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2º Concurso de Literatura Erótica Chilecomparte


Kismet

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Comienza la primera etapa de votaciones, las reglas son las siguientes:

 

1.- Avanzan a la etapa final los 5 relatos más votados

2.- Se acepta un solo voto por usuario

3.- La primera etapa de votación va desde el 31 de Enero al 13 de Febrero

4.- Solo pueden votar usuarios registrados hasta el 17 de Diciembre de 2012

 

 

 

¿Los premios?


Acá si que van a quedar contentos. Los premios son otorgados por URIX SexShop

1º Lugar $ 40.000 en Premios de Nuestro auspiciador + Cambio de Nick+ Cambio de título + 500 post

2º Lugar $ 25.000 en Premios de Nuestro auspiciador + Cambio de título + 300 post

3º Lugar $ 10.000 en Premios de Nuestro auspiciador + 100 post

 

 

 

Relato:

La Remembranza

Autor:

Helerus

 

 

 

En esencia, ese día había sido tranquilo: la lluvia amainando y el viento silbando, lejano, las copiosas leyendas ineludibles del pasado. Las postreras miradas hacia el infinito de mi habitación completaban la lúgubre escena de no tenerla de nuevo en mis brazos, mientras la calma reemplazaba lentamente el júbilo indecoroso de su cuerpo encendido.

 

Todo partió, como si no, con un vaso de licor dulce, de cuyo nombre no quiero acordarme, mientras soterradamente miraba de soslayo las curvas de aquel ser. Ya había pasado mi juventud llorando por princesas y castillos y también había caído, cual gladiador vencido, en las fauces indómitas de las palabras finales. Llantos y alcohol eran mis compañeros predilectos, y los golpes de la vida me llevaron a un antro de aquellos escondidos en Santiago, con ánimo de nada, solo un sorbo del elixir sagrado y entretener la vista con las nacidas bajo el signo del placer carnal en aquel bar.

 

Tímido, sorteaba los prejuicios del incauto con mi mirada seria y taciturna, pero esas curvas, aquella voz, los vaivenes de sus gustos y su locura por lo experimental me llevó a tomar conciencia de aquel espectro que tomaba forma avanzando las horas. Pensé que las burbujas me estaban llegando al cerebro, pero hacía 15 minutos que no le posaba mis labios, solo los mordía escuchándola a ella. No cabía duda, pasé por encima de mi timidez y osé dirigir la conversación hacia derroteros más oscuros. Maquiavelo hubiera estado orgulloso de mis actos, sin traspiés, para alcanzar sus hermosos labios.

 

Otrora la ninfa había aparecido en mi vida, pero por los derroteros de la vida nunca nos encontramos frente a frente, ni mucho menos en una condición tan propicia para el placer como un asiento contiguo y oscuridad además de, naturalmente, unos grados más arriba de la sobriedad.

 

La encontré deliciosa bajo esa polera apretada que le llegaba un poco más abajo de su cintura, sus enormes pechos enclaustrados, para finalizar con unos blue jeans de infarto, lo cual no opacaba su mirada felina, disimulada levemente con sus lentes de secretaria española. Era la sexualidad hecha mujer, circunvalando mi espacio íntimo, intuyendo la nula proxemia de nuestros cuerpos, cual imanes.

No logramos acercarnos más, ya que un amigo quería cambiar la sintonía del lugar a un bar más afable, por lo que al pagar la cuenta avanzamos guiados por las luces de neón hasta llegar al siguiente paraje. Las vueltas de la vida hacían que mi destino sonriera, y tras ellas iba yo subiendo las escaleras al segundo piso del nuevo local.

 

No pude más y en mi torpeza, al subir y ver su trasero, le pego una nalgada traviesa, apresurándole el paso. “Es mi fin”, me dije, tras entender en medio segundo que aquello en mi contexto era prohibido, pero una risa coqueta me hizo volver en sí, y una mirada bastó para entender que quería seguir el juego.

Me sentía como un amante prohibido sin nada que perder, dos coloquios en un poema íntimo bajo la luna, pero no me atrevía a robarle un simple beso. Seguía con mis temores infundados, las gotas de sudor en la espalda y la garganta seca de tanto conversar y no tomar cerveza.

 

Ella, con su intuición, captó el mensaje de mi vacilación, y en un pestañeo siento unos labios carnosos en mis labios, mientras su lengua mojada atravesaba mi boca para intercambiar secretos húmedos e inconexos con la mía. Un sentimiento sublime acariciar esa máquina perfecta, y no podía esperar tener esos labios en mi miembro, con su larga lengua dirigiendo la orquesta.

 

Tomados de la mano como dos cómplices en la noche, vimos los arrebatos del tiempo a nuestro rededor sin tomar partido, y sabíamos en nuestros cuerpos que esa noche no iba a ser una noche fría, como la que vivimos saliendo del local tras despedirnos de nuestros amigos, que nos silbaban después a lo lejos, sentenciando el comienzo de nuestra noche.

 

El trayecto en taxi fue lento, pero nuestras caricias bajo nuestras ropas lo aplaudían. Sus pechos coronados con un collar celta avivaron mis ganas de lamerlas allí mismo, pero me controlé, no quería mostrar ese lado todavía, pero ella me tenía una sorpresa: con una técnica sacada de la más escondida cueva del Himalaya toma mi pene erecto, y haciéndose la dormida bajo mi capa empieza a lamer su punta en círculos, mientras con su otra mano empieza a masturbar su clítoris. Era una obra de arte en vida ver como después chupaba y lamía mis testículos de manera casi imperceptible para el taxista, y tratando de controlar mis gestos aquella mujer se divertía con su propia fiesta personal, para finalizar con un bostezo, tragando completamente mi falo y escuchándose ruidos guturales, recordando a un sado obligando a su esclava a tragarlo completo, con llantos de goce incluidos. Ahogué un suspiro y ella paró, revelando su rostro tranquilo y su mirada penetrante, capaz de ver mis más sórdidas fantasías, conduciéndome cada vez más adentro dentro del círculo de los nibelungos.

 

En aquel momento el taxista paró, señalando el precio con rostro impávido, acostumbrado a la fauna nocturna, dejándonos a unos pasos de mi cama. En dos chasquidos y dos giros de llave llegamos a mis aposentos, yo con ánimos de acabar rápido mi tormento sexual, y ella con calma inusitada se dirige a mi baño para “empolvarse la nariz”. Esperé 5 minutos, eternos. Estaba extasiado mientras escuchaba como ella al otro lado del seguro tarareaba una canción, casi monótona cual ritmo hindú, alimentando mis chakras. Sacudí mi cabeza alejando el hipnótico himno, cuando veo que abre la puerta con un soplido: Hela allí, con un traje de encaje rojo, el pelo liso rojo brillante, tetas apretadas y culo parado, blanca como la nieve, ardiente como ella sola, “como me la recetó el doctor” como diría un colega.

 

Sin dar tregua a mi imaginación, veo que en la base de su traje asoma una cola larga y negra de fantasía, y sin más darme cuenta de ese detalle, se coloca en 4 patas y empieza a acercase sexymente a la base de mi cama. “Esta gata tiene hambre, quiere su leche…” dijo ella, y sin mediar discurso me empieza a dar la mamada más maravillosa que he sentido: giros, volteretas, cambios bruscos y delicados, sacó lo mejor de su arsenal oral. Le gustaba aquello, y con mayor placer me mamaba el pene mientras me miraba. Bajó nuevamente a mis testículos mientras me masturbaba con una mano: una experta ante mis ojos, el amor de mi vida sexual ha llegado. Su saliva brotaba de sus labios, y atisbé una delicada curva en su espalda, deseando con aquel gesto mi falo en su vagina.

 

No le di el placer, quería saciar mi maldad agarrándola con fuerza y control su cabellera roja y diciéndole al oído “¡tírate a la cama, perra!”. Aquello la encendió aún más, había encontrado a mi otro yo, aquel que pudiera estar en contacto con mi calentura incontrolable. Lamí su clítoris, bañada en sus relajantes jugos íntimos. No me engañaba: se había masturbado, y en un dejo la agarré de las piernas y las alcé hacia atrás, dejándome entrever su ano ensortijado con mi saliva que caía desde el monte. Enjugué mi dedo y suavemente empecé a excitar ese camino prohibido, mientras alternativamente jugaba con su clítoris y su vagina. Solo placer se oían en sus labios, y un pequeño chorro transparente cayó en mi mano. “Te fuiste sin avisar” le dije suavemente con mi mirada más pícara, mientras ella mentía una mirada de placer culpable, dejando entrever que quería ser castigada.

 

“Métemela, solo quiero tu pene dentro de mí, ¡Castígame!”, tras lo cual accedí gustoso. Ese placer indómito de sentir una vagina apretada pero jugosa alrededor de mi pene es impagable, y los gritos de gozo de mi compañera sexual solo me daban más energías. Estaba mentalizado, no quería irme todavía, y sin parar metí dos dedos en su ano, y entraban fácilmente en su orificio.

 

No pregunté, solamente ensalivé mi pene y suavemente se lo metí en su ano. Era húmeda como su vagina, y aún más apretada. Gritó en un momento de dolor, tras lo cual paré, pero ella, con su energía sexual, empezó sola a moverse suavemente, mirándome a los ojos, rogándome que la hiciera sentir la más puta. La tomé de las caderas y el rítmico vaivén del sonido de su ano, cada vez más rápido, hizo que nuevamente se fuera… Y quería aún más, por lo que seguí metiéndosela. Lacónicamente miraba su espalda, luego sus muslos y luego su trasero, deleitándome con sus gritos, agarrándole los pechos, haciéndome libre de sentir mis impulsos más bajos. Ella ya no podía más, y yo estaba agotadísimo de resistir tantos embates de su cuerpo, pero nuestras mentes eran de fuego, y tras el cansancio vinieron nuevas energías, y nuestros tigres internos hicieron de las suyas: sacó mi pene y saltó enérgicamente encima de mí, metiéndolo en su vagina nuevamente y saltando con frenesí mientras gemía en el oído. No pude más y la agarré de los brazos y la tiré contra la pared, para penetrarla con fuerza. Era un forcejeo constante de quien llevaba el control, y no quería perder. Ella llevaba la fuerza de su cuerpo, pero quise finalmente triunfar: la agarré con fuerza, la sometí a mi pene, y eyaculé como nunca sobre su cara y sus tetas mientras ella se iba por el placer de tenerla finalmente como ella quería: mi esclava sexual.

 

Termino de escribir esto y aparece ella en el dintel de mi puerta, serena. Mis penas se van, la lluvia termina, y el sol aparece orquestando la más bella melodía mientras nuestros cuerpos se funden y nuestros labios se pierden en el todo.

 

 

 

 

 

 

 

Relato:

El Ascensor

Autor:

cogollo666

 

 

 

 

Era un día de calor....ya se hacía de noche y me voy rumbo al ascensor para largar del trabajo.....una rica pilsen me espera en la casa......tarda en llegar pero llega....antes que cierre veo tu silueta corriendo para alcanzarlo.....abro la puerta y apareces....una Mujer voluptuosa....con la blusa desabotonada me dejaste perplejo.

Mucha calor pregunto...das la vuelta y me dices...si demasiado.....y en eso el ascensor frena en forma brusca.

Se apaga y se prende la luz

te aferras a mí y puedo sentir tus tremendos pechos

me dices...tengo miedo a esto

te digo que te tranquilices que todo estará bien

ahí abrazados pronto mi Gruesa Herramienta comenzó a reaccionar

la luz se prendía y se apagaba

te diste cuenta de aquello y presionaste el botón que detenía el ascensor

te arrodillaste y comenzaste a Falar

me dijiste

te había visto

yo vivo acá

tu trabajas aquí cierto??

al momento que bajabas el cierre

y mi enorme PENE EMERJIA COMO RESORTE EN TU CARA

Sorprendida por la magnitud

lo tomaste con tus dos pequeñas manos y chupaste la punta

suavemente

luego mas rápido

luego toda adentro

comías desesperada.

Mi Verga toda mojada con tu saliva no tuvo problemas para atravesar tu caverna de lava

tu pierna arriba y yo bombeando tu exquisita vagina

mordía tu cuello y te culiaba tan rico

cada vez mas rápido

cada vez más profundo

ahhh ahhhhh gritas ahhh ahhhh es GRANDE

Ahhhh ahhhh gimes!!!!

Te la entierro 1000 veces más tus piernas se doblan del placer que recorre todo tu cuerpo

sigo sigo hasta explotar por completo dentro de ti

son ráfagas de SEMEN hirviendo que llenan tu volcán!!

Nos ordenamos un poco y presionas el botón

llegando abajo mucha gente esperaba

al abrirse la compuerta

una lluvia de aplausos nos llovieron

buena campeón me gritaban

a ti unos piropos

nos separamos en la esquina

espero con ansias el dia lunes!!

 

 

 

 

 

Relato:

Reconciliación

Autora:

Clo

 

 

 

 

La cosa no iba muy distinto a lo acostumbrado, una cena simple, los dos juntos en nuestra casa que nos ha acompañado durante año y medio, sin hijos porque no nos tinca mucho la idea de ser padres, y con mucho amor, siempre tiernos, no faltaba que llegara con un pastel para mí, con sushi o una pizza, solo por regalonearme, una pareja común que se ama mucho como desde el primer día.

Pero ese día discutimos, no recuerdo que razón nos llevó a eso, pero discutimos, esas discusiones que comienzan con algo realmente estúpido, pero no te das cuenta como crece y se convierte en una batalla campal. Subían y subían de tono las palabras, sacando nuestro lenguaje más coprolálico, hasta que mi vista se detuvo en su pantalón, revisando como esa discusión había erectado su pene hasta notarse con ansias incontrolables de salir del pantalón que le apresaba. Él noto mi vista desviada en su gran miembro desesperado y me tomó con violencia del cabello para tirarme contra la mesa dejándome a cuatro patas con mi trasero apuntando hacia su pene.

-¿se puede saber que estás mirando, perra? – Me dijo con tal violencia que sentía que mi vagina automáticamente se humedecía con sus palabras. – Cuando yo hablo me escuchas, puta! – Sentenciaba mientras me dejaba expuesta ante el sosteniendo mi pelo. Noté que me excitaba la manera en la que me trataba. Y sin siquiera decirme una palabra levantó mi vestido y bajó con fuerza mi calzón. No me penetró, se dedicó a con una mano masturbar mi clítoris mientras con la otra sostenía mi espalda con fuerza contra la mesa con el fin de no dejar que me levantara. Sentía como se humedecía mi vagina mucho más que con cualquier palabra bonita, el gesto violento la dilataba y la hacía desear cada segundo con mayor fuerza el ser penetrada, y él lo adivinaba bien, por la misma razón no me daría ese placer.

Antes que siquiera yo me atreviese a sugerírselo me tomó fuertemente de las muñecas con una mano, mientras que con la otra tomaba un cable que se encontraba en la mesa, sin siquiera advertirlo ya me encontraba amarrada de manos y sostenida de un gancho en la pared, con los brazos en alto e imposibilitada de movimientos. Teniéndome de frente y yo sin poder hacer nada para zafarme (aunque en realidad no quería hacerlo) abrió la parte superior de mi vestido para dejar mis pechos al aire, lamía mis pezones mientras masturbaba con fuerza mi clítoris, y yo jadeaba de placer. Era más excitante que cualquier acto tierno en la cama, pero era tan intenso que sentía que me orinaría. Me fui en un orgasmo exquisito, pero no frenó sino que siguió masturbándome con ganas mientras lamía mi cuello, mis pechos, mi estómago y cada parte de mi cuerpo.

Quise gritarle que parara, pero el al ver cuáles eran mis intenciones me amordazó para ocultar mis gritos, acto seguido me dio vuelta dejando mi culo ante él. Con mis manos en alto le hacía gestos para que parara pero no lo hizo, abandonó la habitación por unos minutos y volvió con uno de mis vibradores, y antes de poder decir algo sentí como lo introducía en mi vagina. Me retorcí de placer, tanto por la penetración que me daba con el objeto, así como por el placer de sentir todo esto que estaba viviendo, experimentaba algo que no había vivido nunca, y que ni siquiera sabía que era mi mayor fantasía.

Luego, y sin esperarlo, note que se frotaba contra mi ano, y el cual noté que sin imaginarlo estaba totalmente dilatado esperando la penetración. Muy pronto me introdujo el pene lentamente dentro de mi ano al mismo tiempo que me seguía penetrando vigorosamente la vagina con el vibrador. Eran tantas las sensaciones que sentía que me orinaría, ahogaba mis gritos entre las mordazas y a la vez sentía que era lo más excitante que me había pasado. Me penetró cada vez con más y más fuerza que la sensación de que me orinaría era cada vez más y más fuerte, luego sentí como un chorro salía disparado de mí al mismo momento en que sentía como se eyectaba el semen dentro de mi ano. Habíamos terminado y había logrado una fuerte eyaculación que me dejó muerta. Entonces él me tomó con dulzura, me quitó las ataduras, la mordaza, y luego me abrazó y se recostó junto a mí en el sofá. Me besaba con dulzura y me acariciaba mientras yo intentaba recuperar el aliento.

Ese día descubrimos la mejor forma de hacer el amor, y hoy por hoy, cuando las cosas se ponen tensas, sabemos cómo solucionar nuestros problemas, convirtiéndome yo en su perra, y él en mi amo.

 

 

 

 

Relato:

Sueños Sadomasoquistas

Autor:

destruccióncolectiva

 

 

Me atrapa, siempre me alcanza

Me lanza hacia atrás

Del cuello, aprieta tan fuerte mi cara

Mi boca se seca

Esto se incrusta en mi garganta

Cuelgo en el aire sin defenderme

Y solo veo imágenes incoherentes…

Ya no lucho, ahora lo disfruto

Siento el metal rasgar mi piel, otra vez…

Pero ahora se abre de par en par

Como la entrepierna apunto del primer orgasmo

La sangre corre lentamente

Es de un aroma intenso y metálico

Un olor animal…

La meto con mis dedos en mi boca

Su textura me vuelve predadora…

La hago nuevamente brotar hasta empaparme

La deslizo por el pecho

La respiración de agita eléctrica

Me atrapa… Me alcanza…

Busco más…

Quiero más…

 

 

 

 

 

Relato:

Pollo al velador

Autora:

Fea pero caliente

 

Hoy desperté fogosa, con la concha en llamas, y tenía que ir a trabajar, tuve una reunión y Salí de la ofis, cuando regreso en el coleto sonaba la canción de la Rafaela Caga esa que dice : Caliente caliente eo, caliente caliente oa, y como que me perseguí y más me calenté y en eso me acuerdo que tengo un culi amigo que trabaja cerca de mi ofis, así que lo llame y le dije mire guachito le pregunto cortito, ando más caliente que la mierda y tengo puras ganas de un rico pollito al velador, el interpelado replica, tay de suerte fea, porque yo también ando re caliente y recién pagado, le dije yo igual así que nos vamos a medias con un motel de 4ta no mas, entonces que nos juntamos a una hora determinada afuera del motelucho.

Entramos y la wea estaba llena, pero justo hubo una disponilidad así que nos pasaron pieza por el rato, no terminamos de cerrar la puerta cuando con el weon nos empezamos a toquetear y a sacarnos la ropa rapidito, y con ese calor de mierda que ha habido en Santiago estos últimos días estábamos los dos bien sopeaos, así que no importaba, que es rico empezar a sacarse la ropa así rapidito, lo quickies también son wenos, el altiro de va a las tetas como ternerito nuevo, me las chupaba como loco, me tira a la cama y me dice, que beno que llamaste fea, porque he andado más caliente que la conchesumadre, y le dije ya menos hablar y mas culiar no? O hablame cochino mientras culiamos, sonrió y se me tiro encima, me saco los calzones a tirones y yo los calzoncillos a él, cuando me saco los calzones, se fue a mi vagina a chupar un rato, yo como les dije estaba toda sudada y sopeada no hubo tiempo para el pudor, el pasaba la lengua y decía que zorra mas rica, que zorra mas rica, al cabo de unos minutos le dije ya súbete que ando muy recaliente y quiero que me metai el pico de una, se puso el condon y se monto en mí, me penetro tan rico, yo con mis piernas cruzadas en su espalda como para que no se escapara, movía mi pelvis, que estaba debajo de el, y le decía.

Así weon culeame rico, meteme todo tu pico hasta el fondo, lo escuchaba gemir, y le dije hablame sucio idiota, y me dice uyyy sí, es que tení la zorra tan rico weona, toma conchesumadre, comete todo mi pico me decía, siente lo duro que me teni weona, y yo le decía, sí lo siento, hazme recagar la zorra con ese pico tan duro y tan rico, métemelo duro weon, así así así , le decía.

El me penetraba hasta los cocos para adentro, la calentura era tanta que con la misionera me bastaba, sentía su pecho sudado contra el mío, lo apretaba contra mí, para que mi zorra se comiera todo su pico, después puse mis manos en su cadera para moverlas y así manipular un poco su pico, lo movía rápido y después lento, el de repente sacaba el pico y su glande lo ponía contra mi clirotis hacia como círculos y de ahí me lo chantaba de una pa adentro, PUTA LA WEA RICA y asi me vine, llegue a un climax ardiente y rico, ahí le dije ya weon te toca, y me dijo vo sabí lo que me gusta 1313, y si, a él le gusta que juegue con sus tetillas mientras me monta, y así lo hice con mis dedos jugaba con sus tetillas mientras le decía cochinadas, hasta que me dijo Fea conchesumadre me vengo super fuerte entre gemidos y le dije dame todo tu moco, siiiii dale damelo todo…. Y así eyaculo. Caímos sudados uno al lado del otro con más calor que antes, pero era hora de volver a la ofis, asi que me fui y llegue mas sopeada que antes, igual me di una ducha helada pero de cuerpo no mas, seria de estúpida llegar con el pelo mojado después de almuerzo jajaja, nos despedimos y me dice cuando quieras me llamas, le cierro el ojo tuerto y le dijo demás que si po , y llegue con uan sonrisa de almeja a la ofis, de oreja a oreja. Creo que alguien me pregunto y porque andas tan contenta y les dije ah! Es que me encontré 5 lucas botadas, No saben Na que me había comido un rico pico de almuerzo.

Pd: Antes yo pensaba que eso de tocar tetillas era como raro, como cosa de maricones, con el tiempo me di cuenta que hay muchos hombres que si les gusta y que les da vergüenza hacerlo o decirlo por lel concepto erróneo que se tiene del mismo, basta de callarse las cosas que a uno le gustan, vivan y disfruten del sexo en su plenitud.

 

Relato:

Mi amiga sado y yo

 

Autor:

Vanilla Kid

 

Habíamos quedado de juntarnos el sábado en el motel. Éramos buenos amigos ella y yo, por lo que preví que iba a ser raro; o más raro quizás, porque la junta surgió cuando ella me confesó sus gustos sadomasoquistas y eso era deliciosamente perturbador y le añadía a todo un halo de misterio y calentura que estaba ansioso por desvelar.

La noche anterior, como nunca, me contuve de masturbarme, aunque cada vez que cerraba los ojos aparecía su figura, como un fantasma lleno de vida, un espectro hambriento de sexo –mi sexo-; e inventaba rasgos de ella durante el sexo, nunca la había visto en eso ni me lo había imaginado. Era raro todo.
Y la vi. La vi como siempre, la vi como nunca… Saltaron a la vista como fuegos artificiales sus ojos pardos, entrecerrados, profetizando lo que iba a pasar. Me saludó normalmente, me abrazó como si fuera un amigo de hace tiempo, o peor, una amiga. Llegamos, entramos a la pieza, pedí una piscola y ella un vaso de agua: decía que el alcohol inhibía sus sensaciones y quería sentir todo lo que yo le diera. “¿Quieres ver qué hay en mi cartera?” me dijo, mientras la vaciaba sobre la cama; una fusta, un antifaz, velas, cadenas y un collar.
Hablamos del “arsenal” y la “sesión” como si fuera un negocio, un contrato, una charla sin importancia, y nos sacamos la ropa como si fuera un disfraz… y de hecho, lo era. Llegó mi copete –y su agua- y pidió hielo, y mi cara de sorpresa no se hizo esperar; no pensé que a ella, tan curtida en las sensaciones, le gustase que le frotaran un cubito de hielo por aquí y por allá. Un segundo después se frota un hielo en su teta derecha (yo pensaba irónicamente “¡oh, qué masoquista que eres!”), prende una vela y vuelca la cera donde recién estaba el hielo. Gime. Me dice que el hielo es para que no queden marcas, y abre sus piernas frente a mí y noto una manchita que para mí no pasaba de “curiosa”, pero que resaltaba en su sexo depilado: “el hielo es para que no queden marcas de cera como ésta” me aclara, acabando con mi sarcasmo.
Tomo el antifaz, lo pongo delante de sus ojos que según yo me decían “métemelo”, pero la calentura ya me hacía delirar: era ella misma quien lo decía. Comienzo a besar su cuerpo, sin tocar siquiera su boca, bajo por su cuello hasta sus tetas dispuestas, llamaban a que las mordiera, y eso hice, las mordí suavecito, fuerte, marcando terreno, haciéndome sentir; jugué con sus pezones que eran como dos caramelos, dos gotas de ambrosía, dulces desconocidos para mí hasta ese momento. Su cuerpo era un poderoso imán sexual y yo estaba tan duro como el acero. Bajo por su vientre, y me reencuentro con esa manchita, esa marca que, como una corona, revelaba su estatus de reina, de hembra; y como tal la adoré, sentí que la lengua se me iba a salir y que la mandíbula se me iba a caer: lamía su vagina como si fuese un manjar –y de hecho, para mí así lo era-, jugaba como un loco con su clítoris hinchado de placer… Deseaba secretamente entrar por completo en ella, en la vagina de mi amiga, mi amiga que ahora se convertía en mi diosa y recibía toda la veneración que mi boca y mi lengua le podían dar; rápido, lento, fuerte o suavecito: todo lo que hacía la hacía vibrar como si hubiésemos nacido para ese día.
Llegó mi momento de egoísmo, la tomé del pelo y penetré su boca una y otra vez, sentí su lengua jugando con mi pene como si aquella fuera una serpiente; gemí, vibré, la acaricié y tomé la fusta para agradecerla con un par de azotes en la espalda, y su boca pareció darme tributo a tan dulce dolor que le había dado, haciendo desaparecer mi verga por algunos instantes, para luego volver a hacerla aparecer gloriosa, santificada y demonizada por sus labios, abrazada y abrasada, latiendo como si tuviera taquicardia. Su antifaz hacía que todo lo que sus sentidos podían percibir era mi calentura, y adivinó mi deseo acostándose en la cama y resumiendo en una palabra a lo que habíamos venido y queríamos: “culéame”. La obedecí como un esclavo, como un súbdito, y por unos minutos nos transformamos en dioses, en lo único que existía, mientras bailábamos como uno solo, al ritmo del sonido de nuestros propios cuerpos, de nuestra respiración entrecortada y los gemidos que salían. La penetraba profunda y dulcemente, y era como una fórmula inequívoca para su placer, se portaba como una princesa, una princesa puta que me pedía más y más y yo, leal a ella, a mí y al momento, acataba sin vacilación.
Me sorprendía que ella misma, de gustos tan alternativos, no hubiera siquiera considerado ocupar algo de su arsenal; sus máquinas de guerra no eran nada frente a nuestros cuerpos, que como verdaderas bombas atómicas arrasaban, para nosotros, con todo el resto del mundo. Todo esto pasaba mientras ella tenía su antifaz puesto, hasta que se lo quitó y sólo ahí estuvo realmente desnuda, mostrándome sin tabúes lo que sentía, mirándome a los ojos mientras estaba penetrándola encima de ella, como si hacerlo a lo misionero fuera una posición que habíamos inventado recién… algo que nunca habíamos hecho. Repito: es como si ambos hubiéramos nacido, no sólo para el sexo, sino para el sexo entre nosotros.
Leí su respiración, capté sus orgasmos como alguien que caza mariposas; no me contuve más y terminé, llenando su vagina con mi esperma, disfrutando cada latido de mi orgasmo como si fuesen mis últimos instantes de vida y en un grito que más de placer fue como de parto, como si un hombre nuevo hubiera nacido mientras sacaba mi pene chorreando placer, manchando la cama, marcándola a fuego en nuestra memoria –o al menos, en la mía-. Había pasado una hora de las 4 que teníamos.

Tuvimos mucho más sexo, echamos la talla y usamos un par de cosas que ella llevó, pero eso lo voy a dejar a la imaginación de quien me lea. Hoy me mandó un whatsapp pidiéndome más, así que voy a cumplir con su capricho un día de estos: para eso estamos los amigos.

 

 

 

 

Relato:

La Junta

Autor:

Dulce_Zahira

 

 

 

Habíamos organizado una junta de amigos cibernéticos, era primera vez que nos veíamos todos cara, así que decidimos juntarnos en una estación de metro , más o menos central para todos, como organizadora del evento, obviamente llegue primero, y espere a que apareciera alguno de los integrantes, rápidamente llego Nahuel, siempre me había atraído su forma de ser y por supuesto él como hombre, mientras esperábamos que llegaran todos, conversamos un poco de la vida y yo en mi mente ya iba maquinando algún plan, para hacerlo mío,

Llegaron todos los convocados, y recorrimos distintos bares de la ciudad, de a poco fueron despidiendo, conforme avanzaba la noche, ya cuando quedábamos unos 6, un amigo, Luis, nos dijo que nos fuéramos a su departamento a rematar la fiesta, seguimos un rato más en la fiesta, risas y tragos por aquí y por allá, hasta uno de los integrantes pidió la cama para irse a dormir, Luis le indico donde estaba y nosotros seguimos con la fiesta, por supuesto Nahuel y yo estábamos muy juntos y las bromas iban subiendo cada vez mas de tono, casi llegando a la madrugada yo tenía sueño y el igual, pero la única cama del departamento estaba ocupada, igual decidí ir a dormir allá, y Nahuel como buen caballero, me ofreció acompañarme para que el otro hombre que estaba allá, no me hiciera nada… conversamos un rato y nos acomodamos para dormir, dormí como 10 minutos cuando empiezo a sentir que me empiezan a acariciar la espalda, el pelo, las piernas, pero como ya estaba un poco tomada, con sueño y la verdad me atraía , preferí hacerme la dormida, luego empezó a subirme la polera, y prosiguió acariciándome, yo estaba cada vez mas excitada, pero continué con mi plan, hacerme la dormida, igual el morbo que me provocaba que los demás estuvieran fuera de la pieza, y que nuestro otro amigo estuviera acostado al lado de nosotros, hacia la situación mucho más candente, y bueno me empezó a besar, al principio me resistí, supuestamente estaba dormida, y supongo que como creyó que estaba dormida, tomo valor y empezó con su mano a bajar mi pantalón y rozarme el clítoris, a esas alturas yo ya estaba húmeda totalmente, la verdad me atraía y me calentaba más de lo que era capaz de asumir, y empecé a gemir, despacio, para no despertar al chico de al lado, nos seguimos besando y acariciándonos hasta ya no poder, y no aguante mas, le pedí que me penetrara, que yo no aguantaba más, lo hizo, y fue exquisito, dentro de lo que podíamos hacer en una cama tan pequeña y con otra persona al lado….me entregue como nunca me había entregado, sus besos, sus labios húmedos, sus manos tocando lasciva y ansiosamente mi cuerpo, como me apretaba los senos y pasaba su lengua en mis pezones, tuve un orgasmo, pero fuerte y duradero, supo cómo hacerme llegar sin necesidad de ser violento, que es como a mi gusta el sexo… luego de eso nos acomodamos, nos arreglamos y nos fuimos a nuestras casas…

No lo volví a ver, pero si siempre en las noches de soledad, lo recuerdo con mucho cariño

 

 

 

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