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Tú, no eres nadie


Sebastiasd

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Tú, no eres nadie

una velocidad muy alta corría despreocupado de lo que venía a su espalda. Como si supiera que no sería alcanzado jamás, como si él fuera intocable y lo que existiera a su alrededor no le afectara. Era extraño saber eso de su parte, ya que, lo que lo seguía a su espalda, inexorablemente, lo alcanzaría en algún momento. Y no precisamente para saludarlo, si no, que para afectarlo de la peor manera que él pudiera, en su vida, haber imaginado. Para darle a entender que la vida no era como él se la imaginaba, que lo que suceda con su entorno es igual de importante a lo que le sucedería a él estando solo. Porque no se puede ignorar lo que pasa a tu alrededor, ya que, por mucho que uno lo crea, nunca será de esa manera.

El camino no se acortaba mientras avanzaba, él, por su parte aun no se cansaba y su preocupación no aumentaba en lo más mínimo. Lo que venía a su espalda, maquiavélicamente, iba pensando: “La ingenuidad de los humanos llena mi ser con ansias, y más aún, cuando aires de grandeza inundan su actuar. Los hacen apetecibles, absolutamente comestibles”

El joven mientras arrancaba de lo que hasta ese momento no sabía que era, se le cruzó una horrible idea por la cabeza. Una idea parecida a una epifanía, que de la nada haría más claras las cosas, que sólo haría a la verdad más concreta y fuerte. <Voy a morir. Algo me sigue y me comerá hasta los huesos>

Inevitablemente, su cuello y cabeza giraron unos 75 grados a la izquierda al momento en que se entero que su vida estaría pronta a acabar. Lo que él vio corriendo detrás de si no volvería a verlo jamás, puesto que la oportunidad no se le presentaría nuevamente. Era un cuerpo, humano, vestido tal cual iba él. Un chaleco de lana de color negro, con unos jeans azules y unas zapatillas blancas. Lo único que lo diferenciaba, era su rostro. Estaba completamente vendado, igual que una momia. A la altura de los ojos, tenía uno bien grande pintado. Abierto completamente. Debajo de él, se le podía ver que algo estaba cerrado. Ya, cuando se había percatado que había sido visto, gritó, dejando claro, que eso que se veía cerrado, era una boca monstruosa, con los dientes hacia fuera y una lengua extremadamente larga. Puede que haya estado vestido como él, puede que de lejos se pudieran haber confundido de espaldas, pero su boca, no era humana. Era la de un monstruo hambriento, con su presa frente a sus ojos.

Él comenzó a correr como nunca lo había hecho, la confianza que tenía se había esfumado. Iba a morir si no hacía algo al respecto. Tarde se dio cuenta, desafortunadamente. El monstruo en un instante lo atrapó por la espalda, como queriéndole decir que lo hubiera hecho en cualquier momento.

<Tú no eres nadie, en cambio, contigo yo puedo ser alguien>

Su cuerpo se estremeció del miedo, no entendía que era lo que sucedía, no entendía que era lo que lo tomaba del hombro. No entendía el por qué de su futura muerte. Aquel monstruo vendado lo volteó violentamente. Se quedó mirando fijamente el rostro de su presa, admirándola, apreciando el tesoro que consiguió en este día. Su boca adquirió dimensiones exuberantes y al igual que una anaconda traga una rata, lo hizo con Alejandro. Poco importaba su nombre, hasta ahora. Puesto que lo tragó. Lo tragó pero no pasó lo mismo que pasa con la comida al momento de llegar a los jugos gástricos. Si no que lo asimiló a su cuerpo, para así, ocupar su lugar. Las vendas que cubrían su rostro cayeron de apoco, sin ayuda de sus manos. Caían como hojas de un árbol en pleno otoño, destapando, lo que para muchos ya sabían. Era la cara de Alejandro la que se encontraba en él. <Lo he logrado>

Todo estaba listo, todo estaba hecho. Muy fácil, siguió pensando, mientras iba caminando, el nuevo Alejandro. <Los humanos son tan obvios que tan sólo basta un poco de terror, para que hagan lo que uno quisiera. >

Sin un rumbo fijo, aquel monstruo con rostro de humano siguió caminando por la calle, a la espera de que el hambre invadiera nuevamente su cuerpo. Esperando a que nuevamente las ansias corroyeran su ser. A que apareciera un nuevo ser humano absolutamente apetecible y a la vez completamente estúpido.

Tengan cuidado de ahora en adelante, que al acecho de uno, podría estar cualquiera con la boca suficientemente grande como para hacerlos desaparecer al instante.

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