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Mori feli.


Iluvitar

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Hola buenas, les quiero presentar un cuento que hice, hace un tiempo, ojala les guste (:.

 

Muchas gracias!

 

 

Había una vez un vagabundo ya bastante pasado en edad. Se le veía comer a solas en el pueblo siempre solitario pero no triste por su situación. Eso si ya varios pueblerinos han reclamado por su mal olor, algunos dicen que huele a pescado condimentado con algunas salsas. Los poetas bromean con eso y suelen acompañarlos en las noches de alcohol de goteantes lunas. Era un pueblito pequeño, pero pasaban cosas interesantes. Se anunciaba una gran tormenta en un momento de auge turístico en la ciudad, muy extraña para el tiempo. Algunos pastores guardaron los rebaños bien cómodos y seguros del diluvio. La leche no hacía falta, en esa época sobraba. Toda la gente se refugió en sus hogares, bajo llave y con lo necesario para subsistir tal vez durante unos días. Comenzó la lluvia. Las cabañas se llenaron de turistas frenéticos, el caos televisivo, sus palabras ya eran verbo. No quedaba ningún espacio, ni si quiera ya en los campings del viejo Ramón, todo lleno. Finalmente los turistas que no pudieron irse o refugiarse en un hospedaje, pidieron asilo en alguna casa de algún pueblerino. El viejo solitario entre las gotas comenzó a empaparse en agua muerta en la caída. No había lugar donde refugiarse, y ya se estaba inundando todo, era caótico. El viejo apenas con la fuerza de un pan en el desayuno, se afirmo de un crucifijo de una iglesia, firme como un palo aceitado. Ante el pánico de su situación, obsoleto como jugar con piedras, este comenzó a gritar de alegría, saboreaba el agua como si besara labios y sonreia con los dientes rotos pero cicatrices vivas y sangrantes por el éxtasis. Ya nada importaba, la lluvia lo había cazado. Un guardia de seguridad vio que se empezó a pasar del crucifijo al techo. Este desesperado y semidesnudo corrió afuera de la iglesia a detenerlo, le gritaba: Hombre! te vas a morir ahí! baja ahora!-. El viejo logro sentir como una gota le entraba al ojo y este con su mano se intentaba sobajear su globo ocular, obvia y inútilmente ante el bálsamo liquido. Pero bajo la cabeza y logro ver a ese hombre que le grito algo, Que!- dijo el viejo. Baja de ahí ahora! te vas a matar!-. Las gotas son ya mis lagrimas, no me queda más que llorar y celebrar por estas lagrimas, soy feliz- anunciaba libre y alzado con un palo fingiendo que tomaba un trago de este-.

 

El encargado que mando al guardia a buscar al viejo le había dicho que fuera desde las 19:30 a las 19:38 y nada más, que se devolviera y punto. Este miro nervioso y mojado su reloj, tomando atención que le quedaba 1 min para tener que volver al refugio. Viejo me da lástima que tengas que quedarte aquí solo, dios te bendiga!- le decía angustiado el guardia, la lluvia lo había tomado-. El viejo ya cansado, se sentía caer por el peso de su cuerpo y ropa. Quedo boca arriba perdido navegando en las nubes. Ya casi no sentía nada, pero se podría decir que sentía como si su cuerpo no tuviera limites, no tuviera piel, algo así como una desnudez a flor de vacío, seda de tela de araña. El dedo lo podía sentir, algo empezó a escribir en su celular inútil que había tomado de un basurero, tan viejo como el (no tanto). El guardia regreso corriendo, el agua le pesaba su ropa interior, era un espectáculo. Como le fue?- le pregunto el encargado con ojos punzantes. Mal señor, esta inconsciente ahí arriba, volvió la línea telefónica?-. Dijo el guardia un poco ahogado. No, estamos viendo.- y celular?.- No, nada. Vaya a vestirse.- Volteando su cabeza y buscando la manera de sacarlo.

 

Ningún ser humano quiso ir a buscarlo, todos pensaban que estaba lunático por haber llegado ahí.

 

Ya había pasado la madrugada ya muy cercano a amanecer, el frio cayo violento con escarcha en los techos y pastos. El mismo y trasnochado guardia, trastornado por lo vivido, logro ver un bulto a lo lejos en una esquina de su ventana. Se estaba preparando para lo que iba a presenciar, las lágrimas de culpa que lo liberaban de pensamientos repetitivos casi infernales. Se puso sus botas, un abrigo de lana de oveja muy grueso, gorro y paraguas y salió a buscarlo con la ayuda de un buen hombre que estaba atento a la situación. Se acercaron al crucifijo y al frente de este, en el techo de la iglesia, se veía colgar un bulto de ropa escarchado, casi tieso. Trajeron una escalera, la pusieron y el guardia este se subió a mirar el montón de ropa escarchada. Había una cara tiesa y arrugada. Un poco azulada pero no triste. Lo toco para ver si se movía y nada. Estaba muerto. Lo bajaron lentamente, lo acostaron y sorprendidos por la situación, intentaron llamar a alguna ambulancia local, sin éxito. Lo acostaron sobre el mismo altar de la iglesia y comenzaron a velarlo ahí mismo. El guardia comenzó a revisar el contenido de sus bolsillos agujereados: chicles, pedazos de algo, monedas, pelusas mojadas y algo que parecía una uña. Finalmente un celular, aun prendido, funcionando. Miro la pantalla y se percato que estaba en el menú de agenda, como agregar nuevo contacto y había una frase escrita al parecer por el vagabundo ya muerto. Lo leyó y se arrodillo. Pequeños llantos echaba entre las magnas de su abrigo. Que pasa? - le dice una señora preocupada. Este le pasa el celular y ella dirige su mirada a la pantalla. Decía: Mori feli

 

Desde ese día, se habla del viejo como el Morifeli. Los niños se reúnen todos los años, el mismo día del incidente desde las 19:30 hasta las 19:38 junto a la iglesia, con palitos para beber de la bendita lluvia invisible

Edited by Iluvitar
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