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La parcela


Ker91

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La parcela

 

Cuando llegamos al lugar, nunca nos imaginamos lo que veríamos. Juan y Bastián no lo podían creer, estaba justo frente a nosotros saludándonos de manera humana, agitando su mano de lado a lado, con sus esqueléticos dedos estirados y apuntando hacia el cielo oscurecido. Era mirar y sólo eso, mirar, la imagen que se nos mostraba era demasiado para nuestras mentes, simplemente no cabía en nuestras cabezas que ese ser, con 4 ojos amarillos y sin boca nos saludaba, como si no le importara lo que se encontraba detrás de él. La razón por la cual habíamos ido a ese lugar.

 

Nos encontrábamos en Santiago, o al menos cerca de él, en uno de esos enormes fundos de los alrededores de la capital. El tío de Bastián o su abuelo, no recuerdo bien en este momento, le había pedido que cuidara de su casa, ya que no confiaba demasiado en los empleados del lugar y Bastián, que no es amigo de los placeres tecnológicos del campo, nos invitó, más bien suplicó que lo acompañáramos durante las dos semanas que duraba su tarea. Desde un principio aceptamos la invitación – suplica de Bastián, de hace tiempo ansiábamos alejarnos del ajetreo y estrés rutinario de la ciudad, además de que nos ofrecían aquella gratuita estadía y honestamente no teníamos nada más planeado para las vacaciones.

 

Al bajarnos del bus caminamos algunos kilómetros hasta llegar al fundo, era enorme, no se alcanzaba a ver la cerca que delimitaba con las tierras que eran de propiedad exclusiva del gobierno chileno y apenas se podía divisar la casona que debíamos vigilar. Llamamos a Bastián por el citófono, único objeto tecnológico del lugar, y llegó luego de unos minutos. Mientras nos conducía por los puentes improvisados para cruzar los canales, Bastián nos contaba sobre las leyendas del lugar, asegurando que cada noche, los antiguos empleados del fundo penaban a los crueles patrones de la época de la independencia. Juan luego preguntó acerca de los actuales empleados, de por qué su abuelo, o tío, no había dejado a su cargo la casa. “La verdad es que él nunca se ha relacionado mucho con ellos, salvo para dar ordenes menores” Dijo, “Pero resulta que hace unos años, muchas cosas de la casa comenzaron a desaparecer, y desde eso, dejó de confiar en ellos” Dijo después y dejó de hablar ya que llegamos sin darnos cuenta a la casona, que desde la entrada parecía una verdadera mansión.

 

“Mucha gente tuvo que haber vivido aquí antes, tu familia podría transformar la casa en hotel, ganarían mucho” Dije, “No lo creo, es grande pero tiene muy pocas habitaciones, creo que su ostentosa construcción se debe a que los antiguos patrones querían humillar aún más a los empleados” Respondió Bastián, luego nos invitó a pasar y pudimos comprobar lo dicho hace poco. El living era simplemente exagerado, los 5 muebles que se veían eran patéticos comparados con el grabado en madera del techo o los inmaculados cuadros del siglo antepasado, en fin, fuimos después al segundo piso, donde estaban nuestras habitaciones. Allí lo que más nos sorprendió, si era posible después de ver el primer piso, fueron los 2 ventanales, en los cuales uno tenía plena vista de prácticamente toda la parcela a no ser por las gruesas cortinas que las cubrían de noche. Tal vez otra de las ostentaciones de los patrones sólo para mantener vigilados a los empleados. Dejamos de contemplar el atardecer y entramos a una de las habitaciones, dejamos nuestras cosas y jugamos cartas. Al rato después, nos dimos cuenta de que tan cansados estábamos por el viaje y nos acostamos en las recamaras contiguas.

 

Me desperté durante la noche, cosa extraña debido a mi somnolencia. Salí de la cama y me dirigí al baño, como hago cada vez que despierto, sea la hora que sea. A esta edad ya no me asustaba la oscuridad, lo que más temía era cruzarme con algún mueble ya que no podía ver nada por las penumbras del campo, aún así llegué sin tropiezos a mi cama y me acosté nuevamente, me arropé con las acolchadas frazadas de lana natural y apoyé mi cabeza en la almohada de plumas, luego volteé mi cabeza al otro lado de la cama y pude notar que alguien, acostado en mi misma cama, me observaba con sus 4 ojos de amarillo brillante. Luego, por alguna fuerza, me volví a dormir.

 

A la mañana siguiente, les conté a Bastián y Juan lo que ocurrió, más bien les grité desde el instante en que desperté. Ellos no me creyeron, que era lo más obvio, de alguna u otra forma lograron convencerme de que fue una pesadilla. Luego del desagradable despertar, como ellos así lo describieron, nos levantamos y comenzamos a “vigilar” la casona. Recorrimos las habitaciones en busca de alguna diversión, pero no había nada interesante, salvo por una baraja española, la cual no sabíamos utilizar, y un antiguo juego de mesa, al cual le faltaban la mitad de las piezas. Nos quedaban las cartas de la noche anterior y la increíble belleza del lugar, obviamente decidimos jugar naipes 2 horas hasta que la criada encargada viniera a preparar el almuerzo. Pasaron las dos horas y bajamos a recibir a la criada, la cual nunca se apareció, aunque eso no nos preocupó, ya que nos dimos cuenta de inmediato que a los 5 patéticos muebles del primer piso les faltaban 2 compañeros. Bastián se enfadó con los empleados y se dirigió a las viviendas de ellos. Nosotros, que no queríamos involucrarnos, nos quedamos en la casona.

 

Juan intentaba descubrir, como se habían llevado una antigua cómoda de madera y un sofá sin producir el más mínimo ruido, y tenía razón de estar preocupado por eso, jugar a las cartas no es una actividad por la cual mis vecinos en Santiago se quejarían durante un fin de semana, y esos muebles tenían un peso considerable, además de que el ruido de las puertas principales retumbaba por toda la amplia casa. Juan dejó de pensar en aquello cuando Bastián entró algo enojado. “Se fueron, los muy cobardes se fueron” Dijo casi gritándonos. Resulta que Bastián fue a increpar a los empleados, sólo para descubrir que no se hallaba ninguno de los 23 miembros de la misma familia que trabajaba en el lugar, desde hace muchas generaciones. Juan trató de calmarlo, diciéndole que mañana iríamos a hacer la denuncia a carabineros, ya que ahora, caminar hasta el reten más cercano, sería muy peligroso, llegaríamos después de que anocheciera. Por lo tanto iríamos al día siguiente a primera hora.

 

Llegó la noche y nos acostamos con diferentes emociones, Bastián furioso aún a causa de los empleados, Juan cansado y estresado de escuchar quejarse a Bastián durante todo el día y yo con miedo, a causa de la pesadilla que aún me parecía verdadera. En fin, a las 12:00 nos dormimos extrañamente al mismo tiempo.

 

Desperté nuevamente por la luz cegadora del alba que entraba por el pasillo y daba hacia la cabecera. Me levanté de mala gana, como si no hubiera descansado nada, y me dirigí al baño, como siempre hago luego de despertarme. Al salir de este, me encontré con Juan, que despertó por la misma razón que yo. Parecía preocupado, miraba hacia al pasillo como si algo estuviera mal, y lo estaba, faltaban todos y cada uno de los muebles de este, los espejos de la pared, unos maceteros, un candelabro del techo e incluso faltaban los guardapolvos. Juan no estaba preocupado por las cosas que faltaban sino por el inminente estallido que se venía de Bastián, quien salía de su cuarto justo en ese momento. “…” No puedo decir lo que dijo, ya que no acostumbro a expresarme con tales improperios, los cuales Bastián tenía pleno conocimiento y manejo experto, quien mezclaba perfectamente los conocidos de la ciudad con los centenarios del campo. Luego del discurso expositivo, él le pidió a Juan su teléfono y este le respondió tranquilamente que no había señal en el lugar, aún así buscó su celular entre las cosas de su habitación, volvió al pasillo y lo abrió para prenderlo. Esa fue la primera vez que vi a Juan inquieto, o incluso sorprendido y nunca olvidaré sus palabras “Son las 3:00 de la madrugada”. Los tres miramos sorprendidos al ventanal por donde entraba la luz, pudiendo notar que se extinguía poco a poco, pero antes de que se fuera totalmente, Bastián alcanzó a notar que el resplandor provenía de la parcela de propiedad exclusiva del gobierno chileno. Se vistió rápidamente y bajó las escaleras, ambos adivinamos su obvia acción y nos preparamos para salir.

 

Durante la caminata, nadie articuló palabra alguna, Bastián estaba convencido de que algo tenía que ver el hecho con la desaparición de los muebles y de sus empleados, Juan quería descubrir a toda costa lo que fue aquello, y yo por miedo, no quise quedarme sólo en la casona, que ahora se encontraba vacía literalmente, aunque tampoco quería saber lo que se encontraba detrás de la cerca de madera. Al no estar alambrada la saltamos sin problemas, el único obstáculo eran unos arbustos tan altos como nosotros y con espinas dolorosas, los cuales nos impedían el paso y la visión de nuestro alrededor, pero, casi como si nos hubiera leído la mente, el fulgor volvió nuevamente, aunque en menor cantidad, revelando así un sendero con el cual se podía atravesar más fácilmente la jungla de matorrales. Caminamos por él y cada segundo apresurábamos el paso, sentíamos miedo pero aún así la curiosidad nos ganaba. Ya no importaban nuestras intenciones, necesitábamos saber lo que había al otro lado del sendero. Al final de esté había una pared de matorrales, pero algo era diferente, no tenían las espinas de sus hermanos vegetales, la luz provenía detrás de esta pared lampiña de espinas. Sin mirarnos atravesamos la pared, a la mitad de esta tropecé con una raíz que sobresalía de la tierra, me levanté por pánico a quedarme sólo y corrí para llegar a la par de ellos. Al atravesar la pared, primero vi a Juan y a Esteban totalmente quietos, mirando hacia un cráter resplandeciente, no había duda, allí estaba lo que vinimos a buscar. Caminé hacia ellos, y pude ver con horror una extraña estructura de la cual emanaba la luz centellante, los muebles apilados ordenadamente a un lado de la estructura como si fueran recuerdos y una pila de cadáveres formada por los empleados, como si fueran ganado sacrificado. Entonces lo vimos, el ser de mi pesadilla que nos saludaba mientras nos observaba con sus cuatro ojos amarillos, no sabíamos como reaccionar, estaba fuera de nuestra capacidad de comprensión, pero desgraciadamente, luego escuchar como se movían los arbustos detrás de nosotros y de ver como se formaban nuestras sombras frente a nosotros, pudimos comprender, que aquel saludo, no era para ninguno de los tres.

 

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WOOOOOOW!!!!!

 

voy a llorar!!!!

 

Es una de las mejores Historias que he leido!!!

 

Corta y simplemente sublime...

te pasaste ...

Gracias por dejar una historia de tan buena calidad aqui...

te pasaste, de veras...

 

 

 

Gracias de nuevo y espero que sigas así...

 

 

Publica otro pronto...

 

 

Saludos....

 

Mimo...

 

n.n

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Muchas gracias, publicaré más a medida que pase el tiempo =D

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  • 10 months later...

jajaja buen final, estubo muy interesante todo el cuento pero hubo partes que me dejaron con puntos suspensivos

 

 

Juan intentaba descubrir, como se habían llevado una antigua cómoda de madera y un sofá sin producir el más mínimo ruido, y tenía razón de estar preocupado por eso, jugar a las cartas no es una actividad por la cual mis vecinos en Santiago se quejarían durante un fin de semana, y esos muebles tenían un peso considerable... No entiendo que tiene que ver las cartas con los muebles.

 

En fin, a las 12:00 nos dormimos extrañamente al mismo tiempo.... es como yaaaa :ROLF: ... xd

 

y Nos encontrábamos en Santiago, o al menos cerca de él--> el él le pondría ahí...

 

fin!

 

Muy bueno el cuento :banana:

 

saludos

 

 

 

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