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Rostro Carmesí


Sebastiasd

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Rostro Carmesí

Nunca fui una persona adinerada que le gustase gastar mucho dinero en ir a fiestas. Mi vida nocturna era casi nula, además de que el pueblo en el que vivía, al sur de Chile, no me animaba a querer desarrollar ese tipo de vida. La misma gente por todos lados, desde el almacén en la esquina hasta en el cine. Es imposible que no se conozca a una persona en el sector, y si así fuere, esa persona definitivamente nunca existió.

La persona mas adinerada del sector organizó una fiesta para todo el pueblo. Nadie conocía muy a fondo a esta persona. Quizás está loco o sea muy amable, eran los típicos comentarios acerca de este tipo, que no tenía mucha vida social, sólo se dedicaba a ganar dinero. La razón del porque hizo la fiesta nunca fue expresada y a la gente poco le importó, apenas recibieron la invitación para asistir a dicho evento, y que AQUEL hombre lo realizaba, sus caras se vieron como si hubiesen sido poseídos por el dios del dinero. No había persona en el pueblo que no comentase que iba a asistir a la fiesta, de hecho, nadie faltó, ni yo.

La fiesta a la que todo el pueblo asistió, fue en una mansión en el borde costero con vista hacia el mar, se encontraba sobre un risco. El sueño de cualquier hombre del sur. Era una fiesta formal, con tragos y comida gratis por donde caminases. La mansión era enorme, de hecho la casa se encontraba dividida en tres sectores: el primer sector, en donde nos recibieron a todos era de un anaranjado espléndido, tan así, que creía que me encontraba dentro de una mandarina. El ambiente allí era fabuloso, la música, la comida, los garzones, las mujeres, todo combinaba con ese naranjo esplendoroso. El efecto que provocaba ese sector era de felicidad extrema, la ganas de bailar al son de la música recorría tus venas, el deseo de ir a coquetear con esas caras femeninas que habías visto durante toda tu vida te brotaban por los poros y mejor no hablemos de las ganas de beber. Ése sector era la Vida misma interpretada en una habitación.

Cuando ibas recorriendo la enorme sala anaranjada te dabas cuenta que existía un pasillo que la separaba de otro lugar, de otra habitación mágica. De todas formas si que era raro que un ambiente de la fiesta fuera separado por un pasillo, como si fuesen dos mundos distintos, como si se quisiera que las personas fueran separadas sin darse cuenta.

Del naranjo pasamos al blanco, una habitación completamente blanca con detalles negros, como los cuadros que se encontraban allí, el marco de las ventanas que decoraban de una forma maravillosa el lugar y todos los objetos dentro de la sala, desde los vasos a las sillas. La música era distinta, de un ambiente fiestero pasábamos a escuchar Jazz. Había tragos, si que había. Había comida, claro que había. Pero también había personas sentadas, atrapadas en una silla sin ninguna cuerda que los amarrase. Algo los mantenía ahí, ¿Algo que probaron? Por favor que no sea así, me dije inútilmente, como si de una forma milagrosa fuera a vomitar todo lo consumido en la noche.

De apoco comenzaba a entender lo que ellos podrían sentir ahí sentados sin mover ni un solo pelo, era la silla. La silla comenzaba a hablar contigo, la silla se metía dentro de tu cabeza sabiendo toda tu vida, sabiendo todas tus perversidades, sabiendo quien realmente eras. De a poco comenzó a indagar en mis pensamientos, me atacaba y atacaba, de formas múltiples, con mis defectos, mis errores, mis penas, con mi miserable vida. Ahora puedo entender porque las personas están así, porque es que yo estoy de la misma forma en que ellos se encuentran. Porque de alguna forma me estaba hundiendo, hundiendo en mis pesadillas y definitivamente no podía salir a flote.

Aún así llegué al tercer ambiente de una manera extraña que realmente no recuerdo, la sala era completamente negra y todo lo que se encontraba dentro era de un color rojo carmesí, como la sangre misma. Mi vestimenta era distinta a como había llegado a la mansión. De una teñida formal pasé a tener un overol blanco, como de siquiátrico. El tamaño de la sala era mucho menor a las anteriores, parecía más bien una pieza. En la que me encontraba completamente solo. Pero estaba repleto de comida y alcohol. Era como si la fiesta ahora fuese individual. Mi mente se encontraba confusa, mis ánimos se encontraban en el suelo y solo podía recordar aquella silla de la habitación anterior. La pieza estaba en completo silencio, de a poco me inundaba en una locura gratificante, el contraste del negro y el rojo, el silencio y mi mente confusa actuaban como si fuesen uno. Un ser completamente loco.

Yo no sé si estuvo ahí desde que me desperté en la habitación o apareció de la nada ante mis ojos. Era un reloj de esos antiquísimos, con un péndulo bajo él. Un rojo carmesí bañaba su madera, un rojo carmesí brillantemente acogedor.

Aún recuerdo su sonido: TIC-TAC, TIC-TAC. De apoco comencé a entender cual era el fin de este sonido. Como tercer ambiente que era de la fiesta, tenía que tener una música que te hiciera amena la estadía, una música que encajara completamente con las características de la habitación, una música que te hiciera comprender el porque te encontrabas allí.

Era la música de mi muerte.

Apenas llegué a esta conclusión, apareció un rostro ante mi, un rostro que solo expresaba ansias, ansias de querer compañía. Era un rostro horrible bañado en un rojo carmesí, un color que solo consiguió que mi locura alcanzara la cumbre.

Aquel rostro se llevó mi vida. Aquel rostro acabó con todos los habitantes de mi pueblo. Es posible que ahora entienda la actitud de aquella persona que organizó esta fiesta, aquella persona que nunca existió y que solo estaba buscando más compañía para el lugar de donde provenía.

 

 

es un poquitín largo, pero si lo leyó: Gracias por su tiempo :)

 

saludos :banana:

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