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Otro limbo cotidiano


Iluvitar

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La pelota iba para allá y para acá, oye, déjame sostenerla un rato le decía yo, pero el no respondía y la verdad ni siquiera sabia si era una pelota con lo que estábamos jugando o un bulto de ropa que nos lanzábamos en medio de la espesa penumbra. La luz se había ido como la noche que expulsa al sol de nuestra presencia. A esa altura de la madrugada por la confusión que te obsequia el cansancio, no lograba recordar quien mas estaba en la casa, ni como había llegado a estar jugando mecánicamente a lanzarnos algo; oye Manuel ¿quien mas esta acá?, y nada, no respondía, se había quedado mirando un largo rato el bulto invisible que fosforecía con sus colores mezclados. Así estuvimos estáticos, pensando, lanzando, mudos y con un frío terrible atajando la pelota. Le dije, voy al living, no respondió, abrí cuidadosamente la puerta para no interrumpir su trance con el chirrido del pestillo, y estaba todo cubierto de negro, no podía mirar más allá de mi propia conciencia. Baje al segundo piso y para mi sorpresa había mas noche, que lastima. Fui a revisar el sofá para encontrarme con otro que andaba por ahí en ese limbo vagando. Que haces le pregunte, nada me dijo mientras miraba sus manos para mi invisibles. Me senté a su lado escuchando su respiración y otro que otro suspiro que afirmaba mi vigilia. De pronto algo se poso delicadamente en mis piernas, vibraba fuerte y profundo en su volumen pequeño, lo toque y sentí como lentamente sus pelitos reconocían mi piel. Uy peludo que haces acá le pregunte para después atravesarme con su mirada incorpórea que iluminaba mi atención, me comenzó a mordisquear la mano y lo sentía clavarme sus colmillos amistosamente; no te duele me pregunto Andrés, no para nada le dije yo y lo miraba envuelto en el olvido. Sentí el chirrido de la puerta del segundo piso para después oír unos pasos que se calcaban en la escalera de madera hueca, venia Manuel en su silencio habitual y mas exagerado por el ambiente; vamos a fumarnos un cigarro y lo vi asentir en una sombra que lo dibujaba. Salimos al patio, nos siguió el gato que nos acompañaba, por fin un poco de luz, había una violenta ausencia de sonidos que yo creo que a Manuel lo excitaba de alguna manera por su profundidad decorosa. Y de pronto me pregunto algo: Oye, ¿tienes fuego?, si toma le dije, una llamita encendió su cara y la mantenía luminosa por el cigarro que lo alumbraba. Le comente que había leído un cuento demasiado exorbitante de un tal Poe llamado “Manuscrito hallado en una botella” y que su desarrollo y caminar eran de verdad impactantes, el asintió primero con la cabeza, y después me pregunto de que trataba, caí en mutismo, fume rabiosamente y le comencé a relatar superficialmente que era lo que me acontecía tanta impresión, y me dijo: se ve interesante, le echaré una ojeada, asentí y fumamos suave para después ver el humo que se elevaba sobre nuestras cabezas. Andrés entro a la escena escandaloso con otro cigarro que violaba la noche, lo miramos, fumamos y el respondió con otra fumada dispersa. Parecía que toda nuestra charla marchaba en una muda comunicación que en realidad era la noche que nos tenia sordos y con nuestras orejas dañadas. El gato se subió a una mesa que estaba debajo de un toldo que nos cubría; nos dijo miau, le dije miau, y también asintió con el vapor de su respiración, como un pacto que cerramos sin palabras y un símbolo inmortal felino que lo afirmaba. Comencé a clavar una rama rota en la tierra, costo hacerla entrar, el silencio y la espesa muralla de tierra ejercían su resistencia. Nadie hablaba, nadie se miraba, nadie asumía que estábamos en algo de verdad totalmente extraño y peculiar, no podíamos ver mas allá de ni siquiera nuestra propia nariz, y lo único que brillaban eran los cigarros y los ojos del de esa bestia peluda por ahí. Manuel, ¿puedes ver más allá de tu mano estirada?, le dije y vi como el cigarro se iba de un lado para otro afirmándome que no veía nada. Pero que extraño, hace tiempo que un negro no pintaba el aire así decía Andrés haciendo literatura de eso, ¿tu que ves Joaquín?, y vi levantarse una gran esfera naranja y fosforescente a una altura de un tercio mas grande que de mi estatura, y se acercaba lentamente en unos pasos que crujían quebrados por el pasto del patio; veo que la luna se ha ido con la noche definitivamente dijo el gigante oculto. ¿Cuando llegaste? le pregunte, estoy desde la tarde, hace un rato me fui de la sala de estar, me dijo con su voz grave. ¡¿Y hay alguien más acá?! Exclame, cuando de pronto la bóveda azul de un día soleado estallo en el cielo y todos desaparecieron como si la noche hubiera sido tragada por otra esfera naranja y fosforescente.

Edited by Iluvitar
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