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LA CONCIENCIA ES LA PRESENCIA DE DIOS EN EL HOMBRE


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LA CONCIENCIA ES LA PRESENCIA DE DIOS EN EL HOMBRE

 

 

En mi opinión, esta frase de Víctor Hugo aclara perfectamente lo que significa la conciencia y además no pierde su valor ni su verdad si alguna persona se siente incómoda, o no identificada, con la palabra o el significado de DIOS y en su lugar pone otras que sumadas signifiquen lo mismo o algo que se le aproxime.

 

Si en su lugar ponemos SABIDURÍA, con eso aceptamos que hay algo que está por encima de lo cotidiano e infravalorado que es ser humano y tener limitaciones. Si ponemos ALMA o ESPÍRITU también estamos reconociendo la presencia de algo superior a lo limitado que es ser sólo cuerpo y mente.

 

La conciencia es un juez insobornable que nos hace ver lo que está de acuerdo con nuestros principios y coherencias y también lo que no estamos respetando. Se encarga de recordarnos cuándo estamos haciendo lo que hemos calificado en nuestra escala de valores como bueno, bien, de acuerdo, o lo que hemos clasificado como mal, malo, indeseado.

 

Es una observadora impecable de lo que nos sucede visto desde un punto de vista imparcial y objetivo que no se condiciona por los deseos ni por los intereses del autoengaño. Su función es advertirnos sin enjuiciarnos, sólo encendiendo la señal de alarma para que a partir de ese darse cuenta cada uno decida si ser fiel a sus principios y respetarlos o pasar por encima de ello bajo su propia responsabilidad.

 

Hablé con una persona que me contaba de sus llantos desconsolados, de su desesperación, de la lucha interna -que se había convertido en titánica- porque sus deseos le proponían unas cosas que su conciencia no aprobaba. “¿A quién hago caso?”, preguntaba. “Si no cumplo mis deseos, ¿me arrepentiré el resto de mi vida? y si los cumplo, ¿me arrepentiré el resto de mi vida?” Se lo preguntaba a sí mismo, porque es cada uno quien tiene que escucharse y decidir. Las opiniones ajenas se emiten a partir de unos principios y una moral y una conciencia que son distintas de las propias.

 

La conciencia es la pureza, la coherencia, el recto proceder, y el respeto a la conciencia es el respeto a la dignidad. Quien la desoye no se podrá considerar una persona digna. Quien la desoye no se podrá mirar al espejo sin sentir rechazo o vergüenza.

 

Es la voz de la moralidad. De la propia moralidad. Escucharla y acatarla es una demostración de integridad, de consideración y respeto hacia uno mismo y hacia el Uno Mismo que también somos.

 

Es nuestra aliada, la que vela para que cumplamos nuestras propias normas que han sido elegidas y decididas libremente, la que está a nuestro lado, atenta y presente, mientras que nosotros –como humanos distraídos- no siempre somos conscientes o estamos pendientes.

 

La conciencia se merece nuestro mayor respeto. Su voz ha de ser acatada porque ella dice lo que nosotros sabemos que es lo más adecuado a quienes somos en esencia.

 

No somos esclavos de la conciencia, somos bendecidos por poder tenerla. Es, sin ninguna duda, nuestra mejor aliada.

 

Te dejo con tus reflexiones…

 

Francisco de Sales

 

 

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