien ya no está, la que lleva aparejado el dolor por el tiempo consumido, por lo que ya nunca se podrá volver a repetir, por la infancia irrecuperable, por los seres queridos que entonces sí estaban pero ahora no, o por los lugares en los que uno se movió en el pasado por los que no se puede volver a correr. Es una añoranza emponzoñada que lleva incluido un veneno que va a matar a nuestra esperanza y a nuestro presente. El presente es lo que tenemos. Es lo real. El pasado sólo vive en el recuerdo y en nuestra biografía, pero ya es inalcanzable, irrepetible. Se consumió. Es un camino sin marcha atrás. El Aquí y Ahora del presente es lo único que realmente tenemos. O lo único que realmente somos. Atender a este presente –que sí existe-, sin despreciarlo y sin querer cambiarlo por un pasado -que no existe-, es la opción más sensata. Del pasado bueno hay que quedarse con todo, pero dejando que se quede en el sitio que le corresponde. Con alegría y satisfacción porque estuvimos allí y entonces, aunque no fuéramos muy conscientes, aunque no lo hiciéramos impecablemente bien. Hay que mirarlo con una sonrisa comprensiva, con satisfacción por lo que llegamos a disfrutar. Del pasado malo –que a veces está mal calificado y no es tan “malo” como decimos- hay que quedarse con el aprendizaje de lo que no se quiere que repetir. Mirarlo también con una sonrisa –aunque sea más comedida que la sonrisa anterior-, porque uno es humano y eso quiere decir que es un eterno aprendiz, y porque ser humano le confiere a uno el derecho a equivocarse y a no hacer siempre y todas las cosas bien, sin que ello lleve aparejado una condena o un castigo. Somos niños aprendiendo a andar por un mundo y una vida que nos quedan grandes. Y esto hay que comprenderlo. La mala añoranza es la que apareja dolor. La buena añoranza es la que nos planta una sonrisa, aunque sea leve, nos hace brillar los ojos, y nos provoca un cálido escalofrío de esos que la vida provee para celebrar los momentos especiales. Si has comprendido algo de lo leído, estarás muy atento y la próxima vez que se presente una añoranza mala sabrás cómo tratarla. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales
  2. QUEDAR BIEN CON TODO EL MUNDO ES IMPOSIBLE En mi opinión, gastamos demasiada energía y desperdiciamos una parte de nuestra vida en tratar de agradar a los otros, y quedar bien con todo el mundo es imposible. Recuerdo que la lectura de un texto me dejó casi conmocionado. Me abrió la comprensión de un modo que quedé realmente sorprendido. Sí, antes, yo también era de esos que quieren agradar a todos y quedar siempre bien con todos. El texto, más o menos, era así: - “Hay una cosa que ni siquiera Dios puede hacer –le dijo el Maestro a un discípulo al que le aterraba la mera posibilidad de ofender a alguien. - ¿Y cuál es? –preguntó el discípulo-. - Agradar a todo el mundo –dijo el Maestro. Ni siquiera Dios. Si uno es capaz de comprender esto intensamente, profundamente, con total claridad, se quitará un grandísimo peso de encima y se podrá permitir vivir su vida social de un modo mucho más liviano y con menos sufrimiento. Muchas personas son así, y es interesante que averigüen qué es lo que les hace ser de ese modo, porque tal vez se darán cuenta de que la razón que les mueve a hacerlo ya no es de su agrado, o se darán cuenta de que la insatisfacción que les queda en muchas ocasiones -porque no les agradecen lo suficiente, o no se lo agradecen nada- lo que hacen por los otros, no les compensa. Y no se merecen ese desagrado. Tal vez uno descubra que lo que le hace actuar de ese modo es una caridad cristiana –mal o bien entendida-, que es la generosidad desinteresada de su corazón –pero en ese caso no le dejaría una sensación desagradable-, que es su ego quien actúa buscando una recompensa que después no llega -pero si llega el resentimiento-, que en realidad es una inversión inconsciente y espera que le devuelvan lo que ha hecho por los otros, etc. Cada uno puede tener un motivo distinto. Conviene también contemplar como motivo el hecho de estar a las órdenes de un mandato que se denomina COMPLACE en el Análisis Transaccional, y lo obedecen aquellas personas que no son capaces de amarse a sí mismas y hacen lo que sea para conseguir de los otros cualquier atención, cualquier señal de agradecimiento, cualquier migaja de amor, y se convierten de ese modo en sirvientes esclavos de los otros. En mi opinión, es un disparate -y un error que se paga caro- eso de querer agradar a los otros anteponiéndoles a nuestros propios intereses o de tal modo que incluso nos perjudiquen. Lo que Jesucristo dijo es “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No dijo que primero era el prójimo y uno mismo después. No dijo que más al prójimo y menos a uno mismo. Dijo “COMO”, o sea, en el mismo modo y manera, y en la misma cantidad. Los otros, por lo general –y nosotros mismos, que para los otros somos “los otros”-, se creen con ciertos derechos a que se hagan cosas por ellos –sobre todo en las relaciones de amistad o con los familiares- que ni siquiera merecen después un reconocimiento y un agradecimiento. “Quedar bien”, o sea, cumplir todas las expectativas que el otro ha hecho con respecto uno mismo, y cumplir incluso las expectativas que aún ni siquiera se ha planteado, es poco menos que imposible. El otro siempre es insaciable a la hora de pedir. Todo le parece poco. Se debe dar o hacer hasta donde uno considere justo y deseado, y no traspasar esa línea si no se considera realmente justificado. Hay que preservarse de no hacer algo que después deje una mala sensación, que después se considere una injusticia –aunque por vergüenza no se quiera reconocer-, y contar con que cada vez que se toma una decisión en el que están implicadas otras personas alguna de ellas puede quedar perjudicada, y no por la voluntad o intención de uno mismo, sino porque el otro se ha podido hacer ciertas ilusiones o ha pretendido imponer algo a lo que no tiene derecho. Hacer algo por los demás, y quedar bien con ellos, es una noble intención. Por lo menos, en la teoría. En la realidad, está claro que no siempre el resultado es acorde con lo deseado. Entiendo que en algunas ocasiones haya que hacer un “sacrificio” con algo que sobrepase lo que es justo, pero hay que tratar de evitar que eso se convierta en una norma, y hay que recordar que uno, sobre todo, ha de quedar bien consigo mismo. Y no perjudicarse. Por respeto y por dignidad, hay que evitar que “quedar bien” con los otros conlleve quedar mal consigo mismo. Y esto no es egoísmo, sino justicia. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, te agradeceré que me ayudes a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  3. APRENDE A VIVIR SIN JUZGAR En mi opinión, nos hemos acostumbrado a emitir un juicio sobre cada una de las cosas que vemos o que nos afectan, y es un juicio que generalmente emitimos desde la creencia de estar plenamente acertados y en posesión de la verdad y la iluminación infinitas. Cuando alguien emite un juicio, está totalmente convencido de que lo que está diciendo es irrebatible, porque es SU verdad, o sea, LA GRAN E INFALIBLE VERDAD. Y no somos conscientes de que esos Juicios Rápidos que emitimos –por lo general con condena o consejo-orden ya incluidos- están emitidos desde una mente que no es clara del todo, que no dispone de una ecuanimidad sensata que aporte claridad y justicia, que está infectada por condicionamientos, y que funciona desde una visión parcial e interesada y desde unas creencias generalmente obtusas y cuadriculadas que no están abiertas al discernimiento, a la comprensión, a la mesura, a una clarividencia que permita apreciar correctamente, a la valoración del otro punto de vista, y a la comprensión de las circunstancias personales que han llevado al otro a hacer lo que se está juzgando. Y lo que debiera ser nada más que una opinión o un punto de vista, se convierte en un veredicto que es un decreto convencido de que lleva la justicia en sus venas. Actuar de ese modo es, por supuesto, una insensatez. Lo apropiado es darse cuenta, sin emitir juicios. Sólo observar. Y ser capaz de ver más allá de lo aparente. Lo honorable es no juzgar y no condenar. El Ser Humano, y no olvides que tú también eres un Ser Humano, es un cúmulo de contradicciones, es inexperto en casi todas las materias de la vida, es voluble, inseguro –aunque esa inseguridad pretenda ocultarla tras una “seguridad” que en realidad es agresividad-, se equivoca, en la mayoría de sus “errores” no hay mala intención sino desconocimiento, y actúa con buena intención en muchas ocasiones aunque los resultados de sus actuaciones hagan creer lo contrario. Conviene recordar que cada Ser Humano está condicionado por todo el cúmulo de sus circunstancias y por su pasado, y conviene comprender y reconocer que si uno mismo hubiera estado en el lugar del otro, y hubiera tenido su misma vida, sus mismas experiencias, sus mismas vivencias, su misma educación, sus mismos problemas… hubiera actuado exactamente igual. Exactamente igual. Y es así. “En aquellos días dijo Jesús: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.” COMPRENDER, esta es la clave. Comprender: Encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro. Hay que aceptar que son sus actos y que tiene sus razones, aunque no estén de acuerdo con nuestra mentalidad, nuestras normas o nuestros deseos. El otro es el otro. No tiene por qué ser yo ni por qué ser como soy yo. Comprender: Entender, alcanzar o penetrar algo. Ir más allá de lo que la cosa aparenta. Captar lo que hay en el trasfondo. Ser abierto de mente y transigente. Aceptar la humanidad y su tendencia habitual a no ser conscientes de todas las cosas y todos los actos. Lo que el otro haga o piense o diga es su asunto, y no tenemos por qué inmiscuirnos, ni por qué convertirnos en directores de sus vidas y sus decisiones; no tenemos que decidir por el otro ni decretar cuáles han de ser sus actuaciones ni de qué modo. Vivir desde la observación aporta tranquilidad a la propia vida. La función de cada uno en el mundo es vivir su vida, y no la de los otros mientras desatiende la propia. La observación atenta a la vida permite darse cuenta de las cosas que de otro modo pasarían desapercibidas, y está muy bien que uno se fije en los otros porque son un excelente modelo del que aprender lo que uno quiere hacer o lo que no quiere hacer. Hasta ahí es correcto, y está muy bien. Cuando puede dejar de ser correcto es cuando uno dictamina sobre lo ajeno, y más teniendo en cuenta que uno nunca conoce todos los entresijos del otro ni todas las circunstancias que le han llevado a ser como es y actuar como actúa. Al igual que nosotros, los otros tienen en esta vida su camino de aprendizaje y hay que respetar el modo en que deseen hacerlo. Nunca sabremos si lo que a nosotros nos parece un error resulta que para el otro es lo mejor que le puede suceder a largo plazo. Nosotros podemos opinar –si nos lo piden- aportando nuestro punto de vista, pero sin pretender defenderlo como verdad suprema ni con ánimo de imposición. Es conveniente permitir que cada uno aprenda por su cuenta, decida por sí mismo, y gobierne su vida del modo que considere adecuado. Para algunas personas esto va a resultar muy difícil. A modo de sugerencia, recomiendo a los salvadores de vidas ajenas que se entretengan en revisar la suya propia. Tal vez encuentren que las cosas que tanto les molestan en los otros de algún modo están en la suya. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, compártelo con quien creas que le puede interesar) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  4. ¿CUÁL ES EL MEJOR CAMINO PARA SER UNO MISMO? En mi opinión –y en este caso en una opinión más personal que nunca-, no hay un solo Camino, o una sola fórmula, que lleve directamente hacia Uno Mismo. A lo largo de mi vida he probado casi todo aquello que pudiera serme útil en mi proceso de Desarrollo Personal. Comprobé que a todas las cosas que iba conociendo les faltaba algo. En mi opinión, cada una de ellas hacía avances claros en algún sentido pero carecía de otras cosas que a mí me parecen imprescindibles para formar un todo global equilibrado. En los últimos tiempos me centré bastante –y aún lo sigo haciendo- en la Psicología y el Análisis Transaccional, y ambas me parecen excelentes herramientas, pero ni completas ni definitivas. Digo que con éstas es con lo que más he aprendido, pero no es cierto: tal vez éstas han podido servir para centrar y dar forma más concreta a todo lo que había ido adquiriendo anteriormente. Éstas son las que han hecho más “visible” todo el trabajo anterior que había ido haciendo con otras disciplinas. Como si hubieran reunificado y dado cuerpo a todo lo anterior. Todo puede aportar algo a quien está receptivo. Quien quiere ver y aprender, ve y aprende en los anuncios de Coca Cola, en los amaneceres, en un niño, en una música, en la frase más leve de una conversación, en una meditación, en una emoción… o en un crucigrama. Es la suma de todo, y la eliminación de muchas cosas innecesarias o que no encajan con algo interior, lo que hace llegar a la comprensión amplia o total. De unas cosas se aprende a discernir, de otras a relajarse, de otras a amar, de otras a dignificarse, de otras… cada una aporta lo que cada uno está dispuesto a recibir. Quien se opone a la meditación, por ejemplo, ya está predispuesto a que no va a poder meditar y no podrá, y si tiene prejuicios y está convencido de que “eso” que pasa en las meditaciones es producto de la imaginación, es evidente que no le va a sacar el mismo partido que el meditador experimentado. Apertura y discernimiento. Esta es clave. Conviene no rechazar nada en principio, salvo que sea claramente un timo o vaya muy en contra de los preceptos elementales de cada uno, y es interesante estar abierto a conocer otras cosas, a experimentar lo que no conlleve riesgo o peligro. Aunque, a veces, nuestros miedos ocultos nos juegan malas pasadas y nos hacen sospechar o ver lo que no hay. Y conviene mucho tener la capacidad de comprender abierta para poder discernir. Es interesante ser una persona ecuánime, y es absolutamente imprescindible ser justo y objetivo. Conviene, también, no creerse nada “porque sí”, o porque lo diga alguien conocido o alguien de renombre. Es conveniente elaborar todo lo que venga de fuera, no aceptarlo incondicionalmente, sino pasarlo por el tamiz de la sabiduría interna y sentir si uno lo acepta sin conflicto, y en el caso de que algo no encaje con lo que uno siente es mejor dejarlo que repose, sin rechazarlo del todo por si acaso, pero no integrarlo inmediatamente. Las ideas de los otros son de los otros. Por muy elaboradas, rimbombantes, o ciertas, que sean, son de los otros. Las nuestras tienen que sentirse de verdad, y sin dudas ni oposición; tienen que ser y sentirse como propias, porque si son embutidas por alguien ajeno nos va a crear la sensación tambaleante de que no estamos siendo nosotros mismos, de que vivimos con ideas prestadas, y la evolución no será cierta sino simplemente teórica. Las teorías, cuando no se integran no hacen efecto, porque sólo están vigentes y son efectivas mientras se está pensando en ellas. Las que son propias funcionan de continuo y naturalmente, sin forzarlas. Cada uno es libre de hacer o no hacer lo que quiera, pero yo creo que está bien experimentar diferentes cosas desde diferentes ángulos. “Todos los caminos llevan a Roma”, dice el dicho. “Casi todos los caminos conducen a Uno Mismo”, se puede decir también. Y estamos en un momento en que la información que antes sólo se le ofrecía a los adeptos a ciertas hermandades secretas, y tras largos años de demostración de una disciplina férrea y después de superar duras pruebas, ahora está al alcance de cualquiera. Estamos en un momento en que hay exceso de información. Tal vez haya empacho de información. Y eso es contraproducente, porque puede suceder que uno se disperse excesivamente. No es necesario saberlo todo. No es necesario conocerlo todo. No es necesario dominar todas las disciplinas, ni saber retener en la memoria todas las frases célebres, ni experimentar todos los conocimientos de todas las materias, ni estudiar todas las doctrinas esotéricas o exotéricas. Lo simple es lo más extraordinario. Ahora, creo que me sobra mucho de lo que me empeñé en aprender. Tal vez dediqué demasiado tiempo a cosas que sólo sirven para engordar el ego y llenar el currículum. Pero, al mismo tiempo, creo que todo ha sido útil. Unas cosas me han enseñado lo que sí quiero y otras me han enseñando lo que no quiero. Hay tantos Caminos como personas. De hecho, cada Camino es único e irrepetible. Cada uno decidirá si quiere probarlos todos hasta dar con el suyo o si ya tiene claro qué es lo que le va bien y entonces le sobran todos los demás. Este título es un título trampa, porque parece que promete entre líneas una respuesta que, al final, no se da. Lo siento. Se trata, simplemente, de que no quiero obligarte a nada, no quiero condicionarte, no quiero hacerte adepto a nada, no quiero darte TU RESPUESTA. Búscala tú. Los orientales dicen que el Camino correcto es el Camino del Corazón. Que sea tu corazón quien te guíe y te ilumine. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, haz el favor de ayudarme a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum Puedes seguirnos en twitter como buscandome1
  5. SOMOS ESCLAVOS Y VÍCTIMAS DE NUESTRA MENTE En mi opinión -y generalizando, que siempre es una temeridad-, tenemos un grandísimo desconocimiento de nuestra mente y su funcionamiento, y sólo en contadas ocasiones somos conscientes de ella, porque la mayoría del tiempo funciona de un modo inconsciente convirtiéndonos por ello en sus esclavos y víctimas. Si esto no fuera tan dramático resultaría gracioso. Este es un asunto que requiere mucha atención y dedicación, y recomiendo que se busque información sobre la mente –cada uno según el tipo de interés que tenga sobre ella-, porque aquí escribiré, pero poco y resumido. La mente, NUESTRA mente, está funcionando continuamente, sin parar. Incluso mientras dormimos. De ahí, precisamente, la necesidad de conocerla bien. He recalcado en mayúscula NUESTRA, porque observo en muchos casos que hay personas que se sienten esclavas de su mente, y hacen y deciden según su mente les propone o manda, y no se dan cuenta de algo que es muy evidente: LA MENTE ES UN INSTRUMENTO A NUESTRO SERVICIO. Nos pertenece. Está ahí, como cualquier instrumento, para usarla cuando nos interese, cuando NOSOTROS queramos hacer uso de ella. A mí me parece que le hemos dado tanta autonomía, y tanto poder, que ha acabado creyendo que es ella quien manda sobre nosotros, y por eso nos pasa que acabamos convertidos en sus víctimas y esclavos. El riesgo de dejar a la mente que funcione por sí misma es que cuando nos presenta SUS elucubraciones, no las cuestionamos y acabamos aceptando que son NUESTROS propios pensamientos. Las mentes –el 99% de las mentes- están absolutamente condicionadas por traumas, complejos, miedos, falta de autoestima, zancadillas propias, nervios, deseducación, falta de ordenación, inseguridades, inexperiencia… no disponemos de una mente ordenada, objetiva, sensata, inafectada, descondicionada, y clara, que nos podría aportar ideas o soluciones correctas, sino que cada una de las cosas que hace están contaminadas desde su nacimiento. Uno hace buen uso de la mente cuando es consciente de todo el proceso mental, cuando se queda atento y dirigiendo los pensamientos, gobernándolos, procesando la información que tenemos o los conocimientos que hemos adquirido en experiencias similares anteriores, relacionando ideas, sopesando objetivamente, y viendo tanto los pros como los contras. El problema –lo repito- es que cuando nos presenta SU idea la adoptamos sin más creyendo que es NUESTRA idea. ¿Esto quiere decir que tenemos que dudar de nuestros propios pensamientos? La respuesta es SÍ. En los asuntos más triviales o menos graves –qué ropa me pongo hoy, por ejemplo-, o en los que se requiera una reacción inmediata ante un peligro –si alguien nos tira una piedra, por ejemplo, es mejor hacer caso al instinto de apartarnos que ponerse a procesar mentalmente la velocidad, trayectoria y peso de la piedra-, no hace falta pasarlo por el proceso mental, pero cuando se llega a un asunto importante sí conviene controlar todo el proceso. Es conveniente, si es posible, buscar un momento tranquilo en que se pueda reflexionar sin prisa, y es bueno tener un sitio donde no vayamos a ser interrumpidos, y entonces, y ESTANDO SIEMPRE CONSCIENTES de la mente y de todo el proceso, plantearnos el asunto y verlo con objetividad, revisando las respuestas para ver si son propias. SE EXPERIMENTA LO QUE SE PIENSA. Es la mente quien se encarga de calificar las emociones y los sentimientos. Es ella quien los traduce a su lenguaje –en demasiadas ocasiones catastrofista o negativa- y quien nos hace creer que un asunto es grave, es como para estar deprimido, es para llorar, o es para rendirse. Su interpretación no es una interpretación objetiva –por los motivos que se indicaron antes-, así que le falta la ecuanimidad para adjudicar esas clasificaciones bien. Y esto es un asunto tremendamente importante como para obviarlo. LA MENTE ES CAPAZ DE CREAR LO QUE ES CAPAZ DE CREER. Tal es su poder. Demasiado poder para un instrumento a nuestro servicio que no se caracteriza precisamente por hacer las cosas muy bien. Y otra vez se confirma la necesidad de controlar la mente, de no darle carta blanca para que haga lo que quiera, para que derive hacia donde quiera –y nos arrastre perjudicándonos en su deriva-, ni permitir que haga conjeturas sin tener conocimientos suficientes y sin una claridad diáfana que la haga casi infalible. Tiene fuerza incluso para llegar a somatizar lo que clasifique como “problema”. Cambia a su antojo nuestro estado de ánimo y nos lleva del optimismo a la infelicidad cómo y cuando quiere, con una sola insinuación suya. Conocer y, sobre todo, controlar la mente es más serio y más importante de lo que inocentemente llegamos a imaginar. Dependemos de ella sin darnos cuenta, nos gobierna sin contar con nuestra aprobación. Nos hemos acostumbrado desde el principio a identificarnos con ella. Estamos convencidos de que nosotros somos nuestra mente. Si uno se pregunta: ¿Quién soy yo?, responde la mente inmediatamente y, si dejamos la pregunta de ese modo, y hecha sin dirigirla directamente a quien le corresponde contestar, la respuesta que nos va a dar la mente es, en realidad, la respuesta a quién es ella, o –en el mejor de los casos- quién cree que somos nosotros en función de su concepto de nosotros, y la idea que nos aporte va a estar referenciada a lo que maneja bien, que son las ideas y los conceptos; nos puede relacionar con un nombre, una edad, un parentesco, una profesión… en fin, cosas que nosotros no somos, ya que meramente son papeles que representamos. La consciencia es vital en este asunto. Tenerla clara y alerta a todas horas para ser capaz de discernir lo que es NUESTRO y lo que es de la mente; conviene saber diferencia claramente las decisiones, actos, impresiones y asuntos que son de ella, y los que son NUESTROS, por decisión sopesada y propia. Recomiendo ponerse a pensar uno mismo por decisión propia y controlando todo el proceso, y no permitir y aceptar incondicionalmente todas las propuestas o ideas de la mente, ya que no todas van a ser equivocadas o ir en nuestra contra, pero conviene que lleven nuestro visto bueno consciente. Más información aquí: ¿CÓMO FUNCIONA LA MENTE Y POR QUÉ SE DESCONTROLA TANTO? http://www.jananguita.es/como-funciona-la-mente ¿QUÉ ES LA MENTE Y CÓMO APROVECHAR SU PODER AL MÁXIMO? http://www.jananguita.es/que-es-la-mente Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo enviándolo a tus amigos) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  6. MEJOR NO MORIR CON LA VIDA SIN USAR En mi opinión, y esta es una opinión generalizada, en el tiempo de vida hay espacio para hacer y para que sucedan muchas cosas distintas. No todos los momentos pueden ser brillantes, con una banda sonora y los angelitos aplaudiendo, ni puede brillar el sol a todas horas, ni la luna puede estar todo el tiempo cobijando a los enamorados. Hay momentos en los que no pasa nada reseñable, y no sólo eso, sino que pueden estar ocupados con total intensidad por una frustración, una pena inconsolable, un dolor que no quiere salir de su dolor, una apatía que reina a sus anchas, o un aburrimiento que no hay forma de espantar. Hay momentos que requieren, precisamente, sentir la frustración muy dentro, percibir la pena en lo más profundo del alma, o dejar que el dolor duela, sí…pero… la única condición es no estancarse en ninguno de esos estados. Todos ellos son lógicos en los humanos. Nos enseñan a su modo –aunque a veces las lecciones nos parezcan demasiado caras-, y siempre tienen alguna utilidad relacionada –y esto no siempre se comprende mientras estamos en ello- con nuestro Desarrollo Personal. Asumamos que los momentos en que uno está en el retrete no son magníficos –aunque se pueden aprovechar para tener grandes pensamientos…-. Asumamos que cuando uno no se siente bien puede que sea necesario no sentirse bien porque se esté desarrollando algo en nuestro interior –es como eso que se dice de los niños pequeños, que cuando se ponen malos dan un estirón-. Asumamos que la pena en realidad nos está poniendo en contacto con nuestra sensibilidad y nuestra humanidad, o con lo divino que forma parte de nosotros. Asumamos el llanto cuando se presente y la rabia cuando se manifieste. Todos esos momentos, vistos aisladamente y sin conocer el origen y el sentido, son poco atractivos. Pero existen. Suceden. Formarán parte de nuestra biografía. Mi propuesta es revisar la duración de esos momentos “desagradables” –por llamarlos de algún modo-, para que no se eternicen, para que uno no se estanque en ellos, para que no nos surja un espíritu que se sienta desgraciado y se regodee en lo mal que nos encontramos, y menos aún que se solidarice con ese desánimo una sensación aceptada de victimismo -por cortesía del masoquista que todos llevamos dentro-. Lo interesante, y lo que sería muy satisfactorio, es darse cuenta que hay muchos otros momentos que los dejamos ir deshabitados, inútiles, o muertos, hacia un pasado que más adelante nos va a pedir cuentas de nuestros derroches, de las desatenciones, de la frialdad que hay en su vacío… y ese juicio es muy sincero –duramente sincero- y nos va a presentar ese pasado tal y como es, y con el inconveniente añadido de que el arrepentimiento, por muy sincero que sea, no nos va a devolver el pasado para que podamos llenarlo de vida. Ahora es el momento. Ahora. No dentro de un rato, ni cuando vaya bien y se pueda, ni en vacaciones, ni cuando los hijos crezcan o uno se retire de trabajar. Ahora. Ahora estamos, al mismo tiempo, interconectados con el pasado –porque lo estamos nutriendo con nuestros presentes-, con el presente –porque estamos Aquí y Ahora- y con el futuro –porque el futuro no es otra cosa que otro presente aplazado. Lo que hagamos ahora, o lo que no hagamos, afecta a las tres cosas. El tiempo pasa –no pasa el tiempo, pasa la vida-, y pasa a pesar de nuestra desatención, y se va llevándose en las alforjas lo que nosotros hayamos puesto. O lo que no. Me gustaría conocer –para transmitirla- una fórmula que hiciera que cualquier persona fuera absolutamente consciente de esto que he escrito, que, sin duda, ya habrá sentido en más de una ocasión. No hay una pastilla que despierte a todo el que la pruebe y le haga ver esto con la intensidad que conlleva: Que estamos hablando de nuestra única vida. Si uno fuera consciente de la rotundidad y la grandeza de lo que es VIVIR el Aquí y Ahora, sería suficiente para tomar conciencia. Si uno se saliera de sus rutinas, de sus perezas, de su falta de compromiso serio para consigo mismo, y permitiera que le entrara el veneno de los arrepentimientos con toda su dura certeza, y si uno pegara un puñetazo simbólico sobre la mesa y decidiera hacer realidad esa frase que tanto me gusta, PROMETO NO ABANDONARME NUNCA MÁS… su vida, el resto de su vida, podría llegar a adquirir un esplendor que hoy resulta imposible de imaginar. Si uno fuera capaz de ponerle mayúsculas a los actos de su VIDA, y AMAR dejara de ser sólo un verbo para estar vivo e incorporarse a su Ser, y REÍR fuera primordial, y el OPTIMISMO venciera siempre al pesimismo, y uno repartiera los ABRAZOS que sus brazos contienen, y construyera un nido gigante en su CORAZÓN para acoger a los otros corazones, y la MAGIA estuviera SIEMPRE PRESENTE, y las SONRISAS fueran el distintivo de su identidad, y AYUDARA al PRÓJIMO y se AYUDARA a SÍ MISMO, y supiera QUIÉN ES por encima de quién está siendo… su vida se llenaría de VIDA. Es mejor que no llegue el momento de morir y la muerte se encuentre con una vida sin usar, o se lleve una vida deshabitada que pese poco, o se lleve una vida inundada por los vacíos, de un color mortecino y sin calor. La RESPONSABILIDAD es de cada uno. Aquí no se le puede echar la culpa a las circunstancias, ni al Creador. La SINCERIDAD no nos lo permitiría. Aquí está CADA UNO A SOLAS con su vida pequeña o con su VIDA plena. Así que habrá que llenar la vida de VIDA. Porque nada es peor que traicionarse. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, te agradeceré que lo compartas) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  7. LEER CON EL CORAZÓN “Lo que ofrece la carta de un restaurante puede resultar atractivo al leerlo, hasta se puede salivar sólo de pensar en los manjares que ofrece, pero es al comer los productos cuando se produce el auténtico placer. El auténtico placer está en el paladar y no en la lectura de la carta. Con las lecturas de libros y con las frases célebres, pasa lo mismo. No basta con leerlas, hay que integrarlas, constituirlo en un todo con uno mismo, y dejar que se digiera dentro”. En mi opinión, desde que tenemos a nuestro alcance tanta información, prestamos menos atención a lo que estamos leyendo. Parece como si tuviéramos prisa por terminar con lo que estemos leyendo –sea lo que sea- porque tenemos más cosas pendientes para devorar. Se ha puesto de moda colocar en los muros de facebook frases que son una perla de conocimientos o la sabiduría más inmensa concentrada en unas cuantas palabras. Observo que la mayoría de las personas las leen, la acumulan junto con otras que ya tienen en el olvido, y pasan ávidamente a buscar la siguiente sin haber digerido la anterior. Le dan al botoncito de “me gusta”, y, sin haberla digerido, sin haberle sacado todo el jugo, sin haber pensado ni siquiera qué hacer con ella, pasan urgentemente a por la siguiente. Con eso, lo que único que se consigue es tener una colección de frases célebres que, exceptuando tres o cuatro, desaparecerán irremediablemente sin dejar una enseñanza que dure más allá de unos segundos. Propongo leer con los ojos grandes del corazón. Desde el corazón. No se trata de amontonar, se trata de que esa frase que nos llama o nos despierta no sea simplemente la conclusión ajena de las experiencias de una persona, sino que se integre en uno mismo. Si no se hace así, pierde el valor. Lo correcto es que uno haga el camino inverso desde la frase para sentir dentro de sí, como algo suyo, lo que sintió el que lo escribió. Lo interesante es darse cuenta. Comprenderlo. Aprehenderlo. Integrarlo. Integrarlo, porque las lecturas con los ojos y la mente son una información externa, algo bonito o interesante, pero del todo ajeno. Las lecturas hechas desde el fondo, desde el corazón, desde el alma, han de convertir esa frase en el inicio de un proceso personal emocional en el que se pueda llegar a comprender –comprender: contener o incluir algo en sí- la esencia que hay en las palabras. Si no se elaboran dentro de uno hasta hacerlas propias no tienen el sentido ni la utilidad que pueden aportar. Se quedan en una sarta de palabras bien hilvanadas y nada más. Las lecturas hechas desde el corazón se integran –integrar: pasar a constituir un todo con uno mismo-, encuentran en nuestro interior el lugar adecuado donde quedarse ya para siempre pasando a formar parte de la identidad. Que sea nuestras, o que nosotros seamos de ellas. Se trata de que las palabras que leemos resuenen en nuestro interior y se encuentren con su propio eco. Entonces es cuando nos ayudan realmente a completarnos y cuando la relación con ellas trasciende y va más allá de las palabras leídas. En nuestro interior tienen que diluirse, perder su estructura de palabras, y convertirse en sentimientos, en alimento para el alma, en parte de nuestra base y nuestros principios. Ni siquiera es necesario pensar en el significado de las palabras que entran, porque en nuestro interior ya saben el sentido de ellas. Se trata de dejar que se manifieste un sentimiento en el que ya las palabras desaparecen porque sólo podrían desvirtuar ese sentimiento. No se trata de ser un coleccionista de textos o de frases: se trata de ser un experimentador de ellas. No se trata de verlas desde fuera, se trata de atraparlas. Así que no es necesario que se conviertan en un diálogo, en una disertación intelectualoide; no es necesario conocer palabras rimbombantes que le den empaque al parlamento interior. No se trata ni de repetir sin comprender. Se trata de que activen nuestra parte dormida o distraída. El resto, es una labor personal. Recomiendo, eso sí, que se sientan, que se sienta, que se evite la necesidad de la mente de ponerle a todo definiciones para estar tranquila. Que se encarguen ellas solas de encontrar el sitio que les corresponde. Los sentimientos que se pueden definir dejan de ser sentimientos para convertirse en definiciones. Y si comprendes esto –comprender: contener o incluir algo en sí- y se integra en ti –integrar: pasar a constituir un todo con uno mismo-, te habrá sido útil y habrás avanzado varios pasos de gigante en tu Camino hacia ti mismo. Y ahora, si quieres, vuelve a leer el párrafo del principio. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, te agradeceré que me ayudes a difundirlo) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  8. ¿Y SI SOY PEOR DE LO QUE CREO? ¿Y SI NO VALGO NADA? En mi opinión, bastantes de los motivos por los que se aplazan una y otra vez los procesos de introspección y Autoconocimiento están relacionados con el miedo a la decepción, a que lo que se descubra esté por debajo de las suposiciones, y que el concepto que tenemos de nosotros mismos quede minusvalorado después de encontrarnos con la realidad que durante tanto tiempo hemos evitado querer ver. El miedo a la decepción es enorme. Es posible que nos hayamos engañado aumentando nuestra propia tasación a base de repetir y engrandecer las cosas buenas que otros han dicho de nosotros mismos –en lo cual habrá colaborado gustosamente nuestro ego-, y es posible que nos repitamos a menudo esas cosas que nos gustan de nosotros, mientras pasamos a toda prisa y con los ojos cerrados por las otras, las que no nos gustan, esas de las que no nos sentimos nada satisfechos, aquellas que no quisiéramos que salieran nunca del secreto en que las hemos encerrado. ¿Y si lo que descubro en ese proceso de Autoconocimiento es que no me conozco nada, y que además lo poco que creía conocer no era cierto, y que lo desagradable desconocido supera con creces a lo poco que tiene algún valor? ¿Y si descubro que soy más ruin de lo que pensaba, más injusto de lo que quiero reconocer, y más desagradable en la realidad que en mi idea de mí? ¿Y si no valgo nada? ¿Y si lo que encuentro son solamente migajas, bisutería, falsificaciones, ruinas, un personaje ingrato, y que soy la mayor estafa del mundo? A veces decimos: “Virgencita, que me quede como estoy”. ¿No es mejor quedarme como estoy, teniendo un concepto no muy elevado de mí, pero con el que me he acostumbrado a convivir y tolero como buenamente puedo? Pues no, no es mejor. Si acaso, es la mejor mentira. En el camino del Desarrollo Personal hay dos condiciones básicas irrechazables e innegociables: NO ESTÁ PERMITIDO AUTO-ENGAÑARSE (la sinceridad es primordial) y JAMÁS HAY QUE CONFORMARSE CON UN “NO LO SÉ”. Si, en un ejercicio de sinceridad, llego a la conclusión de que soy peor de lo que creía, no es que me haya convertido por ese motivo en peor de lo que creía. ANTES de darme cuenta ya era tal como acabo de reconocer. Simplemente, acabo de descubrirlo, de destaparlo, de sacarlo a la luz de la conciencia. Si es que uno es peor de lo que creía, el hecho de reconocerlo, si después acepta que en realidad es así, es un buen motivo para felicitarse, es una razón para la celebración, es el punto de partida válido para empezar a resolverlo. Sólo se pueden empezar a enmendar las cosas cuando uno se da cuenta de ellas, cuando se reconocen y aceptan. El hecho de haber comprobado que uno es peor de lo que creía no es motivo para que se baje la Autoestima de golpe y se enturbie la relación consigo mismo. Más bien al contrario, es motivo de orgullo por haber tenido la honradez y la valentía de reconocerlo. Se merece un aplauso y un abrazo: el abrazo más emocionante del mundo, el más acogedor, y el que más ánimo aporte. Hay que entender esto: la diferencia que hay entre LO QUE UNO ES (la esencia y la naturaleza intrínseca de cada uno, aunque no se manifieste,) y LO QUE UNO ESTÁ SIENDO (que es un estado temporal, de este momento, o una manifestación puntual, y no es la propia realidad del Uno Mismo). Es muy posible que uno, de verdad, no sea lo que está siendo. Si está siendo, con sus actitudes o acciones, de un modo que no le es satisfactorio, el descubrimiento y reconocimiento de ello le va a permitir hacer las correcciones necesarias para acceder al que realmente es. Y, a quien tenga creencias religiosas no le costará ningún esfuerzo recordar que el Ser Humano es, por naturaleza, bueno y portador de todas las cualidades. Los procesos de introspección o de Autoconocimiento han de estar presididos por una honradez intachable, por la propia dignidad como Notario, por el deseo inquebrantable de mejoramiento, por la voluntad sincera de encuentro con la propia naturaleza, y por la aspiración a contactar con la parte que es más que humana: la naturaleza divina y trascendente que también nos compone. Nunca seré peor de lo que creía, lo que habrá sucedido es que habré comprobado que hay partes de mí que pueden ser mejoradas, acercándome más a esa perfección que puede haber en la esencia de la naturaleza Humana. Otro motivo de satisfacción por descubrirlo para poder resolverlo. Insisto: No hay que tener miedo a lo que aparezca, sino que hay que ir con la esperanza de averiguar lo que hay en la parte desconocida –en ese espacio en el que presuponemos cosas negativas- y alegrarnos, sinceramente, cada vez que aparezca una. Será en ese instante cuando nazca la oportunidad de empezar a ser, por fin y realmente, Uno Mismo. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, haz el favor de ayudarme a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  9. SÉ AMABLE CONTIGO MISMO Llevo desde 1988 interesado en mi propio Desarrollo Personal. Estudié cuanto pude de todo lo relacionado con ello, muy intensamente, con mucha profundidad. Desde entonces estoy muy interesado en todo lo relacionado con el Ser Humano. He hablado con cientos de personas de sus problemas, de sus sentimientos, de su vida. He dado cursos sobre Cómo Mejorar la Autoestima. He tenido cientos de conversaciones con personas que estaban desanimadas, desesperanzadas, deprimidas, hundidas… Esto es solamente una parte de mi Currículum, y lo escribo para explicar por qué me considero capacitado para entender que cada uno es como es, que cada persona tiene su propia escala de valores y que hay que respetarla, que en los momentos de depresión o pseudo-depresión son difíciles de controlar los pensamientos y los sentimientos, y que la falta de Autoestima es uno de los principales enemigos de las personas. Comprendo todas las actitudes, las acciones y las circunstancias de cada Ser Humano…bueno, pues a pesar de todo esto, cada vez que me encuentro con una persona que no se ama, que ni siquiera se quiere, que no se acepta, que no es capaz de convivir consigo misma bien o en armonía, o por lo menos con respeto, me revuelvo. Más aún, me siento indignado. Comprendo casi todo… menos esto. Es que tengo un concepto tan alto de la dignidad personal, y tal respeto por el amor propio, que me opongo hasta en el pensamiento a aceptar que uno no se quiera a sí mismo, que uno no se perdone, que uno no se comprenda en sus equivocaciones, que uno llegue a convertirse en el más encarnizado de sus enemigos. Uno Mismo es lo único que cada uno tiene. Uno, sólo se tiene a sí mismo, aunque haya más gente acompañándole a su alrededor o en su familia. Uno Mismo es su único compañero de viaje desde que comenzó en la vida y el único que se puede garantizar que le acompañará hasta el final. La vida siempre es uno solo acompañado en ciertos momentos por ciertas personas. Uno es su única posesión, su única cosa segura, y debiera ser su propio incondicional aliado. A veces, en conversaciones con personas muy racionales -pero que no se quieren- tengo que recurrir a la lógica más interesada: les hago ver que, aunque sólo sea por interés, a uno le interesa llevarse bien consigo mismo. Es que es desagradable eso de levantarse por la mañana y tener ya a su enemigo puesto y en actitud hostil… Es que eso de no dignarse en mirarse amablemente a los ojos en el espejo… Es que eso de estar con una cara seria continuamente… Es que eso de estar reprochándose por todo, echándose en cara todo… Es que eso de ser el propio Inquisidor torturador… Es que eso de no querer reconocerse con humanidad en sus flaquezas cruelmente exageradas… Hay cosas que me cuesta terminar de aceptar. Y ya sé que no es lo adecuado. Lo sé. Cada uno es como es, y algunos permiten sumisamente que les afecten sus circunstancias sin rebelarse. Lo sé. Pero me parece tan injusto y tan inhumano… Eso de que cuando uno, debido a su falta de preparación e inexperiencia en la vida –y la inmensa mayoría de las veces eso no es culpa de uno-, comete un “error” eso sea el inicio de una retahíla de reproches y una avalancha de amonestaciones, es del todo injusto. En esos casos uno se exige a sí mismo como si fuera un experto cuando, en realidad, es un inculto en asuntos de la vida y no sabe porque no le han enseñado. Cuando uno se equivoca, el dolor o la desazón que se producen hay que vivirlos, sí, pero solamente en su justa intensidad y en la brevedad de su tiempo natural de manifestación. Tanto la felicidad como el dolor o la desazón nos van construyendo como personas, por tanto son cosas beneficiosas, pero solamente hasta su propia extinción natural, que es rápida. En cambio, hay quien insiste en perpetuarlos, en hacerse adicto al sufrimiento como un castigo innecesario autoimpuesto. Con ello solamente se logra acrecentar la distancia y la enemistad que existen entre uno y Uno Mismo. Y cada reproche o cada injusticia que se acumula contra sí mismo se convierten en un nuevo desencuentro, en otro paso más de alejamiento y otra minusvaloración que dificultan que se mantenga el interés en recuperar el amor propio. Mientras menos se quiera uno, menos se quiere. Y no es solamente una perogrullada: es la más dura de las realidades. Si uno no se propone seriamente acercase a sí mismo hoy, mañana será más complicado porque estará más lejos. Cuanto menos se quiere uno con mayor persistencia se impone la creencia en que uno no merece ser querido. Creo que por respeto a la dignidad personal, o sea, por respeto al Uno Mismo que somos, se impone, por amor propio en primera instancia, y por obligatoriedad en el caso de que no sea por amor, una relación personal de respeto -en primer lugar-, de comprensión de la historia de cada uno -en segundo lugar-, y de la aceptación comprensiva de que Uno es la materia prima sobre la que se ha de construir o reconstruir una excelente persona. Y sin aceptar menos que eso. Por favor, por amor, por Dios, lo pido por quien sea: que nunca una persona se deje de querer, que nunca se pierda a sí misma el respeto, que nunca desaparezca la dignidad. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, te agradeceré que lo compartas con quien creas que le puede interesar, o que marques ME GUSTA. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  10. NO PIDAS A DIOS SI TÚ NO DAS ALGO A CAMBIO En mi opinión, peca de soberbio, de egoísta, y de injusto, quien sólo le pide a Dios sin ofrecer algo a cambio. Eso de pedir y pedir pero sin ofrecer algo a cambio me parece abusivo. Y me parece que es injustificado y desproporcionado cuando se está pidiendo algo pero no se está ofreciendo otro algo –sea lo que sea- a cambio. Quien entienda a Dios –o al Creador, o como cada uno quiera llamar a eso que sobrepasa la dimensión humana- como Justo, y para que se mantenga esa justicia, tiene que ofrecer algo cuando haga una solicitud. Digo esto por experiencia, porque llevo años y años de negociación con Dios y cada vez que Le pido algo, a cambio me comprometo a otra cosa que, por supuesto ya que esto es inexcusable, cumpliré. Depende de cada uno lo que esté dispuesto a entregar, lo que va a hacer, cómo devolverá ese favor, o qué le parece justo y está dispuesto a ofrecer para que sea una permuta en la que exista una especie de equivalencia. Dios es Todo generosidad y Todo amor, pero sería correcto que cuando se trata con Él, uno también sea generoso y amoroso. Y, por mi experiencia, creo que es más conveniente ofrecer algo que no sea tan elemental y poco comprometido como una sarta de oraciones, sino que lo que se ofrezca –si es posible- pueda tener utilidad para otro de sus hijos –que son nuestros hermanos-. Creo que Dios agradece más algo que sea práctico y útil para, algo que reconforte a otro Ser Humano, que puede ser, por ejemplo, hacer alguna entrega económica a alguien que esté realmente necesitado –si uno puede hacerlo, claro-, acompañarle en sus malos momentos y escuchar sus desconsuelos, darle un abrazo o coger sus manos entre las propias manos –porque no siempre las palabras se expresan mejor que un contacto personal-, prestarle una sonrisa cuando tienen perdida la suya, contagiarle de ánimo y de esperanza, o lo que cada uno considere que está capacitado para hacer. Cada uno tiene sus circunstancias y sus habilidades, y eso puede determinar lo que podrá hacer. Cada día estoy más convencido de que esta es la forma correcta de hacerlo. Pedir, sí. Siempre puede uno pedir y el otro puede conceder o se puede negar a dar. Pero creo que es más razonable, más justo, más ético, cuando se hace un intercambio que cuando simplemente se pide y además uno se cree con un derecho indiscutible a que se le conceda. Bueno… es solamente mi opinión. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo o marcando en ME GUSTA. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  11. LA MAGIA QUE ES SABER PERCIBIR En mi opinión, nos perdemos demasiadas de las cosas bellas, agradables, brillantes, o emocionantes de la vida, por algo tan elemental como es… no saber percibir. PERCIBIR Del lat. percipĕre. 1. tr. Recibir algo y encargarse de ello. 2. tr. Captar por uno de los sentidos las imágenes, impresiones o sensaciones externas. 3. tr. Comprender o conocer algo. Me gusta contar que la primera vez que me duché en mi vida fue sobre los cincuenta años. Nunca antes me había duchado. Lo digo en serio. Hasta entonces, me había puesto a diario debajo de la alcachofa de la ducha, había llegado a notar que el agua estaba muy caliente o fría, la había regulado a mi gusto, y a partir de ahí lo siguiente era enjabonarme mecánicamente mientras pensaba qué tenía que hacer a lo largo del día, qué iba a desayunar, si encontraría mucho tráfico… sin darme cuenta, y en cierto momento -que no sé quién ni por qué lo decidía- cerraba el grifo, me enjuagaba el jabón, me secaba, y me ponía a desayunar mientras pensaba si tendría pocos o muchos asuntos que resolver en el trabajo, qué iba a hacer cuando regresara, las llamadas que tenía pendientes… cuando iba por el camino, en el coche, a veces me preguntaba qué había desayunado y no lo recordaba. Me pasaba lo mismo al llegar al trabajo, que si me preguntaba por qué carretera había llegado, o cómo había sido el tráfico, no lo recordaba. A los cincuenta años, más o menos, en una ocasión, mientras me duchaba, tomé conciencia de mi cuerpo; al frotarme con la mano me entretuve en un bultito que me había salido, y entonces me fijé también en todo mi cuerpo, observé que era muy agradable al tacto, ¡había cambiado tanto desde que lo conocí!, y entonces me entretuve en mirarme las manos, las uñas impecables, el vello del dorso de la mano, lo marcado de las venas… pensé cuántas veces habían acariciado las yemas de mis manos, y a cuántas personas…tomé conciencia del agua resbalando por mi cuerpo, del salto que hacía al pasar sobre mi nariz, de mi cuerpo mojado entero…me froté con suavidad de nuevo todo el cuerpo y fui consciente de lo placentero, de las cosquillas apenas perceptibles de la esponja, del escalofrío que se me producía si me rascaba con la uña a lo largo de la espalda…ya lo digo: tuve conciencia de ducharme por primera vez en mi vida. Las veces anteriores fueron un asunto de higiene que despachaba sin darme cuenta. Igual que desayunaba sin darme cuenta o conducía sin darme cuenta. También me pasaba en otros casos, en los que era mi esposa quien me preguntaba: ¿Pero no te has dado cuenta de…?, ¿No te has fijado en...? No percibía las cosas. Me acuerdo de una canción de Serrat. SI NO OS MOLESTA Si no os molesta, si puede ser, me está royendo la angustia de ir a recorrer las calles vestido con los cinco sentidos. Os dejo al suplente en el espejo y el patrimonio os lo presto, que he de salir con urgencia, si no os molesta. Si no os molesta, si puede ser, tomaré los perfumes de este aguacero de otoño, del ciego la punta de los dedos, y del pan caliente, un coscurro; del brote nuevo, lo que será, del sexo, su último aliento, y la claridad de la luna, si puede ser. Esta puta sensación de llegar siempre tarde, de pasar por las cosas sin tocarlas, de perder el tiempo tratando de hacer cosas importantes... Antes de que el suplente grite: “Sálvese quien pueda” me he hecho novio de la vida. ¡Vivan los novios! Vamos a indagar lo que se conspira por ahí, y por lo que suspira el recodo del río, y lo que se murmura en los mercados, y lo que el periódico no dice. Si es necesario vivir y morir, quisiera hacerlo a mi nombre, por respeto a la especie... Si nos os molesta. Suficiente reflexión con esta canción como para pasar el resto del día, y excelente vivero del que pueden nacer grandes decisiones. Percibir…con todos los sentidos en plenitud… mirar alrededor, sin interpretar… mirar sin cerebro y con corazón… con la percepción libre de condicionamientos y de rutinas… mirar con los ojos nuevos limpios de prejuicios… sin prisa… sentir…mirar sin una voz en la cabeza que llama a las cosas con el mismo nombre siempre… mirar sin conclusiones… ver, pero ver de verdad… descubrir… dejarse sorprender… reparar en las cosas, en las emociones, en los sentimientos, en todo lo que nos pase… verlo todo como si fuera la primera vez… notar con atención…levantar acta de cada impresión, sin comparar y sin explicar… Ver la paz y la calma hasta en el romper de las olas enfurecidas… Dejar que cada cosa sea lo que sea sin pretender cambiarla… Permitirse el entusiasmo ante cada cosa… Darse el gustazo de la novedad en lo que ya se ha visto mil veces, pero de otro modo… Percibir… captar… recibir… Por cierto… ¿La próxima vez que te duches va a ser igual que las otras veces?, ¿O te vas a duchar de verdad por primera vez? Y ya sabes que esto es para aplicarlo a todo, que eres listo. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, te agradeceré que lo compartas o que marques ME GUSTA. Gracias.) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  12. NO HAY QUE CAMBIAR: ES UN ERROR En mi opinión, es un error tomar la decisión de cambiar. (Y ahora, a ver cómo soy capaz de justificar esta opinión) No me refiero a que sea malo querer ser de otro modo distinto para quien no está a gusto con su modo de ser o manifestarse habitualmente, a lo que refiero es al error de plantearlo como un CAMBIO. Básicamente, querer cambiar proviene del hecho de no encontrarse a gusto con el modelo de persona o personaje que uno está representando. Ese modelo que ha formado en sus primeros años de vida, y sin ser consciente de ello, en base a los datos y directrices que le han ido inculcando sus padres y educadores. Si le han dicho que es torpe, por ejemplo, y como en esa temprana edad no se tiene criterio propio, y como además se confía en los progenitores y educadores, uno empieza a ser y mostrarse como torpe, porque le han hecho creer que es un convencimiento propio, y también para no defraudar a quienes le dijeron que era torpe. Si le dijeron que era inútil, tonto, lento, feo, o que no valía o no se merecía nada, el personaje que va creando tiene esos ingredientes y actúa y se comporta como tales. Si para contentar a sus padres tiene que acatar lo que le digan sin poder opinar -y menos aún protestar-, entonces, para contentarles y para sobrevivir, no le queda otro remedio que adoptar y desarrollar un personaje –una especie de personalidad- que contenga los elementos que le exigen para darle su beneplácito, y que además no contenga ninguna de las cosas que les resultan desagradables a los otros para que de ese modo, al cumplir los requisitos y condiciones que les imponen los otros, le den un poco de cariño o atención. Los padres, y muy posiblemente sin darse cuenta, están creando un ser necesitado de cariño que por recibir una migaja de atención o un sucedáneo de cariño por parte de los otros será capaz de renunciar a sí mismo, a sus derechos y sus merecimientos, y de mendigar hasta la humillación para conseguir la atención de los otros. Un monstruo para sí mismo. A veces, uno observa a una persona que admira -o que envidia-, o algunas actitudes o el modo de ser que le gusta de otra persona, y dentro de sí escucha una vocecita que le dice que tendría que cambiar, que tendría que tomar como modelo a ese otro y parecerse a él, que en la apreciación personal le parece excelente. Y es ahí, precisamente, donde comienza el drama, porque no va a pretender ser él mismo sino que lo que está pretendiendo es inventarse un nuevo personaje que reúna unas cualidades ideales para ser, o aparentar ser, una persona perfecta o admirable. Al personaje que creó para representar en su vida, en función de las opiniones de los otros ya que no tenía criterio propio, se denomina YO IDEA –porque está formado con las ideas de lo que cree que es- el personaje que ahora se pretende construir se llama YO IDEAL, y es un compendio de perfecciones y virtudes que se pretende incorporar al YO IDEA –para contrarrestar sus “imperfecciones y defectos”. El proceso adecuado no sería incorporar un personaje a otro personaje -porque no convivirían bien y porque ambos están creados a partir de una mentira- sino que sería conveniente deshacerse primero del YO IDEA –y eso se consigue a partir de un proceso de Autoconomiento- y fomentando –y perfeccionando, pero no cambiando- quien uno es realmente. Sustituir un personaje por otro personaje, aunque el segundo sea “mejor” nos condena a seguir sin ser nosotros mismos, porque el hecho seguir siendo un personaje nos obliga a seguir fingiendo quienes no somos. Eso conlleva tensión, incomodidad, desubicación, disgusto. Es cierto que el nuevo personaje puede ser mejor aceptado por la sociedad, y que puede recibir halagos y sonrisas de complacencia, pero no obtendrá las propias sonrisas porque uno sabe, en su auténtico YO, que está siendo una farsa, un actor en un papel ajeno, un intérprete maquillado y disfrazado: el figurante de una historia falsa. No hay que cambiar. Es un error. Lo que hay que hacer es conocerse en la esencia, despojado de todos los personajes que hemos ido creando para sobrevivir o para agradar a los otros. Y hay que hacerlo sin miedo a qué vamos a encontrar por debajo de lo que creemos ser. El Ser Humano está construido exclusivamente a partir de virtudes y cualidades. Todo lo que nos constituye es perfecto. Nuestra esencia es perfecta. No hay defectos, sólo virtudes. Denominamos “defectos” a la parte de las virtudes y cualidades que no hemos desarrollado hasta el ciento por ciento de sus posibilidades. Uno no es egoísta, lo que pasa es que no ha desarrollado su generosidad hasta el ciento por ciento. Si uno lo hace, ya no queda espacio para el egoísmo con lo cual ese “defecto” desaparece. Uno no es antipático, lo que pasa es que no ha desarrollado su capacidad de amabilidad hasta el ciento por ciento. Si uno lo hace, ya no queda espacio para la antipatía con lo cual ese “defecto” desaparece. Es necesario conocerse en profundidad, pero conocerse Uno Mismo y de verdad, y no conocer al personaje que creemos ser, el personaje que estamos interpretando. Para darnos cuenta de lo que hemos incorporado a nuestra realidad –o sea, quienes no somos de verdad- podemos optar por la ayuda de un psicólogo o por quien nos pueda orientar, pero ha de ser el mejor profesional que podamos encontrar o permitirnos, ya que este es un asunto tan importante y tan delicado que caer en manos de un estafador o de alguien que no esté capacitado sin duda nos va a perjudicar. Si esta opción no está a nuestro alcance nos queda el camino del Autodescubrimiento, de la observación, de la verdad –por supuesto-, de la comprensión, del descubrimiento de las mentiras que nos han o nos hemos contado, de la deseducación en lo que nos han educado erróneamente, y de la eliminación de las barreras que nos hemos autoimpuesto a base de miedos, complejos y traumas. En mi opinión, para ese descubrimiento es muy útil el Análisis Transaccional. Invito a que se conozca a través de libros o buscando en internet textos donde esté bien explicado. Se puede encontrar lo más básico en estos enlaces: LOS IMPULSORES: http://es.scribd.com/doc/36979207/Los-Impulsores#fullscreen LOS MANDATOS: http://es.scribd.com/doc/36979213/Los-Mandatos#fullscreen Conviene comprender perfectamente el efecto que provocan en nosotros los IMPULSORES –el modo en que nos movemos por nuestra vida- y los MANDATOS –las órdenes que nos inculcaron en la infancia por las que nos regimos inconscientemente-. En mi opinión, ahí está la base de casi todos los conflictos que tengamos. Insisto en la necesidad imperiosa de deshacerse de todo aquello que uno no es realmente, de todo aquello que es perjudicial para uno mismo, deshacerse de miedos, complejos, traumas, mentiras, y lastres que arrastramos desde un pasado que se ha convertido en nuestro freno o nuestro enemigo. Conviene conocer y reconocer la realidad de Uno Mismo, lo que Uno es de verdad, aunque sea o aparente ser poco. Siempre hay tiempo después de ir fomentando, alimentando, desarrollando lo que es propio. Cambiar, no. Desarrollar el potencial y Ser Uno Mismo, sí. Construir un YO IDEAL, no. Por muy “ideal” y maravilloso que aparente ser. Desarrollar el potencial y Ser Uno Mismo, sí. El siguiente paso es RE – NACER. Esta vez sin que alguien ajeno pueda intervenir transmitiendo o imponiendo sus criterios, sus opiniones, sus deseos o sus traumas. Esta vez no permitiremos que alguien se haga cargo de modelarnos a su gusto. Esta vez vamos a averiguar quiénes somos y vamos a ser quienes realmente somos. (Tal vez te interese leer el artículo titulado RE – NACER) (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?topic=11214.0 Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, compártelo con quien creas que le puede interesar. Gracias.) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  13. NO IMPORTA QUIÉN ERES En mi opinión, ¿Quién Soy? es una pregunta que no se hace tan a menudo como sería recomendable y, además. la respuesta –por error en el planteamiento- puede acabar satisfaciendo más al ego que precisa de ubicarse y saberse, que al propio Ser, que ya sabe quién es aunque no haya una definición que lo explique. Si uno se hace la pregunta será mejor que encuentre su propia respuesta –que no la copie de nadie- y que sea una respuesta útil. Si es una respuesta errónea, uno puede creer que es quien no es. Así que será conveniente no conformarse con la primera que aparezca, ni con una que sea rimbombante pero esté vacía, ni con una que se asemeje a una frase célebre impactante, sino que ha de ser de cosecha propia –aunque sea básica y nada deslumbrante- y uno ha de sentirse cómodo y seguro con ella. No hay otra forma de saber si es la verdadera. Tal vez, si uno sigue empeñado en hacerse la pregunta, sería conveniente alguna variación sobre la misma, por si a uno le resulta más cómodo de contestar o de comprenderla realmente con un planteamiento distinto. ¿Qué Soy? Esta es otra pregunta, pero quizás sea esto lo que realmente uno quiere preguntarse. Da más libertad a la respuesta. Quién, implica ser alguien, y Qué es más amplia, da más libertad, y la posibilidad de sentirse de un modo distinto y fuera del personaje que acaba siendo cualquier persona. ¿Qué o Quién estoy siendo? Esta es otra variante. Porque uno es una cosa pero puede estar siendo otra, representando otra, viviendo un personaje ajeno, el que le han impuesto o con quien se ha confundido. ¿Qué o Quién Soy yo fuera del personaje, fuera de quien digo ser o creo ser? Qué o Quién soy de verdad. En el fondo. Sin aditivos. Sin ego. En mi esencia. ¿Qué o Quién deseo ser? Esta pregunta es más útil. Y no se refiere a la humanidad en general, al concepto filosófico, sino a uno mismo. No se trata de Qué o Quién estaría bien que uno fuera, ni de Qué o Quién esperan los otros que uno sea, sino del que uno desea ser. Le pese o le guste a quien sea. Ser Uno Mismo para Uno Mismo. ¿Estoy siendo Quien Soy o Como Soy? En un ejercicio de perseverancia en la espera de la verdadera contestación que le corresponde, conviene insistir hasta encontrarla, y no estancarse en la pregunta –no quedarse enganchado en la pregunta sin poder atender a la respuesta- y rendirse antes de que sea satisfecha su demanda. ¿Cómo quiero ser? Y aquí es imprescindible la sinceridad. Conviene contactar con la esencia personal y que sea ella quien marque las directrices que nos acercarán a ser quienes realmente somos –y uno, en realidad y aunque no lo sepa, desea ser y manifestarse como realmente Es, y no como está siendo-, porque si hacemos caso a la sociedad nos va a empujar a que nos inventemos un galán, un héroe, un portento, un triunfador notable, alguien definitoriamente bueno, y otra vez perderemos la oportunidad de ser nosotros mismos y seremos ese Yo Ideal espléndido que no siempre coincide con el Yo Real. Cómo me quiero manifestar sí depende de mi decisión. Uno siempre puede ser como quiere ser, aunque eso le enfrente a los que no quieren comprender, a los que juzgan sin derecho, a los que se consideran en posesión de la verdad infinita. Saltarse las normas que le han regido a uno siempre y que aportan una relativa seguridad, pero que no son normas propias sino impuestas, es un acto heroico. Transgredir las leyes y normas ajenas, desobedecer la imposiciones, romper el cordón umbilical que nos une a los mandatos erróneos de nuestros educadores, proclamar una revolución en toda regla, enfrentarse a lo que nos oprime y nos desidentifica, son actos sublimes y valientes que, generalmente, aterran y produce placer al mismo tiempo. No importa quién soy, importa más quién estoy siendo ahora, para darme cuenta de ello y así poder retornar al origen. No es importante no llegar a encontrar una respuesta gramatical, una definición de diccionario, ni una frase digna de un Maestro oriental. Lo que verdaderamente es importante es tener la sensación de ser uno mismo. Sentirse uno mismo. Incluso… si me apuras… si eres capaz de verlo mejor de este modo… no interesa quién eres –aunque, en realidad es lo que más importa-. Interesa quién estás siendo. Interesa lo que demuestras con tus hechos. Haz de ti una persona digna de la que te sientas honradamente satisfecho. Eso te llevará inevitablemente a ti. Te dejo con tus reflexiones… (Si te ha gustado, te agradeceré que me ayudes a difundirlo compartiéndolo con otras personas) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  14. ME DESPIDO En mi opinión, el acto de despedirse –que es un acto continuo y cotidiano del que no siempre somos conscientes- requiere de una atención y una dedicación plena para ser conscientes de lo que la despedida implica. Hoy me despido de la vivienda donde he pasado los últimos 30 años de mi vida. Termino de recoger las últimas pocas cosas que ya quedan con una consciencia amplia, del acto y del momento, que supongo que en otro momento de mi vida no hubiera sabido ni hubiera podido hacerlo. Estoy grabándome a fuego en la memoria cada uno de los rincones –porque sé que no los volveré a ver- y, sorprendentemente, descubro cosas que en los 30 años de estancia no vi. Con mi vida me pasa exactamente lo mismo. Me estoy despidiendo a conciencia, sabiendo lo que hago. Lógicamente, esta atención permite que afloren todos los recuerdos que tengo de tan larga estancia en este sitio, y todas las cosas que ha pasado -¡y mira que han pasado cosas!-, y todas las emociones que he vivido aquí, y toda la gente que ha ido desfilando por aquí, y todas las noches alegres o serias, y mi soledad interior en esta cárcel voluntaria, y la compañía impagable de mis seres queridos. El repaso a mi estancia en esta casa es, por supuesto, un repaso a mi vida. Cuando llegué aquí tenía pocos años y mucho futuro por delante, muchas ilusiones sin desenvolver aún, muchos sueños y esperanzas, y la promesa de un porvenir que el propio Dios con su mejor voluntad había diseñado para mí. Dejo la vivienda pero me llevo los recuerdos. Recojo todos los que aún quedan por el aire. Aún sigue vivo el eco de todas las risas que nacieron aquí. Aún resuenan, en un tono íntimo casi secreto, las palabras de amor que se pronunciaron. Aún quedan destellos vivos en el aire que son la luz de los ojos que se iluminaron y brillarán hasta el infinito. Si no me distraigo, escucho las ya lejanas risas de mis hijas jugando. Si prestara aún más atención estoy seguro de que podría escuchar conversaciones enteras que se quedaron enganchadas en las cortinas, músicas que habrá debajo de las alfombras, sorpresas escondidas en los cajones, nostalgias jugando a esconderse. Soy consciente de todo ello, y como soy consciente sé que me tengo que despedir porque esto, como todo, también cumplió su ciclo. Ahora comenzará otra etapa. Ni mejor ni peor: distinta. El Yo que saldrá hoy de aquí no tiene nada que ver con el que vino. Las experiencias de la vida me han ido desarrollando y llevándome al origen, a la esencia, a quien realmente soy. Tengo 61 años, una VIDA por delante –porque hasta hace poco lo que tenía era simplemente una vida- y soy muy consciente de que la vista ya casi me alcanza para poder leer el letrero donde pone FIN, pero también sé que el tramo que me lleva hasta ese anunciado destino será mucho más lúcido, más atento -más lleno por tanto-, más Humano –algo he aprendido...-, más hermoso –he experimentado el placer de ver y gozar la hermosura de las cosas pequeñas que casi siempre pasan desapercibidas-, de reconciliación conmigo y con lo que me rodea, de despedidas continuas –cada vez habrá más ocasiones que sean la última vez de algo-, y potenciaré con ahínco lo que he visto que son los pilares básicos y el sentido de estar aquí y ahora, en este Mundo: Ser Uno Mismo, el Amor, los Amigos, la Familia, la Paz, El Agradecimiento, la VIDA plena, y Dios. Y que cada uno lo ponga en el orden que le parezca conveniente, y que añada o quite lo que quiera. Me despido de la vivienda –como me iré despidiendo de otras cosas- y en esta despedida pongo el alma, el agradecimiento, y mi reverencia. Y te invito a que tú hagas lo mismo con las cosas de tu vida que sabes que tienes que dejar. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo con tus conocidos. Gracias.) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  15. DIFERENCIA ENTRE MENTE Y SABIDURÍA INNATA Es necesario comenzar este artículo aclarando que nada de lo que contiene dispone de una base científica demostrable, que no está basado en experimentos contrastados, que no hay intelectuales que lo avalen, sino que posiblemente se trata exclusivamente de una elucubración mental que no pasaría ninguna prueba analítica rigurosa. Quiero decir que no tiene mayor importancia, que es sólo un divertimento de mi pensamiento, y que no tengo intención ni deseo de convencer a nadie de que lo que voy a escribir es cierto. Aunque… quién sabe… igual tiene algo de verdad…no lo sé… en cualquier caso te invito a leerlo. Si ves que algo resuena en tu interior de algún modo y no te parece tan descabellado… estupendo. Y si no es así olvídalo fácilmente y no dejes que perturbe tus creencias muy arraigadas. En mi opinión, las ideas, los pensamientos, las especulaciones, los conceptos, las imaginaciones, las invenciones, las creencias, y todos esos productos cerebrales o intelectuales o que son el resultado de las reflexiones, nos llegan de dos sitios básicamente: de la mente o del corazón. Y como hay tal confusión entre las personas acerca de lo que es mente y lo que es pensamiento, y del origen de las cosas que se nos presentan dentro de “la cabeza”, cuento lo que a mí me funciona para distinguir. Creo que pensar es un proceso de relacionar ideas, pero hecho SIEMPRE en una mente condicionada, con unos prejuicios que nos hacen repetir continuamente lo mismo sin que nos hayamos puesto a considerar si las ideas de hace treinta años siguen vigentes, o si nos hemos estancado en ellas sin permitirlas-permitirnos evolucionar; si las hemos actualizado para que sean coherentes con lo que somos en este momento actual, si están regidas por miedos reales o imaginarios, si se basan sólo en los conocimientos intelectuales y pensamos desde el complejo y la mente pequeña y limitada; no revisamos si son ideas equivocadas o castradoras o timoratas o sin sentido o muertas; nos conformamos con saber que son “nuestras” y, además, no las queremos perder porque son las únicas que conocemos y ni siquiera somos conscientes a veces de que podemos tirarlas por la borda, liberarnos de su estrechez de miras, rebelarnos contra su esclavitud, y mandarlas-mandarnos a la mierda en ese sentido. La mente es, o dice ser, racional. En principio, eso quiere decir cuadriculada y limitada. Además, la mente se considera independiente de nosotros y con plena libertad para hacer sus elucubraciones del modo que considere oportuno y presentándonos después sus creaciones y conclusiones como si fueran nuestras propias. Y, encima, nos creemos que son nuestras y las acatamos como si realmente lo fueran. Se nos olvida en demasiadas ocasiones que la mente es un instrumento a nuestro servicio, una herramienta para utilizar conscientemente, y no es nuestra directora, quien nos manda, y menos aún infalible. Y que sus conclusiones son suyas y no nuestras. Veo la mente en ese sentido bastante limitada, excesivamente condicionada, no del todo fiable –todos hemos podido comprobar la cantidad de “errores” y “equivocaciones” que comete-, y que es un poco complicado relacionarse bien con ella. Por otra parte -y de esto sí que soy realmente consciente, o sea que lo saco de la divagación que es el resto de lo escrito-, todos –repito: todos- disponemos de una sabiduría innata, con la que ya nacemos, que en opinión de unos es un regalo o don divino, y en opinión de otros es la sabiduría acumulada en encarnaciones anteriores. Así como la mente la situamos simbólicamente en la cabeza, esta sabiduría innata la situamos en el corazón. Así que es el corazón –otros lo llaman intuición- quien tiene la capacidad de “pensar” mejor que la mente, la habilidad para tomar decisiones con más precisión, y además evita todos los conflictos mentales, todo ese darle vueltas a las cosas una y otra vez, y todas las dudas acerca de la incapacidad de uno para pensar bien por la falta de costumbre bien por creerse poco inteligente. El corazón y la intuición afinados –y se afinan aún más cuando les permitimos expresarse y les demostramos confianza- son muy atinados, aprecian lo visible y lo invisible, disponen de ecuanimidad, y deciden sin nuestra intervención invasiva por lo tanto de un modo más certero. Hay cosas que es mejor pensarlas y cosas que es mejor sentirlas. Y la sabiduría está en saber distinguir cuándo una cosa, cuándo la otra, y cuando tener en cuenta a ambas al mismo tiempo. Y para eso no hay –o no conozco- una fórmula universal. Son la atención, la experiencia, y la propia sabiduría innata quienes dan pistas de cuál utilizar en cada momento. Repito: no hagas caso de lo que has leído. O sí… Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, te agradeceré que lo compartas. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum DIFERENCIA ENTRE MENTE Y SABIDURÍA INNATA Es necesario comenzar este artículo aclarando que nada de lo que contiene dispone de una base científica demostrable, que no está basado en experimentos contrastados, que no hay intelectuales que lo avalen, sino que posiblemente se trata exclusivamente de una elucubración mental que no pasaría ninguna prueba analítica rigurosa. Quiero decir que no tiene mayor importancia, que es sólo un divertimento de mi pensamiento, y que no tengo intención ni deseo de convencer a nadie de que lo que voy a escribir es cierto. Aunque… quién sabe… igual tiene algo de verdad…no lo sé… en cualquier caso te invito a leerlo. Si ves que algo resuena en tu interior de algún modo y no te parece tan descabellado… estupendo. Y si no es así olvídalo fácilmente y no dejes que perturbe tus creencias muy arraigadas. En mi opinión, las ideas, los pensamientos, las especulaciones, los conceptos, las imaginaciones, las invenciones, las creencias, y todos esos productos cerebrales o intelectuales o que son el resultado de las reflexiones, nos llegan de dos sitios básicamente: de la mente o del corazón. Y como hay tal confusión entre las personas acerca de lo que es mente y lo que es pensamiento, y del origen de las cosas que se nos presentan dentro de “la cabeza”, cuento lo que a mí me funciona para distinguir. Creo que pensar es un proceso de relacionar ideas, pero hecho SIEMPRE en una mente condicionada, con unos prejuicios que nos hacen repetir continuamente lo mismo sin que nos hayamos puesto a considerar si las ideas de hace treinta años siguen vigentes, o si nos hemos estancado en ellas sin permitirlas-permitirnos evolucionar; si las hemos actualizado para que sean coherentes con lo que somos en este momento actual, si están regidas por miedos reales o imaginarios, si se basan sólo en los conocimientos intelectuales y pensamos desde el complejo y la mente pequeña y limitada; no revisamos si son ideas equivocadas o castradoras o timoratas o sin sentido o muertas; nos conformamos con saber que son “nuestras” y, además, no las queremos perder porque son las únicas que conocemos y ni siquiera somos conscientes a veces de que podemos tirarlas por la borda, liberarnos de su estrechez de miras, rebelarnos contra su esclavitud, y mandarlas-mandarnos a la mierda en ese sentido. La mente es, o dice ser, racional. En principio, eso quiere decir cuadriculada y limitada. Además, la mente se considera independiente de nosotros y con plena libertad para hacer sus elucubraciones del modo que considere oportuno y presentándonos después sus creaciones y conclusiones como si fueran nuestras propias. Y, encima, nos creemos que son nuestras y las acatamos como si realmente lo fueran. Se nos olvida en demasiadas ocasiones que la mente es un instrumento a nuestro servicio, una herramienta para utilizar conscientemente, y no es nuestra directora, quien nos manda, y menos aún infalible. Y que sus conclusiones son suyas y no nuestras. Veo la mente en ese sentido bastante limitada, excesivamente condicionada, no del todo fiable –todos hemos podido comprobar la cantidad de “errores” y “equivocaciones” que comete-, y que es un poco complicado relacionarse bien con ella. Por otra parte -y de esto sí que soy realmente consciente, o sea que lo saco de la divagación que es el resto de lo escrito-, todos –repito: todos- disponemos de una sabiduría innata, con la que ya nacemos, que en opinión de unos es un regalo o don divino, y en opinión de otros es la sabiduría acumulada en encarnaciones anteriores. Así como la mente la situamos simbólicamente en la cabeza, esta sabiduría innata la situamos en el corazón. Así que es el corazón –otros lo llaman intuición- quien tiene la capacidad de “pensar” mejor que la mente, la habilidad para tomar decisiones con más precisión, y además evita todos los conflictos mentales, todo ese darle vueltas a las cosas una y otra vez, y todas las dudas acerca de la incapacidad de uno para pensar bien por la falta de costumbre bien por creerse poco inteligente. El corazón y la intuición afinados –y se afinan aún más cuando les permitimos expresarse y les demostramos confianza- son muy atinados, aprecian lo visible y lo invisible, disponen de ecuanimidad, y deciden sin nuestra intervención invasiva por lo tanto de un modo más certero. Hay cosas que es mejor pensarlas y cosas que es mejor sentirlas. Y la sabiduría está en saber distinguir cuándo una cosa, cuándo la otra, y cuando tener en cuenta a ambas al mismo tiempo. Y para eso no hay –o no conozco- una fórmula universal. Son la atención, la experiencia, y la propia sabiduría innata quienes dan pistas de cuál utilizar en cada momento. Repito: no hagas caso de lo que has leído. O sí… Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, te agradeceré que lo compartas. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  16. ME ALEGRO DE TENER UNA PÉSIMA MEMORIA En ocasiones, nos empeñamos tanto en no querer olvidar una ofensa, o algo que hemos sentido como una ofensa aunque en realidad no lo fuera, que perdemos tiempo, energía, optimismo, y vida, en una inutilidad que además nos agrede por todos los lados y de todos los modos. Nunca pensé que me podría ilusionar escribir esta realidad que he plasmado en el título. ME ALEGRO DE TENER UNA PÉSIMA MEMORIA. Tengo que añadir que “para ciertas cosas”. Por ejemplo, para las ofensas. Me encanta olvidarlas. Me encanta. Esta mañana me he encontrado con un ex vecino al que no veía desde hacía varios años. Le he saludado cordialmente y hemos estado hablando un rato para ponernos al día de nuestra situación actual. Todo ha ido bien, muy amables ambos y con una sonrisa puesta en la boca. Cuando nos hemos despedido, y mientras aún seguía relamiéndome por el bueno gusto que me había provocado el encuentro, me he acordado de que dejé de hablar a este vecino porque una vez me amenazó, y muy seriamente, porque decía que yo tenía la música muy alta de volumen en mi casa, cosa que no era cierta. Aquella fue una discusión agria, y más que desagradable, y si le hubiera hecho caso a su incitación podía haber llegado a ser violenta. Pero hoy, al verle, no estaba presente nada de lo que pasó. Me ha alegrado que así fuera. Este hombre con el que estuve hoy no tenía nada que ver con aquel de la discusión. Iba acompañado por su pareja y se le veía alegre, feliz, y cuando sucedió aquello justo acababa de dejarle su esposa y es evidente que no estaba en su mejor momento. Estaba muy susceptible –con razón- y pagó conmigo la rabia que tenía contra su esposa. ¿Qué hubiéramos ganado ambos si yo me hubiera pasado estos últimos años rememorando continuamente aquella situación, y guardando el rencor que me creó aquel día para que no se me olvidara nunca todo lo que sentí entonces por él? Me alegro de que esta memoria mía sea capaz de guardar con cariño y cuidado los excelentes recuerdos que tengo de momentos preciosos y en cambio, y sin que me importe, sea capaz de perder los momentos desagradables que me produjeron otras personas. Y me alegra en la misma medida ser capaz de permitir que se diluyan esos ataques a mi ego que yo entendí como ataques a mi persona. No ofende quien quiere, sino quien uno permite que ofenda. Que el olvido haya hecho la labor de cargarse con la incómoda o dolorosa molestia que provocan las ofensas y sus sinónimos me libera de tener que estar arrastrando y padeciendo sus consecuencias. Comprender las razones o motivos de quien nos “ofendió” puede desmontar todo el drama que nosotros le hemos añadido, y nos puede permitir llegar a darnos cuenta del porqué. En el caso de mi ex vecino se ve claramente que yo no era el culpable de su estado de ánimo, sino que fui la válvula de escape. Y aunque dirigiera a mí su rabia no era a mí a quien apuntaba sino a aquella esposa que le había abandonado. Si uno se pone a revisar serenamente los momentos en los que ha jurado –real o simbólicamente- un odio eterno a alguien por las ofensas que otro ha cometido, y lo hace con ecuanimidad, desde la justicia imparcial, y también desde el punto de vista de la otra persona, desde su estado de ánimo y sus circunstancias, le resultará mucho más fácil comprender la acción del otro. Es muy posible que aquel que nos ofendió, humilló, insultó, menospreció, o difamó, lo hiciera sin una intención tan grave como fue el resultado. Es posible que dirigiera a la persona equivocada su intención dañina, que estuviera obcecado por otro asunto y fuera de sí, que no supiera medirse, que su carácter sea desagradable, que lo que odie sea su vida o a sí mismo y no a nosotros –que fue contra quienes descargó su frustración-. También puede ser que fuera muy consciente de su intención de hacer daño y que fuera su intención verdadera hacerlo, pero aún en ese caso se podría hacer un esfuerzo de comprensión y entenderle. El caso es que quien arrastra un rencor de años, una rabia largamente acumulada, o un deseo de venganza más o menos oculto, en realidad se está haciendo a sí mismo un daño grave. El espacio que ocupan todos esos sentimientos desagradables podría estar ocupado por una comprensión generosa del Ser Humano y sus equivocaciones. El amor a los otros y a sí mismo podría ocupar ese mismo espacio. La pregunta valiente, que se ha de hacer desde el corazón y el amor, desde el cuidado a Sí Mismo, desde el respeto que uno ha de tener hacia su propio bienestar, y el deber de preservarse de cualquier ataque a su estabilidad emocional, es esta: ¿Qué me aporta de positivo seguir así? O también esta otra: ¿Para qué me estoy obligando a mantener este aire de ofendido? Las respuestas, si cumplen el requisito de ser sinceras y de no estar descaradamente a favor del deseo de perpetuar el estado de ofendido, nos sorprenderán. No sorprenderá, tal vez, que la primera respuesta sea “Nada” y la segunda sea “Para nada”. Y si las respuestas son estas, u otras similares, es el momento de pasar la escoba, de darle de comer al olvido, de ponerse una leve sonrisa en la boca y pensar algo parecido a “cuánto tiempo, cuánta energía, cuánto optimismo, y cuánta vida perdida con esto”. Ya le digo: me encanta tener una pésima memoria que es tan sabia que no se entretiene con estas tonterías. Te dejo con tus reflexiones… (Y si te ha gustado, compártelo y me ayudarás a difundirlo. Gracias) Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  17. OLVIDA LOS ERRORES DE TU VIDA En mi opinión, cargamos de un dramatismo excesivo a los “errores” que cometemos a lo largo de la vida. A fin de cuentas, no son más que acciones que fueron –o que aparenta que fueron- desacertadas o equivocadas. Y eso es casi inevitable. Dado que no nos educan expresamente para vivir y afrontar los inconvenientes que la vida conlleva, y que todos actuamos más con buena voluntad que con atinados conocimientos, la lógica hace que sean habituales los errores y los deberíamos entender como una parte del aprendizaje y nada más. Los niños se caen cuando están aprendiendo a andar y no pasa nada por eso. Ningún niño se traumatiza por sus errores a la hora de aprender a andar ni se pasa el resto de su vida reprochándose sus errores. Pero los mayores sí lo hacemos. Lo útil de los errores está en el hecho de que si uno está atento a dónde estuvo el error y por qué ocurrió, y pone atención a partir de entonces, es muy posible que no se repita el mismo y es posible sacar un aprendizaje para otros asuntos similares. Y se acabó. Lo que es contraproducente, autoagresivo, y del todo innecesario, es estancarse en el reproche por los errores, maltratarse por ello, declararse la guerra o una enemistad perpetua, denigrarse, bajar el nivel de autoestima, repetirse y recordarse miles de veces lo torpe que uno es, quedarse estancado en ello y no seguir adelante y con normalidad, o cometer el error de sobrevalorar los errores. Lo que no veo nada interesante es que el hecho de cometer un error –que insisto en que es algo habitual y no debiera tener una gran trascendencia- sea el detonante de una mala relación con uno mismo, porque preservarse de cualquier tipo de agresividad y de una mala relación consigo mismo es un asunto primordial. Partimos del supuesto de que aplicamos el principio de buena voluntad, o sea, que no hay mala intención ni para con uno mismo ni para con los otros cuando se comete un error, porque si hay mala intención en ello es más complicado de justificar la desproporcionada condena que generalmente se emite. Si uno actúa de cierto modo sabiendo que con ello causa un perjuicio, es lógico que después haya un arrepentimiento por lo hecho y que se considere un error en el sentido más peyorativo de la palabra. Pero si uno actúa y toma sus decisiones con la mejor de las voluntades –y esto sirve para todo- aunque después el resultado de esa acción no sea el que se deseaba, no ha lugar a represalias. El acto no ha de pasar de ser simplemente una experiencia que no dio el resultado apetecido. Y nada más. No ha de ser el principio de una cadena de condenas, el inicio de una retahíla de regaños, ni un motivo que desencadene una depresión. Uno se equivoca, ¿Y qué pasa? Eso indica simple y claramente que uno es humano. Y como humano tiene derecho a equivocarse. Dramatizamos demasiado los errores, por encima de su valor real de tasación justa, y lo hacemos a pesar de que ello se vuelve contra nosotros. Ya sé que cuesta cambiar. No sé si es porque se despierta algún recuerdo que nos hace creer que cada error se merece un suspenso o un castigo, pero persistimos en repetir la misma rutina cada vez, a pesar de que vemos que de ese modo no aprendemos y que, aunque no queramos reconocerlo, se crea un distanciamiento con nosotros mismos y se crea una seriedad innecesaria en la propia relación. ¿Y qué de bueno se gana con ello? Nada. Nada bueno. Sí, estoy convencido de que hay que olvidar los errores. Una vez aprendida la lección hay que desembarazarse de ellos, procurando además que no dejen ningún tipo de huella atormentada. Es más agradable tratarse a sí mismo con dulzura, con cuidado; comprender que no siempre salen las cosas como uno desea pero que eso no es motivo suficiente para borrar la sonrisa de la cara y el optimismo de la vida. Hacerlo así ayuda mucho, sin duda. A fin de cuentas, uno tiene que seguir consigo mismo el resto de su vida y es mejor hacerlo de un modo amigable. El amor propio, o sea, el amor a Uno Mismo, es primordial y no hay que abandonarlo nunca, bajo ningún concepto, y en ningún caso. Que así sea. Te dejo con tus reflexiones… Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  18. SOLTAR, DEJAR IR, DESAPEGARSE En mi opinión, una de las causas que propician sufrimiento es el hecho de que somos tan posesivos, y estamos tan apegados a las personas o a las cosas, que no sabemos ni aceptamos soltarlas y dejarlas ir. Todo en la vida y todo en el mundo es cíclico. Todo se basa en un ciclo en el que todas las cosas nacen y mueren, todas tienen un comienzo y un final, todas están y dejarán de estar. Y hay que aceptarlo tal como es. Y aceptarlo evitará una serie de sufrimientos innecesarios, de esos que no aportan algo positivo. La No Permanencia es la base de todo. La inmortalidad no existe para nada de lo que hay sobre la Tierra. Nada existe a perpetuidad. Ni siquiera las cosas que no quisiéramos perder nunca, ni las personas a las que tanto amamos y amaríamos hasta el infinito, ni lo que nos produce placer, ni lo más ansiado. Nada. Todo tuvo un principio y todo tendrá un final. Incluso nosotros mismos. La vida es un perder continuo. Perder cosas, perder amigos, perder familiares, perder la juventud, hasta perder la propia vida… siempre estamos perdiendo y así hay que aceptarlo ya que la oposición y la negación no sirven para nada. Las cosas hay que disfrutarlas o amarlas mientras están. Mientras es posible. La consciencia del Aquí y Ahora en este caso es muy útil. Todo se acaba: los buenos momentos y los malos, las películas y las cenas, los viajes y las canciones, y el hecho de que algunas cosas –no todas- se puedan volver a repetir nuevamente eso no quiere decir que será por siempre. Me gusta el cuentecito que relata que un Maestro llevaba siempre en sus bolsillos dos papeles. Cuando estaba en un momento excelente, sacaba de su bolsillo un papel donde estaba escrito: ESTO PASARÁ. Cuando estaba en un momento difícil, sacaba de su bolsillo izquierdo otro papel donde estaba escrito: ESTO TAMBIÉN PASARÁ. Para todo hay una última vez, y conviene ser muy consciente de ello. Yo pienso a menudo en este asunto, y vivo a conciencia y luego me despido de las cosas, de los sitios, e incluso de las personas cada vez que estoy en ellas o con ellas. Cuando estoy con una persona mayor siempre me despido como si fuera la última vez que la voy a ver. Posiblemente esta sea la última vez que estaré en la India, pienso si estoy en la India. Esta es la última vez que veré esta puesta de sol –aunque pueda ver otras parecidas- digo cada vez que veo una puesta de sol. Y ser consciente de ello me hace apreciarlo todo aún más, con otra intensidad distinta, con una especie de avaricia de sacarle todo el jugo para atesorarlo con plenitud. Hacerlo así, me deja muy en paz. Conviene aprender a desapegarse de todo para evitar que su falta o su ausencia provoquen sufrimiento. Y esto no quiere decir “aprender a no disfrutar las cosas”, que no importen las cosas, sino ser conscientes de su existencia mientras existen y darles permiso después para que se terminen porque ya han cumplido el ciclo que relación que nos correspondía a ambos. Es muy beneficioso evitar las adicciones a las personas y las cosas. Y no pretendo ni siquiera insinuar que es mejor ser una persona insensible que no se permite el sentimiento placentero para evitar el posible posterior sentimiento doliente, sino que las adicciones parece que sólo aportan una parte negativa duradera tras la aparente euforia inicial que provocan. Soltar… que dure mientras dure para luego dejarlo ir. Todo. Fue muy bonito mientras duró, pero ya antes del principio sabíamos que tenía un fin. Dejar ir… que cada cosa y cada persona siga SU ritmo, SU vida, SU destino, y no el que nosotros queramos. Desapegarse… Despegarse… Vivir –nosotros y los otros- en libertad. Aceptar… que las relaciones con las personas y las cosas tienen un final, y cuando éste llegue aceptarlo sin hacer de ello una drama. No es fácil, pero es Ley de Vida y es conveniente aceptarlo así. Te dejo con tus reflexiones… Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  19. LA FELICIDAD NO RECHAZA A NADIE En mi opinión, la felicidad es un tema inagotable. Es el objetivo de muchas personas –“Yo lo que quiero en esta vida es ser feliz”, dicen-, pero es un objetivo al que no se le presta la atención que requiere. Partamos de una realidad: la felicidad es absolutamente subjetiva. También es un sentimiento, pero casi nunca es puro porque casi siempre está condicionado. Esto quiere decir que se le ponen demasiados requisitos y obstáculos para que se instale en nosotros de forma permanente. La felicidad depende en una buena proporción de una decisión personal. Para ser feliz es necesario tener permiso propio para ser feliz. Si uno no se lo autoriza, no lo será nunca, por mucho que todas las circunstancias estén a favor y que todos los deseos se cumplan. Atención a esto porque es realmente importante. Es necesario averiguar si uno tiene permiso propio. ¿Cómo se averigua? Prestando atención a uno mismo y comprobando si en algún momento en que puede ser feliz por su parte colabora o, por el contrario, se boicotea. Cuento mi caso. Yo tengo muy marcado un mandato que me dice NO DISFRUTES. Soy una persona con un excelente sentido del humor que disfruta la vida y las cosas, pero me he tenido que observar primero y darme permiso después. En el tiempo en que ese NO DISFRUTES me afectaba, y mucho, cuando llegaba un sábado por la noche y tenía invitaciones para salir a divertirme, siempre ponía excusas y más excusas para no salir. La realidad es que yo sabía que me lo iba a pasar muy bien, y para cumplir el mandato de NO DISFRUTES, me boicoteaba. Hasta que me di cuenta y todo cambió desde entonces. Me di cuenta de eso. Ahora, quien tenga la sospecha de que se queda con la parte menos agradable de la vida y rechaza, consciente o inconscientemente, la felicidad, que se ponga a la tarea de descubrir dónde está el impedimento para ser feliz. Como la felicidad es un asunto absolutamente personal, es cada uno quien siente si algo le aporta felicidad o simplemente le hace creer, solamente creer, que es feliz. Las risas, el optimismo, los placeres, pasarla bien… ¿Podría esto superar las condiciones autoimpuestas para Ser Feliz? Por supuesto que sí. No es la felicidad absoluta, pero le puede servir para quien se conforma con ello y puede sacar la conclusión de que es feliz. Como ya sabemos que la felicidad es un asunto sentimental, si uno lo siente de ese modo es más que posible que la consiga. La felicidad, por tanto, puede ser mucho más asequible si se rebajan las expectativas y las condiciones que uno se ha impuesto como necesarias para ser o sentirse feliz. ¿Le pones demasiadas condiciones a la felicidad?, ¿O eres tolerante a que el hecho de no se cumplan todos los deseos no condena irrevocablemente a una infelicidad que acaba convirtiéndose en una infelicidad “global” que afecta incluso a la felicidad verdadera? Es interesante que te des una respuesta. Esta puede ser una buena propuesta: dejarse encontrar por la felicidad. Responder a ella sin objeciones, sin ponerle zancadillas, sin aplazarla, sin desplazarla; darse el gustazo de ser feliz sin impedimentos, con todo lo que conlleva ser feliz. Un niño absorto en su mundo de juegos… ¿Es feliz?... Está claro que se está permitiendo estar íntegramente en eso y que eso ocupa su plena atención de ese momento. Ninguna otra cosa le impide disfrutarlo. ¿Es feliz o está contento? En general, dan la impresión de ser felices. Y lo son. Lo son de acuerdo con el baremo de ese momento de su vida, y dadas las nulas condiciones para sentirse feliz. No hay condiciones, no hay impedimentos, y no hay espacio reservado para la infelicidad. ¡Cuánto tenemos que aprender los mayores! Es cuando uno se va haciendo mayor que comienza a imponerse restricciones, y cree que sólo será feliz si aprueba todas las notas, si tiene el último modelo de móvil, si lleva ropa de marca, si encuentra un trabajo, si tiene novia, si se casa, si tiene hijos, etc., etc. Quien se propone ser feliz no necesita mucho para conseguirlo. Quien pone muchas condiciones para ser feliz, nunca lo será. La felicidad está en las cosas pequeñas que se ven con los ojos grandes. Pónselo más fácil a la felicidad para que pueda instalarse en ti. Rebaja las exigencias. A pesar de todas las circunstancias pasadas y presentes, a pesar de la situación personal, a pesar de los impedimentos y los argumentos cargados de razón, es mejor dejar de coquetear con la infelicidad y ser más amante de la felicidad. Y más, teniendo en cuenta que la felicidad no rechaza a nadie. Te dejo con tus reflexiones… Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  20. ABANDONA LA INFELICIDAD Conviene no olvidar nunca esto: Tanto la infelicidad como la felicidad son una decisión personal. Uno puede dejar de ser infeliz en cuanto lo decida y haga lo que tiene que hacer para deshacerse de ella. En mi opinión, tal vez no encaramos del modo adecuado la idea de infelicidad. Escribo “idea” porque la infelicidad realmente es solo una idea. Es casi seguro que, visto objetivamente, se puede llegar a la conclusión racional de que uno tiene motivos más que suficientes para ser y sentirse feliz, pero si la idea que ronda nuestra mente es la de que somos infelices, la energía que se pone en eso suele ser tan intensa que creará, sin duda, una infelicidad artificial pero de poderosas y adversas consecuencias. Las personas buscan libros y artículos que les hablen sobre la felicidad, pero se desatiende algo que es imprescindible conocer: la infelicidad. El día 7 de febrero de 2016, cuando escribo este artículo, al teclear “felicidad” en Google aparecen 55.900.000 resultados, pero si se escribe “infelicidad” aparecen 614.000. Si se escribe en inglés, “happines”, aparecen 360.000.000 y si se escribe “unhappines” 7.590.000; si se escribe “feliz” son 283.000.000 y si se escribe “infeliz” 9.600.000 Podríamos deducir de este dato –que no es objetivo ni en absoluto determinante-, que a la gente le interesa más la felicidad que la infelicidad. Si piensa en títulos de libros, también se encuentran más títulos del estilo de “¿Cómo ser feliz”, que “¿Cómo dejar de ser infeliz?”. Parece ser que a la felicidad no le permitimos alcanzar su plenitud mientras exista algo de infelicidad. O por lo menos, algo que uno sienta como infelicidad, ya que el hecho de tenerla como sentimiento hace que nuestra mente lo interprete como realidad. Entonces… ¿Será que hay que hablar de infelicidad antes de hablar de felicidad? Esto es una apreciación personal. Piensa en tu caso. ¿Te deshaces de las cosas que te hacen infeliz o te empeñas en querer sepultarlas con otras cosas que te hagan feliz? En caso afirmativo… ¿Sabes que estás intentando construir sobre un suelo que en cualquier momento va a hacer que se caiga tu construcción? ¿Piensas que si hay muchas cosas que te hagan feliz van a desaparecer las que te hacen infeliz? Supongo que tu respuesta es negativa. Lo sabes conscientemente, pero… ¿Lo sabe tu inconsciente? Esto es difícil de medir, pero apostaría a que las cosas que te hacen infeliz tienen diez veces más de poder que las que te hacen feliz. Además, son más insistentes y más notables. Y, lo que es peor, producen sufrimiento. A veces, uno se pregunta: ¿Por qué soy infeliz, si tengo un buen esposo, dos hijos cariñosos y buenos, un buen trabajo, una buena casa…? Y es difícil responder a la pregunta porque se hace en el sitio equivocado. Se le pregunta a la lógica y la lógica hasta puede darte la razón, pero… ¿De qué te sirve que te dé la razón? La infelicidad es un sentimiento, no es un asunto que se pueda racionalizar y por ello desaparezca. Las cosas malas que tiene la infelicidad –que son muchas- son, sobre todo, que es absorbente, acaparadora, manipuladora, que lo abarca todo y con su influencia negativa hace desaparecer a la felicidad y lo tiñe todo de un gris sombrío. Y conviene ser muy conscientes de esto, pero que muy conscientes, porque en cuanto se instale esa idea en la cabeza se instalará al mismo tiempo un pesimismo que irá contagiando a todas las facetas de nuestra vida, a nuestro ánimo, apagará las esperanzas, destituirá a las sonrisas, y se instalará de una forma tan arraigada y poderosa que irá contaminando cada uno de nuestros pasos y todos los propósitos. Se puede Ser Infeliz y darse cuenta, o Ser Infeliz y no darse cuenta. En el primer caso, uno reconoce su infelicidad –con más o menos conflictos internos- y tras pasar el shock emocional que se produce cuando una acepta su infelicidad, empieza la parte buena y enriquecedora: uno tiene la opción de abandonar la idea de infelicidad para acceder en primer paso a la tranquilidad para, posteriormente, sacar de esa circunstancia toda la enseñanza que lleva y todo lo positivo que conlleva. En el segundo caso, permite vivir en una burbuja muy aislada donde no entra el intento de resolver la situación o situaciones que condenan a esa infelicidad. Uno se apaga en su idea de que no tiene remedio y se hace sufridor profesional cualificado. Conviene saber que la infelicidad es, casi siempre, una situación a la que conduce el ego, que no quiere aceptar la desgracia ni la suerte adversa, que no admite que en la vida no se cumplan todos sus deseos y que los sucesos del mundo no dependan de sus decisiones. Y es quien impone un estado de frustración que nuestra mente traduce como infelicidad, aunque no lo sea. A las personas o cosas que producen infelicidad hay que verlas desde fuera, inafectados, como si fueran ajenas, para poder conservar la objetividad con la que se podrían desmontar todos los aspectos que colaboran en que uno se sienta infeliz. Como la infelicidad es un estado mental, aunque uno sea real y objetivamente feliz, si se siente de ese modo tiene todas las posibilidades de acabar estando infeliz y sintiéndose como tal. Son ideas que no admiten un diálogo abierto en que se les pueda hacer ver su sinrazón, el daño que causan, y su inutilidad Si uno desmenuza los motivos que cree que le provocan infelicidad y ve que no son concluyentes, o no es capaz de encontrar la razón entre los asuntos que revise, entonces es muy posible que sea un asunto espiritual. Es muy conveniente –como en todos los casos- hacer muy bien la pregunta porque cada pregunta tiene SU respuesta, y si no se hace del modo correcto es posible que nos quedemos con una respuesta que no es la adecuada a la pregunta que nos interesa pero hemos hecho mal. No hay que preguntarse: ¿Por qué SOY infeliz?, ¿Por qué SOY un desgraciado?, sino que habrá que preguntase ¿Por qué me SIENTO infeliz?, ¿Por qué me SIENTO un desgraciado? FELICIDAD e INFELICIDAD, como palabras, sólo se diferencian en el prefijo IN. Este prefijo siempre indica negación o privación. Infeliz, por tanto es “no ser feliz” o es “privarse de la felicidad”. Infelicidad es, por tanto, la falta de felicidad. Pero se confunde habitualmente la infelicidad con la ausencia de felicidad plena por la falta de una resolución de nuestro agrado en un área concreta de la vida. Si no somos o no nos sentimos felices, entonces, lo interesante es averiguar cuál es la razón, el origen verdadero, y no ponerse a tratar de incorporar elementos que suponemos nos van a hacer felices porque no van a encontrar una situación que les acoja bien, ya que interiormente no existe esa situación. Es como cuando estás de mal humor y nada que te hagan te parece bien y ningún chiste te hace gracia. Lo que pasa es que si no se tiene claro el concepto de infelicidad, o si uno es propenso a ella porque no sabe entender ese sentimiento, se puede equivocar –trágicamente y mucho- interpretando que es infeliz porque no encuentra un trabajo, su vida sentimental es deficiente, le falta su querida madre, un amigo le ha fallado, o es domingo y se van a mojar los planes previstos. Todo eso no son más que asuntos circunstanciales adversos, realidades que inútilmente no se aceptan, o carencias en un solo y específico área de la vida. Lo contraproducente es hacer lo que se hace habitualmente: si falla un aspecto de la vida se le da un valor desmesurado y nos obnubila de tal modo que llegamos a ser capaces de englobar todos los otros asuntos que nos van bien, y el propio concepto de ser y saberse feliz que uno tiene, en la afirmación equivocada de “Soy infeliz”. No es cierta la afirmación de “Soy infeliz”. Simplemente, alguna cosa no ha salido como yo deseaba o fantaseaba. Puedo sentirme triste, incómodo, decepcionado, enojado, o frustrado en un aspecto… pero no “Soy infeliz”. No hay que confundir los términos. Repito: si yo me digo a mí mismo que “Soy infeliz”, acabaré creyéndomelo y actuando como tal. Eso implica que mi carácter abandonará la objetividad para pasar a verlo todo a partir de ese pensamiento con el tinte negro de la infelicidad, y todo –hasta lo más nimio- comienza a ser una tragedia; la mente se centra en la tragedia y se olvida que ese “lo que sea” sólo representa un pequeñísimo porcentaje en el conjunto de cosas de nuestra vida. Que la infelicidad no te impida ver la felicidad que sí tienes. Que no la minusvalore. Que no la hiera ni la borre. No hay que permitir que el hecho de que una cosa no suceda del modo deseado se convierta en infelicidad –porque no lo es- y que posteriormente eso malogre el resto de felicidad que uno siente y es. Una de mis palabras favoritas en los procesos de Desarrollo Personal es esta: Preservarse. Ponerse a salvo. Protegerse. Resguardarse de algún daño o peligro. Cuidarse. Crearse el mecanismo y la atención que se necesitan para que no afecten negativamente las cosas que nos suceden. Algunas de ellas son inevitables y no es correcto darles el poder y el permiso para que nos agredan. Se malogran algunas cosas y algunos proyectos, y eso es y hay que aceptarlo como “normal”. Podía suceder y sucedió. Estaba en la parte de las previsiones que preferimos obviar. Y eso hay que tolerarlo sin objeciones, sin que sea una catástrofe de proporciones desmesuradas y sin pataleta, ya que no es correcto dejar nuestra estabilidad emocional, y nuestro sentimiento de felicidad, en las manos de la posibilidad de que el azar o las situaciones nos provean de algo indeseado. Es conveniente quitarles el poder a las cosas que nos suceden, para que no se convierta en infelicidad lo que simplemente es una frustración. De la vida hay que esperar cosas sensatas y no irrealidades, y es más adecuado no confiar plenamente en las utopías. Los sueños, sueños son. En la vida pasa lo que pasa y no siempre lo que uno desea que pase. Te dejo con tus reflexiones… Más artículos en: (Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php?action=forum
  21. VIVIR NO ES TAN DIFÍCIL (como parece) LA VIDA NO ES TAN COMPLICADA (pero hacemos que lo sea) “Mientras vivas, sigue aprendiendo cómo vivir”. (Séneca) “La vida no consiste en ser el mejor o en ser mejor que los demás, sino en ser la mejor persona que uno puede llegar a ser.” (Anónimo) En mi opinión, en muchas ocasiones se nos tuercen las cosas, se enredan los propósitos, y parece que todo se nos opone con verdadero ahínco, con una fuerza inquebrantable, como para que no podamos con ello, para que nos inunde un desánimo invencible, se oscurezca todo de un negro tan profundo y luctuoso que nos impida ver el sol, y el desánimo sea nuestro propietario. Cuántas veces nos apetece tirar la toalla –aunque no sepamos ni dónde hay que tirarla-, lo mandaríamos todo a la mierda, nos esconderíamos debajo de las sábanas para que la vida no nos vea y los problemas no nos encuentren, y nos rendiríamos para siempre creyendo que con eso se acabó todo… Cuántas veces hemos creído firmemente que alguien nos ha echado mal de ojo, hemos venido a esta vida a purgar lo malo que hicimos en otra encarnación anterior, Dios nos castiga y sus razones tendrá aunque las desconozcamos, el diablo nos usa para sus torturas, lo bueno ha huido para siempre, y lo malo nos ha secuestrado y convertido en sus víctimas… Cuántas veces no nos apetece seguir, tenemos ganas de que se acabe la vida –en realidad, de lo que se tienen ganas es de que se acaben los problemas de la vida-, no tenemos ánimos para luchar porque suponemos que esta vez también acabará en derrota, sentimos que hemos sido abandonados por la fuerza y por la voluntad, y nos parece sentir claramente que el destino no tiene previsto nada interesante para nosotros… Y, a pesar de todo, hay que seguir. No es que no quede otro remedio que seguir, sino que hay que seguir. Y hay que seguir porque sabemos que estos momentos tan funestos pasan, y sabemos que la vida es una escuela y no se puede dejar hasta que acabe el curso, y sabemos que aprendemos de lo que nos pasa, que no nos debemos oponer al curso imparable de la vida que nos lleva –aunque no lo sepamos- hacia alguna parte. Vivir no es tan difícil como pueda aparentar. Sí es cierto que algunas vidas sí son un poco más complicadas, y que en muchas ocasiones uno no es del todo responsable de su situación y sus circunstancias, pero dentro de las dificultades que la realidad nos pone por delante siempre hay “un algo” (podía haber escrito “un Ángel de la Guarda”) que nos lleva hacia adelante, y no es sólo que el corazón y los pulmones se empeñen en ello. Hay “algo” (podía haber escrito que “el destino”) que no nos deja decaer del todo y hace que sigamos viviendo a pesar de todo, y que busquemos –muchas veces sin ahínco y sin darnos cuenta de ello- lo que está por venir. Pero en la mayoría de los casos, somos nosotros solitos, sin necesidad de dificultades externas, los que nos enredamos con esto de vivir, los que complicamos las cosas, los que exigimos sin derecho, esperamos lo imposible, pedimos lo equivocado, y tenemos poca tolerancia a que no se cumplan nuestros deseos –por locos o imposibles que sean- y soportamos, muy poco o nada, la frustración. Vivir es sencillo, y debiéramos lograr que para nosotros lo fuera también. En la vida hay que dejar un lugar para la posibilidad de que no se cumplan nuestras ambiciones o ilusiones, sin hacer un drama de ello. El mundo no gira a nuestro alrededor y Dios y su cohorte de Ángeles no están a nuestro servicio y nuestras órdenes. En la vida –porque la vida no siempre depende de nosotros- pueden pasar cosas que nos sean favorables –y eso no nos cuesta aceptarlo- y pueden no llegar a suceder. Y ambas cosas hay que admitirlas. Vivir -si llamamos vivir a esto de estar en el Mundo e interaccionar con las cosas que van sucediendo a diario-, si se le descarga de expectativas, de ambiciones, de imperativos, de un ego que exige pleitesía, y si uno se queda nada más que con la capacidad despierta de emocionarse con las grandes nimiedades que nos aporta, valorando lo positivo que siempre hay y depreciando lo que no sucede a nuestro gusto, sería más fácil. El ego malo –porque también hay un ego muy bueno- es quien se torna en centro que no quiere ser alterado, en niño imbécil que no acepta una contradicción, en déspota que quiere imponer la tiranía de que todo lo bueno esté a su servicio, y es quien nos lleva a las injustas e inútiles comparaciones, y a la rabieta que nos enoja contra algo que sucede a cada instante, que es irrepetible e irrecuperable, a lo que llamamos vivir. Y lo malo es que mientras persistimos en esa actitud de entender a la vida o al Mundo o a las circunstancias o al resto de la Humanidad como nuestros enemigos o nuestras zancadillas o la oposición injusta y más encarnizada, la vida sigue su paso inexorable, al margen de nuestro berrinche y nuestra pataleta. Y cambiamos vivir por un malvivir o por un no vivir en un trueque nefasto en el que siempre –repito: siempre- salimos perjudicados. Invito a probar qué pasaría si le quitáramos fuerza y dramatismo a eso de que no nos sucedan todas las cosas del modo que deseamos, a probar cómo es eso de que no se cumplan nuestras ambiciones –porque somos ambiciosos y hay que llamar a las cosas por su nombre- sin que ello nos lleve a una pseudodepresión, sin que ello nos enclaustre en un estado en el que pésimamente valoramos el incumplimiento de una cosa como si el resto de las que sí suceden perdieran todo su valor. Es cuestión, también, de revisar si nuestra escala de valores debiera seguir vigente o exige una actualización. Si es tan importante como creemos eso de tener, de aparentar, de ansiar, el poder, el ego, las ambiciones… si somos muy conscientes de que la vida no para mientras estamos liados con nuestras supravaloradas tonterías, si vivir es otra cosa que dejar pasar el tiempo, y si nos estamos perdiendo algo –irrepetible e irrecuperable- como es la vida. ¿Vives? ¿Eres consciente de que estás viviendo? ¿Te conformas con dejar que la vida se vaya sin vivirla? ¿Podrías desdramatizar tu vida? Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales es el creador de la web www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM) orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.
  22. ¿POR QUÉ NO HAGO LAS COSAS QUE NO HAGO? En mi opinión, sí somos conscientes de algunas cosas que no queremos hacer y no hacemos, porque nos desagradan, porque son peligrosas, no estamos o no nos consideramos capacitados, no nos apetecen, son inalcanzablemente caras, quedan fuera de nuestras posibilidades reales, etc.; pero, en cambio, no sabemos por qué no hacemos otras que sí nos gustaría hacer y que sí podríamos hacer. Tenemos que descartar, por supuesto, las que no se hacen por imposibilidades físicas o económicas –o sea, cuando nuestras limitaciones físicas o la economía lo imposibilitan-. No pensemos por tanto en poder volar con la rápida y constante agitación de nuestros brazos o en vivir en el fondo del mar como los peces, ni en llevar una vida de multimillonarios si no lo somos. Esta es una buena pregunta para empezar: ¿Soy consciente de lo que no hago porque creo que no lo puedo o no lo debo hacer? Al leer esto, cada persona está pensando en cosas distintas, así que todo lo que viene a continuación, y lo que encuentres por ti mismo, trata de aplicarlo a tu caso particular. Si no hago cierta cosa que sí quiero hacer pero no hago… ¿Qué me lo impide? Si las respuestas que encuentro son absolutamente irrebatibles y coherentes, y me demuestran la imposibilidad actual, no puedo hacer otra cosa más que esperar y ver si más adelante cambian las circunstancias y entonces sí es posible, o descartarla definitivamente sin que ello me cree frustración. No podemos alcanzar todas las cosas que queremos. Hay algunas que se tienen que quedar en los mundos de la fantasía o de la imaginación, porque es el único sitio donde tienen posibilidades de realizarse. Lo que no puede ser, no puede ser. Y comprender esto y aceptarlo puede evitar una vida con frustraciones por ser descabellada en los deseos. Pero si las respuestas que encuentro a mi pregunta una vez analizadas a la luz de la objetividad son nada más que excusas, son insostenibles como argumentos, son mentiras disfrazadas de verdades, son lo que queremos escuchar aunque no coincida con la realidad y nos estemos autoengañando, entonces es cuando llega el momento de sentarse tranquilamente con uno mismo, y, sincerándose del todo, darse cuenta de lo que ha podido servirnos hasta ahora como razón –hasta que ha salido a la luz su inconsistencia- pero que, a partir de descubrir su irrealidad, ya no podemos o no debemos seguir utilizándolo. Ya lo he escrito más de una vez: puede que uno no sea del todo responsable en todos los casos de lo que ha hecho sin mala intención o sin saber el resultado que iban a ocasionar –aunque el resultado haya causado daño o dolor-, pero descubrir las consecuencias que pueden provocar ciertas cosas implica que a partir de ese instante ya no se puede eludir la responsabilidad, porque entonces sí que hay alevosía al hacer algo cuyo resultado infausto se conoce previamente. Lo que pretendo que se considere es que en ocasiones no hacemos cosas que sí podríamos hacer, y que nos provocarían satisfacciones. En algunos casos es porque no nos consideramos merecedores de disfrutar –y ni siquiera nos planteamos la posibilidad de pensar en ello-, o porque no nos hemos parado a pensar que en este momento sí podemos hacerlas realidad ya que las trabas que antes nos habíamos puesto han desaparecido, o porque no hemos dedicado el tiempo necesario a hacernos la pregunta y a buscar la respuesta que le corresponde. Si uno está atento puede descubrirse en algún momento de esos en que se le manifiesta una especie de “envidia” porque a uno le gustaría hacer algo que hace otra persona. Es el momento de mirarlo. ¿Me gusta?, Sí. ¿Puedo? Me encanta la gente que con 70 años se pone a pintar… ¡Con lo que a mí me gustaría pintar! … ¿Y yo?... Si quiero hacerlo… ¿Y yo puedo hacerlo? Me emociona cuando escucho la labor que hacen los voluntarios en las ONG’s… ¿Y yo?... ¿Puedo hacerlo? Me gusta andar por la montaña, pasear por la playa, escuchar música “de mis tiempos”, escribir… ¿Por qué no lo hago? Y, por supuesto, que no se convierta esto en un reproche y en una razón para acusarnos de algo porque no lo estemos haciendo hasta ahora, sino que sea el inicio de activar la opción de ponerse a hacerlo. Vivir la vida con plenitud –para que más adelante no tengamos motivos de arrepentimiento- requiere una atención vigilante. Requiere una actualización de todo los que nos compone, de todas nuestras actitudes, pensamientos, ideas, reacciones, miedos, ilusiones… porque todo evoluciona, o todo puede evolucionar, y no estar atento a nuestra propia evolución personal puede privarnos del placer de darle otra orientación u otra intensidad a nuestra vida. Es mejor no dar nada por supuesto en nuestra vida, nada por inamovible, jamás dar una respuesta por definitiva –la vida da muchas vueltas y nunca se sabe…- es mejor estar atento a mejorar en todos los aspectos, preguntarse y escucharse… Hay muchas cosas que no hacemos porque no sabemos que queremos hacerlas. Así que conviene hacerse preguntas a menudo. ¿Qué es lo que REALMENTE deseo? Y contemplar si en el momento de la pregunta hay una respuesta viable, factible, o si hay una respuesta que resuene en nuestro interior de un modo agradable, en cuyo caso es conveniente ponerse a la hermosa tarea de hacer realidad los propios sueños. Si deseamos hacer algo, que ese algo sea viable y factible, y cuidado con las utopías que se vuelven contra uno mismo y crean frustración si no se realizan. Lo que conviene es saber qué hay de cierto en los impedimentos. Los enemigos e inconvenientes se fortalecen si uno no tiene claro que se merece que le pasen cosas buenas y que puede disfrutar de las cosas plenamente, si uno se ha olvidado de ser un niño capaz de gozar, o si uno no tiene su propio permiso para complacerse –y más de uno se llevaría una sorpresa si supiera cómo le afecta esto si en su infancia oía cosas del estilo de: “A este mundo se viene a sufrir”, “Hay que anteponer el servicio al prójimo por delante de uno mismo”, “Menos jugar y más trabajar”, y otras con similar intención-. La propuesta final es, lógicamente, averiguar qué es lo que le apetece hacer a uno que no esté haciendo ahora, sopesar las posibilidades reales de hacerlo, desmontar las imposibilidades que no sean ciertas, comprobar si se dispone de los medios para hacerlo, amarse lo suficiente como para hacerlo por uno mismo, y adelante. Tendrás grandes placeres si te comprometes y lo haces. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales es el creador de la web www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM) orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.
  23. DEJAR QUE CADA MOMENTO SEA LO QUE ES En mi opinión, los conflictos interiores –esas dudas que se presentan y nos hacen cuestionarnos algunas cosas que parecían incuestionables- son más enriquecedores que desconcertantes. Cuando uno creía haber encontrado la meta, y la dirección correcta y el camino adecuado para llegar hasta allí, de golpe o sigilosamente van apareciendo dudas –mal recibidas en la mayoría de las ocasiones- que revolucionan la aparente comodidad en la que se había instalado uno. Quizás parte de los conflictos vienen de la costumbre de etiquetar y adjetivar cada cosa que nos pasa, cada situación, cada instante. Si son placenteros o felices, no hay ningún problema. Más bien al contrario, ya que nos aportan una sensación agradable y una percepción positiva de la vida. De nuestra vida. Si son trágicos, desagradables, o cualquiera otro de sus sinónimos, automáticamente –o sea, inconscientemente; o sea, sin que sea la decisión consciente, meditada y elegida por cada uno para ese momento o esa situación-, nos instalamos en un estado con aire depresivo, en una actitud melancólica o pesimista, o comenzamos una imparable rueda de auto-reproches; vemos caer a cámara lenta, o rauda y estruendosamente, los pilares sobre los que estábamos edificando un relativo y aparente estado de bienestar propiciado por la sensación de estar más o menos bien y más o menos en el buen camino. Ya se ha repetido hasta la saciedad: lo malo –o lo importante- no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa. No es el hecho en sí, sino cómo calificamos o clasificamos el hecho, cómo le damos poder para que nos descentre o nos afecte. O cómo, por el contrario, le restamos importancia y permitimos que nos provoque una insinuación de sonrisa de comprensión, un apenas perceptible movimiento en nuestra estructura personal, o una muy agradable sensación. Lo importante es la actitud que se toma ante el hecho, que es lo que nos permite banalizarlo, descargarlo de drama, o por el contrario convertirlo en una contrariedad lastimosa o en una tragedia comparable a la segunda guerra mundial. La cuestión sobre la que reflexionar es: ¿Realmente es necesaria una relación con la vida en la que todo haya que etiquetarlo como “me gusta” o “me disgusta”? ¿Acaso no sería mejor observar las cosas que nos suceden y dejar que sean lo que son al margen de nuestras críticas u opiniones? Claro que, para quien lee esto, la primera apreciación que se puede presentar es la de pensar que aquí estoy proponiendo una vida sin sentimientos o emociones, una vida muerta sin vida, o una vida apática, sin ilusiones ni esperanzas, en la que hay que aceptar las cosas sin poder ejercer la opción de mejorarlas o hacerlas a nuestro gusto. Mi respuesta es: no; no propongo una rendición a lo que suceda siendo espectadores sumisos, sino que propongo una comprensión de que las cosas y los momentos son lo que son independientemente de que nosotros les pongamos o no una etiqueta, e independientemente del color o el matiz de esa etiqueta. ¿Propongo la indolencia? La respuesta es: No. Lo que sí propongo es preservarse de la mala relación con uno mismo partiendo de la admisión de que hay cosas que nos son ajenas, en las que no podemos intervenir, que suceden aunque nos opongamos o nos disgusten, y que eso provoca momentos que son como son y que hay que dejarlos que sean como sean, bien porque no tienen más que una importancia o preponderancia momentánea y luego se irán –y hay que evitar que su pasar contamine nuestro estado de integridad personal-, o bien porque tenemos que estar en ellos para sacar un aprendizaje que siempre acabará engrandeciéndonos. ¿Propongo entonces dejar de luchar por lo que uno quiere, rendirse a sufrir las consecuencias de “lo que pase”, y renunciar al libre albedrío? La respuesta es: No. Procuro no entender mi vida como una lucha, porque sería agotadora y desagradable. A la vida se viene a vivir y no a sufrir ni a luchar. En cuanto al libre albedrío, creo que nos moriremos sin llegar a saber si aquello que hicimos en la creencia y en el nombre del libre albedrío en realidad no era más que otra propuesta o imposición del destino. En este momento de mi vida no sé lo que es adecuado. Ni siquiera sé si existe lo auténtica y completamente adecuado. He vista ya tantas cosas que parecían una cosa y acabaron siendo otra… o que me parecieron inadecuadas, incomprensibles e inaceptables, y al final tuve que acabar dando gracias a Dios porque sucedieran a pesar de mi oposición inicial… En lo que sí creo en este momento de mi vida –pero me reservo el derecho a cambiar de opinión más adelante-, es en lo anteriormente escrito de preservarme, de evitar que cualquier cosa –sea la que sea- me cause un daño innecesario, de impedir que cada momento sea una lucha, de colaborar con lo inevitable en vez de oponerme a ello, de admitir que hay cosas que me suceden aunque no sean de mi agrado, y que la tensión que produce querer controlarlo todo y hacer que todo sea perfecto -en una batalla perdida de antemano- no compensa el esfuerzo. Tal vez pueda aparentar ser inconmovible –que garantizo que no es el caso-, pero prefiero vivir lo que surja como surja antes que enzarzarme en una cruzada contra todo aquello que no sea de mi agrado porque no quiero pasarme el resto de mi tiempo luchando contra molinos de viento. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales es el creador de la web www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM) orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.
  24. LA SOMBRA SÓLO SE VE A LA LUZ En mi opinión -que en este caso es una opinión autorizada porque voy a hablar de mí y llevo 61 años conviviendo conmigo -, no soy tan listo como algunos presuponen, sino que soy bastante limitado en inteligencia y mi capacidad de pensar no me funciona muy bien. Y no es modestia ni humildad -¡ya me gustaría que fuera eso!-, sino que es la constatación de una realidad. Todo esto viene a cuento de que esta mañana salí a pasear por la playa y me di cuenta de que había momentos en que andaba directamente bajo el sol y momentos que me amparaba la sombra de unas casas dispersadas. En una de las ocasiones que salía de la sombra al sol, me llamó la atención algo a lo que creo que no le había prestado atención nunca: mi propia sombra. (Ven cómo tengo razón en que no soy muy listo…) La sorpresa me hizo creer que tenía un pensamiento interesante: en los momentos que estaba en la sombra no veía mi sombra, y sólo tenía que salir al sol para poder apreciar mi sombra. Eso me trajo aparejado la idea de que si uno quiere apreciar su sombra –y aquí el pensamiento ya pensaba en la “otra sombra”-, sólo lo puede hacer desde su propia Luz. Esa Luz que muestra lo que de otro modo no se apreciaría. Y seguí pensando que mientras uno permanezca en su ombra no va a tener la luz suficiente como para poder apreciarla, así que es necesario salir a la Luz, que es la consciencia, ver la sombra fuera de la propia sombra, y verla con la claridad que se puede llegar a ver fuera de esa tenebregura a la que la hemos relegado y condenado. La sombra psicológica –y ahora me salgo ya de la analogía- es lo que permanece oculto –pero que ya está, aunque esté oculto-, lo desconocido –pero que ya está, aunque no lo conozcamos-, lo renegado –pero que ya está, aunque reneguemos de ello-, y lo que no queremos aceptar –pero que ya está, aunque nos parezca inaceptable-. Tanto “pero que ya está” es para que quede muy claro que YA ESTÁ, y nos está influenciando y afectando a pesar de que no la queremos aceptar ni reconocer, a pesar de despreciarla u odiarla. Decía Jung: “No es mirando a la luz como se vuelve uno luminoso, sino hundiéndose en su propia oscuridad” -pero mejor dejando la Luz encendida para ver mejor-. Y decía: “la sombra psicológica está constituida por el conjunto de frustraciones, experiencias vergonzosas y dolorosas, temores, inseguridades y agresividad que se alojan en el inconsciente del ser humano. La sombra contiene todo lo negativo de la personalidad que el yo, que es el centro rector de la parte consciente, no está siempre en condiciones de asumir y que por lo mismo puede llegar a frenar la manifestación de nuestra auténtica forma de ser y de sentir.” De lo que se deduce que solamente atreviéndose a sacar a la luz, poco a poco, todo ese conjunto de cosas negativas…indeseadas… desconocidas…, es como se pueden ir aceptando y resolviendo, y como pueden transmutarse de sombra a Luz. Decía Antonio Blay que los defectos no existen, y que llamamos defecto a la menor presencia de una cualidad. En su opinión, esa parte de la cualidad que no se ha terminado de desarrollar al cien por cien es lo que llamamos “defecto” (por otra parte, esa palabra, y según el diccionario de la RAE, otro de los significados que le adjudican es “que no llega al límite que debiera”) Esto quiere decir que si desarrolláramos nuestras cualidades hasta el cien por cien, no quedaría sitio para los defectos. (Se exceptúan de esta teoría los defectos físicos) Si desarrolláramos toda nuestra intranquilidad desaparecería de nuestra sombra la agresividad, y desarrollando toda nuestra confianza se eliminarían de nuestra desconfianza los temores, y lo mismo les pasaría a las inseguridades si extendiéramos la firmeza en toda su plenitud. El reconocimiento de lo que tenemos en la sombra es un momento hermoso porque nos brinda la oportunidad de mejorarnos y, a fin de cuentas, de eso se trata para quien está en el Camino del Desarrollo Personal. ¿Miedo a la Sombra? ¡Ninguno! La preocupación no ha de ser por conocer lo que hay en la sombra sino por desconocer lo que hay en la sombre. Hagamos el milagro de convertirla en Luz. Te dejo con tus reflexiones.. Francisco de Sales es el creador de la web www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM) orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida.
  25. ¿ME DEJO VIVIR COMO QUIERO VIVIR? (Si la respuesta es afirmativa, no es necesario que sigas leyendo) Vaya… sigues leyendo… Bienvenido al club donde está afiliada prácticamente la totalidad de la Humanidad. En mi opinión, nos pasamos gran parte de nuestra vida sin ser conscientes de ella. Hacemos cosas sin saber por qué, obedecemos órdenes que no sabemos quién nos ha dado, desatendemos la vida, la empleamos en pasatiempos y matarratos, la pasamos enfadados o refunfuñando, nos distraemos con inutilidades, nos preocupamos por nimiedades, o nos ocupamos en cosas que no merecen nuestra atención y menos aún el derroche de vida que nos exigen. Visto desde un punto de vista contable, es un desastre. Lo malo de ello es el desorbitado precio que pagamos por ello: la pérdida inexorable de nuestra irrepetible vida. Cada segundo perdido es único. Y lo que es peor: irrecuperable. En general, no le damos a la vida algo que nos requiere: que la vivamos según nuestro criterio consciente y actualizado. Así que, tras la pregunta nada fácil y comprometedora del título, uno debería observar sus reacciones, sus inquietudes, la desazón que le provoca, el ímpetu que le nace (y no olvidar que “QUIEN TIENE LA VOLUNTAD TIENE EL PODER”), o bien si aparece y se consolida un compromiso, si la claridad de la respuesta es tan indiscutible que uno siente la necesidad de poner en marchar un nuevo Plan de Vida y se deja, a partir de entonces, vivir como quiere. Sí, ya lo sé, cada persona tiene sus limitaciones y sus circunstancias. Sí, ya lo sé, cada vida es distinta y cada persona es como es. Pero ni siquiera esto es excusa o razón suficiente como para no ponerse desde ya, con toda la intensidad que a cada uno le sea posible, a la muy noble y agradecida tarea de vivir como quiera. Aunque eso pueda acarrearnos la incomprensión de los otros, porque –como no me canso de repetir-, el Uno Mismo es -y no el prójimo- nuestra responsabilidad. Y que nadie se escandalice por adelantado de esta afirmación: el amor y el cuidado de Uno Mismo llevan, irremediablemente, al amor y el cuidado de los otros. Si uno no se ama a sí mismo, no ama a los otros. Lo que hace es darles su compasión, o hacerles un servicio, pero no darles amor. Quien no tiene amor no puede dar amor, sino un sucedáneo o una imitación. Esto nos lleva a formularnos de nuevo la pregunta, para ver si ahora resuena de un modo distinto en el corazón: ¿Me dejo vivir a Mí Mismo como quiero? Lo que, sin duda, nos llevará a otra pregunta: ¿Cómo quiero vivir? Y en esto no puedo ni debo dar más pistas. Esto es personal, distinto en cada caso, e intransferible. La búsqueda de la respuesta debe estar presidida por un sentimiento profundo y rotundo de amor propio. Cada uno está hablando de SU Vida –y no del tiempo que va pasando-. ¿Cómo quiero vivir? Y esperar a que vayan llegando, desde el corazón, las muchas respuestas ciertas que tiene la pregunta. Y, por supuesto, si uno es sincero y va un poco más allá, eludiendo las respuestas del ego, del comodón que nos habita, o del interesado e insaciable materialista que llevamos dentro. Respuestas del estilo de: “Bien”, “mejor que ahora”, “nadando en la abundancia”, “en un Palacio”, “teniendo un trabajo mejor pagado”, pueden ser respuestas del ego, del comodón, o del interesado, y no del corazón. Y sin dejar de ser ciertas –porque no sólo de espiritualidad vive el Ser Humano-, no cubren la necesidad interior de respuesta a la pregunta, que llega aún mucho más lejos y es mucho más profunda. Es conveniente no hacerla desde la persona, sino desde el Ser. La pregunta se afinaría mucho más con un añadido, aunque adelanto que la hace un poco más complicada de responder, pero la hace rotunda y perfecta. Aquí está: ¿Cómo quiero vivir REALEMENTE AHORA? Tú verás si te atreves con esta desde un principio o comienzas con la otra, menos impresionante y más accesible. Y una vez que vayas averiguando, poco a poco, cómo quieres vivir, tendrás que ponerte a completar la pregunta inicial y descubrir por qué no lo haces. ¿Te gustaría hacerlo? En caso afirmativo… ¿Por qué no lo haces? ¿Cuáles son los impedimentos reales que te lo impiden? Y, como ya sabes, respetando las dos normas esenciales del Camino: No mentirte jamás y no conformarte nunca con un NO LO SÉ –sí está permitido aplazar, pero poco, la respuesta hasta otro momento-. Investigarte… escuchar tus emociones… atender a tus reacciones… entenderte… así es como puedes conocerte de verdad. ¿Puedes deshacerte de los impedimentos que no te dejan vivir como quieres? Por respeto a ti mismo y a tu dignidad, por tu mejor calidad de vida, y por tu paz, sería bueno que averiguaras cómo quieres vivir… y que te lo permitieras. Te dejo con tus reflexiones… Francisco de Sales es el creador de la web www.(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM) orientada al Desarrollo y Crecimiento Personal y Espiritual de las personas interesadas en el mejoramiento de su vida
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