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Ensayo: La sangre de mi amigo.


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Muchah@s he escrito este ensayo para mi clase de Español General y quiero que ustedes con su amplia experiencia lo revisen y me den su opinión; si hay que corregir ortografía, si tiene exceso de comas o si debo modificar el orden de los párrafos, en fin ustedes saben mas que yo asi que quiero que me den una ayudita... El ensayo dice así:

 

La sangre de mi amigo.

 

Me permito escribir el siguiente ensayo, valiéndome de mi propia experiencia y tratando con esto honrar la memoria de una persona que para mí fue un gran amigo y un gran hermano.

 

Hace aproximadamente tres meses y medio (un domingo 11 de abril de 2010 para ser exactos), tocó mi hermano a la puerta de mi habitación, traía en su boca la peor noticia que he podido recibir en mi vida y que me cambiaría por completo, cuando abrí la puerta me miró a los ojos y me dijo:

 

-“¡Mataron a tu amigo Julio!”.

 

Mientras mi cerebro trataba de asimilar la desgraciada noticia, mi corazón se partía cual espejo contra la piedra, no sabía cómo había sucedido ni porqué, pensaba:

 

-“¿Julio?, ¿¡Julio!? ¡No puede ser si yo estuve con él ayer!”.

 

Rápidamente y como pude me vestí, salimos en el carro de mi hermano hacia el lugar donde yacía el cuerpo inerte de mi querido amigo, sí, en efecto era él, llevaba justamente la ropa del día anterior: camisa manga larga de color negro y rayas blancas, pantalón de tela y zapatos de color negro. Frente a su casa, tirado en el suelo junto a su automóvil en una posa de sangre, con un disparo en la cabeza y un puñado de tierra en su mano derecha, así estaba su cuerpo; en un instante mis ojos cedieron ante las lágrimas y no pude más, me quebré. No podía creer lo injusta que era la vida un joven estudioso, inteligente, dedicado a su trabajo, respetuoso y cariñoso con su familia y amigos había sido asesinado de la manera más vil a causa de malas compañías.

 

Aun viendo su cadáver en el suelo no podía o no quería creer que fuese mi amigo.

 

Y pensar que la noche anterior de la manera más extraña y sin prepararlo todo mi grupo de amigos, incluyéndolo a él, hablamos por teléfono de lo más tranquilos riéndonos de las “pasadas” que habíamos hecho en nuestro viaje a las playas de Tela el sábado anterior, el cual también fue sin planear, sin esperar nosotros que al día siguiente nos iban a despertar con esa despreciable noticia.

 

Al ver su cadáver pensé en todas las personas que han perdido a un ser querido en manos de la violencia que se vive en nuestro país, si sentían la misma rabia que por mi mente pasaba, una rabia contra todo, contra el asesino, contra la justicia hondureña, contra sí mismo. Al mismo tiempo recordaba como una película cada momento que viví con él, los buenos, los malos, daba igual, todos eran importantes al fin y al cabo; recordaba las palabras que no le pude decir y que ahora hacen un nudo en mi garganta, los abrazos que no pude darle, las veces que no le dije “te quiero” por vergüenza a que los demás se burlaran de mí, ojala estuviera frente a mi hoy para poder hacerlo.

 

Para muchos la resignación que les queda es encontrar a la persona que dantescamente terminó con la preciada vida de su ser querido y hacerle lo mismo que él o ella le hizo, asesinarlo. Pero, ¿qué pasaría con nuestro mundo si todos pensáramos de esa manera?

 

Seguramente encontremos cierta satisfacción, pero será esta una satisfacción meramente temporal, el dolor volverá, la tristeza volverá, nada devolverá a esa persona amada ni el matar una o mil veces al asesino.

 

El tiempo, amigo y enemigo al mismo tiempo, será quien ayude a curar esas heridas; heridas que son tan profundas como el océano mismo. Resulta tan incomprensible la manera en que un ser humano puede amar a otro y no darse cuenta de ello hasta que ya no está junto a él; un amor humano propiamente dicho, sin importar ni sexo ni género, edad o religión, color de piel, clase social o educación, etc.

 

Algunos buscan encontrar ayuda en la iglesia para curar su tristeza, otros se sumen en la inmundicia del alcohol, otros tantos deciden quitarse la vida porque piensan que sin esa persona amada ya no tiene sentido seguir viviendo; en mi caso busco el apoyo en mis amigos, esos hermanos que la vida te permite escoger y que siempre estarán a tu lado en cualquier momento que lo necesites.

 

Mi amigo ahora está en un lugar mejor, o eso es lo que quiero pensar para no sentirme triste nuevamente, mi rencor desapareció, mi rabia ahora ya no está, hoy solo me queda recordarlo como fue, una gran persona que me enseñó muchas cosas buenas.

 

No espero justicia en esta Honduras, pues sé bien que no existe, y menos cuando se trata de ejercerla en favor del pobre; tal vez si mi amigo hubiera tenido una posición social mejor, si fuera hijo de algún diputado o de algún policía de alto rango su caso habría sido resuelto, pero como es hijo de gente humilde, de gente trabajadora que labora de 5:00 am a 5:00 pm diariamente, gente que en nuestro país es invisible, es ignorado y archivado en el olvido de las “autoridades”. Tampoco creo que exista una justicia divina pues no sé ni siquiera si existe un ser divino que juzgue nuestras acciones. Como dice un buen amigo mío: “Mi único consuelo es que cada día que pasa se hace más pequeño el tiempo para verlo otra vez…” asumiendo que todos iremos al mismo lugar cuando muramos.

 

La sangre de mi amigo es solo un ejemplo de toda la sangre que se derrama en mi querida y desdichada Honduras cada día y que por negligencia de las “autoridades” seguirá brotando del cuerpo del hondureño.

 

Hoy mi pena se ha ido, no siento vergüenza al decirle a mis amigos, ya sean hombres o mujeres, que los quiero, pues esa puede ser la última vez que los vea, o que ellos me vean a mí. A veces a uno le toca aprender estas cosas tan sencillas por las malas y de la peor manera; hoy valoro más a las personas que me rodean y repudio aún más la violencia en mi país.

 

Me pongo a pensar en ¿qué hubiese sido de mi amigo si no se le hubiera privado del derecho de vivir?, una persona joven, con un cerebro envidiable y una simpatía que emanaba por su ser; seguramente pudo haber logrado muchas cosas en favor de Honduras y de las dos familias que ahora lamentan su trágica muerte. Lo recuerdo cada día que pasa en cada cosa que hago, a cada lugar que voy con mis amigos, pensamos: “Si aquel estuviera aquí…” Ese, ese que como dice la canción “se fue y no volverá”, pero que se fue físicamente porque en nuestra mente seguirá vivo.

 

Ojala que en mi tierra no sigan ocurriendo hechos como este que solo dejan lágrimas y dolor; que mi país sea un país de paz donde las personas no se vendan por unas cuantas monedas como prostituta al mejor postor para quitarle la vida a otro. Ese sería mi verdadero y definitivo consuelo.

 

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Saludos amig@s y muchas gracias de antemano... :)

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