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Un cuento inventado por mi


hyriusen

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Hola, bueno, aquí les traigo mi primer cuento creado por mí recién. Se llama La medalla de Oro en invierno ojalá que les guste, tiene 5-6 páginas... creo que el título da una impresión totalmente errada de lo que podría llegar a ser pero bueno, son 6 páginas y espero que lo lean. Si no se entiende me avisan. Acepto críticas, chuchaas... en fin, de todo. Así que denle no más con confianza ;)

 

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Cuento aquí en Chilecomparte

 

 

Medalla de Oro en Invierno

 

El clima era sumamente tenso. Unos vociferaban amenazas mientras comenzaban a mover las rejas de sus celdas de un lado a otro intentando, inútilmente, sacarlas. Otro se reía satisfecho mientras pasaba su mano a través de su cuello simulando degollar a alguien. Otros se quedaban en silencio mirando el espectáculo. Mientras que pasaba todo, otros cuchicheaban seriamente sobre lo sucedido.

- Yo creo que él está acabado – Afirmaba un reo mientras se encogía de brazos - ¿Acaso viste lo que le hicieron?

- Sí, si vi – Decía, no tan convencido, su compañero de celda mientras fruncía el ceño –Me sorprendió la actitud del muchacho

El reo lo quedó mirando y no pudo evitar soltar una sonrisa burlona

- ¡Ja! Yo creo que el muchacho estaba tan paralizado del miedo que no pudo siquiera defenderse. ¿Le viste la cara? ¡Estaba aterrorizado!

Al momento de decir eso, lo que podría ser una figura humana salía arrastrándose sujetada de los brazos por los dos guardias. El muchacho estaba tan ensangrentado que no parecía que estuviese vivo, y menos que pareciese humano. Solo era una masa de harapos arrastrándose como una lombriz. Todos los reos lo miraban y la gran parte de ellos pensaba en que el sujeto estaba acabado. Sus días estaban contados. Y para peor, sus días estaban sujetos según el calendario de muertes de San Pedro

Sin lugar a dudas, San Pedro era alguien temido en la cárcel. Se encuentra con presidio perpetuo luego de haber ejecutado, él mismo, a siete policías tras una emboscada por narcotráfico. Luego de eso, mandó a su séquito a asesinar a la familia de éstos, pero su plan fracasó ante el enorme escuadrón policial que se encontraba en los lugares. Sus secuaces no tuvieron más remedio que delatar quien había ordenado tales barbaries y finalmente los detectives y todo el escuadrón policial tuvo, por fin, una prueba para incriminar a San Pedro. De esa forma lo atraparon en su casa, sin que él pusiera mucha resistencia.

- Pedro Arthur Johnson. Usted será llevado a prisión preventiva por ser el presunto autor delictual del homicidio de los funcionarios policiales Nick Tisdale, Thomas Fellon, Thomas Müller, Peter Mcgrill, Seymour Gray, Jonathan Black y Alexis Santoia y por planear el asesinato de la familia de éstos. Usted quedará a disposición del fiscal y el estado le brindará un abogado. Tiene derecho a guardar silencio.

En ese momento, San Pedro pareció sumamente contento, y producto de ello comenzó a llorar de felicidad. Las personas que se encontraban en el recinto estaban atónitas, no podían creer que alguien estuviera contento de que perdiera todas sus posiciones y su reputación social para ir a un lugar tan demacrado como la cárcel. El detective lo miró desconcertado. No podía creer lo que oía

- ¿Cuál es el chis-…?

- …Dígame, ¿Usted cree que yo planeaba rehusarme a ser arrestado…? – Interrumpió feliz el criminal - Je… No soy tan estúpido como ustedes.

- ¿De qué estás hablando? – Preguntó aún más impresionado mientras que todos ponían su atención en el fornido asesino

- ¡Ja, ja, ja, ja! En la cárcel voy a vivir sin tener que pagar pensión, ni tampoco esforzarme mucho trabajando. No tendré una vida cómoda, pero no creo que me falte algo. Podré dar o quitar lo que se me antoje, ya que de seguro los otros reos me tendrán miedo, sumado a eso, tendré poder… y lo mejor de todo, ¡no tendré que andar preocupado de que me vayan a arrestar por vender pasta! Lo único que extrañaré será el vago placer que me daban las mujeres… pero creo que lo soportaré. Puedo hacer un esfuerzo.

El detective lo miró estupefacto. ¿Quién era realmente San Pedro? ¿Hizo todo esto solo para ser arrestado?

- San Pedro – Pronunció el detective mientras tragaba saliva – Usted está loco

El mastodonte de pelo negro y barba larga lo observó, cerró los ojos y esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

- Esos inútiles que mandé a hacer la labor… sabía que me traicionarían. Yo no soy tan estúpido para confiar en esa clase de humanos, ellos han seguido mis planes desde el inicio. ¿Sabe, Detective? Usted me cae bien, no puedo explicar bien la razón, se me es desconocida, pero usted me agrada, y por eso mismo le contaré algo…

- Qué cosa me vas a contar – Respondió el detective con el corazón helado. Le sorprendía que San Pedro quisiera ser arrestado ya que estaba tan nervioso y con tanto miedo que sabía que si él quisiera podría golpearlo con su cabeza y huir. Era todo muy fácil, pero por qué, ¡¿por qué no quería. Es que acaso el peso de la ley y la justicia ya no intimidaban a las personas?!

- Este mundo está podidamente podrido. Todos lo saben, pero nadie quiere percatarse realmente. Quiero alejarme lo más posible de este mundo enfermo, lo único que hay alrededor es cansancio, estrés y depresión. Todas las personas preocupadas de sus deudas temiendo que les quiten sus preciados bienes. Al final, sus posesiones terminan por poseerlos a ellos. En este jodido mundo estamos solos. Nadie desea ayudar a nadie, todos prefieren salvar su propio culo, ¿No cree, detective? Al menos, le dejé todas mis cosas, que por cierto, dudo que encuentren, a mi mejor amigo. A la única persona en quien yo puedo confiar

El detective creía que su corazón estallaría. Sentía que si alguien quisiera tirarle agua esta se evaporaría metros antes de llegarle al cuerpo. Su calor era tal que el sudor se derramaba como una cascada cae desde las alturas.

San Pedro quedó en silencio con su alegría. Con lo que había dicho sentía que había hecho ya lo suficiente como para hacer que lo incriminasen hasta llegar a la cadena perpetua, así que se quedó en paz. En paz con el señor.

 

 

 

- Yo creo que él está acabado – Afirmaba un reo mientras se encogía de brazos - ¿Acaso viste lo que le hicieron?

- Sí, si vi – Decía, no tan convencido, su compañero de celda mientras fruncía el ceño –Me sorprendió la actitud del muchacho

El reo lo quedó mirando y no pudo evitar soltar una sonrisa burlona

- ¡Ja! Yo creo que el muchacho estaba tan paralizado del miedo que no pudo siquiera defenderse. ¿Le viste la cara? ¡Estaba aterrorizado!

Su compañero quedó reflexionando en silencio un rato. No le convencía la versión de su camarada, era demasiado simple y la verdad de las cosas es que la expresión del chico no parecía ser lo que él mencionaba. Terminada su reflexión, se decidió en decir algo, algo que ya había notado desde el principio, desde el día en que el muchacho llegó.

- Creo que tenía miedo… pero tampoco no tenía miedo

- ¿De qué estás hablando?

El reo quedó mirando a su compañero fijamente a los ojos. Sabía que su teoría estaba correcta.

- El muchacho está muerto… está muerto por dentro

Su compañero quedó en silencio pensando y recordó el caso de San Pedro

- ¿Hey, recuerdas el caso de San Pedro? – Preguntó el reo

- Si, si lo recuerdo

- Para no haber sentido el considerable dolor que San Pedro le propinó, el muchacho debería haber quedado de antes en un estado mental grave, ¿no crees?

- Por eso digo que está muerto por dentro – Replicó el reo secamente

- ¿Conoces la historia del muchacho…? ¿La historia de cómo llegó acá?

- Si. Sabía que tenía depresión o síndrome de disociación de personalidades anteriormente y creo que eso provocó a que atacara a una joven en un parque. La dejó inconsciente y luego pasó a apretar el gatillo de su pistola matándola al instante. Es una historia bastante absurda. El muchacho debió haber tenido bastante mala suerte. Aunque claro, dudo que no haya querido matarla y tal vez por eso quedó mal psicológicamente.

- Si, yo creo que él era inocente y no tenía malas intenciones al respecto, notó que a la joven que pasó a asesinar le quitó todas las posibilidades que ella pudo llevar a cabo en el futuro y se sintió culpable al respecto.

- Pero lo que no me cabe en la cabeza es que como, un joven tan perturbado mentalmente, logró aprobar los diagnósticos psiquiátricos sin fallar en ningún ámbito.

- No sé, serán los poderes de San Pedro

Los dos compañeros de celda se echaron a reír silenciosamente. Si alguien los oía burlarse de San Pedro eran carne muerta. Jodida carne muerta.

 

- ¿Nombre? – Preguntó el guardia sin emoción alguna

El joven no respondió, se quedó ahí, pensando. El dolor que sentía era tanto que prácticamente le daba todo lo mismo… a excepción de una cosa. Esa única cosa lo hacía vivir.

- Joven, ¿su nombre? – Preguntó, molesto, nuevamente el guardia

No hubo respuesta alguna. Al muchacho le dolían las heridas, no le dejaban moverse bien. San Pedro golpeaba bien, más bien de lo que los otros reos le habían advertido.

En ese momento, le llegó un fuerte golpe en las costillas. El joven cayó al suelo pero un guardia lo tomó del pelo y lo obligó a levantarse.

- ¡¿Vas a decir tu jodido nombre?!

El guardia esperó treinta segundos y luego lo tiró al suelo. El muchacho, mientras estaba en el suelo anhelando morir, recordó aquello por lo que vivía.

- Mihaeel … Mihaeel Johan Black – Respondió botando sangre de sus adentros.

El guardia lo soltó y se fue tranquilamente a un costado como si nada hubiese sucedido.

- Bien, Mihaeel, puedes volver a tu celda – Ordenó el otro guardia – Ten cuidado de los demás reos. Nosotros te estaremos vigilando.

 

Dicho esto, Mihaeel se retiró sin decir prácticamente nada. El guardia lo iba escoltando mientras gritos, amenazas e insultos se difundían por el aire. Al llegar a la celda, el guardia lo dejó ahí y cerró la reja con llave.

- Si sucede algo gritas – Dijo el guardia mientras esbozaba una sonrisa sarcástica

- Ok…

El guardia se retiró y Mihaeel quedó en su celda.

- Mañana es el día, Alex – Afirmó el muchacho

La sombra que se encontraba en la celda, junto con Mihaeel, emergió de su rincón y se paró al lado de Mihaeel. La diferencia de alturas era notoria. Mihaeel era más pequeño y más delgado.

- ¿Alex? – Respondió altiva la sombra – Yo no soy Alex

- Hola, Pedro

- Para ti, yo soy San Pedro – Dijo el fornido marcando territorio

Mihaeel ni se inmutó. No presentaba emociones.

- Pedro, ¿sabías que estás a punto de morir? – En ese instante, Mihaeel sacó un cuchillo carnicero – He estado esperando este momento. Este momento ha sido la razón de mi existencia

- Si pretendes matarme, ven e inténtalo, pero no sé quien carajo eres tú de todas formas – Y al decir esto, San Pedro sacó una daga

Mihaeel vio el arma de San Pedro pero esta no le infundió miedo

- Dudo que lo sepas. Pero creo que ambos somos similares.

- Similares en qué

El muchacho esbozó una sonrisa y abrió los ojos. Por fin mostraba una emoción.

- Ambos hemos tratado desesperadamente de entrar a la cárcel

- … Tú eres solo un niño patético que pasó a asesinar a una joven. Mejor vete a llorar a tu celda solitaria mejor.

- El mundo te viene a buscar, Pedro

Al decir esto, San Pedro quedó congelado. La frase lo hacía temblar, lo hacía temblar hasta el fondo de sus entrañas.

- Pedro, tú me lo quitaste todo. Me quitaste todo lo que yo tenía. Tú me robaste la felicidad…

- ¡¿De qué hablas?! – Preguntó nervioso San Pedro

Mihaeel comenzó a acercarse lentamente. Lo suficientemente lento como para crear suspenso y miedo, mucho miedo.

- San Pedro, parece que ni siquiera tu nombre podrá salvarte. Ni siquiera tu nombre podrá salvarte del castigo de los cielos.

San Pedro chocó en la litera que estaba atrás, debían chocar los cuchillos tarde o temprano. No había salida. La reja estaba cerrada.

Mihaeel comenzó a sonreír.

- Tú querías alejarte del mundo, pero la forma en la que te alejaste del mundo ha herido a muchas personas…

- ¡Cállat-…!

- … Muchas personas anhelan, con todo su corazón, verte muerto. Ha sido un camino difícil. Tuve que renunciar a muchas cosas para estar parado hoy frente a ti.

- Qué clase de cosas has hecho – Preguntó San Pedro

Mihaeel se detuvo un momento. ¿De qué vale contarle todo a alguien que estará muerto? Pero por otro lado así lograría crear más miedo en él. Si, debería decirle la verdad, la verdad de todo. Mostrarle el monstruo en el que lo convirtió.

- Yo era recién un ingeniero egresado de la Universidad. Tenía un trabajo prometedor, una excelente novia, a la que amaba con todo mi corazón… y tenía un padre: Jonathan Black.

San Pedro lo quedó mirando y comenzó a reírse

- ¡Ja, ja, ja! Tú, tú eres el hijo de Black. Tienes la misma mirada cobarde que él. El me rogó por su vida, pero yo le dispare en la frente a quemarropa… ¡el tipo era un llorón!

- Puede ser… pero, en este mundo que está sumido en la represión y la angustia no pude proteger a mi novia. Yo… yo la asesiné.

- Estás loco

- Si. Pero no me arrepiento. Yo mismo decidí renunciar a todo. Boté el bien y abracé el mal. Asesiné a mi novia. Renuncié a la nobleza. Renuncié a mi ego.

San Pedro ya no sabía que hacer, el fin se acercaba

- Incluso, coaccioné a variadas personas para que trabajaran a mi lado. El guardia que me trajo, le pagué lo suficiente para que me diera este cuchillo, y también le pagué a otros para que no molestarán en este momento tan íntimo

- La golpiza que recibiste por mi parte, ¿para qué la usaste?

- Para que me pasaran los materiales. Para dejar todo acabado... ¡San Pedro, adiós…!

Y al decir esto, Mihaeel se lanzó encima del musculoso asesino… pero este lo esquivó rápidamente. Por muy rápido que fuera Mihaeel, San Pedro lo era más. Su masa corporal no parecían ser sólo de adorno, sus movimientos eran ágiles, fluidos y fuertes.

Mihaeel lanzó una estocada hacia su corazón pero San Pedro la esquivó fácilmente

- ¡Has renunciado a todo, pero aún así no consigues hacerme nada! – Gritó el fornido mientras acuchillaba el muslo izquierdo de Mihaeel

Un chillido se hizo oír en toda la cárcel. Los reos comenzaron a inquietarse y los guardias los silenciaron mientras veían la batalla.

Una estocada en la espalda, otro en el estómago, uno en el pecho y otro en la clavícula. Mihaeel está acabado.

- ¡¡¡M-Maldito!!! – Gritó el muchacho con ira al no poder asesinar a San Pedro

- ¡¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!! ¡¿Sabes por qué me dicen San Pedro, idiota?!

Y sobrevino otro cuchillazo en el abdomen. Mihaeel estaba por perder el conocimiento.

- ¡¡Porque siempre me las arreglo para escapar de la muerte!!

Los intentos de Mihaeel ya eran aleatorios. Sus intentos fueron patéticos, la lucha quedó decidida desde el primer momento. El joven cayó al suelo inconsciente.

- Eres patético – Refunfuñó el santo mientras apuntaba el filo del cuchillo hacia abajo. Mejor vete a dormir por siempre con tu novia y tu padre.

El cuchillo se enterró profundamente en el cuerpo de Mihaeel. No salió sangre. La muerte fue limpia. Pareciera que el muchacho no tenía sangre en sus arterias. San Pedro lo quedó mirando, mirando su cara de tristeza, dolor, soledad y agonía.

- ¡Hey! – Corrió el guardia alterado - ¡¿Qué ha pasado aquí?! ¡¿Está muerto?!

San Pedro miró despectivamente al guardia

- Si, me intentó atacar – Dijo mientras el guardia abría la llave. El gendarme entró, le tomó el pulso y comprobó su defunción – ¡Demonios! – Exclamó.

 

A las dos semanas luego del incidente, San Pedro fue liberado de la cárcel. Él no estaba muy de acuerdo, pero bueno, que más da, pensó. La red que Mihaeel había creado entre los guardias podría provocar, si es que San Pedro hablaba, la expulsión de todos ellos y la intromisión de la prensa. Así que el Alcaide, que también estaba involucrado, decidió liberarlo sin el consentimiento de prácticamente nadie. En la cárcel se le dio por muerto, junto con Mihaeel. Así que ahora era un hombre alejado del mundo pero dentro de él, a la vez… ¿qué mejor?

Al salir, Pedro Johnson pensó en lo sucedido y por primera vez en su vida se sintió arrepentido de las cosas que había hecho. Sintió que algo había hecho mal. Se sintió sucio. Se sintió mal.

- Yo… yo cree todo el odio que Mihaeel sentía hacia mí. El asesinó a su novia solo por matarme… y falló

En eso, Pedro miró el cielo. Era de un bello azul y se veía una blanca nube. Hacía calor. El clima era agradable. Pedro se sentía feliz.

- Mihaeel ahora podría ser un exitoso ingeniero y estar con su novia y sus amigos – pensó – ¿Debería hacer algo? ¿Algo para arreglar lo que he hecho?

Una bocina de auto viejo sonó y ahí estaba su mejor amigo de la infancia esperándolo. Pedro corrió hacia el auto, abrió la puerta y se sentó rápidamente. Frank estaba en el asiento del piloto, con una enorme sonrisa. Frank tomó una bolsa blanca y se la lanzó a Pedro

- Toma – Pedro la recibió y la comenzó a abrir

- ¿Qué es esto?

- Para que comas. Debes tener hambre, ¿no?

- Gracias

 

Pedro comenzó a masticar la hamburguesa y el auto comenzó a moverse. Llegaron a la casa que San Pedro le regaló a Frank. Había un sillón color café pero que estaba forrada en bolsas de nylon. El mastodonte se acostó ahí, cansado.

- Oí que te atacaron – Preguntó Frank

- Si, pero estoy bien

- Ya veo. ¿Y cómo has estado?

Pedro quedó callado un momento

- Últimamente, he pensado en lo que sucedió… y también… en las cosas que he hecho

- ¿En qué cosas?

- En los asesinatos. En la delincuencia. En todo eso…

- ¿Por qué?

- No lo sé, creo que todo se originó porque pensé en qué sucedería si yo hubiese sido Mihaeel y él hubiese sido yo. Pensé en como me sentiría…

Frank estaba pasmado. No podía creer que su amigo dijera semejantes palabras. Su amigo era conocido por su sangre fría y por la maldad de sus crímenes. Habían tenido conversaciones similares antes. Frank siempre le preguntó que si estba arrepentido o si sentía que algo andaba mal, pero Pedro siempre le dijo que los crímenes en sí no le gustaban, pero que el fin justificaba los medios .

- Frank, yo, a ese chico, a Mihaeel, le arrebaté todo lo que deseaba. Le quité su felicidad. El quedó solo en este mundo… me he dado cuenta en la cárcel, de que estar solo es pésimo. Yo he hecho que la gente lo esté y es comprensible que me odien…

- Si sé, Saint Peter – Dijo Frank bromeando con su inglés mientras sacaba un café – Y dime, ¿aún escuchas las voces?

- Si, desde que asesiné a Mihaeel escucho su voz todas las noches. No me deja dormir.

- ¿Y qué opinas de eso?

- Opino, ahora que lo pienso mejor, que eso comenzó a originar todo. Ya que cuando comencé a escucharla, me pregunté la causa de ello y de ahí, para cuando comenzaba a sentir un poco de culpa por la muerte de él, la voz desaparecía y podía dormir un poco mejor. La voz me ha obligado a pensar y sentir culpa.

 

 

Ring, Ring. El timbre comenzó a sonar tocando su melodía monótona. Frank lo oyó y se paró de su silla dejando su café de lado.

- ¿Quién será? Estoy cansado – Bostezó mientras caminaba hacia la puerta

Al abrirla, una mujer estaba ahí. Tenía mirada cabizbaja y triste. Tenía una pistola y una daga en su mano.

- Hola, vengo a asesinar a San Pedro

Frank cayó al suelo. La muchacha se quedó ahí observando a Frank mientras círculos de sangre manchaban el piso.

- ¡¡Frank!! – Gritó San Pedro mientras corría a ver a Frank. La herida era grave, no iba a durar mucho - ¡¿Tú…quién eres?!

La muchacha apuntó con su pistola a Pedro en la frente, a quemarropa. Mientras hacía eso, la mujer botó el cuchillo ensangrentado al suelo, abrió su cartera y sacó unos diarios y diplomas.

 

“Campeón nacional de boxeo muere en la cárcel en pelea contra reo”

 

“Se le otorga el presente título al Señor Mihaeel Johan Black por obtener la medalla de oro en el torneo realizado en invierno del presente año 2006”

 

 

 

La mujer comenzó a botar lágrimas.

- El… ¡¡El nunca asesinó a su novia!! – Gritó la muchacha mientras Frank se desangraba. - ¡¡El nunca planeó matarte en la cárcel!! El, si hubiera querido ¡¡te hubiera hecho puré en la pelea!! ¡¡Mihaeel fue a morir allá!!

- ¡F-Frank! ¡¿P-P-Pero… Pero por qué?!

La muchacha bajó el arma y le propinó una cachetada.

- El inventó todos los antecedentes. La mujer que murió fue tomada de un caso de un enfermo mental. El era hijo de uno de los detectives que asesinaste así que tuvo más ayuda para lograr su cometido.

Pedro estaba en shock

- ¡¿Pero por q-…?!

- ¡¡El renunció a su vida!! – Lo interrumpió la mujer - ¡¡Luego de lo que le hiciste ya no anhelaba seguir viviendo!! ¡¡Su madre se suicidó luego del incidente!! El no mató a ninguna novia, ya que la novia de él era yo…¡¡era yo!! – Gritó la mujer mientras sollozaba – El terminó conmigo hace un año. Me dijo que viviera y que no lo buscara más. El sabía a lo que iba.

- Yo… lo siento. Pero no saco nada con lamentarme, pero es lo que más te puedo ofrecer aho-…

La mujer lo apuntó nuevamente con la pistola

- Tu vida, tu vida puedes ofrecerme – Dijo secamente

El gatillo comenzó a moverse, Pedro pensó en quitarle el arma. Su amigo se estaba desangrando.

- Mierda… ¡Frank! – Pensó desesperado – ¡Mi amigo, él es mi mejor amigo!

Ahora comprendía el dolor que había causado, gracias al odio que creó su amigo iba a morir. Y gracias al rencor que creó la muchacha iba a quedar manchada en sangre… Ahora entendía todo perfectamente, entendía la moraleja de la Medalla de oro en invierno. El no había sentido empatía por nadie. Nunca se había tomado el tiempo de ponerse en el lugar de sus víctimas. El quería huir del mundo, pero había sido demasiado cobarde como para tratar de cambiarlo. No sabía cuanto daño había provocado solo por seguir sus planes. Ahí comprendió que no obtenía nada con criticar al mundo, debía cambiarse él primero y comprender por qué había hecho lo que hizo.

- Entiendo, puedes quitarme la vida, pero ahora, quiero llevarme a mi amigo al hospital. ¿Puedes esperarme acá y luego me matas?

La mujer asintió. Siguió las órdenes de Pedro en sacar la llave del auto de Frank de su bolsillo y Pedro se lo llevó.

Al llegar al hospital lo internaron de extrema urgencia, el doctor dijo que las heridas cortopunzantes eran graves.

- ¿Va a vivir? – Dijo preocupado el ex criminal

- No lo sabemos. Para serle sincero, las posibilidades son escasas.

Pedro se sentó en la silla. No podía creer que su mejor amigo iría a morir

- ¿Le brindo un vaso de agua? – Preguntó comprensivo el Doctor

- No – Respondió secamente Pedro – Debo ir a hacer un trámite

El doctor lo miró enojado

- Procure terminar ese ‘trámite’ rápido, su amigo lo necesita aquí

Pedro se devolvió y miró a su amigo que estaba tan demacrado como él

- Espero poder terminar mi ‘trámite’ con vida - Pensó

 

Al llegar a la casa estaba la mujer mirando una foto de Mihaeel. Pedro la miró y se acercó a ella

- Estoy listo

Un disparo con silenciador resopló en el interior de la casa. El fornido de cabello largo y negro cayó al suelo mientras un fino hilo de sangre se derramaba. La novia de Mihaeel se levantó del sillón, dejó la pistola ahí y se fue llorando…

 

El celular de Pedro sonaba. Era el doctor quien lo llamaba. El celular sonó durante un buen rato hasta que cesó de sonar. La casa estaba hecho un asco, sangre aquí, sangre allá. Estaba sumamente sucia. El celular comenzó a sonar de nuevo y fue contestado hasta un buen rato.

- ¿Aló, doctor?

- Pedro, hola, quería informarle si ha terminado su ‘trámite’

- No, aún no lo termino

- Ah, ya veo, bueno, de todas formas, su amigo se ha recuperado satisfactoriamente. Pareciera que la divina providencia ha hecho que sobreviviese ya que había perdido mucha sangre. Deberá estar hospitalizado tres días más y pasará a pabellón general.

Pedro sintió frío. El día se estaba comenzando a poner helado.

- Excelente, de todas formas, ahora voy para allá

Al pararse, le dolió bastante el hombro, pero no parecía ser un balazo real. Pedro ya había sentido balazos con balas de pistola y dolían más que esta. Había vivido para recordarlo, al menos. De repente divisó el suelo y notó que era un perdigón.

- Con razón el hilo tan fino de sangre – Pensó – Pero, ¿cómo perdí el conocimiento tanto rato?

En ese momento, Pedro se dio cuenta de que por primera vez en su vida se había desmayado de miedo. Era raro, nunca le había pasado. ¿Tal vez miedo a perder mi vida? Pensó.

Comenzó a caminar hacia la puerta, la cerró, se subió al auto, encendió el motor, aceleró y notó que algo andaba mal. La rueda estaba pinchada. La novia de Mihaeel le había dejado un regalo de despedida.

- Bueno, al menos es un comienzo para partir desde el jodido cero

Se bajó del auto y caminó hacia el hospital. En el camino, se topó con varias mujeres atractivas y se dio vuelta, descaradamente, a mirarles el trasero.

- ¡Ja, ja! Creo que el placer que me daban no era tan leve, al parecer. Vivir en el mundo puede tener sus ventajas…

La mujer notó que él la quedó mirando y le devolvió una mirada de furia

- … puede tener sus ventajas… a veces.

 

 

La medalla de oro en invierno (fin)

 

Edited by hyriusen
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