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CAPÍTULO 56 – EL PERDÓN - PERDONAR


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CAPÍTULO  56 – EL PERDÓN - PERDONAR

 

Este es el capítulo 56 de un total de 82 -que se irán publicando- en los cuales se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.

 

 

“Perdonarse a sí mismo sí es un buen ejercicio de perdón”.

 

“¿Perdonar? ¿Hay algo que perdonar? ¿Has permitido que algo te ofenda? Perdonar, no. Comprender y aceptar, sí”.

 

“A perdonar se aprende practicando, y practicando, y practicando…”.

 “El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió”.                        

(Madre Teresa de Calcuta)

“Solamente aquellos espíritus verdaderamente valerosos

saben la manera de perdonar.

Un ser vil no perdona nunca porque no está en su naturaleza”.

(Laurence Sterne)

 

“La sanación interior total solo puede ocurrir

 cuando perdonamos a aquellos que nos han herido,

 cuando les entregamos por completo nuestras heridas”.

 

"El perdón, ciertamente, no surge en el hombre de manera espontánea y natural. Perdonar sinceramente en ocasiones puede resultar heroico. Aquellos que se han quedado sin nada por haber sido despojados de sus propiedades, los prófugos y cuantos han soportado el ultraje de la violencia, no pueden dejar de sentir la tentación del odio y de la venganza. La experiencia liberadora del perdón, aunque llena de dificultades, puede ser vivida también por un corazón herido, gracias al poder curativo del amor, que tiene su primer origen en Dios-Amor. La inmensa alegría del perdón, ofrecido y acogido, sana heridas aparentemente incurables, restablece nuevamente las relaciones y tiene sus raíces en el inagotable amor de Dios".

(Juan Pablo II, l-l-97)

 

"¿Quieres ser feliz un instante? Véngate.

 ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona".

(Henri Lacordaire)

 

“Entonces se acercó Pedro a decirle: “Señor, si peca mi hermano contra mí, ¿cuántas veces lo perdonaré?, ¿hasta siete?”

Jesús le dice: “setenta veces siete”

(otras versiones dicen “No te digo siete, sino hasta setenta y siete”)

(Mateo 18, 21-22)

 

"Un conocido teólogo escribió que “Los santos, muchas veces al rezar tartamudeaban. Este tartamudeo es más agradable a Dios que las frases retóricas, por más bellas y brillantes que puedan ser”'. Muchas veces nos cuesta pedir disculpas a nuestros amigos, compañeros... por un mal acto que hemos cometido. Pedir perdón por una mala acción es la forma más poderosa de demostrar nuestra humildad y honestidad. Sería interesante que hoy recordaras a aquellas personas con las cuales mantienes una enemistad por culpa tuya. ¡Reconcíliate con ellas con palabras fáciles y honestas y si hace falta tartamudea! Hay una frase increíble que te ayudará a pensar: “El perdón de las flores es tan bonito que llegan incluso

 a perfumar a aquél que las aplasta con la mano”.

(Anónimo)

 

“Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado.”

(Anónimo)

 

“Se dice que el perdón libera. Justamente, considero todo

lo contrario: primero debo estar libre para luego perdonar”.

(Jorge Antognazza)

 

 

 

Visto desde un punto de vista absolutamente loco –pero que tiene su lógica-, perdonar es un acto de orgullo y soberbia.

Es creerse más sabio que el otro, por encima, con poder, con la sensación -que sólo es una sensación-, de ser más o mejor que el otro y superior, y por ello se cree en condiciones de superioridad para, en un acto de falsa magnanimidad, otorgarle el perdón.

 

TAMBIÉN ES UN ACTO DE ORGULLO Y SOBERBIA NO PERDONAR. Perdonar es casi necesario, y no sólo por el otro, sino por uno mismo.

 

Y generalmente se hace difícil perdonar del todo.

 

A veces se nos aparece un recuerdo –o directamente una imposición- de esa caridad cristiana por la cual se debe perdonar, pero hacemos solamente el gesto, lo decimos fingiendo que es de verdad, aunque casi siempre se queda en la forma externa para quedar bien.

El refranero y la tradición popular nos surten de frases relacionadas con ello: “No olvido ni perdono”, “Yo perdono, pero no olvido”, “Olvidar es perdonar y si perdonas olvidas”, “Ama, perdona, y olvida”, “Perdono al que me ha ofendido pero la ofensa no la olvido”… un buen surtido para poder encontrar una que se parezca a lo que uno piensa y con la que sentirse a gusto ya que confirman nuestra teoría. Palabrería.

 

Generalmente, salvo que actúen intencionadamente de mala fe, la gente se comporta como su educación y las circunstancias de su vida le han enseñado a comportarse, y son más víctimas que verdugos.

Sin duda, nosotros, en la misma situación y particularidad del ofensor, habríamos actuado exactamente igual y hubiésemos hecho exactamente lo mismo. Y esto conviene tenerlo MUY CLARO antes de juzgar y acusar a los otros.

Desde nuestra condición y nuestro punto de vista hubiésemos procedido de otro modo, por supuesto, pero los otros no están en nuestra situación y sensibilidad, por tanto no hay más opción que verlo desde su situación para poder comprender, y de algún modo justificar, sus actuaciones.

Si un delincuente atraca a una persona, se producen dos puntos de vista distintos del mismo hecho. El atracado dice que ha estado mal porque le han sustraído sus pertenencias; el atracador dice que ha estado bien porque ha incrementado su patrimonio.

 

Decía con gran sabiduría Tony de Mello: “Si no condenaras a nadie, nunca tendrías necesidad de perdonar”.

Pero es seguro que en muchas ocasiones nos condenamos a nosotros mismos con castigos excesivos e innecesarios. Las auto-críticas son continuas como desaprobación por lo que llamamos nuestros errores; el menosprecio con su consiguiente bajada de la autoestima es bastante habitual, el auto-enfado no nos sirve más que para acrecentar la distancia entre los yoes, entre nuestro Ser y nosotros mismos; la apatía implícita en ese “para qué hacer algo más si también me voy a equivocar”, o en reproches similares. Y todo eso, que se deriva del no comprendernos y no aceptarnos, se vuelve contra nosotros y mientras dura ese enfurruñamiento, volvemos a perder un tiempo precioso de armonía y afianzamiento, y damos un paso atrás en el proceso de acercamiento e integración.

Todos esos fallos o errores no son más que las lecciones que nos da la vida, ya que no nos las dieron en casa ni en la escuela, y por eso no podemos exigirnos hacer bien algo que nadie nos ha enseñado a hacer bien.

 

Si a pesar de lo leído seguimos insistiendo en el acto de perdonar desde la prepotencia (porque no me refiero al acto puro y sincero de perdonar), hagámoslo, pero tratemos de que ello sea fuente de satisfacción. No por el hecho de perdonar, sino por apreciar que nos hemos dado cuenta de la situación o motivos del otro, y hemos sabido ponernos en su lugar, y hemos podido comprender y aceptar.

 

 

VISTO DE OTRO MODO

 

Perdonar no es lo mismo que justificar, excusar u olvidar.

Perdonar tampoco es lo mismo que reconciliarse. La reconciliación exige que dos personas que se respetan mutuamente, se reúnan de nuevo.

El perdón es la respuesta moral de una persona ante la injusticia que otra ha cometido contra ella.

El perdón permite liberarse de todo lo soportado para seguir adelante.

Cuando perdonamos, reconocemos el valor intrínseco de la otra persona a pesar de su mala actuación.

El perdonar no borra el mal que se ha hecho, no quita la responsabilidad al ofensor por el daño causado ni niega el derecho a reclamar justicia a la persona que ha sido herida.

Perdonar es un proceso complejo. Es algo que sólo nosotros mismos podemos hacer.

Paradójicamente, al ofrecer nuestra buena voluntad al ofensor, encontramos el poder para sanarnos.

Al ofrecer ese regalo a la otra persona, nosotros también lo recibimos.

 

 

ATENCIÓN

 

El perdón no es necesario cuando la ofensa no existe. La ofensa no existe cuando no ha habido mala intención.

En algunas ocasiones puede quedar la duda acerca del propósito que ha puesto la otra persona en el hecho que nos ha perjudicado, y en ese caso conviene reflexionar muy bien, y muy claramente, sobre ese propósito.

El único perdón absolutamente sincero y auténtico, es el que se produce cuando uno se da cuenta de que no hay nada que perdonar.

 

 

POR SI NO LO SABES

 

"Pedir perdón no es lo mismo que disculparse, porque disculparse es excusar los motivos por los cuales uno ejecutó una acción con el objeto de que la persona afectada por ella pueda comprenderla. Pedir perdón es asumir la totalidad de nuestra falta, con todo, y sentir todo el mal que produjo; decir que aunque no puedas repararla del todo, te produjo dolor la acción, lo sientes, estás arrepentido y quieres de vuelta procurar lo bueno... La estatura humana del perdón por ello es mucho más alta y propia de los grandes, y necesaria en los cristianos porque hemos sido perdonados desde antes de existir, y así como perdonemos se nos perdonará".

(Del libro El perdón, de C.S.Lewis)

 

 

SOLUCIONES O SUGERENCIAS

Perdonar implica renunciar a la venganza y al rencor.

Perdonando, uno se deshace de los pensamientos y sentimientos negativos que pudiera albergar contra otra persona.

Perdonar, por tanto, libera.

En el perdón hay Paz Interna.

Estar enojado con alguien es incómodo. Crea una intranquilidad interna que se trata de ocultar con la justificación del deseo de venganza, o desde el victimismo y la auto-compasión, pero no tiene nada de positivo y sí mucho de negativo.

 

Los pasos básicos para perdonar son, en mi opinión, comprensión, grandeza personal, humildad… y poner mucho Amor tras los pasos anteriores. Amor al prójimo y Amor a uno mismo.

La vida es así o la vida es eso. Hoy ofende el otro y mañana lo haces tú. Hoy se equivoca el otro y mañana te equivocas tú. Así que tenemos que estar capacitados para manejarlo bien desde cualquiera de los dos lados.

 

 

EL PROCESO DEL PERDÓN

 

Tras darse cuenta del daño que uno ha recibido por una ofensa, es conveniente una reflexión: ¿me duele a mí –como persona, como Ser- o le duele a mi ego? Si me duele a mí debo dejarlo diluirse inmediatamente para pasar a la siguiente fase del proceso de perdón, para eso está la comprensión. Si le duele a mi ego… debo reflexionar nuevamente para entender lo absurdo de la situación y para quitarle al ego el poder de inmiscuirse en mis asuntos.

Lo siguiente es deshacerse de todos los posos de rencor o de enojo que podamos tener acumulados. No nos pertenecen, no van con nuestro modo de ser, no nos representan. No somos esa persona dominada por el resentimiento, ni quien opta la venganza en vez de por el Amor.

La empatía es necesaria para el siguiente paso. Hay que ser capaz de identificarse con el otro y ponerse en su piel y sus circunstancias, porque eso lleva inevitablemente al conocimiento interno del otro y hace más fácil comprender al otro.

Perdonar es dar otra oportunidad, es confiar en el otro. Todos –porque posiblemente alguna vez seamos nosotros los necesitados de ser perdonados- nos merecemos otra oportunidad.

 

 

RESUMIENDO

 

Perdonar es comprender.

Perdonar es aceptar.

¿Qué ganas no perdonando?

Si no perdonas te estancas en una actitud de soberbia y orgullo que no es buena ni siquiera para ti.

Esa obcecación en mantener la distancia emocional con el otro no te permite relajarte, sino que te mantiene en una tensión altanera y arrogante que, lejos de hacerte sentirte superior al otro, te menosprecia en lo humano y te rechaza en lo divino.

 

 

Francisco de Sales

 

Si le interesa ver los capítulos anteriores están publicados aquí:

(Palabra Censurada, está prohibido el SPAM)index.php/board,88.0.html

 

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